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La
inmigración estatal dirigida hacia Euskal Herria cuenta
con aproximadamente cien años, lo mismo que el nacionalismo
vasco, y aunque cada uno de estos fenómenos haya seguido
su propio desarrollo, a lo largo de la historia se han influido
mutuamente sobremanera. La teorización del nacionalismo
vasco dedicará especial atención a la inmigración
implícita y explícita, y ésta a su vez afectará
sustancialmente a la difusión del nacionalismo.
¿Por qué supone un problema
la inmigración española? Ya desde sus comienzos,
la inmigración tendrá la consideración de
problema social para los propósitos del nacionalismo vasco,
puesto que todo nacionalismo se basa en la homogeneización
cultural de la población de un determinado territorio para
justificar sus fines y legitimar su reivindicación de autonomía
política para erigirse en el pueblo/nación. El nacionalismo
parte de la fórmula "un territorio, una cultura, una nación,
un Estado".
La inmigración procedente
de España viene en cierto modo a romper los esquemas del
nacionalismo vasco. Resulta curioso que la inmigración
de África no suponga el mismo tipo de problema, si bien
es posible que en un futuro, y en el supuesto de que el número
de inmigrantes africanos siga incrementándose, sí
llegue a serlo. El problema social se extiende hasta los propios
inmigrantes, que se encuentran con una legislación que
ni siquiera se les reconoce la ciudadanía.
La inmigración española
es un problema político. ¿Qué sucede con la
inmigración estatal? Puede que se trate de un problema
social, o cultural, o de ambos tipos, o ni uno ni otro, pero lo
que está fuera de duda es que para el nacionalismo vasco
se trata, por encima de todo, de un problema político,
porque la inmigración rompe con la imagen homogénea
que desea reflejar. El problema es político porque la inmigración
proviene de la unidad política que se repudia. El auténtico
y más consistente pilar del nacionalismo vasco ha consistido
en el rechazo hacia España, y son precisamente los miembros
de esa realidad española quienes vienen a Euskal Herria.
Con la aparición del síndrome
de matrioskha (muñecas rusas que contienen
otra más pequeña, y esta muñeca a su vez
otra menor, etc.), las circunstancias no hacen sino empeorar.
En nuestro caso, la muñeca más grande sería
España (para los nacionalistas, el Estado español),
la segunda Euskal Herria, y la tercera la población española.
Este tipo de situación requiere para su solución
grandes dosis de ingeniería constitucional que hasta hace
una veintena de años no se ha puesto en práctica,
porque el Nacionalismo Vasco ha venido rechazando a España,
y porque España, por su parte, se ha negado a reconocer
la existencia de la distinta realidad política vasca. El
arreglo dista de ser fácil, porque precisa un mutuo reconocimiento,
o, cuando menos, el reconocimiento de la existencia. En vista
de la delicadeza de la situación y de su permanente desequilibrio,
lo que se necesita son arquitectos modélicos que trabajen
sin pausa. Todavía los estamos buscando.
¿Quién ha de hacerse cargo
de este asunto? De situar en el centro a Euskal Herria, la
situación sería la siguiente: hay un territorio
supeditado a dos administraciones estatales y dividido en tres
auto-hetero-administraciones, que algunos de sus habitantes (los
nacionalistas) lo consideran suyo propio; mantienen que ese territorio
es uno solo, y que el único sujeto titular del poder de
decisión es aquél que vive en él. Muchos
nacionalistas consideran, en ocasiones en voz baja y otras en
alta, que no todos los habitantes son miembros de la nación:
hay algunos que han venido de fuera y que responda a una distinta
lealtad nacional, con lo cual no tendrían ningún
derecho para decidir sobre el futuro de este territorio. Otros
opinan que los inmigrantes nunca tienen derechos. Y hay otros
que piensan que el poder de decisión pertenece a la población
actual, a los nacidos tanto dentro como fuera de sus fronteras.
Si situamos en el centro a España,
la situación sería ésta: el territorio estatal,
reflejo de una nación, es indivisible, aun cuando existan
sub-naciones (?), y los habitantes de estos últimos, en
tanto que no constituyan mayoría, habrán de adaptarse
a la voluntad de la población de todo el territorio, porque
no disponen del derecho a la separación.
