1.- Época antigua
Euskal Herría fue, sin
duda, tierra de paso obligado y la ruta natural de las invasiones
procedentes del centro y norte de Europa, debido a su fácil
acceso por el extremo occidental de los Pirineos. Por ello, resulta
normal el encontrarnos huellas de la existencia entre nosotros
de pueblos celtibéricos o célticos a lo largo del
territorio vasco, como lo demuestran nombres de persona y de
lugar, como muy bien pueden ser las mismas denominaciones de
Vascones, Várdulos, Caristios y Autrigones,
aplicadas a los vascos por los invasores indoeuropeos.
Estas gentes que se asientan
en los territorios navarro y alavés, procedentes del centro
y norte de Europa en oleadas sucesivas desde el siglo XV a de
C. hasta el III a. de C., se distribuyeron en sentido sur-oeste,
siguiendo las rutas y cuencas de los ríos, repartiéndose
a lo largo y ancho de la geografía alavesa y navarra y
con preferencia al sur de la misma.
1.2.- Aspecto lingüístico
Nuestra región, según
los historiadores grecolatinos como Estrabón, Ptolomeo,
Polibio, Plinio el Viejo, P. Mela, etc., estuvo poblada inmediatamente
a la colonización romana, por cinco tribus: Vascones,
Vardulos, Caristios, Autrigones y Berones. Los nombres de las
poblaciones asentadas a lo largo del Iter XXXIV a su paso por
Alava, como Veleia, Suessatio, Toullonium, Alba, etc.; así
como otros al sur del mismo, como Trition Metallon y los nombres
de persona de clara procedencia no latina, como Amboto, Segontius,
etc., demuestran, al decir de Untermann, "una fuerte población
celtibérica asentadaa en la frontera entre Navarra y Alava".
Para L. Michelena "éstos
y otros nombres hacen inevitable la conclusión de que
hubo entre nosotros, y más concretamente en zonas alavesas,
núcleos de población de lengua indoeuropea, al
parecer céltica, mientras que el pueblo autáctono
euskaldún seguía conservando su lengua propia".
Por otra parte sabemos que a lo largo de toda la cordillera pirenaica
se habló el euskera o lenguas euskéricas, así
como a ambas vertientes del sistema montañoso.
La lengua vasca fue la única
que se salvó y sobrevivió cuando las oleadas de
pueblos indoeuropeos cubrieron Europa y la fuerte romanización
se impuso sobre las lenguas indígenas que se hablaban
en el Imperio Romano. La Rioja sería el límite
de la extensión de la lengua vasca, presente allí
a causa de un asentamiento de vascos en una época anterior
a Roma o bien como resultado de una población temprana
durante los siglos IX y X, provocada por la retirada de las invasiones
musulmanas.
El retroceso del vascuence habría
que situarlo ya en época prerromana y sería debido
al empuje por el norte de los Galos, por el este del Ibérico
y por el sur de los dialectos indoeuropeos hispánicos.
El pueblo vasco para autodenominarse se basó en el factor
lingüístico, llamando euskaldunak 'los que
hablan euskera' a sus habitantes y Euskal Herria 'el pueblo
del euskera' a la colectividad.
2.- Época romana
La romanización avanzó
en la Península como una marea, de este a oeste, paralelamente
a los Pirineos, y desde las Galias hacia Hispania, de norte a
sur, así como dentro de Hispania. El único espacio
que con seguridad no llegó a ser completamente anegado
fue el territorio situado en el rincón del golfo de Vizcaya.
La colonización romana ejerció un influjo importante
en todas las esferas del vivir del pueblo vasco, desde el cultural,
económico, lingüístico al racial. En efecto,
a través de las rutas que atravesaban el país de
norte a suroeste, o la que subía el Ebro desde Tarragona
para adentrarse en territorio vascón hasta llegar a Oyarzun,
Roma colonizó la tierra centrando su labor en varios productos
básicos, como el aceite, el trigo y los minerales.
De acuerdo con la descripción
ofrecida por Ptolomeo, casi todas las gentes que vivían
en Alava, así como sus núcleos cercanos, pertenecían
al Convento jurídico de Clunia, mientras que los Vascones
estaban adscritos al Cesaraugustano. Desde el alo 179 a. C. hasta
la crisis del siglo IV, no cesó de ejercerse la influencia
de Roma. La romanización se dejó sentir desde el
punto de vista lingüístico en dos direcciones. La
primera en la implantación del latín en el ager
vasconum o zona sur de Navarra y muy probablemente en lo
que hoy llamamos Rioja Alavesa, así como en los núcleos
urbanos fundados por colonos y legionarios. La segunda en la
aportación importantísima de voces latinas en la
propia lengua vasca.
