Carmen Gómez, Directora de la Fundación Sancho el Sabio
"Sin información, no puede existir una sociedad democrática"
* Traducción al español del original en euskera
Ismael Diaz de Mendibil

Carmen GómezCarmen Gómez lleva 16 años al frente de la Fundación Sancho el Sabio, un centro de documentación e investigación que es referente de la cultura vasca. Dicha Fundación nació gracias al trabajo de Vicente Botella y Jesús Olaizola, dos vitorianos que viendo el vacío que sufría la cultura vasca creyeron en este proyecto en los difíciles años 50. Nuestra protagonista, Carmen Gómez, hace una referencia especial a los dos impulsores de aquella iniciativa: "Sin ellos, nosotros no estaríamos aquí", afirma.

-Actualmente, la Fundación Sancho el Sabio es una institución reconocida mundialmente en el ámbito de la cultura vasca. ¿Cómo fueron los comienzos en aquella Vitoria de las décadas de los 50 y los 60?
Tras unos primeros pasos como institución cultural, en 1964 se convierte en un centro de documentación con un objetivo claro e innovador: La recopilación de bibliografía y documentación sobre la cultura vasca. Si el objetivo ha sido invariable a lo largo de estos 40 años, el centro ha sido protagonista de una auténtica revolución tecnológica, en cuanto a los medios técnicos con los que obtener la información. Todo esto no hubiera sido posible sin el saber hacer del entonces director de la Caja, Vicente Botella, y Jesús Olaizola, autor de la biliografía inicial, que se considera todavía hoy, imprescindible para los estudios vascos. Ya en 1985, entro yo a formar parte del equipo de la fundación, con una misión clara, que no era otra que la reorganización del gran fondo existente.

-Poco tiene que ver la biblioteca de entonces y la actual.
Nada que ver. La informatización de las bibliotecas, la aparición de la digitalización, Internet... Hoy en día, conectas con nuestra página en la red, www.fsancho-sabio.es, y puedes acceder a más de 140.000 registros, que giran alrededor de la cultura vasca.

-¿Ycon qué tipo de materiales trabaja la Fundación?
Intentamos abarcar todo. Libros, periódicos, revistas, mapas, documentos audiovisuales, carteles, hojas políticas, calendarios, programas de fiestas... Desde 1992, estamos también recuperando archivos familiares. Llegamos a un acuerdo con las familias, por el cual, ellos depositan aquí su documentación, para que nosotros la ordenemos, la clasifiquemos y la cataloguemos. Una vez realizados estos pasos, informatizamos los documentos y los digitalizamos. Así, los archivos son devueltos a sus dueños, y solamente tienen la obligación de volver a ponerlos a disposición de los investigadores, en casos extremos, como mala visualización, o por necesidad de poseer el original.

-Por lo que veo, todo tiene su valor, desde un libro único del siglo XVIII, hasta un panfleto recogido en la calle.
Todo es importante, pero yo tengo un especial cariño por esos documentos originales que podemos recoger en la calle, y con los que se ha trabajado poco en las bibliotecas. Son una excepcional fuente de información, ya que sin ningún tipo de manipulación muestran las reivindicaciones políticas, sociales o laborales de cada momento. Lo mismo ocurre con los carteles. Podemos encontrar verdaderas joyas, pero no sólo por el mensaje, sino también por su importancia iconográfica y artística. Estoy convencida de la relevancia de este ultimo trabajo, en mi opinión, imprescindible en cualquier centro de documentación, y al que, en un futuro próximo, se le dará el valor que en verdad tiene.

-¿Qué cantidad de material puede entrar en el centro al día?
Es muy difícil precisarlo. Por ejemplo, ahora mismo estamos trabajando en el fondo de carteles. Tras meses de trabajo, ya sabemos que contamos con 16.000 unidades. O por poner otro ejemplo: La fototeca. En breve, se depositará en la Fundación la fototeca de la Caja Vital, que es realmente la historia iconográfica del siglo pasado en Alava. En cuanto a calendarios, carteles o panfletos, tenemos varios colaboradores que nos ayudan en la recopilación de dichos materiales. Este es un centro vivo, no solo es un lugar en el que descansa un magnifico patrimonio bibliográfico. Recibimos constantemente donaciones de particulares que son importantísimas, porque suele ser un material difícil de encontrar, e imposible de comprar.

