La
larga y dilatada experiencia profesional de Miren Sánchez
Erauskin nos ha permitido conversar de diversos ámbitos
e instituciones. Razones de trabajo le han llevado a conocer el
funcionamiento de organismos como Naciones Unidas, instituciones
de época franquista, como las Cortes Españolas,
o la propia germinación del Parlamento Vasco. He aquí
el resultado.
-La familia Sánchez-Erauskin es muy conocida en Vitoria-Gasteiz.
Tau Baskonia, la hostelería, la cultura... son sólo
algunas de sus facetas. Sin embargo, no todo fue de color de rosa,
sobre todo en su niñez. Fuimos cinco hermanos
muy seguidos, y tuvimos muchas incidencias durante nuestra infancia.
Yo era la mayor. Cuando yo tenía seis años, y el
pequeño de mis hermanos, nueve meses, murió nuestra
madre. Fue una situación dificilísima, pero gracias
a la familia, que nos acogió y cuidó, salimos adelante.
Aita tuvo muchos problemas durante la guerra civil, ya que le
destituyeron. El era agente de los servicios veterinarios del
Ayuntamiento, y pasados los años, se volvió a casar.
-Y de padre funcionario, hija
funcionaria. Más
bien... Como aita también tuvo la ocurrencia de morir,
cuando mi hermana Nekane (por parte de padre) tenía cuatro
meses, yo debía aportar algo en casa. Preparé unas
oposiciones a la Diputación Foral de Alava, y aprobé,
con lo que pude ayudar un poco a la familia.
-Poco
tenía que ver aquella Diputación del franquismo
con la que hemos conocido posteriormente. Usted es una perfecta
conocedora de las distintas instituciones. ¿Cómo eran,
por ejemplo, en aquella época las Juntas Generales, lo
que hoy es el legislativo alavés? Yo entré en
la Diputación, siendo una niña. Entonces no eran
unas Juntas Generales auténticas, reales. No poseían
ningún tipo de capacidad legislativa y se reunían
dos veces al año: En el Pleno de Tierras Esparsas y en
Santa Catalina. Cada cuadrilla nombraba a unas personas para que
acudieran a Juntas Generales, pero no tenían ninguna misión
que desempeñar. Eso sí, el presidente de la Diputación,
que era nombrado a dedo, que no desempañaba el cargo por
elección popular, daba cuenta a los junteros de todos los
acuerdos que había ido adoptando la Diputación a
lo largo del año. Los ponían en su conocimiento,
sin más, ya que estaban totalmente aprobados.
-Años más tarde,
se trasladó a las Cortes Españolas. ¿Aquello funcionaba
de manera similar? Las
Cortes Españolas también eran totalmente ficticias.
Estaban los procuradores nacionales, que los nombraba Franco a
dedo, los alcaldes de las ciudades más importantes del
Estado, los presidentes de las diputaciones... En los últimos
años del franquismo, sí que hubo una representación
familiar con votación, lo que se denominaba cabezas de
familia. Todos votaban en bloque, pero hubo alguna excepción.
Por ejemplo, Aranegui, que fue presidente de la Diputación
de Alava, y posteriormente mi marido. Él fue el primero
que votó en contra de una ley de seguridad ciudadana. En
aquellos tiempos, votar en contra, era algo muy serio. No apoyó
dicha ley, porque permitía tener al detenido durante cierto
tiempo totalmente incomunicado.
-Dejó un pueblo grande,
como era la Vitoria de entonces, y llegó a una gran ciudad:
Madrid. Sí, pero
yo estaba encantada en Vitoria. Mi traslado fue a consecuencia
de un problema político que tuve con el gobernador civil
del momento. Yo era la secretaria de Aranegui, del presidente
de la Diputación. Tenía intervenido el teléfono,
me abrían las cartas en Diputación... Así
que me tuve que marchar, porque aquello era un no vivir, y un
no dejar vivir a los que me rodeaban. Todavía tenia hermanos
que eran muy pequeños, fue muy doloroso dejarlos... No
se puede imaginar lo que lloré por tener que marcharme.
Aquel gobernador era una mala persona. De Vitoria fue a San Sebastián,
y le llamaban "el sanguinario". Por cierto, yo me he llamado Miren
toda mi vida, aunque en el Registro Civil me lo tacharon. Me llamo
Miren Estibalitz, y me convirtieron en María Estibaliz.
Por otra parte, yo tenía una familia bastante señalada,
aita había estado en la cárcel durante la guerra,
le habían destituido... Sin ir más lejos, todos
sus hermanos tuvieron que salir por patas hacia Argentina.
-Sin embargo,
marcha a Madrid para trabajar en una institución franquista,
como las Cortes Españolas.
