Tratándose
de una persona de tan densa y sólida formación,
la juventud del donostiarra Xabier Iriondo Arana resulta ciertamente
sorprendente. Tras licenciarse en Derecho y cursar un Master en
Derecho Europeo, la Facultad de Derecho la Universidad del País
Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea le concedió una beca
de cuatro años para dedicarse al estudio de los derechos
lingüísticos, donde durante un año ejerció
asimismo como profesor de Derecho Administrativo. Tras su paso
por el servicio jurídico del IVAP/HAEE, actualmente ejerce
como asesor jurídico del Departamento de Interior del Gobierno
Vasco. Aun cuando puntualmente haya elaborado informes jurídicos
para ayuntamientos y particulares, su verdadera especialidad son
los derechos lingüísticos, a cuyo respecto ha escrito
aproximadamente una veintena de artículos en diversas publicaciones
(Revista Vasca de Administración Pública, Bat, Llengua
i dret, Eleria, Administrazioa Euskaraz...) e impartido conferencias
tanto en Euskal Herria como en el extranjero. Forma parte del
cuerpo docente del programa "Jakitez" de Eusko Ikaskuntza/Sociedad
de Estudios Vascos, y es autor, junto con Gurutz Jauregi y José
Manuel Castells, del libro "La institucionalización jurídica
y política de Vasconia". Pertenece además al grupo
redactor de la Declaración Universal de los Derechos Lingüísticos,
así como al grupo de expertos de la Comisión Europea
respecto a la normalización lingüística de
Moldavia.
-¿Qué son exactamente
los derechos lingüísticos? ¿En qué norma estatal
o internacional se encuentran positivados? Lo cierto es que nos
hallamos ante una cuestión bastante metajurídica,
en la que convergen el Derecho, la Sociolingüística
y otras cuantas disciplinas lingüísticas. Los derechos
lingüísticos, en principio, no se encuentran recogidos
en ningún ordenamiento jurídico, sino que, al hallarse
previstas en casi todos los textos constituciones, reciben una
mayor o menor protección, aunque indirectamente. No tengo
conocimiento de ninguna Constitución que prevea los derechos
lingüísticos de forma directa. Hubo un intento, la
"Declaración Universal de los Derechos Lingüísticos",
realizado en Barcelona en 1996, a través del cual se pretendía
definir y alistar estos derechos, aunque ignoramos la situación
actual del proyecto.
El
derecho lingüístico podría definirse como aquel
derecho reconocido a un individuo o a una comunidad lingüística
para conocer y usar el que se considera el eje principal de su
identidad. El hecho de que los derechos lingüísticos
no existan como tal nos lleva a buscar su protección mediante
su inserción o conexión con otra serie de derechos
(el derecho a la libertad de expresión, a la educación,
a la libertad de cátedra, etc.), derechos concretos cuyos
contenidos conforman el derecho lingüístico. Al no
existir un derecho lingüístico positivo, tampoco hay
un órgano judicial que se ocupe de su protección.
Y el mayor problema de la polémica sobre la Justicia y
el Euskera es precisamente éste. Resulta muy difícil
definir los derechos lingüísticos cuando no existen
como tales. Aunque formen parte de nuestra identidad, al no hallarse
positivados, su protección hay que buscarla en otros derechos.
-¿Cabe albergar alguna esperanza
sobre su expresa previsión? Sí,
pero resultaría muy difícil extraer el derecho lingüístico
de otro derecho. Al enumerar los derechos lingüísticos,
forzosamente hay que hacer alusión al contenido lingüístico
de un derecho concreto. Los derechos lingüísticos
son una entelequia: nadie sabe dónde están, pero
todos hablan de ellos. Una persona tiene derecho a expresarse
en su lengua dondequiera que esté. Un país tiene
derecho a proteger su lengua. Incluso la propia lengua tiene derecho
a existir. Pero no están ni definidos ni enumerados.
-¿Qué opinión
le merece la Ley de Normalización del Euskera? Desde la entrada en vigor
de la Ley de Normalización del Euskera, hace veinte años,
se han producido grandes avances bajo su auspicio. Cierto que
determinados sectores han progresado muy poco, pero por causas
no imputables a la Ley. Si sus preceptos se hubieran aplicado,
hoy no estaríamos hablando de esta problemática.
La Ley reconoce con absoluta claridad una serie de derechos a
los ciudadanos en su actuación frente la Administración
de Justicia. Son los decretos aprobados en desarrollo de la Ley
los que no han podido evolucionar. La Ley en sí es buena,
ha dado lugar a importantes progresos, y si sería magnífico
que se cumpliera toda ella. Pero no se ha cumplido. En todo casi,
no es posible sentenciar si la Ley es buena o mala a partir de
su inaplicación, aunque sí se puede deducir que
hay un ámbito en la sociedad al que la Ley no llega, una
laguna que la voluntad política debería tratar de
llenar. Valoro positivamente la Ley
de Normalización del Euskera, pero sin dudar ni por un
instante que se trata de una norma mejorable. El artículo
8.2, en concreto, resulta más perjudicial que beneficioso,
pero la culpa no es de la Ley, sino de la Constitución.
La Ley de Normalización del Euskera, aun siendo buena,
ha tenido un desarrollo más bien escaso.
