La inmigración española a Euskal Herria
*  Traducción al español del original en euskera
Xabier Aierdi Urraza


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La inmigración estatal dirigida hacia Euskal Herria cuenta con aproximadamente cien años, lo mismo que el nacionalismo vasco, y aunque cada uno de estos fenómenos haya seguido su propio desarrollo, a lo largo de la historia se han influido mutuamente sobremanera. La teorización del nacionalismo vasco dedicará especial atención a la inmigración implícita y explícita, y ésta a su vez afectará sustancialmente a la difusión del nacionalismo.

¿Por qué supone un problema la inmigración española? Ya desde sus comienzos, la inmigración tendrá la consideración de problema social para los propósitos del nacionalismo vasco, puesto que todo nacionalismo se basa en la homogeneización cultural de la población de un determinado territorio para justificar sus fines y legitimar su reivindicación de autonomía política para erigirse en el pueblo/nación. El nacionalismo parte de la fórmula "un territorio, una cultura, una nación, un Estado".

La inmigración procedente de España viene en cierto modo a romper los esquemas del nacionalismo vasco. Resulta curioso que la inmigración de África no suponga el mismo tipo de problema, si bien es posible que en un futuro, y en el supuesto de que el número de inmigrantes africanos siga incrementándose, sí llegue a serlo. El problema social se extiende hasta los propios inmigrantes, que se encuentran con una legislación que ni siquiera se les reconoce la ciudadanía.

La inmigración española es un problema político. ¿Qué sucede con la inmigración estatal? Puede que se trate de un problema social, o cultural, o de ambos tipos, o ni uno ni otro, pero lo que está fuera de duda es que para el nacionalismo vasco se trata, por encima de todo, de un problema político, porque la inmigración rompe con la imagen homogénea que desea reflejar. El problema es político porque la inmigración proviene de la unidad política que se repudia. El auténtico y más consistente pilar del nacionalismo vasco ha consistido en el rechazo hacia España, y son precisamente los miembros de esa realidad española quienes vienen a Euskal Herria.

Con la aparición del síndrome de matrioskha (muñecas rusas que contienen otra más pequeña, y esta muñeca a su vez otra menor, etc.), las circunstancias no hacen sino empeorar. En nuestro caso, la muñeca más grande sería España (para los nacionalistas, el Estado español), la segunda Euskal Herria, y la tercera la población española. Este tipo de situación requiere para su solución grandes dosis de ingeniería constitucional que hasta hace una veintena de años no se ha puesto en práctica, porque el Nacionalismo Vasco ha venido rechazando a España, y porque España, por su parte, se ha negado a reconocer la existencia de la distinta realidad política vasca. El arreglo dista de ser fácil, porque precisa un mutuo reconocimiento, o, cuando menos, el reconocimiento de la existencia. En vista de la delicadeza de la situación y de su permanente desequilibrio, lo que se necesita son arquitectos modélicos que trabajen sin pausa. Todavía los estamos buscando.

¿Quién ha de hacerse cargo de este asunto? De situar en el centro a Euskal Herria, la situación sería la siguiente: hay un territorio supeditado a dos administraciones estatales y dividido en tres auto-hetero-administraciones, que algunos de sus habitantes (los nacionalistas) lo consideran suyo propio; mantienen que ese territorio es uno solo, y que el único sujeto titular del poder de decisión es aquél que vive en él. Muchos nacionalistas consideran, en ocasiones en voz baja y otras en alta, que no todos los habitantes son miembros de la nación: hay algunos que han venido de fuera y que responda a una distinta lealtad nacional, con lo cual no tendrían ningún derecho para decidir sobre el futuro de este territorio. Otros opinan que los inmigrantes nunca tienen derechos. Y hay otros que piensan que el poder de decisión pertenece a la población actual, a los nacidos tanto dentro como fuera de sus fronteras.

Si situamos en el centro a España, la situación sería ésta: el territorio estatal, reflejo de una nación, es indivisible, aun cuando existan sub-naciones (?), y los habitantes de estos últimos, en tanto que no constituyan mayoría, habrán de adaptarse a la voluntad de la población de todo el territorio, porque no disponen del derecho a la separación.

