Comercio justo y consumo responsable
Setem Hego Haizea

En un día cualquiera pasan por nuestras manos productos procedentes de los rincones más dispares del planeta. Los artículos más cotidianos pueden haber recorrido miles de kilómetros hasta llegar a nosotros. El creciente auge de las comunicaciones y el abaratamiento de los transportes parecen haber acortado las distancias. Nos hemos acostumbrado a ello, es una de las consecuencias de los vertiginosos cambios que parecen convertir al mundo en una aldea global.

En apariencia todos formamos parte de un gran mercado, pero los beneficios de este creciente comercio mundial no llegan a todos/as por igual. La libre competencia no lo es tanto, porque no todos/as estamos situados en la misma línea de salida.

Destacadas en primer lugar están las empresas multinacionales, que van aumentando sus beneficios económicos y su poder. Casi a diario nos enteramos de una nueva fusión de grandes empresas. Un día es el sector del automóvil, otro el farmacéutico, al siguiente son dos grandes cadenas de supermercado las que se fusionan. Se cuentan con los dedos de la mano las empresas que controlan el mercado para cada producto o actividad comercial. De hecho, la mayor parte del comercio mundial está en sus manos.

En la actualidad las grandes multinacionales acaparan más poder económico y financiero que muchos gobiernos; su influencia es decisiva en los acuerdos internacionales donde se marcan las reglas del juego par el comercio mundial, controlan precios y dejan fuera pequeños productores.

Un ejemplo: un buen número de países del Sur, los ingresos de millones de familias, formadas por campesinos/as o por pequeños productores/as, dependen de la exportación de materias primas como el algodón, el café o el cacao; pero es en los despachos de las grandes empresas o en las bolsas de New York y Londres donde se deciden los precios que se pagan a los/las productores. ¿Con qué criterio? Obtener el máximo beneficio económico a corto plazo. ¿A qué precio? La creciente marginación de campesinos y pequeños productores/as, la explotación laboral, el agotamiento de los recursos naturales, la contaminación, la pérdida de diversidad biológica...

Esta concentración de poder también se deja sentir en el Norte: marcha atrás en las condiciones de trabajo, inestabilidad laboral, contratos basura, aumento de la marginación...

En este contexto cobra auge el movimiento de Comercio Justo, una iniciativa en la que el comercio y la producción están al servicio de las personas. Aunque hoy en día es una actividad todavía minoritaria en el conjunto del comercio internacional, su mayor fuerza radica en demostrar que el beneficio económico, los derechos de trabajadores y trabajadoras y el respeto por el medio ambiente, pueden ir de la mano.

El Comercio Justo es ante todo, una alternativa al comercio tradicional . Frente a los criterios meramente económicos de éste último, tiene en cuenta además, valores éticos que abarcan aspectos sociales y ecológicos.

Los principios del comercio justo son:

  • salarios y condiciones de trabajo dignos.
  • No a la explotación infantil y al trabajo esclavo.
  • Igualdad hombre mujer.
  • Organizaciones productoras democráticas
  • Parte de los beneficios destinados a mejoras sociales
  • Respeto al medio ambiente
  • Productos de calidad
  • Compromiso comercial a largo plazo

La otra cara de la moneda del movimiento de Comercio Justo es la campaña por un consumo responsable. Nuestra corresponsabilidad y nuestra capacidad de promover cambios sustanciales en las relaciones injustas Norte-Sur. Porque ¿comprar más barato es necesariamente comprar mejor? A priori parece que si. O por lo menos eso creemos la inmensa mayoría de consumidores/as.

A menudo no pensamos en la producción, parece que lo único que nos interesa es comprar barato. Pero comprar barato, ¿ a costa de qué o de quién? Lo habitual es que sea a costa de personas que necesitan trabajar a cualquier precio. Y cuando decimos personas incluimos a niños y niñas explotados laboralmente en muchos países del mundo.

Es fácil culpabilizar a las empresas madres, a las grandes multinacionales, de este tipo de explotación laboral. Pero no deja de ser cierto que esas empresas producen porque existe gente que compra sus productos. Esas empresas producen porque nosotros/as compramos.

Cuestionarse de dónde vienen los productos que consumimos, cómo son producidos y quienes los producen son un buen ejercicio para comenzar a entender la estrecha relación que existe entre nosotros/as y ellos/ellas y nuestra "corresponsabilidad." Asi, dentro de la Campaña de "Ropa limpia" de ámbito europeo, (que propone limpiar la ropa que llevamos de injusticias) coordinada por la Federación SETEM, y con el apoyo de unas 60 organizaciones en el estado Español, se exigía a las multinacionales NIKE y ADIDAS respetar los derechos humanos de los y las trabajadoras de los países donde se han instalado. Con el lema "Con esto no jugamos" (Debajo de las zapatillas y en el fondo una foto de una trabajadora) "porque pisan los derechos de mucha gente del Sur" el cartel hacía un llamado para depositar zapatillas de estas marcas usadas a la vez que enviar cartas de protesta a dichas empresas.

La evaluación hecha de las acciones que desembocaron en la "devolución" de las zapatillas a Nike y Adidas en Madrid y Barcelona respectivamente, es muy positiva. No sólo por las más de 10.000 cartas de protesta enviadas, sino porque gracias a la denuncias de Formosa Textile (que trabaja para Adidas en El Salvador) y la presión de la Campaña, las cosas han cambiado.

Antes, por ejemplo, a las trabajadoras se les obligaba a presentar papeles que demostrasen un pasado sin relación sindical y se les sometía a un test de embarazo. En Formosa Textile las horas extraordinarias eran obligatorias y se producían frecuentemente situaciones de acoso sexual.

Ahora, una de las principales reivindicaciones es la de la supervisión. Monitorización de los códigos de conducta de las empresas multinacionales. Porque las auditorías encargadas a a empresas de gran renombre internacionales han realizado desde un punto de vista estrictamente económico, y no social.

La creciente globalización del neoliberalismo, hace que el Comercio Justo tenga hoy más sentido que nunca. Las protestas en Settle y recientemente en Praga demuestran que existe preocupación por las consecuencias del no tan libre mercado. Otra campaña está en marcha: "Food for thought" "comida para pensar" por la seguridad alimentaria en el mundo, un derecho fundamental para todos/as, y que este derecho sea el eje central en las negociaciones agrícolas en el seno de la OMC.

EL Comercio Justo además de denunciar las prácticas del Comercio mundial, es un ejemplo real de cómo el comercio si puede hacerse de forma diferente y digna ya. Por otra parte, reconocer el poder que tenemos como consumidores/as para hacer efectivos cambios significativos en las relaciones Norte-Sur.

*Este artículo está basado en los boletines de la Campaña de Ropa Limpia


Setem Hego Haizea

Euskonews & Media 95.zbk (2000 / 10 / 13-20)


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