Sí,
porque yo siempre he tenido muy claro lo de los funcionarios.
Yo podía estar en cualquier sitio, previamente superando
la oposición, por supuesto. Aun así, allí
también tuve problemas, especialmente con algunos periodistas,
que me decían que tenía que ser de E.T.A. como mínimo.
En cuanto surgía un problema o se perdía un papel,
me señalaban acusándome. En cambio, mis jefes me
apreciaban muchísimo,
y me tenían en una gran estima. De hecho, yo fui la primera
mujer que llegó a ser jefa en las Cortes.
-El régimen franquista
marcaba la frontera entre buenos y malos. Sí,
aunque en el caso de las instituciones alavesas tuvimos la suerte
de contar con personas, salvo algunas excepciones, que también
las hubo, que trabajaron en aras del bien común. Eso sí,
sin olvidar esas excepciones que comentaba, que lo único
que querían, era prosperar a nivel particular, medrar y
buscar otro puesto mejor. Yo siempre he dicho que son las personas
las que funcionan. Al trabajador hay que pedirle capacidad de
trabajo, no una ideología.
-Una mujer en las Cortes. En
aquellos tiempos en los que la mujer era considerada como ciudadana
de Segunda. Sí,
pero yo era soltera, con lo que no tenía que pedir autorización
a nadie para ponerme a trabajar. Cuando entré en Cortes,
era una funcionaria más, pero como era de las pocas que
hablaba idiomas, me nombraron Jefa de Relaciones Internacionales.
-Sin embargo, en esta primera
etapa no está mucho tiempo en Madrid. Vuelve a coger la
maleta, y se traslada a Ginebra. Saqué
las oposiciones tanto de Madrid como de Naciones Unidas en Ginebra,
por lo que pedí en Cortes una prórroga para tomar
posesión del cargo, y sí, me fui a Suiza. Allí
trabajé en la delegación española de Naciones
Unidas. Como te puedes imaginar aquello también se las
traía, ya que era un reflejo de lo que ocurría aquí.
-¿En qué
consistía su trabajo? Copiar al pie de la
letra todas las sesiones. Era un trabajo que desmoralizaba a cualquiera.
Luego ya, cuando me pusieron con el Secretario General, fue otra
cosa. Era una labor apasionante, donde la confidencialidad
era absoluta. Ese secretario general vivió épocas
difíciles. Recuerdo, por ejemplo, que tras supervisar unas
elecciones en Malasia, mataron a uno de sus colaboradores, tirándolo
por la ventana de un hotel. Su intención era que me trasladara
con él a la sede de Nueva York, pero rechacé aquella
oportunidad por motivos personales, y volví a Madrid.
-Cerrando el capítulo
de lo que fueron aquellos años, recientemente se han cumplido
25 años de la muerte del dictador Franco. ¿Cómo
valora la transición política del momento? Fue
apasionante, porque se abrieron las puertas de la esperanza. Por
mi trabajo de Relaciones Internacionales, yo había viajado
mucho, había vivido otros mundos, otras libertades... Todos
pensábamos en esas libertades, pero, en mi opinión,
se cometió un grave error, que no fue otro que construir
el futuro sobre los cimientos del pasado. El papel del Rey en
el 23-F lo reconcilió con muchos estamentos y personalidades,
pero todavía no hemos conocido lo que hubo detrás,
ni lo que verdaderamente sucedió... Sin embargo, jugó
un papel importante, pero cuando se le nombró, había
desconfianza. ¿Qué veías? Veías una hechura
de Franco. Aun así, el fallo no lo vi tanto en la figura
del rey, sino más bien en otros estamentos.
-¿En cuáles? Tuvimos
una desconfianza total, y yo creo que justificada, en la Policía,
en todo lo que fue el aparato de represión del franquismo...
Eran los mismos pero con distinto collar. En cuanto al tema vasco,
se hizo lo que se pudo, se negoció hasta el final, y se
consensuó la disposición adicional. Esa disposición
adicional tiene unas posibilidades inmensas, que no se han cumplido,
lo mismo que ha ocurrido con el Estatuto de Gernika. Ese Estatuto
suscitó entusiasmo entre muchos, aunque ya algunos apuntaban
por aquel entonces sus límites. Lo que está claro
es que es un Estatuto incumplido. Los que antes lo rechazaban,
ahora lo jalean, y los que antes lo jaleábamos, ahora decimos:
!Pero si no se ha cumplido! Un Estatuto cumplido en su totalidad,
nos hubiera dado unas posibilidades que ahora mismo no tenemos.
Hay transferencias fundamentales que no se han llevado a efecto,
por ejemplo, la Seguridad Social.