Centros e identidades. Entre un centro y otro existe una sólida población a la que se le ofrecen dos alternativas en torno a la identidad y la lealtad nacional. Cada centro sostiene que la identidad de la población es la que ella proclama, y así es como se origina la simbólica lucha por la identidad, por que la perspectiva con que un sujeto percibe la realidad se generalice a toda la sociedad, como si de un monopolio se tratara. Un sujeto manifestará que Euskal Herria viene a ser España, y que su identidad es por tanto española, mientras que otro añadirá que Euskal Herria es en esencia euskaldun. Llegados a este punto, conviene realizar dos matizaciones:

  1. Agente externo de la lucha. En el fondo de la dimensión externa subyace la rivalidad existente entre los dos centros, que a veces se calma, otras se le suministran calmantes, y en ocasiones se agudiza.
  2. Durante largo tiempo, y muy especialmente en los años franquistas en que tuvo lugar la masiva inmigración, el nacionalismo vasco no ha tenido ocasión de manifestarse abiertamente y socializar los inmigrantes a sus códigos. En la época de la Transición política, el Nacionalismo Vasco conoció un éxito histórico sin precedentes que prácticamente convirtió su perspectiva en monopólica.

    La rivalidad actual (la lucha) casi ha llegado a adquirir las dimensiones propias de una guerra, porque se trata, sin ningún lugar a dudas, de la más dura y cruel batalla jamás emprendida contra el nacionalismo vasco y la diferencia que proclama. Detrás de esta recuperada lucha simbólica se hallan factores como el progresivo declive social del nacionalismo, el post-monopólico efecto pendular, la actividad de ETA, y, sobre todo, la revuelta social contra ETA engendrada por los acontecimientos que tuvieron lugar en Ermua.

  3. Agente interno de la lucha. Alude a la definición de la identidad vasca, a lo que supone ser vasco. Históricamente se han venido empleado referencias objetivas u objetivizadoras, tales como la raza (-religión), el idioma, la condición de autóctono, etc. Posteriormente se enfatizó en los aspectos subjetivos, en especial en la voluntad de ser vasco, e incluso el establecimiento del sistema democrático sirve de punto de referencia a la ciudadanía administrativa. Todas estas modalidades son perspectivas antagónicas que en ocasiones aparecen separadas y en otras superpuestas. Si bien se diría que el nacionalismo vasco otorga primacía al criterio basado en la voluntad, la facilidad con que ésta cambia lo lleva a ponerlo en cuestión y a seguir buscando otro factor que exija un mayor compromiso.

Ambas dimensiones de la lucha simbólica repercuten mutuamente y no cesan de redefinir el espacio social (y político) vasco, barriendo tanto uno como otro para casa.

¿Algún criterio a seguir? El nacionalismo, a pesar de todo, mantiene un criterio. No está basado en el nivel cultural, con lo cual puede haber "vascos no vascoparlantes". Tampoco se basa en el carácter autóctono, porque hay mucha gente extranjera que se considera autóctona, y mucha gente autóctona que se considera extranjera. Entonces, ¿de qué criterio se trata? Pues del político. A fin de cuentas, y sin lugar a dudas, un vasco es un nacionalista vasco, sepa euskara o no lo sepa, y haya nacido en Euskal Herria o no. Sólo así se pueden entender las contradicciones anteriores, como el no considerar vasco a alguien que sabe euskera, y sí considerar a una persona que no lo sabe. Es tal la fuerza de este omnipresente criterio político que con frecuencia ni siquiera somos conscientes de su aplicación.

En resumidas cuentas. En Euskal Herria hay dos lealtades nacionales que ponen especial énfasis en la política y condicionan la integración a la lealtad nacional (y partidista) de cada persona. La clave reside en precisar quién lleva el mando en la sociedad, si la perspectiva nacionalista vasca (mayoritaria durante los últimos años) o la española (en la actualidad, a la par de la anterior). En todo caso, y como más adelante veremos, el territorio tiene un peso simbólico que se decanta por el nacionalismo vasco, porque parece bien lógico que el Territorio Vasco sea el territorio de los vascos.


