Título de la publicación: Revista
Internacional de los Estudios Vascos
Año
de la publicación: 1931
Páginas
del artículo: 119-122
Resumen:
Cuando
se introdujo el cristianismo se intentó que la religión
asimilara las creencias de los pueblos para no ofenderlos.
De esta manera muchos dioses de la antigüedad ahora
son diablos, duendes, espíritus malignos, etc. El
estudio del folklore puede por lo tanto aportar interesantes
datos acerca de la mitología.
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Alrededor de la mitología vasca
Al introducirse el cristianismo en
los diferentes países de Europa, los misionarios solían
proceder a menudo con mucha tolerancia y precaución.En
lugar de destrozar completamente los templos paganos, los habilitaban
para el culto nuevo, contentándose con cambiar los nombres
de los dioses paganos a los cuales substituían el de Cristo
o en muchos casos el de algún santo que por sus cualidades
o sus atributos más correspondía a la divinidad
destronada.Así conseguían implantar el cristianismo
poco a poco adaptándose a la vida y a las costumbres del
pueblo para no ofender su mentalidad. Este procedimiento lo recomienda
singularmente el papa Gregorio hacia el año 600 a San Agustín,
cuando éste se disponía a convertir al cristianismo
a los anglosajones de Inglaterra.A esto se debe en parte el hecho
de que las divinidades primitivas se hayan conservado en la memoria
de los pueblos durante muchos siglos y hasta hoy, pero no como
antiguos dioses, sino convertidos en diablos o espíritus
malignos o degradados en duendes y trasgos o espectros.Fué
Schulten el que primero observó que en las costas de España
existen en diferentes lugares capillas dedicadas a Santa Marina
donde antiguamente parecen haberse hallado templos de Venus Marina,
patrona de los navegadores griegos y romanos.La santa cristiana
desposeyó a la diosa Venus heredando de ella con el culto
y la veneración tributados a aquélla el templo y
hasta su nombre.En Alemania el dios principal de los antiguos
germanos de la Europa central, Wodan, ha sobrevivido en muchas
regiones hasta hoy día, convertido en cazador feroz Wode
o Woden, el cual suele recorrer los campos de noche en medio de
un tropel confuso de almas y espíritus y acompañado
de una jauría furiosa de perros de caza.Cualquiera que
se encuentre con esta cuadrilla bravía, debe acostarse
en el suelto para evitar las amenazas del cazador, hasta que haya
pasado por completo.Bürger, Goethe y otros poetas aluden
en sus poesías a esta creencia popular que, en el fondo,
no es otra cosa que un ejemplo más de la tendencia de los
pueblos arios primitivos de ver en todos los fenómenos
de la naturaleza, como rayos, tempestades, vientos, terremotos,
tc., una manifestación de la acción o de la voluntad
de algún numen divino.Esta misma idea nos sugiere un dicho
conocido en ciertos puntos de Goyerri de Guipúzcoa. Cuando
un golpe de viento pasa rápidamente arrastrando consigo
hojarasca y sacudiendo los árboles más firmes con
un ruido extraño que recuerda un revoltijo de voces confusas
y el aullido lejano de perros suele decir el
vulgo «An dabiltz eiztarie ta txakurek», «ahí andan
el cazador y los perros».Esta frase seguramente representa un
resíduo de alguna creencia antigua o hasta de mitología
(1), En la imaginación de los antiguos
germanos vivía toda una familia de espíritus del
viento, y aún hoy día se llama en alemán
a un remolino fuerte o a una tromba «Windsbrautr», lit.«novia
del viento». En vascuence no encuentro fuera de la frase citada
más jemplo que la palabra sorginaize.«remolino»,
lit.«viento de bruja».Schlender en «Germanische Mythologie» (pág.46),
dice expresamente que también entre los germanos se creía
que las brujas eran almas de mujeres difuntas o aún vivas
que atravesaban el aire ya invisibles, ya en forma de algún
animal.Por otra parte la palabra vasca sorginaize admite
la explicación de ser la obra de una bruja maléfica,
ya que a éstas se les atribuía el poder de valerse
de las fuerzas destructoras de la naturaleza, entre las cuales
los remolinos de viento y las trombas eran las más temidas,
porque aniquilaban las mieses. Pero aún fuera de la esfera
mitológica los germanos propendían a concebir como
animadas las cosas inanimadas de la naturaleza. Así llamaban
«caballos» o «jinetes» a las nubes que corren rápidamente
empujadas por el huracán y a las olas azotadas por la marea
hacia la playa, cuyas crestas blancas y espumosas se les antojaban
las crines de los caballos.Esta metáfora se conserva durante
muchos siglos como giro poético en las canciones tanto
anglosajonas como escandinavas y alemanas.No puede menos de acordarse
de esto el que ve que en vascuence se llama comúnmente