-Año
2001. ¿ También ahora vivimos un momento político
importante?
La
situación política es muy difícil. Yo no
sé si los políticos actuales, y que ellos me perdonen,
tienen altura política suficiente para superar y dar salida
a la difícil situación. Habrá alguna excepción,
pero la mayoría son mediocres, y muchos creen que pertenecer
a un partido político es decir a todo que sí, sin
rechistar. Por mi trabajo conocí la creación del
Parlamento Vasco, los políticos de entonces tenían
una visión mucho más clara de la situación.
Se expresaban peor en sus intervenciones, porque no tenían
el habito de hablar en público, no conocían las
normas parlamentarias..., pero eso no era impedimento para que
fueran buenos políticos.
-Un apartado de su vida que
no podemos olvidar es su participación en "La Real
Sociedad Vascongada de Amigos del País". En su opinión,
¿una institución desconocida por muchos, a pesar de su
importantísima trayectoria? Sí,
sobre todo para los más jóvenes, y creo que por
culpa de los propios miembros de la Vascongada. Cuando se fundó,
en el siglo XVIII, era una entidad que influía en la vida
cotidiana, no había universidad... Estudios tan importantes
como el de la patata o la comercialización del vino en
Rioja fueron labor suya. En lo del vino sucedía algo trágico
para los viticultores, y era que para cuando llegaba al vino al
Puerto de Vitoria ya estaba picado. La Vascongada mandó
a profesionales a Burdeos, y así llegaron las técnicas
francesas a Rioja. O la creación del Colegio de Bergara,
donde trabajaban los mejores químicos de Europa...
-Tengo entendido que usted
ingresó en dicha institución con una investigación
sobre un Seminario de señoritas. Sí,
en Vitoria La Real Sociedad Vascongada de Amigos del País
iba a instalar un colegio de señoritas en el Palacio de
Villa Suso. En Vitoria sólo tenían colegios de monjas,
y entendían que a las niñas no había que
educarlas para ser monjas, sino para que se casaran. Debían
aprender a moverse en sociedad, pero aquella iniciativa ni se
realizó, ya que explotó la Guerra de la Independencia.
Si ese colegio se hubiese fundado, la educación de la mujer
vasca habría avanzado muchísimo. ¿Y ahora qué
ocurre? Se creo la Universidad, Eusko Ikaskuntza nos recogió
el relevo en el campo de la investigación... Somos un poco
decimonónicos, porque seguimos pensando que las conferencias
son una fórmula, mientras que los jóvenes están
de conferencias hasta el gorro.
-Y
de cara al futuro, ¿existe regeneración dentro de la institución? Ese fue mi objetivo
durante el tiempo que ocupé la presidencia. Entran jóvenes,
pero lo que necesitamos son jóvenes en los cargos directivos,
porque es ridículo que yo coordine a un equipo joven.
-¿Cualquier persona puede ser
socio? Para ser socio
numerario no hay más que pedirlo y presentar un curriculum.
También tenemos la figura de socio-alumno. Por ejemplo,
Eneko Etxebarrieta, que en los últimos años está
dando la vuelta al mundo en bicicleta. En concreto, está
realizando un amplio reportaje fotográfico en el que se
muestra el respeto o incumplimiento de los derechos humanos en
diferentes puntos del planeta. Es un trabajo en el que colaboramos,
y que tiene como prioridad los derechos de los niños. Hay
algunos compañeros de la Vascongada que intentan captar
gente joven para la institución, yo no lo hago, ya que
creo que el que quiere venir, viene y colabora. En cuanto a los
socios numerarios, una vez que estás como tal dos años,
tienes la opción de ser socio de número, y para
ello, debes presentar un trabajo de investigación.
-Y usted ingresó con
el trabajo sobre el Seminario de señoritas que antes comentábamos. Sí, aunque al
mismo tiempo hice un trabajo sobre Alfonso X el Sabio. Me interesaba
resaltar la sabiduría de Alfonso X el Sabio, que no era
otra que rodearse de sabios, sin importarle que fueran árabes,
judíos... No les preguntaba sobre su religión, ideología
o estado civil. En cualquier faceta de la vida lo importante es
tener esa filosofía. Hay que contar con buenos profesionales,
sin importar de dónde vienen, qué hacen, si están
casados o arrimados... ¿Eres bueno? ¿Eres un buen profesional?
Pues adelante, te vamos a apoyar por encima de todo. Por desgracia,
esta práctica no es la habitual en nuestros días.
Fotografías: Ismael Diaz de Mendibil
Euskonews & Media 122.zbk
(2001 / 5 / 11-18)
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