Centros e identidades. Entre
un centro y otro existe una sólida población a la
que se le ofrecen dos alternativas en torno a la identidad y la
lealtad nacional. Cada centro sostiene que la identidad de la
población es la que ella proclama, y así es como
se origina la simbólica lucha por la identidad, por que
la perspectiva con que un sujeto percibe la realidad se generalice
a toda la sociedad, como si de un monopolio se tratara. Un sujeto
manifestará que Euskal Herria viene a ser España,
y que su identidad es por tanto española, mientras que
otro añadirá que Euskal Herria es en esencia euskaldun.
Llegados a este punto, conviene realizar dos matizaciones:
- Agente externo de la lucha.
En el fondo de la dimensión externa subyace la rivalidad
existente entre los dos centros, que a veces se calma, otras
se le suministran calmantes, y en ocasiones se agudiza.
Durante largo tiempo, y muy especialmente
en los años franquistas en que tuvo lugar la masiva inmigración,
el nacionalismo vasco no ha tenido ocasión de manifestarse
abiertamente y socializar los inmigrantes a sus códigos.
En la época de la Transición política,
el Nacionalismo Vasco conoció un éxito histórico
sin precedentes que prácticamente convirtió su
perspectiva en monopólica.
La rivalidad actual (la lucha)
casi ha llegado a adquirir las dimensiones propias de una guerra,
porque se trata, sin ningún lugar a dudas, de la más
dura y cruel batalla jamás emprendida contra el nacionalismo
vasco y la diferencia que proclama. Detrás de esta recuperada
lucha simbólica se hallan factores como el progresivo
declive social del nacionalismo, el post-monopólico efecto
pendular, la actividad de ETA, y, sobre todo, la revuelta social
contra ETA engendrada por los acontecimientos que tuvieron lugar
en Ermua.
- Agente interno de la lucha.
Alude a la definición de la identidad vasca, a lo que
supone ser vasco. Históricamente se han venido empleado
referencias objetivas u objetivizadoras, tales como la raza
(-religión), el idioma, la condición de autóctono,
etc. Posteriormente se enfatizó en los aspectos subjetivos,
en especial en la voluntad de ser vasco, e incluso el establecimiento
del sistema democrático sirve de punto de referencia
a la ciudadanía administrativa. Todas estas modalidades
son perspectivas antagónicas que en ocasiones aparecen
separadas y en otras superpuestas. Si bien se diría que
el nacionalismo vasco otorga primacía al criterio basado
en la voluntad, la facilidad con que ésta cambia lo lleva
a ponerlo en cuestión y a seguir buscando otro factor
que exija un mayor compromiso.
Ambas dimensiones de la lucha simbólica
repercuten mutuamente y no cesan de redefinir el espacio social
(y político) vasco, barriendo tanto uno como otro para
casa.
¿Algún criterio a seguir?
El nacionalismo, a pesar de todo, mantiene un criterio. No está
basado en el nivel cultural, con lo cual puede haber "vascos no
vascoparlantes". Tampoco se basa en el carácter autóctono,
porque hay mucha gente extranjera que se considera autóctona,
y mucha gente autóctona que se considera extranjera. Entonces,
¿de qué criterio se trata? Pues del político. A
fin de cuentas, y sin lugar a dudas, un vasco es un nacionalista
vasco, sepa euskara o no lo sepa, y haya nacido en Euskal Herria
o no. Sólo así se pueden entender las contradicciones
anteriores, como el no considerar vasco a alguien que sabe euskera,
y sí considerar a una persona que no lo sabe. Es tal la
fuerza de este omnipresente criterio político que con frecuencia
ni siquiera somos conscientes de su aplicación.
En resumidas cuentas. En Euskal
Herria hay dos lealtades nacionales que ponen especial énfasis
en la política y condicionan la integración a la
lealtad nacional (y partidista) de cada persona. La clave reside
en precisar quién lleva el mando en la sociedad, si la
perspectiva nacionalista vasca (mayoritaria durante los últimos
años) o la española (en la actualidad, a la par
de la anterior). En todo caso, y como más adelante veremos,
el territorio tiene un peso simbólico que se decanta por
el nacionalismo vasco, porque parece bien lógico que el
Territorio Vasco sea el territorio de los vascos.
2
Algunos aspectos
de la inmigración
La teoría de las Migraciones
nos resultará de gran utilidad a la hora de explicar la
inmigración que ha llegado a Euskal Herria, porque
- Esta teoría señala
que la mayoría de las migraciones que han tenido lugar
en las sociedades modernas han tenido su origen en motivos económicos,
aunque los emigrantes con frecuencia aduzcan motivos personales
o culturales.
