Es
bien sabido que día tras día el concepto del comercio
electrónico cambia a una velocidad exponencial. Ideas del
sorprendente mundo que podríamos denominar e-M, que
apenas tres o cuatro meses atrás cobraban actualidad, hoy
están ya caducas. Debido a las tendencias que reinan en
el enigmático ámbito de las nuevas tecnologías,
las ideas perecen nada más brotar.
Hoy día nadie es capaz de
vaticinar el alcance que pueda tener el mensaje anunciado por
el nuevo observatorio del e-M. Enmudecidos los gurús, empiezan
a circular advertencias que aconsejan actuar con sensatez, como
si tras una generalizada fase de demencia se hubiera impuesto
la época de la salubridad mental. No obstante, me temo
que tales avisos son igual de engañosos que aquéllos
que nos invitaban a tomar parte en la vertiginosa y alocada movilización.
Sensatez, decía, porque muchos
han actuado sumidos en la más absoluta desorientación,
como si los planteamientos del e-M fueran a dar con la fórmula
mágica del universo. Las inhumanas ondas han causado estragos
en los sectores más débiles del comercio electrónico
y provocado estrepitosos desastres. Como siempre, los que más
sufren son los más débiles. No se trata de ninguna
novedad.
Lo que a finales del año pasado
se nos presentaba como un atractivo y saludable negocio, hoy yace
bajo un sencillo pero significativo RIP, mientras las campanas
repican en señal de duelo. Con frecuencia, el motivo de
la defunción suele permanecer oculto, como si con ello
se contribuyera a aligerar el pesar, si bien considero que tal
proceder no aplaca la gravedad del mal, ya que cualquiera que
haya estudiado los parámetros del e-M conoce la causa de
tantas muertes. La postura contraria no hace sino dar conscientemente
la espalda a la realidad.
Los indicadores del comercio electrónico
apuntan hacia nuevas direcciones. En tanto que el paradigma de
la nueva economía se ha vestido hasta hace bien poco de
luto y ha dejado sin consuelo a no pocos desdichados, los intrépidos
presagiadores avistan nuevos horizontes como si acabaran de descubrir
el nuevo mundo. Se diría que dicen "ahora sí", como
si nada tuvieran que ver con los cadáveres que han ido
dejando en el camino.
El atolondrado mundo del e-M ha resultado
ser una burbuja tan ficticia como la descontrolada explosión
de Internet. Lo cierto es que habiéndose erigido sobre
un arma tan asfixiante como la especulación, no cabía
otra posibilidad. Los sectores interesados entonaron cánticos
de gloria ante una ignorante y ciega audiencia, y es que ignorancia
y ceguera son conceptos que -en muchas ocasiones- suelen ir de
la mano. Ante nuestro asombro, el tradicional comercio con siglos
a sus espaldas abría el paso al comercio electrónico.
De este modo, y sin haber realizado siquiera un solo análisis
económico exhaustivo, se procedía a abrir un excéntrico
baile sobre el parquet de las inversiones, donde todos eran bailarines
y músicos al mismo tiempo. ¿Cómo iba a poder funcionar?
La sensatez, primera de las normas
que ha de regir en toda profesión, se vio derrocada por
la reiteradamente anunciada "buena nueva". A nadie se le ocurrió
adoptar una serie de mínimas medidas de seguridad antes
de imbuirse en ella, cuando todo invitaba a pensar que "cualquier
tonto iba a ser capaz de fabricar relojes". Electrónicos,
claro está. Así es cómo la estructura del
e-M se convirtió en buena medida y al menos en teoría
en el reino de los inocentes, ya que en la práctica eran
los todopoderosos -como siempre- quienes, desde la sombra, movían
los hilos.
En lo que a la historia universal
del comercio se refiere, estoy convencido de que el sistema de
los negocios ha cambiado en unos pocos años más
de lo que ha hecho nunca. No hemos de olvidar que el hombre ha
recurrido a la compraventa desde el mismo momento en que hizo
acto de presencia en este mundo; en algunos casos, simplemente,
intercambiando manualmente los productos; la mayoría de
las veces, con dinero de por medio. Las Tecnologías de
la Información y Comunicación, las famosas TICs,
no harían sino beneficiar el inmenso sector de la tecnología,
pues comparto plenamente la opinión de que un correcto
uso de ellas constituye toda una fuente de positivas consecuencias.
Ciertamente, las TICs pueden provocar una auténtica revolución
comercial.
Sin embargo, una cosa es albergar
esperanzas, y otra bien distinta que gracias a los TICs, y como
por obra de la Señora de Anboto, de repente todos nos convirtamos
en comerciantes y este oficio nos proporcione incalculables beneficios.
Oficio tan antiguo como el propio ser humano, pero tan complicado
como pueda serlo cualquier otro.
La burbuja, a la vista está,
fue inflada conscientemente. Los medios de comunicación
contribuyeron a aumentar la locura colectiva. Nadie está
libre de culpas; quien más, quien menos, todos han querido
vernos montar en el incontrolado carro, olvidándose de
que éste iba cargado hasta los topes. Mientras hablaban
maravillas acerca de la genialidad del e-M, nos invitaron a tomar
parte en un frenético baile. Parece ser que una vez descubierta
la inexistencia del paraíso anunciado, los falsos anunciantes
se apresuran en cambiar de traje y nos dirigen mensajes como "si
es que ya lo decíamos...". Sin embargo, en el fondo siguen
teniendo la misma finalidad: conseguir que bailemos al son de
la música de sus superiores.
Todavía habrá algún
que otro idiota que asegure conocer a gente que vende duros a
cuatro pesetas. Tontos así, convencidos de que la destreza
en los negocios se puede adquirir en breve, siempre los ha habido
y siempre los habrá. Peor para ellos.
Pero seamos optimistas; en el futuro
no todo seguirá siendo igual. Presiento que la economía
cibernética -o el e-M- ha aprendido de la irracionalidad
la que indudablemente sería la más valiosa de las
lecciones. La nueva economía tendrá que seguir su
curso reconociendo tanto los conocimientos derivados del I+C (investigación
+ conocimiento) como los cadáveres que ha ido dejando en
el camino, ya que sólo podrá alcanzar su objetivo
tras proceder a un cambio procesal. La mariposa asiática
-o americana- debería dejar de provocar los mortales huracanes
que están teniendo lugar en los confines del mundo. El
fétido ambiente que se ha extendido entre nosotros no puede
ser superado más que a partir de la sensatez y de una práctica
responsable.
Josemari Velez de Mendizabal,
escritor |