en todos los dialectos zaldizko, es decir «jinete»a la
columna de lluvia.En la Guipúzcoa meridional se usa además
en el mismo sentido mandako, lit.«muleto».El caballo y
sobre todo el caballo blanco o negro es con frecuencia símbolo
o atributo de ciertas divinidades en varias mitologías,
así como el águila lo es de Júpiter, el mochuelo
de Palas Atena y el cuervo de Wodan u Odin.Las leyendas que sobre
la Dama de Amboto o de Akategi corren en Guipúzcoa suelen
contar que ella fué primero una chiquilla inocente que
huyo de su casa después de haberla maldecido su madrastra
por una falta insignificante.En una versión que recogí
en Amézqueta se dice que ella escapó de casa zaldi
zuriren gañen,«montada en un caballo blanco». Hay un
toponímico en el monte Aizgorri —no recuerdo si se trata
de un peñasco o de una pradera —llamado por los pastores
Beorzurieta lo que significa «lugar de la yegua blanca»,
y que no dista mucho de los lugares donde se supone residía
la Dama de Akategi. Por fin hay una locución curiosa en
Legazpia que parece ser del caso.Cuando durante la siega del trigo
los niños quieren descansar o tumbarse agobiados por el
calor y la galbana, se les anima a seguir trabajando diciéndoles
«Ekin lanai!Bestela zaldi zurie etoriko zatzue», «¡A trabajar,
sino os vendrá encima el caballo blanco!»Los que se valen
de esta frase para amenazar a los chiquillos perezosos en la cosecha
ya no saben dar cuenta ni de su origen ni de su verdadero sentido.Permanecería
bastante misteriosa esta locución si no tuviéramos
referencias semejantes en el folklore de otros países.Así
según E.H.Meyer «Germanische Mythologie»(§144)se emplea
en el sur de Alemania en circunstancias parecidas como amenaza
el dicho «Die schwarze Kuh (der schwarze Ochs) drückt
(tritt) ihn», es decir «la vaca negra (el buey negro) le aprieta
(le pisa»).No cabe duda que esta «vaca negra»no es más
que una pesadilla o íncubo que sorprende a sus víctimas
cuando están dormidos.Este íncubo se confunde en
el folklore alemán con los duendes guardadores de las mieses
y los espíritus de los campos sembrados que suelen aparecer
ya en forma de animal (lobo, perro, jabalí, etc.), ya en
forma humana: Hafermann o sea duendecito de la avena, o
Kornmuhme, es decir duendecita del grano.En un pequeño
poema basado en una superstición popular Kopisch advierte
a los niños que no entren en las mieses para coger flores
porque la duendecita de los trigos anda en ellas:
«Lass stehen die Blumen!
Geh ’nicht in ’s, Korn!
Die Roggenmuhme
Zieht nun da vorn:
Bald duckt sie nieder,
Bald guckt sie wieder
Sie wird die Kinder fangen,
Die nach den Elumen langen.»
Es muy probable que el zaldi zurie
de la frase de Legazpia tenga algo que ver con estas creencias
y particularmente con el temor a las pesadillas que transformadas
en vaca negra amenazan el sueño del que está durmiendo
pacíficamente;pues, si bien recuerdo, se les prohibe a
los chiquillos precisamente el quedar dormidos en el campo.
Alguien ha dicho y no pocos han repetido
que el País Vasco está más que otros tan
impregnado de espíritu cristiano que ya no queda rastro
de su paganismo o religión primitiva.Se me figura que ese
dictamen es un poco exagerado, pues en la mayoría de los
países al menos en la Europa Central y Occidental ha sucedido
lo propio.Las noticias relativas a la religión de los alemanes
antiguos y de los galos v.gr., se deben casi exclusivamente a
los historiadores romanos y no quedan en las literaturas nacientes
de los respectivos pueblos sino vagas alusiones al paganismo primitivo,
cosa nada extraña siendo los monjes los únicos que
supieran escribir. Carlomagno, es verdad, hizo recoger y coleccionar
las antiguas canciones y los poemas épicos de los francos,
pero su hijo Ludovico las mandó quemar por su carácter
pagano granjeándose así el epíteto de «el
Pío»al mismo tiempo que la simpatía del clero ya
menos tolerante que los misioneros del siglo siete.Si a pesar
de esto el folklore ha conservado hasta hoy día muchas
costumbres y leyendas relativas a duendes, trasgos y espíritus
que en gran parte no son otra cosa que divinidades que han descendido
en categoría, sería sorprendente que no sucediera
lo propio en el País Vasco.No es probable que se llegará
a levantar algún día un sistema completo de mitología
vasca, pero sí será posible deducir del estudio
comparativo del folklore y de vocablos y locuciones como los arriba
citados datos importantes para el conocimiento de las creencias
de los vascos en la época gentil.
Gerhard BÄHR
Hannover,11 —I —1931.
(I) Aunque en la
actualidad parezca referirse a la conocida figura de Mateo
Txistu de origen histórico, sin duda. (VOLVER) |