Acerca de la (re)edición de textos gramaticales vascos antiguos
* Traducción al español del original en euskera
Ricardo Gómez
La tradición gramatical vasca no tiene un corpus excesivamente amplio, al menos si lo comparamos con las grandes tradiciones circundantes (española, francesa, inglesa, etc.); pero en el ámbito europeo no es ni mucho menos de las más escasas, ni tampoco de las más recientes. Téngase en cuenta que muchas lenguas no dispusieron de una gramática escrita hasta el siglo XIX (por ejemplo, el noruego y el búlgaro). Es sabido que la primera gramática vasca Larramendipublicada es El imposible vencido de Larramendi (Salamanca, 1729); no es éste, sin embargo, el primer texto escrito acerca de la gramática del euskera. A partir de finales del siglo XVI encontramos textos de diversa extensión, tanto en el País Vasco como fuera de él, dedicados a este tema: Garibay, Voltoire, Oyhenart, Micoleta (puede verse un estudio de la mayoría de ellos en Oyharçabal 1989).

Nuestro siglo XVIII es también parco en cuanto a la producción gramatical, a pesar de contar con figuras de la talla de Larramendi o Etcheberry de Sara. En cambio, durante el siglo XIX el número de textos gramaticales vascos aumenta de forma apreciable, de la mano de los vascólogos locales durante la primera mitad del siglo (Astarloa, Darrigol, Abbadie, Chaho, Zavala, etc.) y en la segunda gracias principalmente a los vascólogos extranjeros (Bonaparte, van Eys, Vinson, Schuchardt, etc.). En todo este tiempo hallamos textos de muchos tipos: algunos que pretenden ofrecer una descripción completa de la gramática vasca (la de Larramendi es un buen ejemplo), las gramáticas escolares (son muy pocas, ya que la escolarización en lengua vasca es un fenómeno reciente), los trabajos para el aprendizaje del euskera (pertenecen a este tipo, entre otros, las obritas de Voltoire y Micoleta) o los artículos y notas gramaticales de diversa índole (podemos mencionar aquí los de Vinson o Schuchardt, entre otros muchos).

Estos viejos textos fueron escritos hace mucho tiempo. Sin embargo, hoy en día no carecen de interés para nosotros. Sin olvidar los valiosos datos que ofrecen tanto a los gramáticos como a los dialectólogos actuales, los textos gramaticales antiguos son fundamentales para conocer la historia de la lengua vasca, siempre que se utilicen con la debida cautela (véase al respecto Gómez 1997). Finalmente, resultan sin duda imprescindibles para elaborar la historia de la gramaticografía vasca. Por todo ello, es necesario tener fácil acceso a estos textos, para lo cual parece indispensable disponer de ediciones modernas adecuadas. Pero, como es sabido, hay diferentes formas de editar un texto. Los principales tipos de edición son las ediciones facsimilares o mecánicas, las llamadas paleográficas o diplomáticas y, por último, las ediciones críticas. No es éste el lugar para detenernos en las características de cada tipo (véase, para ello, Blecua 1983), pero debo decir, antes que nada, que no existe un único modo correcto de editar. Cada texto nos pide, por decirlo de algún modo, la forma de realizar su edición.

AzkueLas ediciones facsimilares se realizan por medios mecánicos: fotografía, reprografía, microfilm, digitalización, etc.; por lo tanto, se ofrece el documento (manuscrito o impreso) con todas sus propiedades, incluídos los errores. Así, no tienen en cuenta la tradición del texto, ni lo corrigen. En el País Vasco el hábito de publicar ediciones facsimilares estuvo muy extendido hace unos veinte años, principalmente a cargo de la editorial Hordago. En mi opinión, esos facsímiles ayudaron considerablemente al conocimiento de algunas gramáticas antiguas (las de Larramendi, Inchauspe e Ithurry), pero quizás obstaculizaron en parte que se realizaran ediciones más adecuadas. De hecho, las ediciones facsimilares resultan un método válido para publicar textos gramaticales antiguos, pero siempre y cuando estén acompañadas de una introducción explicativa (fuera de nuestro país es una práctica muy común y existen colecciones dedicadas en su totalidad a este tipo de trabajos, como la de Friedrich Frommann en Stuttgart).

En las ediciones diplomáticas se intenta reflejar de la forma más fiel posible un escrito (por lo general un manuscrito). Por esta razón, el editor no realiza ningún cambio en el texto: no corrige los errores (ni siquiera los más evidentes), no procura completar las lagunas, ni rectifica la partición de palabras; tampoco se modifican la grafía y la puntuación y generalmente se señalan los límites de página y las líneas del documento utilizado. Esto es, se da el texto sin interpretar o reconstruir nada, se trata de una simple transcripción. Básicamente lo único que las diferencia de las ediciones mecánicas es que son más fáciles de leer, principalmente en el caso de textos muy antiguos para los que el lector no necesita ya conocimientos de paleografía.