-¿Todo el fondo de la Fundación está expuesto al público?
Por supuesto. Antes era más complicado, había que utilizar los originales... Pero ahora la digitalización nos ha facilitado trabajar con cualquier documento, especialmente con los manuscritos de siglos pasados. Son obras que tienen muchas consultas, porque son muy relevantes, hay pocos ejemplares... Hoy en día, gracias a la digitalización, podemos manipular esos documentos, podemos tratarlos para leerlos mejor, e incluso, imprimirlos tal y como les hemos realizado el tratamiento de imagen. Son verdaderos tesoros bibliográficos que se convierten en legibles, gracias a la informática.

-¿Y existe otra biblioteca de estas características en Euskal Herria?
No, no existe. Este es un centro que por su especialidad es abarcable, con lo que se finalizan los proyectos. El apoyo de la Caja Vital Kutxa ha sido fundamental, ya que los directivos de la entidad financiera, tanto los de ahora como los de antes, han creído en la importancia de la información. Sin información, no puede existir una sociedad democrática y, mucho menos, una buena educación. Al contar con recursos económicos, pudimos apostar por la aplicación de nuevas tecnologías, y fuimos la primera biblioteca que digitalizó sus fondos en 1993.

-¿Se ha planteado cuántos metros ocupa la documentación de la Fundación?
Nunca hemos colocado los documentos unos detrás de otros, pero estimamos que unos cinco kilómetros lineales.

-A lo largo de estos años le ha quedado el sinsabor de alguna obra que quería la Fundación, y que no pudo adquirir.
Sí, por ejemplo, la Biblia de Leizarraga, que se subastó en 1995 en Londres. Estuvimos en la subasta, pero no pudimos conseguirla, y eso que pujamos hasta 30 millones. A este tipo de subastas internacionales, siempre se acude con acuerdos interinstitucionales, asunto que cerramos desde Vitoria, incluso con la Biblioteca Nacional de Madrid, ya que considerábamos que era importante traer esa obra al País Vasco. Con ese objetivo pujamos fuerte, muy fuerte. Es más, la Fundación Sancho el Sabio puso encima de la mesa prácticamente todo el presupuesto de un año. Aun así, se nos escapó un detalle. Pensábamos que la institución Príncipe de Viana acudía de forma testimonial a la subasta, pero no fue así. Hasta los 12 millones estuvimos cuatro pujadores. A partir de ahí solo quedamos dos, sin embargo, no conocíamos la entidad del otro pujador, porque este tipo de subastas son por teléfono. Al llegar a 30 millones nosotros paramos, y el ejemplar fué a parar a la institución navarra Príncipe de Viana. No se puede imaginar la sorpresa que nos llevamos. La verdad es que es un buen ejemplar, no obstante, creo que ya nadie volvería a pagar ese precio.

-Eso en cuanto a los sinsabores, pero seguro que la Fundación cuenta con ejemplares únicos.
Tenemos manuscritos escritos en euskera únicos, las obras de Mendiburu, de Axular... Sobre todo son de literatura religiosa. Ese es un fondo que hemos mimado de manera especial. Otros ejemplares que se han convertido en excepcionales, son los de los años 70, ya que muchos han desaparecido, debido a las circunstancias políticas del momento y a la reducidas tiradas de la época.

-¿Y cómo se pueden cuantificar estos fondos económicamente?
Es incalculable su valor. En mi opinión, hoy en día es imposible volver a juntar un fondo de estas características, tanto en calidad como en cantidad.

-Arguméntelo.
La bibliografía escrita en euskera no es una bibliografía corriente. Hasta el siglo XX, la literatura vasca era fundamentalmente religiosa y tenía un objetivo eminentemente práctico, que no era otro, que la evangelización. Además, eran tiradas pequeñas. Normalmente se utilizaba papel de mala calidad, no se les daba la importancia que tenían, con lo que han desaparecido en su mayoría. Así las cosas, hoy en día cualquier publicación de siglos anteriores escrita en euskera, tiene un alto precio en el mercado.

