Telesforo de Aranzadi
"A propósito de ideas generales y abstractas en los vascos"

Título de la publicación: Revista Internacional de los Estudios Vascos

Año de la publicación: 1920

Páginas del artículo: 95-99


Resumen: Aranzadi hace una defensa del euskera ante aquéllos que la consideran una lengua primitiva en la que todas las palabras que indican un ser superior se han tomado del latín o del romance, con lo que no está de acuerdo. Hace correcciones a algunas afirmaciones presentadas en otros artículos

En mis tiempos de chico recuerdo que determinadas personas eran ó tenían el espíritu de contradicción, al decir de los mayores. So sabría yo definir este espíritu, aunque me doy cuenta de que unas veces resultaba bien aplicado el concepto y otras no. Llevado al extremo, y dominando hasta en lo de más interés propio, puede hacer de su poseído un verdadero alienado, aunque no entre en la categoría de los estudiados por los alienistas; si domina en todo, menos en lo que le quede de interés personal, puede hacer aquello de «bolsas al revés, bolsas otra vez». En este último caso rara vez se ejerce contra sí mismo y es muy compatible con la obstinación, tanto más, si reina sólo para determinados objetos de juicio. Al tropezar el espíritu de contradicción con ciertos prejuicios y apologías locales, pasando de largo por los idénticos ó equivalentes de otros países sin tropezar con ellos, da un salto mortal y se coloca absolutamente enfrente de los primeros. Esto puede suceder en los vascos sin el menor pudor ante los extranjeros. No hemos de asombrarnos, pues, de que los de fuera hagan el mismo salto mortal, para ellos mucho más cómodo y fácil; como que muchas veces ni tienen que dar el salto; ya están en el prejuicio é infatuación de enfrente desde el primer momento de su ser natural.

En una solemnidad académica puse á los filólogos á la par de los niños y las mujeres, cuando generalizan y simplifican 9 más por falta de notar diferencias que por facultad de abstracción. Yo no he sido nunca filólogo ni mujer, pero sí chico; y sin embargo, aunque algunos pretendan que tengo niñerías, porque sólo las quieren para su uso particular, no creo que puedan decir que ninguna se me ha convertido en la tema de por vida. Ante los filólogos no tengo el espíritu de contradicción suficiente para decir con Hamlet «palabras, palabras y palabras» ni para hacer de Mefistófeles profesor de metafísica; pero sí que les veo envejecer y fosilizarse en los doctrinarismos sociológicos de aluvión de los tiempos del sistemático Letourneau, de Lubbock, de Morgan, etc.

A. Darmesteter dice que «no hay lengua, cuya historia hayamos podido conocer, que posea ni una sola palabra abstracta, la cual, estudiada en su etimología, no se resuelva en un vocablo concreto». Fr. Boas afirma que «todo idioma presupone la posibilidad de expresar también ideas abstractas y, como esto lo puede todo idioma conocido, debemos admitir que la formación de las ideas abstractas es una propiedad general humana;» y después de referirse á la numeración, que es una de las cosas más abstractas, añade: «otra prueba de que toda gramática presupone ideas abstractas está en que ninguna carece de los tres pronombres personales y, si muchos indoeuropeos agrupan los sustantivos en masculinos y femeninos, otros pueblos los agrupan en animados é inertes, ó en racionales é irracionales, lo que necesariamente presupone ideas abstractas>. Estas dos citas, ni son extraordinariamente modernas, ni expresan opiniones fuera de circulación y la última no excluye ni al pueblo de cultura más rudimentaria que realmente se pueda observar.

Lo que no hay derecho á decir de los salvajes más atrasados ¿se podrá decir de los vascos? Claro que sí, mientras convenga á los señores del margen, porque nosotros no estamos en situación de lanzar ukases á las academias y conventículos sistematizantes. Tanto más se podrá decir aquello de los vascos del siglo II antes de Jesucristo; aquí que no peco, dirá Mr. Vinson; ¿que no? Ahora lo veremos.

En primer lugar es imposible que nosotros no tengamos nada de común con nuestros antepasados de aquel siglo más que el idioma; esto es un verdadero absurdo y se remacha con el juicio de un verdadero ciego en fisonomías al afirmar que nuestro tipo físico no ofrece nada de particular y se encuentra en los pueblos que nos rodean, aragoneses, navarros, castella-nos, asturianos, gascones y bearneses. ¿A qué llamará antepasados (ancêtres) M. Vinson? Y si tenemos tipo físico ¿cómo puede ser que no ofrezca nada de particular? Sin duda que cree todavía en la entronización del índice cefálico, á pesar de los quiebros de Mr. Collignon, ó en las cuadrículas simétricas de Deniker; no digo en los pieles-rojas hechos equivalentes á larrugorri, en la leyenda del rabo, ú otra zarandaja por el estilo, porque se me enfadaría, (lo que no quiero) y quizás me dijera que no es ningún curial del siglo XII, como el que traducía belaterra (presbítero) por «pulchra terra». Que nuestro tipo físico se encuentre en los navarros, ¡válgame Dios! que es para asombrar á un papanatas con una más grande que las de Pero Grullo. En cuanto á bearneses, gascones, asturianos, castellanos y aragoneses, ¿es que no tienen nada de nuestros anteparados del siglo II antes de Jesucristo? Y si algo tienen ¿qué de negador para nosotros hay en que se encuentre entre ellos el tipo, aunque bien seguro no con tanta frecuencia? En cuanto á las costumbres y tradiciones hay que estudiarlas etnográficamente con más cuidado, sin eludir ó despreciar lo que no se entiende, sin negar lo que estorbe y sin buscarle cinco pies al gato, que no deja de ser gato porque los tenga en el mismo número que el perro.