- Las migraciones están formadas
por redes sociales implícitas, porque, por lo general,
el primer emigrante familiar, amigo o vecino acostumbra a animar
a su gente; así es como se explica la presencia en determinados
barrios de nuestras ciudades industriales de personas provenientes
de una misma zona. Este hecho tiene una doble perspectiva, porque
por una parte proporciona tranquilidad y cobijo, y por otra,
una menor permeabilidad ante la nueva situación.
- Casi todas los movimientos migratorios
se dirigen desde la zona rural a la urbano-industrial, conllevando
una serie de cambios: 1. En la actividad: los inmigrantes dejan
de ser agricultores para pasar a ser obreros, y 2. En la cultura:
deben adoptar la urbana.
- En las inmigraciones interestatales
sólo son absolutamente necesarias la asimilación
cultural y la política.
Pongamos un ejemplo para facilitar
la comprensión de los puntos 3 y 4: supongamos que la finalidad
de un palenciano es llegar a Madrid, a Hamburgo o a Euskal Herria.
En el caso de ir a Madrid, seguramente tendrá que pasar
por la transición del 3º punto, pero no del 4º. Si se decide
por ir a Hamburgo, tendrá que experimentar las dos. Y si
viene a Euskal Herria, tanto la del 3º como, en cierto modo, del
4º. En este último supuesto, las consecuencias no son como
las de los casos de Madrid o Hamburgo, aunque sí haya algo
de este último, porque en Euskal Herria, al igual que en
Hamburgo, existe una cultura política diferente. Otro aspecto
de gran importancia es ver hasta qué punto están
estos elementos (el espacio político y cultural diferencial)
presentes en el espacio geográfico en el que el inmigrante
se vaya a asentar.
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La inmigración
en Euskal Herria
La mayor parte de la inmigración
que ha llegado a Euskal Herria se ha localizado en Bizkaia, y
más concretamente en el Gran Bilbao, que es donde reside
la mitad de la población actual de Euskal Herria y más
del 70% de los inmigrantes, provenientes casi en un 50% de Castilla-León
(dada la proximidad a que se encuentra Bilbao), Extremadura, Andalucía
y Galicia.
En la siguiente tabla se aprecia
la composición de la población de la Comunidad Autónoma:
(para
ver la tabla hacer clic aquí)
La composición de la población
de Gipuzkoa es similar, con una marcada presencia de inmigrantes
en localidades como Irún, donde se acentúa el peso
demográfico de las personas provenientes de Extremadura.
En lo que respecta a Álava, la población de Vitoria-Gasteiz
(casi un 85% del territorio) marca la pauta de toda la provincia,
que sigue la misma línea que el Gran Bilbao.
En el caso de Navarra, cabe destacar
dos datos: 1) Es el territorio étnicamente más puro,
porque los nacidos en Navarra constituyen un 85% de la población,
y 2) La pureza étnica no está vinculada a la lealtad
nacional. En Euskal Herria no se puede recurrir a una pauta teórica
uniforme que sirva para examinar las identidades y lealtades nacionales,
porque las situaciones de las dos Comunidades Autónomas
divergen entre sí. Habría que hacer hincapié
en el modelo navarro, porque la presencia de tres lealtades que,
forzando un poco las cosas, podrían reducirse a dos: la
vasca, la española y la navarra.
En la tabla que se presenta a continuación
se puede observar cómo los municipios de la Comunidad Autónoma
Vasca de más de 15.000 habitantes (constituyen más
del 76% de la población) acogen a más del 82% de
los inmigrantes, afirmación que viene a corroborar la idea
de que la inmigración es en esencia un fenómeno
urbano. En el cuadro se distingue fácilmente dónde
se localiza la mayoría de los inmigrantes, en qué
municipios son mayoría, y cómo tienden a asentarse
en las localidades que menos rasgos propios presentan (principalmente
el euskera).
(para ver la tabla hacer clic aquí)
La primera conclusión
que se extrae es que históricamente los inmigrantes españoles
se han localizado lejos de las zonas en las que las particularidades
vascas estaban fuertemente arraigadas, ubicándose en lugares
donde la presencia del euskera era prácticamente imperceptible,
con la consiguiente imposibilidad de aprender esta lengua. Los
inmigrantes cumplen más bien una función reflectora,
porque en localidades como el Gran Bilbao o Vitoria-Gasteiz no
han hecho sino emular a sus habitantes: se limitan a a trabajar
en una fábrica, a vivir en un nuevo barrio y a mantener
las relaciones cotidianas. Además, hay ciudades como Galdakao
o Basauri, industrializadas en la posguerra, a las que los inmigrantes
y la gente procedente de la provincia llegó en un momento
en el que coincidieron la industrialización, la llegada
de la inmigración y la organización política
franquista, sin que fuera posible atenerse a ninguna pauta alternativa.
