La pantalla de televisión (o la
de cine) es un mosaico de puntos de luz, que responde a las señales
electrónicas ordenadas a través de coordenadas
cartesianas y a un sistema de representación tan viejo
como el de la perspectiva renacentista. En definitiva, un plano
de dos dimensiones en el que podemos representar y crear con
nuestras ideas. Pero el mueble-objeto televisivo, es además
de una pantalla, un paralelepípedo, una forma cúbica
con la que podemos jugar, relacionándola con otras formas,
con otros objetos.
La materia electrónica
con la que trabajamos puede albergar en su mosaico, cadencias
de imágenes vertiginosas, así como transformar
espacio-temporalmente, todo lo que en ese entramado se inscriba.
Esta materia dúctil desde el punto de vista espacio-temporal
presenta al Arte un nuevo polo de experimentación, con
el que las imágenes ya no están fijas en un marco
espacial, sino que están en constante metamorfosis.
Espacio y tiempo, conceptos en
principio inseparables, conceden en este caso un mayor margen
de maniobra. Situándonos hacia el polo espacial trabajaríamos
en la tridimensión que supone una vídeo-instalación
o vídeo-escultura, y situándonos hacia el polo
temporal tendríamos todas aquellas obras que hacen hincapié
en conceptos como: ritmo lineal o cíclico, tiempo directo
y retardado, feed-back etc. El tiempo cronométrico como
medida social y el tiempo cronométrico de la misma obra
electrónica (25 imágenes /s) no son más
que meras aproximaciones a la temporalidad que el autor expresa
y a la que el observador percibe.
El campo del vídeo-arte
como ruptura de las fronteras entre las disciplinas artísticas. Para convertir la materia
tecnológica en materia susceptible de ser artística,
es necesario romper en gran medida con la separación dicotómica
entre ciencias técnicas y ciencias humanas. Para comprender
el medio es preciso comprender su funcionamiento, su lógica
de material electrónico. Y para comprender su función
es preciso, parafraseando a MacLuhan "Comprender los Media",
y reflexionar desde posiciones de coherencia metodológica
el papel que esta nueva forma de expresión ha tenido,
tiene y puede tener en el contexto del arte.
Desde las artes tenemos un gran
campo de investigación que consiste en trabajar los materiales
buscando toda su especificidad e intentar expresar conceptos
desde la propia materia. Este es nuestro terreno y es en el que
con nuevas y viejas tecnologías intentamos trabajar.
La pared de la caverna prehistórica
se ha transformado en pantalla de electrones, y los pigmentos
en frecuencias. Pero el impulso creativo sigue surgiendo desde
esa compleja maraña de neuronas que constituyen nuestro
cerebro.
La creación en vídeo
ya no es un arte ligado a las nuevas tecnologías, en tanto
que éstas son una realidad cotidiana. Es una actitud artística,
que refleja en este híbrido mediático que es el
vídeo, la capacidad de plasmar reflexiones, interrogantes
y contradicciones a nuestra propia cultura. Cabalgando entre
la imagen y lo sonoro, entre la música y el ritmo visual,
la creación videográfica es como un espejo social,
hace que la televisión y la cultura que lo sustenta se
reconozcan como el monstruo publicitario que son. |
CONTEXTO ARTÍSTICO:
Del termino vídeo-arte al termino "Vídeo de
Creación".
No es el propósito de estas líneas reincidir en una historia
del Vídeo-Arte, del que ya se han vertido suficientes
paginas impresas desde que en el 80 surgiera el primer libro
sobre el tema "En torno al Vídeo". Como apunta
en una revisión o contrahistoria el propio Eugeni
Bonet, toda la literatura que posteriormente se ha escrito
sobre el vídeo-arte ha tendido a seguir el esquema que
aquellos primeros textos establecieron. Por otro lado son referencias
obligadas para quien quiera acercarse a los autores que han creado
con este medio, sin llevar a cabo una investigación con
metodología historicista.
Trataré a modo de experimento
mirar entre las páginas de los catálogos y leer
entre líneas para buscar actitudes y posibles tendencias
que los diferentes artistas tenían y tenemos ante un medio
que no hace mucho fue una "nueva tecnología",
y que para algunos ya es vieja.
Releyendo la historia del vídeo-arte,
tanto más en la internacional pero también en la
española, he tenido la sensación de que existe
una gran necesidad de buscar la paternidad del movimiento. Necesidad
que a veces raya la obsesión en algunos autores por demostrar
cuál de los tres o cuatro primeros fue realmente el primero
en gestar el vídeo-arte. En estos casos uno se adviene
al acto de Fe o se concentra en algo mucho más seguro
cual es la maternidad, la situación, el contexto artístico
al que un nuevo medio dio la oportunidad de desarrollarse mejor.
No tratamos de analizar el Vídeo, sino a los/as artistas
que trabajaron con él.