-A todo esto, en su opinión, ¿qué debemos entender por cultura vasca?
El modo de ser de un pueblo en todas sus manifestaciones; desde las manifestaciones artísticas hasta las políticas, pasando por las lingüísticas.

-Por otra parte, el edificio en el que descansan los fondos de la Fundación Sancho el Sabio, el Palacio de los Zulueta, es una edificación de principios de siglo. ¿Pertenece a una familia alavesa que hizo una gran fortuna en Cuba?
La casa la edificó Alfonso de Zulueta, que era hijo de Julian de Zulueta, un personaje controvertido, fruto de su época. Julian de Zulueta nació en el pueblo alavés de Anucita y pertenecía a una familia de labradores. Sin embargo, emigró a Cuba, ya que un tío suyo tenía allí grandes plantaciones. Este, al no tener hijos, llamó a su sobrino para que se hiciera cargo del negocio, y de esta manera, Zulueta cruzó el charco. Este hombre tuvo una de las fortunas más importantes del mundo, promovió el ferrocarril en la isla caribeña y pasó a la historia como uno de los grandes tratantes de esclavos. Se casó tres veces, en dos ocasiones con sobrinas mucho más jóvenes que él, tuvo 12 hijos... Vamos, todo un personaje. Murió en Cuba, y según cuentan las crónicas periodísticas del momento, su entierro tuvo mucho más de entierro real que el de muchos reyes y reinas. Su familia volvió a Vitoria, y por ello, la construcción de esta casa en la que estamos. No se han encontrado los planos originales del edificio, pero desde el hall hasta el jardín, con una pérgola preciosa, recuerda a las casas del sur americano.

-¿Prevé un futuro prometedor para la Fundación Sancho el Sabio?
Aunque en gran medida ya lo hemos conseguido, me gustaría que este centro, se convirtiera en referencia obligada para cualquier investigador que tenga como motivo de estudio, el pueblo vasco y su cultura. Si la historia es objetividad, tienes que ir a las fuentes originales, a los carteles, a los panfletos, a las revistas... de cada época, ese tipo de materiales efímeros es el sentir del pueblo, y nosotros estamos haciendo un esfuerzo importante en esa línea. Por otra parte, estamos en la sociedad de la información, las fuentes de documentación ya no sólo tienen el soporte del papel; Internet, las fuentes electrónicas, son innumerables, por lo que si no ponemos remedio, perderemos toda esa información en la red. Nosotros, hace ya dos años constatamos la existencia de 30 revistas con temario vasco en la red. De momento nos es imposible recopilarlas y archivarlas, y precisamente ése es uno de los retos de los documentalistas en el momento presente.

-Y en el día a día, ¿con qué motivación trabaja Carmen Gómez al frente de la Fundación?
A mí me apasiona mi trabajo. Lo importante no son las grandes cosas, las grandes citas o los fondos únicos. Yo me quedo con el día a día, lo verdaderamente gratificante es ver cómo acuden decenas de personas al día para hacer uso del fondo de la Fundación y encuentran lo que buscan. Ese es nuestro verdadero reto, al fin y al cabo, para ello estamos, y ahí esta nuestra rentabilidad social.

-Todo ello, a pesar de que vivimos en un mundo en el que prima la rentabilidad económica. ¿Cree que las empresas privadas, las entidades financieras se percatarán de la importancia de la cultura, y la apoyarán?
Seguramente, hoy en día no se hubiera constituído una Fundación de estas características. Sin embargo, en la ultima época parece que las entidades financieras están ayudando a determinadas instituciones culturales. Por ejemplo, la Biblioteca Cervantes Virtual está patrocinada por el Banco Central, y ya trabajan en la iniciativa 180 empleados. Todo esto tiene una doble lectura, por una parte, está el gasto económico, pero, por otra parte, también hay una rentabilidad de imagen. Quiero decir con esto, que la cultura vende y se ha puesto de moda.


Fotografías: Ismael Diaz de Mendibil


Euskonews & Media 115.zbk (2001 / 3 / 16-23)


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