Por lo tanto, los inmigrantes no se han visto en la necesidad
de emplear el euskera en su vida cotidiana, como tampoco lo han
hecho los autóctonos, salvo en el caso de algunos municipios
del litoral de Gipuzkoa y Bizkaia, aunque a los inmigrantes no
se les reconocía la categoría de autóctonos,
factor que no hacía alusión a la procedencia, sino
a la política.
La integración tendrá
por tanto un tono político, si bien en el caso de los inmigrantes
ésta es sobre todo pragmática. La clave reside en
que la principal finalidad de esta gente se basa en desarrollar
un proyecto familiar, especializándose profesionalmente,
llevando un aceptable nivel de vida tanto para ellos como para
sus hijos y cosechando éxito biográfico. Si por
cultura entendemos idioma, la integración cultural deja
es implanteable. En lo que respecta a la integración política,
la mayoría de los inmigrantes ha pasado por dos fases:
la apolítica (franquismo), en la que no había
necesidad de autodefinirse, porque, con la prohibición
impuesta por el sistema, la política no existía
públicamente, y una segunda fase, política,
más delicada y complicada, en la que el nacionalismo vasco
y su hegemonía hacen su aparición y se empieza a
exigir la auto-identificación política y la identidad.
El inmigrante sabe que su identidad
está definida y categorizada por el nacionalismo, pero,
y aunque no sea la pauta dominante, es muy frecuente que se ésta
se equipare al carácter general. Pragmática
y lógicamente, la que mejor se adapta al inmigrante se
basa en la voluntad, mas la mayoría de ellos opina que
la identidad emana de la naturaleza: no consideran euskaldunes
a quienes no han nacido en Euskal Herria; la diferencia se refleja
incluso en el ámbito familiar, entre los hijos que han
nacidos aquí y los que lo han hecho fuera. Adoptan unas
perspectivas muy adscriptivas, y no creen que los saltos étnicos
puedan producirse. También aquí se puede apreciar
el factor reflector, y es que los autóctonos y los
nacionalistas tienden a apoyarse en criterios objetivos, pensando
que en caso contrario el carácter vasco se vería
debilitado. Y, por otra parte, la fragilidad de los criterios
puede constituir una vía para una mejor incorporación.
Pero los inmigrantes, en lugar de posicionarse entre términos
escurridizos, prefieren ampararse en la seguridad que ofrece objetividad.
En la siguiente tabla se pueden observar
las autoidentidades de los inmigrantes, de las parejas mixtas
y de los hijos de los inmigrantes. En el caso de los hijos de
las parejas mixtas y de los inmigrantes, las identidades son dobles,
mientras que los autóctonos se decantan por la identidad
vasca.
(para
ver la tabla hacer clic aquí)
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Para terminar
La inmigración ha supuesto
un problema para el nacionalismo vasco, en buena parte debido
a que históricamente ha tenido que desarrollarse bajo unas
escasas y desfavorables condiciones, y porque en el momento de
la llegada de los inmigrantes no disponía de suficientes
herramientas para asimilarlos a su código. Por otra parte,
el nacionalismo no ha sido capaz de dar con la magnitud exacta
en base a la cual poder determinar la cualidad vasca, y continuamente
ha ido saltando de la voluntad a la adscripción, y viceversa.
Además, el inmigrante se ha situado en las zonas donde
menos fuerza y presencia tienen el euskera y los elementos culturales
que el nacionalismo alegaba para justificar sus reivindicaciones.
La consecuencia del cúmulo de todas estas circunstancias
ha sido la falta de asimilación.
En todo caso, en la actualidad, nacionalistas,
no nacionalistas, los hijos de los autóctonos, de los extranjeros
y de los matrimonios mixtos, los de la CAV, los de navarra y los
del País Vasco continental, conformamos entre todos una
realidad plural cuyo futuro reto consistirá en que esta
pluralidad se traduzca también en la actitud, y es que
la única posibilidad de desatascar la situación
pasa por estrechar los lazos entre los diferentes integrantes
de la sociedad. Xabier Aierdi Urraza, profesor
de Sociología en la Universidad del País Vasco |