Sin duda las ediciones más apropiadas, en principio, son las ediciones críticas. Dicho brevemente, el objetivo de una edición crítica es reflejar el texto que el autor quiso escribir (que suele denominarse original ideal). De este modo, siempre debemos considerar una edición crítica como provisional, como una hipótesis de trabajo, un trabajo que el propio editor u otra persona pueden mejorar una y otra vez. Una edición crítica toma en consideración todos los testimonios del texto, no un único ejemplar, y tras examinar las relaciones entre ellos propone un texto crítico (que pretende acercarse al original ideal). En la introducción deben describirse los testimonios del texto y establecer sus relaciones, así como detallar todos los criterios utilizados para la edición. Finalmente, el aparato crítico contiene las variantes del texto, los errores encontrados y las notas aclaratorias sobre la lengua y demás aspectos.

VoltoireTanto si se utiliza el método mecánico, paleográfico o crítico, las ediciones de trabajos gramaticales vascos antiguos deberían contener una buena introducción explicativa. Creo que en dicha introducción habría que tratar al menos de los siguientes temas (no necesariamente en este orden): la gramaticografía contemporánea al texto; el autor y sus demás obras; el objetivo y la estructura del texto gramatical; las ideas gramaticales expuestas en el texto; sus fuentes, su tradición y su influencia y, finalmente, los criterios para la edición (si se trata de un facsímil, se especificaría de qué ejemplar se trata y su ubicación).

Si atendemos a las (re)ediciones modernas de las gramáticas antiguas, puede observarse que entre nosotros carecemos casi por completo de ediciones críticas adecuadas —tan solo conozco dos, las ediciones modernas de Micoleta y de Voltoire (Zelaieta 1988 y Lakarra 1997, 1999, respectivamente)— y que la mayoría son ediciones facsimilares (14 facsímiles y 12 ediciones paleográficas). Es de destacar, por encima de todo, la cantidad de gramáticas antiguas inéditas aún, o que esperan una edición moderna (son 26, y solamente he tenido en cuenta los trabajos gramaticales más destacados).

Entre los filólogos que se reunieron este año en los Cursos de Verano de San Sebastián para hablar sobre la edición y la historia de los textos vascos hubo un asunto que suscitó las discusiones más acaloradas; se trata de la conveniencia de adecuar o no el aspecto externo del texto al lector actual. En efecto, las ediciones críticas tienden a modificar ese aspecto externo del texto (grafía, puntuación, partición de palabras, etc.) —es la labor que suele denominarse dispositio textus— a fin de que resulte más asequible al lector moderno, pero sin anular las cualidades sustanciales de ese texto (y en esto estriba la dificultad, en descubrir cuáles son las cualidades sustanciales de un texto). Algunos de los que tomaron parte en la discusión defendieron las ventajas de no alterar el texto, mientras que otros sostenían que cambiar la "corteza" del texto no sólo no resulta un perjuicio, sino que más bien mejora ese texto. RibaryAunque me adhiero a estos últimos, creo que los textos gramaticales son bastante peculiares en este aspecto. El interés primordial de estos textos reside en la lengua, como he dicho al principio, y, por ejemplo, muchos de ellos dedican una parte a la ortografía, donde proponen un sistema ortográfico. Si cambiáramos la grafía en nuestra edición, vulneraríamos considerablemente la coherencia interna del texto. Por ello, y recordando nuevamente que no existe un modo único de realizar una edición, querría proponer las siguientes modificaciones externas para los textos gramaticales: no alterar la grafía (excepto en los pares v / u, s / "+, que pueden actualizarse); actualizar la partición de palabras, la puntuación y el uso de las mayúsculas; completar las abreviaturas; corregir los errores evidentes (advirtiéndolo en nota, por supuesto) y manifestar en el aparato crítico los demás errores posibles. Como se ha dicho, el aparato crítico debe contener las variantes textuales, los errores y demás aclaraciones. Además, una edición poco elaborada, un texto poco "cambiado", deberían estar equilibrados por un aparato crítico robusto y por una introducción prolija.


Bibliografía:

Blecua, Alberto. 1983. Manual de crítica textual. Madrid: Castalia.

Gómez, Ricardo. 1997. "Euskalaritzaren historiarako ikerketa-norabideak: zenbait proposamendu". ASJU 31:2.393-409.

Lakarra, Joseba A. 1997. "Hizkuntz eskuliburuen tradizioa Euskal Herrian: I. L'interprect ou Traduction du François, Espagnol & Basque (~1620)". ASJU 31:1.1-66.

__________. 1999. "Hizkuntz eskuliburuen tradizioa Euskal Herrian: II. L'interprect ou Traduction du François, Espagnol & Basque (~1620)". ASJU 33:1 (en prensa).

Oyharçabal, Beñat. 1989. "Les travaux de grammaire basque avant Larramendi (1729)". ASJU 23:1.59-73.

Zelaieta, Angel, ed. 1988 [1653]. "Rafael Micoleta Çamudio: Modo Breue de aprender la lengua vizcayna". Hizkuntza eta Literatura 7.133-214. Reed. corregida y aumentada: Rafael Mikoletaren era llaburra. Bilbao: AEK, 1995.

 
Ricardo Gómez, profesor de la UPV

Euskonews & Media 107.zbk (2001 / 1 / 19-26)


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