Los primeros eventos videográficos
en España estaban inmersos en una efervescencia de activismo
artístico, del que el vídeo sólo era un
instrumento más, aunque muy poderoso debido a su inmediatez
y capacidad de difusión. Lo importante era el propio acto,
el concepto artístico estaba ahí, y el vídeo
era capaz de registrarlo y repetirlo cuantas veces fuera necesario,
sin filtros institucionales que intermediasen. Los Happenings
y Performances, estaban cotidianamente en las calles convertidos
en actos políticos, y algunos artistas como Muntadas,
Torres, Rabascall, Balcells... (y los que sean) supieron reflexionar
desde un medio como el Vídeo sobre el aspecto mediático
de la propia cultura. Este activismo artístico contenía
un afán de transformación social, que aún
teniendo concomitancias con los de otros países, aquí
al final de la era franquista, adquiere tintes muy diferentes.
Después de veinte años
de actividad de los artistas con el medio videográfico,
quizás tengamos ya que revisar los mitos que los propios
videoartistas hemos creado en torno a figuras, y devolverlos
al contexto generador que junto con otros muchos artistas posibilitaron
ese caldo de cultivo. Coincidente con los primeros pasos videográficos
en Cataluña, en 1972 en Pamplona se celebran los Encuentros
de Arte Contemporáneo, en los que además del propio
Muntadas, varios autores entre los que se encuentra Juan Downey,
participan con proyectos videográficos y con Vídeo
Instalaciones. Pero no es esto lo que más caracterizó
a estos encuentros, ya que siendo uno de los organizadores el
músico Luis de Pablo, ese vídeo-arte español
aún incipiente coincide con uno de sus padres ideológicos,
John Cage. Sin embargo en la España de los setenta, paradójicamente,
las actitudes musicales contemporáneas y el movimiento
videoartístico tomaron caminos diferentes. Así
mientras las primeras se organizan en torno a conciertos y performances
de grupos como Zaj, en conexión directa con el también
mítico Grupo Fluxus; las segundas se organizaran en torno
a muestras específicas de Vídeo o en exposiciones
de artes plásticas. Más tarde, en los ochenta algunos
autores intentaran retomar esas dos vías pero ya comienza
la institucionalización del vídeo, son nuevas las
perspectivas, e incluso el término vídeo-arte se
cambia y se amplia por el de Vídeo de Creación. |
Actitud del V.T.ante la T.V. En esos ochenta, la máxima
de Vídeo Tape is not TeleVision (frase con la que Gene
Youngblood en 1970, definía el vídeo en oposición
a la televisión), se debilitaba como un ligero eco, muchos
de los vídeo-creadores tienen que entrar en la dinámica
de la producción audiovisual para poder crear en Vídeo.
Surgen numerosas productoras videográficas y el panorama
de las televisiones se amplía con las cadenas autonómicas
(en 1983 nace la primera televisión autonómica
ETB).
Lo que hasta ahora era una constante
revisión de conceptos a través del vídeo,
pasa a ser una experimentación con el propio medio, con
su propia tecnología. El vídeo proponía
una imagen electrónica que se podía manipular y
trucar, parecía tan dúctil como cualquier otro
material utilizado en las artes plásticas. Luego llega
la decepción, la industria videográfica evoluciona
mucho más rápido de lo que se puede asimilar, e
intenta atrapar en su camino a los artistas como consumidores
potenciales. De esta encrucijada, nace la necesidad de pensar
en una escritura particular para el vídeo, dentro de los
límites que impone la infraestructura a la que se podía
acceder.
Los ochenta comienzan con los
festivales videográficos, (1982-84 San Sebastian, 1984-86
Madrid, 1987 Barcelona) y terminan con la inclusión en
la programación de Televisión de un programa específico
(1987 Metrópolis). Si a este panorama añadimos
que desde los mismos comienzos de los ochenta, la creación
videográfica entra a formar parte de la formación
en algunas Facultades de Bellas Artes y de Ciencias de la Información,
tenemos ante nosotros el batiburrillo videográfico del
País.
Esta institucionalización
trae consigo, como aspecto positivo, una información sobre
la experimentación audiovisual mucho más rápida
y rica de lo que hasta entonces nos llegaba, y como aspecto negativo
la constitución de modas estilísticas que surgen
de los trabajos premiados y también más difundidos.
Empieza a notarse una vuelta a investigar lo narrativo, como
una toma del testigo que dejó el cine experimental. ¿Hasta
qué punto contribuyeron a ello los excombatientes del
cine experimental?, no en vano Jean Luc Godard fue el teórico
con el que muchos se formaron en lo experimental. Creo que en
España esta nueva narración o nueva ficción
se configuró como una tendencia dominante respecto a las
demás, y esta misma tendencia con una estética
cada vez más "depurada" es la que arrastra a
algunos autores a abandonar la vídeo-creación hacia
la producción televisiva o el cine. Claro está
que la razón principal era la de la supervivencia.
Desde finales de los setenta
los videocreadores se planteaban la posibilidad de que sus trabajos
fueran difundidos también por las cadenas televisivas.