La romanización fue mínima
en Guipúzcoa a causa, sin duda, de la dificultad de su
orografía, el escaso interés económico que
ofrecía para los ocupantes y su muy reducido número
de habitantes. Esta introducción de voces latinas no debió
detenerse con la caída del Imperio, prolongándose
dicha influencia a través de los romances castellano,
navarro-aragonés, gascón-bearnés, occitano-languedociano
y más modernamente, el francés. En una palabra,
no puede sostenerse la idea del aislamiento absoluto del país.
El euskera resistió a la nivelación lingüística
, sin duda debido a la romanización incompleta de su territorio,
la oposición al dominio franco-visigótico y muy
probablemente a la ocupación por parte de sus habitantes
de un territorio aíslado.
2.1.- Cristianización
La introducción del cristianismo,
portador de elementos lingüísticos de tipo latino,
penetró en Euskal Herria en gran parte desde Calahorra,
que aparece como sede en el año 465 y que estaba en relación
con otras ciudades romanas del Ebro y su zona de influencia,
como Cascante, Tarazona, Vareia, Tricio, Livia y Briviescca.
Dentro del país habría algunos núcleos con
comunidades cristianas asentadas en el eje de las vías
principales. Lo cierto es que todo son conjeturas, ya que apenas
si sabemos nada del proceso de cristianización en los
territorios vascos más al norte.
Referente a Navarra, no cabe
duda de que la fe cristina y su continuada romanización
arraigarían en Cascante y la zona influenciada apor Calahorra.
Pamplona, enclavada como un islote en un área uniformemente
euskérica no tuvo fuerza de irradiación. Como es
sabido, la tradición de San Fermín como primer
obispo de Pamplona es pura leyenda y su culto no fue originario
de Iruña, sino traído por los mercaderes o francos
oriundos de Toulouse (Francia) que se asentaron en San Cernin
hacia el 1080. Otro tanto habría que decir de San Saturnino,
que recibió el nombre occitano de San Cernin, que como
es de sebra conocido, fue oriundo de Toulouse y cuya devoción
la trajeron los francos citados a fines del siglo XI.
3.- Epoca medieval: Lengua escrita y legua hablada
Durante el período medieval
se dio en Euskal Herría un claro divorcio entre lengua
escrita y lengua hablada, como advierte J. Mª Lacarra cuando
dice: "... al historiar la Edad Media del País Vasco
nos asalta constantemente la preocupación de estar reconstruyendo
el pasado de un pueblo que se expresa por escrito en un idioma
que no es el que habla y que el suyo se le escapa a través
de los documentos". Durante la Edad Media el euskera fue
una lengua que no se escribe, o si se escribe, se hace en un
registro informal.
Es razonable pensar que ello
se debe a que al ser hablada en un ámbito estrecho y por
un número reducido de personas no podía aspirar
a convertirse en lengua de relación o común entre
gentes de lenguas maternas diferentes. La más hablada
o empleada en un contexto mayor acaba siempre por prevalecer
imponiendo su supremacía. De hecho el euskeldún
tan pronto como ampliaba el círculo de acción,
se veía obligado a comunicarse en algún romance,
al norte en gascón y al sur en romance de Navarra o en
castellano.
3.1.- Lenguas romances
A lo largo de los siglos, tres
fueron las variantes románicas que se formaron dentro
del país y que, por lo tanto, constituyen parte indivisa
de su patrimonio cultural. Del lado norte (territorios de Lapurdi,
Basse-Navarre o Nafarro beherea y Züberu-Soule, así
como en San Sebastián y Pasajes), tenemos el gascón,
sustituido a fines del s. XVIII por el francés. Del lado
sur, en Navarra y parte de Alava (la Rioja Alavesa), el romance
de Navarra y el subdialecto riojano absorvido por el castellano
a partir del s. XV, y en territorios occidentales o provincias
vascongadas, el propio castellano, convertido en español
durante los siglos XVI y XVII.
A estos romances habría
que añadir el occitano languedociono implantado en las
villas navarras del Camino de Santiago a partir de la segunda
mitad del s. XI y que dejó de escribirse a fines del s.
XIV, absorvido a su vez por el romance de Navarra. La razón
de la adopción del gascón en los territorios vascos
al norte del Pirineo fue su prestigio como romance escrito para
la redacción de documentos públicos y privados
y como lengua hablada en sus relaciones con los no euskaldunes,
similarmente en la Vasconia peninsular con el romance navarro-aragonés
y el castellano. El hecho de haber sido el gascón la lengua
del poder y de la administración durante cerca de siete
siglos, motivó que se hablara en Bayona, Biarritz, Donibane
Lohitzun, Donibane Garatzi, etc., cuando la población
rural se expresaba exclusivamente en euskera.
Mucho más tarde, la escolarización
obligatoria en francés, su uso generalizado en los medios
de comunicación y en la administración, así
como el asentamiento creciente de personas fuera del país
y que sólo se expresaban en francés, acabaron por
colocar al euskera en una situación difícil de
cara a su mantenimiento.