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Algunos aspectos de la inmigración

La teoría de las Migraciones nos resultará de gran utilidad a la hora de explicar la inmigración que ha llegado a Euskal Herria, porque

  1. Esta teoría señala que la mayoría de las migraciones que han tenido lugar en las sociedades modernas han tenido su origen en motivos económicos, aunque los emigrantes con frecuencia aduzcan motivos personales o culturales.
  2. Las migraciones están formadas por redes sociales implícitas, porque, por lo general, el primer emigrante familiar, amigo o vecino acostumbra a animar a su gente; así es como se explica la presencia en determinados barrios de nuestras ciudades industriales de personas provenientes de una misma zona. Este hecho tiene una doble perspectiva, porque por una parte proporciona tranquilidad y cobijo, y por otra, una menor permeabilidad ante la nueva situación.
  3. Casi todas los movimientos migratorios se dirigen desde la zona rural a la urbano-industrial, conllevando una serie de cambios: 1. En la actividad: los inmigrantes dejan de ser agricultores para pasar a ser obreros, y 2. En la cultura: deben adoptar la urbana.
  4. En las inmigraciones interestatales sólo son absolutamente necesarias la asimilación cultural y la política.

Pongamos un ejemplo para facilitar la comprensión de los puntos 3 y 4: supongamos que la finalidad de un palenciano es llegar a Madrid, a Hamburgo o a Euskal Herria. En el caso de ir a Madrid, seguramente tendrá que pasar por la transición del 3º punto, pero no del 4º. Si se decide por ir a Hamburgo, tendrá que experimentar las dos. Y si viene a Euskal Herria, tanto la del 3º como, en cierto modo, del 4º. En este último supuesto, las consecuencias no son como las de los casos de Madrid o Hamburgo, aunque sí haya algo de este último, porque en Euskal Herria, al igual que en Hamburgo, existe una cultura política diferente. Otro aspecto de gran importancia es ver hasta qué punto están estos elementos (el espacio político y cultural diferencial) presentes en el espacio geográfico en el que el inmigrante se vaya a asentar.


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La inmigración en Euskal Herria

La mayor parte de la inmigración que ha llegado a Euskal Herria se ha localizado en Bizkaia, y más concretamente en el Gran Bilbao, que es donde reside la mitad de la población actual de Euskal Herria y más del 70% de los inmigrantes, provenientes casi en un 50% de Castilla-León (dada la proximidad a que se encuentra Bilbao), Extremadura, Andalucía y Galicia.

En la siguiente tabla se aprecia la composición de la población de la Comunidad Autónoma:

(para ver la tabla hacer clic aquí)

La composición de la población de Gipuzkoa es similar, con una marcada presencia de inmigrantes en localidades como Irún, donde se acentúa el peso demográfico de las personas provenientes de Extremadura. En lo que respecta a Álava, la población de Vitoria-Gasteiz (casi un 85% del territorio) marca la pauta de toda la provincia, que sigue la misma línea que el Gran Bilbao.

En el caso de Navarra, cabe destacar dos datos: 1) Es el territorio étnicamente más puro, porque los nacidos en Navarra constituyen un 85% de la población, y 2) La pureza étnica no está vinculada a la lealtad nacional. En Euskal Herria no se puede recurrir a una pauta teórica uniforme que sirva para examinar las identidades y lealtades nacionales, porque las situaciones de las dos Comunidades Autónomas divergen entre sí. Habría que hacer hincapié en el modelo navarro, porque la presencia de tres lealtades que, forzando un poco las cosas, podrían reducirse a dos: la vasca, la española y la navarra.

En la tabla que se presenta a continuación se puede observar cómo los municipios de la Comunidad Autónoma Vasca de más de 15.000 habitantes (constituyen más del 76% de la población) acogen a más del 82% de los inmigrantes, afirmación que viene a corroborar la idea de que la inmigración es en esencia un fenómeno urbano. En el cuadro se distingue fácilmente dónde se localiza la mayoría de los inmigrantes, en qué municipios son mayoría, y cómo tienden a asentarse en las localidades que menos rasgos propios presentan (principalmente el euskera).

