Dos rocas calladas que murmuran
Txus Bilbao

Si la arquitectura puede llegar a ejercer alguna influencia benefactora sobre el espíritu, los ánimos de los donostiarras serán a partir de ahora más serenos que el mar que los baña, en cuyas orillas se levanta la reciente construcción del Kursaal.

Para Rafael Moneo el solar del Kursaal era un accidente geográfico y puso toda su intención en el proyecto para que no desapareciera esta condición. A su propuesta le llamó "Rocas Varadas", entendiendo el proyecto como dos rocas gigantescas en la desembocadura del Urumea, desligándose del ámbito urbano y formando parte del paisaje. Esto nos refleja que ha sabido leer en el lugar, que el paisaje ha sido su argumento principal, y su preocupación: cómo apropiarse de ese paisaje a través de la arquitectura.

Cuando te detienes ante este gran volumen fragmentado te impresiona la sencillez. Que lo sencillo impacte es buena prueba del exceso de ruidos visuales que nos invaden. Estos mismos ruidos han inventado el silencio visual y creo que ésta es la gran identidad del Kursaal: la pureza, la síntesis, la seducción, el mutismo formal hacen gala del lujo discreto y la monumentalidad de este proyecto.

Una de las cuestiones más fascinante del momento actual es la aceptación, de que la arquitectura no tiene necesariamente que surgir de la arquitectura. La apertura de las artes caracteriza el final del milenio. Así los arquitectos asumen referencias, expresiones e ideas que eran ajenas a la arquitectura. El arte es esencialmente transgresión y para conseguir los objetivos hay que forzar la idea. El concepto ha sido la fuente que ha guiado el arte de la última mitad del siglo XX, y esto ha desarrollado nuevos conceptos de belleza.

Este edificio, dotado de una densidad especial, tiene referencias minimalistas. Busca una geometría rectilínea, abstracta, monocromatista e incluso repetitiva que va desde la unidad de una pieza hasta el éxito del conjunto, que parece se ha montado con facilidad pieza a pieza, teniendo el encanto de un mecano. Pero la belleza de esta construcción es la impermeabilidad interpretativa de unos volúmenes puros, rotundos, directos en los que el peso representativo no recae en ninguna de sus fachadas.

Este gran contenedor de vidrio translúcido realizado con una estructura metálica ligera envuelve en su interior una segunda arquitectura construida en madera y separada de la piel de vidrio por unos grandes vestibulos y corredores.

Una vez dentro del edificio te envuelve con hermetismo amable, te das cuenta que no puedes pasar del interior a la terraza, ni disfrutar de las vistas del mar excepto por unas ventanas relativamente pequeñas, como queriendo estimular y prepararte para una concentración específica.

Este gran espacio rectangular para espectáculos, que en su sala principal da albergue a 1.806 personas está revestido todo él en madera, signo de calidad acústica, pues según el propio autor eleva las prestaciones del sonido. Desde este punto de vista, esta segunda arquitectura de madera se puede equiparar con un instrumento, con una caja acústica de grandes dimensiones.

Si durante el día recoge y refleja la luz en sus planos de vidrio como si fueran unas rocas calladas, teniendo un componente de sometimiento a la vida atmosférica, hay que esperar a la caída de la noche cuando el edificio se ilumina, cuando tiene luz propia. Es en esa luz donde reside la esencia expresiva de esta arquitectura. En la penumbra, en la emoción interna, en la intimidad se transforman las rocas calladas en unas rocas que murmuran, consiguiendo una singular precisión entre la forma, la textura, el color y el entormo.

Mis más mayúsculos elogios a los Donostiarras por esta contribución a la arquitectura y a Rafael Moneo porque se ha preocupado por el entorno donde ha construido, asumiendo la responsabilidad de dotar a Donostia de un proyecto que mira hacia el futuro a la vez que es un manifiesto del tiempo en que vivimos. Siendo ya un hito en la geografía guipuzcoana y entrando con identidad en el ámbito internacional de los edificios culturales con un perfil exhibicionista y locuaz, es un edificio del que se habla a la vez que el edificio habla por la elocuencia de sus espacios.


María Jesús Bilbao, Licenciada en Historia
Fotografías: C.A.T

Euskonews & Media 91.zbk (2000 / 9 / 15-22)


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