Por lo que respecta al romance
autóctono de Navarra, éste compartió el
espacio humano junto con el euskera. A estos dos bloques propios
de la sociedad navarra medieval, habría que agregar el
languedociano unificado por los propios "francos",
el hispaano-árabe dialectal de los mudéjares o
moriscos navarros de la Mejana Tudelana asentados en esta tierra
desde el 715 y que permaneció mucho después de
la conquista de Tudela en 1118. Asimismo tenemos a los judíos
de las aljamas de Tudela, Estella, Pamplona, Laguardia y pequeños
grupos en Olite, Tafalla, etc., de cuyo empleo del hebreo nos
han quedado numerosos documentos preferentemente en el Archivo
General de Navarra.
La modalidad del romance de Navarra
presenta, al parecer, una progresiva similitud con el castellano
en la zona occidental del reino, en oposición con la ofrecidaa
por los textos medievales de la oriental, mucho más próxima
al aragonés. El conjunto de las villas realengas, dejando
a un lado las comunidades de origen occitano de los burgos de
San Cernin y la Población de San Nicolás de Pamplona,
de Sangüesa, Estella y Puente la Reina, se expresaría
en romance de Navarra y no parece aventurado pensar que representaría
este tipo de población acaso un 20% o un 30%, frente al
de hablantes vascos de la zona media y las aldeas del saltus
o zona montañosa. Esta población de hablaa romance
que pertenecía a la clase de labradores del rey o ruanos,
se convierte a partir del s. XIII en la fuerza económica
y política más importante del reino, alcanzando
su lengua el estatus de lengua oficial en 1350, como lo proclama
Carlos II de Evreux con motivo de su coronación en Pamplona.
A propósito del occitano,
en las villas jacobeas navarras, al contrario de lo sucedido
en Logroño, Belorado, Burgos, Sahagún, León,
Astorga o el propio Santiago de Compostela, donde no tenemos
pruebas escritas del uso de dicha lengua, en nuestro caso son
cientos y cientos de documentos que lo prueban hasta fines del
s. XIV. De este modo llegaron a ser cuatro las lenguas que se
hablaban en estos burgos: de una parte el occitano junto con
el romance de Navarra, el euskera y el hebreo. Este occitano
caracterizado por sus rasgos arcaizantes, se asemeja poderosamente
al languedociano meridional, unificado por los propios hablantes
según unas pautas preferentemente de la zona de Toulouse,
Rouergue y Quercy. Su suerte corrió pareja a los cambios
operados en la sociedad navarra del s. XIV, ya que al pasar el
romance de Navarra a ser lengua del reino y extenderse los privilegios
reales a otras villas, terminaron estos antiguos occitanos por
fundirse con la población.
Por lo que respecta del romance
de Navarra, éste se vio más y más influenciado
por el castellano, en el que acabaría por fundirse sin
violencia alguna, como el azúcar en un vaso de agua y
esta operación debió ser una realidad a nivel de
lengua escrita para fines del s. XIV o, acaso, en el XV.
4.- Conclusión
El hecho de que el euskera constituya
la lengua de Euskal Herría no es razón para que
los vascos miremos como extraño al castellano, ya que
éste se formó, en parte, dentro de su propio territorio
y bajo la influencia de vascohablantes. Como sería igualmente
absurdo que los catalanes o los gallegos consideraran extraño
a su propio patrimonio cultural sus propias lenguas, porque sus
antepasados forjaron estos romances a partir de un idioma -el
latín- que les fue impuesto por Roma.
A ambos lados del Pirineo, en
Euskal Herria, no resulta fácil preveer cuál será
el futuro de la lengua vasca. Parece más esperanzador
en el sur, pero en gran medida dependerá del buen saber
hacer de todos, euskaldunes y herdeldunes, dentro de un clima
de mutua y real estima.
En estos tiempos en que nos ha
tocado vivir, de distensión y negociación, cada
vez menos dogmáticos y progresivamente prácticos
y funcionales, tenemos que partir de un doble principio: Participar
dentro de una comunidad de intereses cada vez más amplia
y conservar nuestra propia identidad. Un país tan reducido
como Euskal Herria y en nuestro caso de Navarra, a caballo entre
dos estados tan extensos y dotados de una dinámica tan
pujante, de los cuales formamos parte, y cuya historia ha sido
el resultado de varias lenguas y culturas, sólo podrá
sobrevivir y desarrollarse con sentido de futuro, aceptando su
propia historia y profundizando en su capacidad de adptación
y renovación, por la vía de la ductilidad y de
la apertura.
Seamos optimistas en cuanto a
su futuro, porque todo pueblo con vida acaba por encontrar su
camino. Ricardo Cierbide,
catedrático de la UPV-EHU |