En segundo lugar no están los vascos de antes de Jesucristo tan indocumentados como para permitirse con ellos afirmaciones gratuitas. Muchísimo antes del siglo II estaban participando de los progresos de las civilizaciones occidentales, que eran mucho mayores de lo que historiadores y filólogos atrasados de noticias quieran pretender y que se necesita una excesiva infatuación aria para atribuirlas á los indo europeos ó arios. Y si se nos niega el derecho de propiedad á estas cosas también en aquellos tiempos, porque no las hacíamos al revés de los demás de á puerta de casa, habrá que pensar que el euskera es cosa que vino en un bólido chiquitín á un rincón chiquitín. Mayor milagro que el de su existencia actual no se podría entonces citar.

Para creer incontestable que todas las palabras que indican una mentalidad superior, se han tomado del latín ó del romance, habría que convenir en que la idea de Dios no es superior y no querer acordarse de que los vascos del siglo XII después de Jesucristo todavía le llamaban Urzia; si se objeta que también quiere decir trueno y cielo, puede alegarse lo mismo del Dyu. El olvido absoluto de aquel nombre de Dios entre nosotros, demuestra además que las palabras pueden desaparecer en absoluto, sin dejar rastro en lo que tenga relación con tal ó cual significado suyo, tanto más si éste tiene transcendencia superior y tanto más si se las persigue con saña por temor al resurgir de creencias antiguas. Y que la saña en la persecución de nuestras cosas propias no es rara, se ve desde la música de Izalzu (véase la base histórica de la leyenda en Campión), hasta los mascararlos y toberas (véase Lecuona) y las danzas (véase Larramendi); siendo otro ejemplo de barbarie persecutoria el siempre redivivo anillo, así como de barbarie más eficaz las palabrotas y otras cosas del mismo jaez y origen. Aun sin la saña y antes de la saña creo que hay motivos para pensar que los catequistas, que lograron arraigar su vocabulario é indudablemente no fueron los que habían conseguido evangelizar el país, no estaban muy dotados del don de lenguas. Sería curioso hacer un estudio comparativo, en este sentido, entre nuestros catecismos y los escritos en lenguas americanas, africanas, etc.; á buen seguro que estos últimos estarán hechos con otro cuidado.

La idea general de árbol es muy fácilmente presente en el pastor de la paramera, que apenas ve uno en un mes y no se le ocurre más que romperlo ó descortezarlo, ó en un señorito que no se fija más que en la sombra que le dan los que encuentra de casa al café; quienes constantemente los están utilizando por sus frutas, simientes, ramas, tronco, etc., poquísimas ocasiones tendrán en la vida práctica para referirse á ellos sin distinción, ya que ninguno tiene á su cargo la inspección general de los bosques. ¿Es acaso más general la idea de árbol que la de pez, ave ó bestia, existentes en el vocabulario indígena? Con esto no doy por bueno que el euskera no tenga ni haya tenido palabra para la idea general de árbol (véase Azkue en la palabra «arbola»). Las palabras que menciona Mr. Vinson, no son las únicas que se encuentran en el diccionario de aquél y si nos damos á fantasear con zur, txuti y su y hacemos distinción entre palo y leña, emparentando ésta con la luz natural y el sol y no con la luz artificial; ¡ay generalización, cómo me has puesto!

Si después de una investigación psicológico-lingüística del analfabeto francés y castellano, se les aplicase la negación de idea general, fundándose en que se trataba de una simple constatación de un hecho sin comparación, sin reflexión, sin aproximación, el reconocimiento de una sustancia material; el toletole que se armaría puede que llegara al planeta Marte por la telegrafía sin hilos. Y en analfabetos habría de hacerse la investigación para ser justos, pues al vasco se le enseña á leer y escribir, et sic de caeteris, por empapuzamiento en lengua extraña, faltando á sabiendas a la regla más esencial y primaria de la pedagogía.

Ya que Mr. Vinson, á propósito de cañonazos, ó en este caso á propósito de sintáxis del determinante y determinado, nos mencionaba una leyenda de que los vascos asesinaron á San León (debiendo no eludir lo de que los vascos no le entendieron y le dejaron en paz, siendo los asesinos unos piratas, que no hay por qué creer fueran otros que los normandos); á propósito de ideas generales mencionaré que batzar no es reunión vieja ni reunión de viejos; podrán ser agure ó no; pero ¿zar? Basa no es adjetivo. La j no se pronuncia á la castellana moderna en parte de Vizcaya, y en algunas aldeas se la pronuncia así en unas palabras, pero no en otras. Para explicarse que los roncaleses usen ataudes sin tapa no es menester figurarse una reminiscencia ó imitación de la costumbre gala ó celta. La conversión de los vascos no data del siglo IX, porque digan hoy Birjiña y gartha denborak; en cambio se dice aingerua con la g primitiva; también dicen en una parte ó en otra primeroko señoritua, bentania, caballua, embria, etc. Es notable la extrañeza de no encontrar en el euskera señales apreciables de ligur é ibero. ¿Cómo las encontraríamos?

Volviendo al tema ó á la tema para concluir: Bartrina dijo que, si quieres ser feliz, como tú dices, no analices, muchacho, no analices En cierta ocasión pregunté á un alumno por los caractéres de las bacterias y me contestó: son yerbas, matas, arbustos ó árboles..... Este alumno, generalizador de lo que leía en muchas caracterizaciones de familias vegetales, podría decir al seminarista del distingo y al sutilista del según: si quieres tener quietud en tus ideas, generaliza, chico, generaliza.



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