-¿Qué valor tiene esta
Ley en la actualidad? La Ley
no está lo suficientemente desarrollada, pero teniendo
en cuenta el actual equilibrio de poderes, considero más
oportuno abstenerse de hacer la más mínima modificación,
ya que la situación no haría sino empeorarse. Lo
ideal sería preservar la Ley tal como está. En otra
situación política, se podrían mejorar algunos
aspectos, por ejemplo estableciendo unos máximos y mínimos
acordes con la realidad socio-lingüística, porque
en algunos municipios plenamente euskaldunes la Ley resulta más
bien deficiente, aunque tampoco impide seguir trabajando. Otro
aspecto que podría ser objeto de modificación es
el concerniente a la protección de los ayuntamientos, para
que pudieran desarrollar su actividad exclusivamente el euskera,
respetando en todo momento los derechos lingüísticos
de los no vascoparlantes.
-¿Qué opinión
le merecen la Ley navarra del Vascuence y el Decreto regulador
de los Perfiles Lingüísticos? El Decreto, en lugar de
desarrollar la Ley, lo que hace es reducir algunos de los mínimos
que éste establecía. Muchos preceptos del decreto,
en mi opinión, conculcan el articulado de la Ley del Vascuence.
No es el momento de juzgar esta Ley, pero, aun conformándose
con ella, el decreto resulta sin duda mucho más precario
y, desde luego, contrario a la ley, razón por la cual se
han presentado sendos recursos con grandes posibilidades de salir
victoriosos. La valoración del euskera como mérito
no
consta en el decreto, sino en una orden que lo desarrolla. Dado
que el decreto actual deroga otro decreto anterior, se han visto
obligados a aprobar una orden que además quebranta el principio
de cooficialidad. Toda una barbaridad. Habría que interponer
un recurso de inmediato.
-¿Y qué piensa a propósito
de la Política Lingüística del Gobierno Foral? Es
otra barbaridad que, además, delata un absoluto desconocimiento
del ordenamiento jurídico, porque de lo contrario estaríamos
ante la violación del mismo, con una clara manipulación
del euskera con fines políticos. No hay porqué meterse
con el euskera para reivindicar la identidad navarra. Un vasco
puede sentirse muy navarra. Albergo esperanzas respecto a los
recursos, pero tampoco podemos esperar gran cosa. Creo que parte
de la culpa la tenemos los euskaldunes; es posible que hayamos
sido nosotros quienes hayamos dado comienzo a la manipulación
del euskera y el asunto se nos haya ido de las manos. Navarra
obstruye el euskera como si obstruyera Euskal Herria, y eso va
en contra de los principios generales y de los tratados internacionales.
Es una barbaridad, pero parte de la culpa es nuestra. El escritor
Aingeru Epaltza dijo en una ocasión que los vascos somos
gente polémica pero de escasa trascendencia, porque nuestras
reivindicaciones no suelen tener la necesaria envergadura. Para
que el euskera goce de prestigio, primero habremos ser los euskaldunes
quienes debamos ostentarlo. Cuando, sea en el ámbito que
sea, lleguemos a la cúspide, nuestra lengua tendrá
una mayor trascendencia. Pero no ha sido así. Sin embargo,
la situación no va a empeorar. España acaba de ratificar
la Carta de las Lenguas Europeas Minoritarias, decisión
que impondrá una serie de obligaciones al Estado español
y a Navarra. En mi opinión, el Decreto quebranta determinados
artículos de la Carta de las Lenguas Minoritarias.
-¿Qué opinión
le merece la actual presencia del euskera en la Administración
de la Comunidad Autónoma Vasca? La
Administración tiene que adaptarse a la realidad bilingüe,
y el personal a su servicio debe dominar las dos lenguas cooficiales.
El Gobierno Vasco, en el decreto mediante el que procedió
a determinar el porcentaje de trabajadores que deberían
dominar el euskera, empleó una fórmula que considero
bastante apropiada: el mencionado porcentaje se obtiene sumando
el número de vascos y cuasivascos y dividiendo tal cifra
entre dos. Soy consciente de las enormes desigualdades que esto
acarrea. Algunos mantienen que es insuficiente, y otros que es
una exageración. En mi opinión, ni lo uno, ni lo
otro. Hoy en día hay más euskaldunes que hace unos
años, con lo cual el porcentaje debería ser mayor.
Incluso considero que la Administración, en lugar de adaptarse
a los porcentajes que se presentan en la sociedad, debería
anteponerse a la situación y servir de modelo.
-¿Qué lugar ocupa el
euskera en un mundo dominado por términos tan mayúsculos
como Europa, Globalización, Nuevas Tecnologías,
Inmigración...?
Nuestro
país es muy pequeño y el euskera tiene pocos hablantes,
pero no por ello tiene que dejar de formar su propio universo,
sin tener que limitarse a un determinado territorio. En Francia
han promulgado una serie de leyes que protegen el francés
frente al inglés. El euskera siempre ocupará un
destacado lugar, tal es el arraigo que tiene en nuestra identidad,
pero tiene que hacerse un hueco en las nuevas tecnologías,
en el Derecho, en la Química, en la Medicina... La globalización
no supondrá la desaparición del euskera, más
bien entiendo que los problemas tenderán a generalizarse.
En mi opinión, habría que enlazar globalización
y solidaridad, de modo que todos seamos capaces de entender los
problemas ajenos y juntos construyamos un mundo mejor.
Fotografías: Teresa Sala
-
Euskonews & Media 120.zbk
(2001 / 4-27 / 5-4)
|