(para ver la tabla hacer clic aquí)

La primera conclusión que se extrae es que históricamente los inmigrantes españoles se han localizado lejos de las zonas en las que las particularidades vascas estaban fuertemente arraigadas, ubicándose en lugares donde la presencia del euskera era prácticamente imperceptible, con la consiguiente imposibilidad de aprender esta lengua. Los inmigrantes cumplen más bien una función reflectora, porque en localidades como el Gran Bilbao o Vitoria-Gasteiz no han hecho sino emular a sus habitantes: se limitan a a trabajar en una fábrica, a vivir en un nuevo barrio y a mantener las relaciones cotidianas. Además, hay ciudades como Galdakao o Basauri, industrializadas en la posguerra, a las que los inmigrantes y la gente procedente de la provincia llegó en un momento en el que coincidieron la industrialización, la llegada de la inmigración y la organización política franquista, sin que fuera posible atenerse a ninguna pauta alternativa. Por lo tanto, los inmigrantes no se han visto en la necesidad de emplear el euskera en su vida cotidiana, como tampoco lo han hecho los autóctonos, salvo en el caso de algunos municipios del litoral de Gipuzkoa y Bizkaia, aunque a los inmigrantes no se les reconocía la categoría de autóctonos, factor que no hacía alusión a la procedencia, sino a la política.

La integración tendrá por tanto un tono político, si bien en el caso de los inmigrantes ésta es sobre todo pragmática. La clave reside en que la principal finalidad de esta gente se basa en desarrollar un proyecto familiar, especializándose profesionalmente, llevando un aceptable nivel de vida tanto para ellos como para sus hijos y cosechando éxito biográfico. Si por cultura entendemos idioma, la integración cultural deja es implanteable. En lo que respecta a la integración política, la mayoría de los inmigrantes ha pasado por dos fases: la apolítica (franquismo), en la que no había necesidad de autodefinirse, porque, con la prohibición impuesta por el sistema, la política no existía públicamente, y una segunda fase, política, más delicada y complicada, en la que el nacionalismo vasco y su hegemonía hacen su aparición y se empieza a exigir la auto-identificación política y la identidad.

El inmigrante sabe que su identidad está definida y categorizada por el nacionalismo, pero, y aunque no sea la pauta dominante, es muy frecuente que se ésta se equipare al carácter general. Pragmática y lógicamente, la que mejor se adapta al inmigrante se basa en la voluntad, mas la mayoría de ellos opina que la identidad emana de la naturaleza: no consideran euskaldunes a quienes no han nacido en Euskal Herria; la diferencia se refleja incluso en el ámbito familiar, entre los hijos que han nacidos aquí y los que lo han hecho fuera. Adoptan unas perspectivas muy adscriptivas, y no creen que los saltos étnicos puedan producirse. También aquí se puede apreciar el factor reflector, y es que los autóctonos y los nacionalistas tienden a apoyarse en criterios objetivos, pensando que en caso contrario el carácter vasco se vería debilitado. Y, por otra parte, la fragilidad de los criterios puede constituir una vía para una mejor incorporación. Pero los inmigrantes, en lugar de posicionarse entre términos escurridizos, prefieren ampararse en la seguridad que ofrece objetividad.

En la siguiente tabla se pueden observar las autoidentidades de los inmigrantes, de las parejas mixtas y de los hijos de los inmigrantes. En el caso de los hijos de las parejas mixtas y de los inmigrantes, las identidades son dobles, mientras que los autóctonos se decantan por la identidad vasca.

(para ver la tabla hacer clic aquí)

 

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Para terminar

La inmigración ha supuesto un problema para el nacionalismo vasco, en buena parte debido a que históricamente ha tenido que desarrollarse bajo unas escasas y desfavorables condiciones, y porque en el momento de la llegada de los inmigrantes no disponía de suficientes herramientas para asimilarlos a su código. Por otra parte, el nacionalismo no ha sido capaz de dar con la magnitud exacta en base a la cual poder determinar la cualidad vasca, y continuamente ha ido saltando de la voluntad a la adscripción, y viceversa. Además, el inmigrante se ha situado en las zonas donde menos fuerza y presencia tienen el euskera y los elementos culturales que el nacionalismo alegaba para justificar sus reivindicaciones. La consecuencia del cúmulo de todas estas circunstancias ha sido la falta de asimilación.

En todo caso, en la actualidad, nacionalistas, no nacionalistas, los hijos de los autóctonos, de los extranjeros y de los matrimonios mixtos, los de la CAV, los de navarra y los del País Vasco continental, conformamos entre todos una realidad plural cuyo futuro reto consistirá en que esta pluralidad se traduzca también en la actitud, y es que la única posibilidad de desatascar la situación pasa por estrechar los lazos entre los diferentes integrantes de la sociedad.


Xabier Aierdi Urraza, profesor de Sociología en la Universidad del País Vasco

Euskonews & Media 101.zbk (2000 / 11-24 / 12-1)


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