Fueron días de muchas esperanzas,
de mucha camaradería, pero sobre todo queda la frustración.
Que estuvimos muy cerca de haber logrado derrocar a Franco en
el 45, porque el exilio para muchos ha sido una tragedia personal
y no reconozco la Euzkadi por la que nosotros peleábamos
en la actual. Así
nos resumía José Antonio Beleda su experiencia
en el castillo Rothschild. De mayo a julio de 1945 se produjo
el mayor intento militar del Gobierno Vasco por derribar al régimen
de Franco. En el mayor de los secretos se instaló en un
suntuoso castillo de Cernay-la-Ville un grupo de gudaris que
recibieron una esmerada formación militar. Se esperaba
la caída del Gobierno de Madrid debido a las presiones
de los Aliados y estos hombres serían los encargados de
mantener el orden público en el País Vasco.
Aguirre, tras asumir en 1941
la representación legal del Gobierno de Euzkadi, sondeó
prudentemente en Washington las posibilidades de soberanía
vasca en un nuevo espacio político que abarcase la antigua
España y Portugal. Su creencia era que, si la Gran Guerra
había permitido el surgimiento de muchos pequeños
países, al término de la contienda se produciría
una nueva reestructuración de los estados europeos. El
Lendakari y el PNV deseaban lograr un ámbito político
propio para Euskadi en esta nueva Europa. J. A. Aguirre deseaba
que el restablecimiento de la democracia en España conllevase
el autogobierno del País Vasco y la hegemonía del
PNV en ese autogobierno. Para lograr sus planes, el Presidente
lo fiaba todo a una solución que debía venir del
exterior, concretamente de los Estados Unidos.
El escudo de la Baronía
de Rothschild que coronaba la entrada del "Château".
La función del Gobierno
Vasco era construir el embrión de un aparato estatal,
sobre todo, la fuerza militar. Se organizó así
"Euzko-Naya", el ejército del interior, y se
logró el control de la Brigada Vasca de la UNE. Pero era
necesario algo más y se negoció con los Estados
Unidos la formación intensiva de un millar de hombres.
La operación se llevaría a cabo en el mayor de
los secretos. El primer grupo, seleccionado por Primitivo Abad,
lo componían unos setenta veteranos del Batallón
Gernika, cuarenta jóvenes procedentes del interior y media
docena de "niños de la guerra" provenientes
de Gran Bretaña,
En mayo se constituyó
la unidad. Se produjeron por lo menos cuatro embarques en ferrocarril
hasta París. Allí, Iñaki de Durañona
los recibía en la estación, conduciéndoles
a un camión cubierto del ejército norteamericano.
Tras un corto viaje, los componentes de la expedición
se encontraban en el jardín de un imponente palacio. Era
el castillo Rothschild, en Cernay-la-Ville, a unos treinta kilómetros
de la capital. Unos oficiales americanos, con ayuda de intérpretes,
les interrogaban respecto a su pasado y les hacían firmar
un documento. El contrato, en inglés, se hacía
entre los particulares y el Gobierno de Estados Unidos. Por seis
meses serían empleados de este Gobierno. Se establecía
un sueldo muy substancioso y los firmantes se comprometían
a mantener el secreto y a no traspasar los límites del
recinto, A continuación recibieron su equipo: uniforme
de campaña, uniforme de recreo, monos de trabajo Herringtone,
tres pares de botas silenciosas con gruesas suelas de caucho,
etc...
Los
oficiales quedaron muy satisfechos con el material humano: físicamente
muy aptos, motivados e "ideológicamente correctos".
El comandante Warner comentó que era el mejor grupo que
había tenido. Aunque entre los vascos no había
rangos, se reconocía una jerarquía de facto:
Primitivo Abad, Landa, Esturo y Fernando Echegoyen entraban en
ese reducido grupo de líderes.
Todos los días, tras el
preceptivo saludo a la bandera americana, transcurrían
varias horas de ejercicios físicos y se impartían
clases teóricas: cartografía, tácticas de
combate, utilización de armamento, técnicas de
comunicación, primeros auxilios, técnicas de camuflaje...
Los gudaris aprendieron a utilizar todas las armas ligeras del
ejército USA. También les enseñaron a conducir
vehículos de tracción total. Se les entrenó
como rangers, los comandos estadounidenses. Probablemente,
este entrenamiento constituyó una solución de compromiso
ante la imposibilidad de formar una academia de oficiales previa
a la organización de un ejército vasco.
Los ejercicios físicos
ocupaban la mayor parte del tiempo. El combate cuerpo a cuerpo
incluía técnicas de lo más novedoso, como
el jiu-jitsu y el yudo. Por la tarde se realizaba la parte
práctica de
lo aprendido a la mañana: preparación de cargas
explosivas, desmontaje y limpieza de las armas... También
algunas noches se dedicaban a las prácticas, teniendo
los comandos que orientarse en el bosque mediante la brújula
o las estrellas. Los instructores constituían un grupo
variopinto: estadounidenses de origen anglosajón o mejicano
y el británico Fairbanks, una leyenda en el mundo de las
artes marciales. La moral era buena. En una visita del Lendakari,
el comandante americano presentó a la unidad como los
futuros oficiales del Ejército de Euzkadi. Incluso
se permitieron redactar un periódico, el Okay,
del que salieron dos números.
El día 8 de julio, domingo,
les comunicaron la fatídica orden: el curso se acababa
y todos deberían volver a sus lugares de origen. El rumor
más repetido era que José Antonio Aguirre no era
bien visto por el presidente Truman, que se desentendió
de los compromisos adquiridos por su predecesor. La disolución
de la unidad respondió principalmente al interés
del Departamento de Estado en no propiciar la lucha armada en
España en el contexto de la Guerra Fría. Una hipotética
intervención bélica podía favorecer al PCE,
la fuerza más organizada e implantada.
En
el nº 2 de Okay, se podía leer: "Capitán
Plastic, si nuestro semanario sale hoy es para saludar a vuestro
gran país, para testimoniar a ustedes nuestro respeto
a todos los profesores. Aquí vivió un centenar
de muchachos de condición muy diversa y de mentalidad
muy variada, en paz y concordia. Nacidos en un País Viejo
de tradición democrática, de buena ley, con el
temple que da a las almas la honradez, desterraron del Valle
Secreto las diferencias que separan a los hombres, dieronse la
mano el gesto fraternal y vivieron un pequeño ideal de
convivencia que haría felices a los pueblos".
De los gudaris desmovilizados
la mayor parte volvió a España. Otros quedaron
en Francia, al servicio del Gobierno Vasco, enrolados en la Legión
Extranjera o como simples civiles. Algunos de éstos figuraron
entre los primeros instructores de ETA. Mikel Rodríguez,
profesor de Historia |