Este planteamiento se volvía obsesivo en la misma medida
en que la institución televisiva rechazaba este tipo de
obras negándose a admitir el formato mismo en la que estaban
construidas. Los formatos videográficos utilizados por
los artistas, tachados y catalogados de NO EMITIBLES, lavaban
la conciencia de muchos productores y funcionarios de televisión.
La historia posterior de la televisión nos ha demostrado,
no a través del Arte, si no a través de los concursos
de vídeo doméstico inventados por las propias televisiones,
que cualquier formato es emitible. ¿Paradojas de la historia?,
por supuesto, pero no por ello exenta de responsabilidades, ya
que colocaron a muchos artistas en la coyuntura de abandonar
la creación videográfica o la de tener que integrarse
en la producción televisiva más estandarizada.
Desde que empezaron las muestras
y festivales videográficos, oíamos en boca de los
autores americanos, las experiencias sobre la figura del ARTISTA
INVITADO en una cadena de televisión, en una productora
institucional, etc. Nos parecía algo lógico ante
la imposibilidad de acceder a los formatos profesionales. Pero
tanto en la televisión estatal como en las autonómicas
esto es ciencia ficción, a lo más que uno puede
aspirar es a que una copia camuflada (en cuanto a formato) de
tu trabajo se emita en alguna hora intempestiva. Cuanto más
se afianza la institución televisiva, más se opone
a la entrada del vídeo-arte; abriéndose de patas
cada vez más a la publicidad. Y curiosamente es esta publicidad
la que más asimila los logros formales del vídeo
independiente vehiculándolos en una estrategia comercial.
En el panorama actual, con la
desaparición de casi todos los festivales y muestras a
lo largo de la geografía española los autores tienen
ante sí una situación difícil desde el punto
de vista de rentabilizar sus obras económicamente, pero
a pesar de las dificultades pienso que existe un mejor caldo
de cultivo para la creación. Por una parte los autores
y autoras de los noventa, pueden elegir con mayor información
y libertad a sus madres y sus padres entre los videoartistas
y videocreadores que más les gusten, y por otra parte
al desaparecer esa disglosia artístico-televisiva, el
punto clave vuelve a ser la propia creación artística,
con lo que ello comporta en cuanto a una reflexión introspectiva
del artista y en cuanto a mantener cierta actitud rupturista
con las estéticas dirigidas a crear productos con una
función audiovisual determinada.
Esta vuelta a la creación
artística, no es una vuelta a la concepción artística
de los autores de los setenta, el contexto social y artístico
ha variado mucho desde entonces. Mientras los artistas conceptuales
desmaterializaban sus obras en aras de una función de
transformación social y ruptura con una CULTURA dominante;
hoy, ante la inmaterialidad y virtualidad de los modelos que
se nos proponen desde una supuesta postmodernidad, necesitamos
agarrarnos a la materia para sentirnos vivos. Ahora que las estrategias
bélicas y las políticas se nos presentan como estrategias
televisivas, y la búsqueda de la tercera dimensión
infográfica, para simular las batallas en los videojuegos,
se nos presenta como el Santo Grial tecnológico; los artistas
necesitamos tocar los objetos reales, relacionarlos con nuestros
propios cuerpos y proponer una representación, no como
sustituto de una realidad, sino como materia orgánica
transformada por el proceso de reflexión-creación.
La misma tecnología infográfica utilizada por los
artistas no construye simulaciones que autopublicitan la tecnología
sino que junto al vídeo, convierte la trama electrónica
de los monitores en una superficie donde las ideas se pueden
plasmar más fácilmente. |
Acciones e Instalaciones Es en este tipo de manifestaciones
donde mejor podemos ver la evolución de las actitudes
de los artistas ante el medio videográfico, en cuanto
que básicamente se trata de crear un contexto o un ambiente
con una imbricación de medios y técnicas, el vídeo
por lo tanto funciona sólo como una parte del discurso
total. Las instalaciones de Muntadas funcionaban como interrogaciones
ante los Mass Media que actúan como mediadores de una
cultura aparentemente invisible pero impuesta. Las propuestas
de F. Torres actúan uniendo las actitudes más primarias
del ser humano con las supuestas actitudes más civilizadas,
desvelando el parecido en sus estructuras. En las instalaciones
de Eugenia Balcells, su actitud es la de recomponer un paisaje
mental fragmentado, como una arqueología de su memoria.
Ya entrados en los ochenta las
instalaciones de Isabel Herguera actúan hurgando también
en su propia memoria, y surgen muchos artistas que comienzan
a trabajar la instalación. Para algunos eran una prolongación
de sus esculturas, para otros una incursión en el medio
plástico desde el audiovisual, muy pocos conseguían
encontrar una coherencia en esta disciplina, pero estaba en boga
y había que intentarlo.
En estos últimos cinco
años surgen con fuerza autores que parten de una lógica
diferente a la hora de acercarse al medio, sin ningún
prejuicio plástico anterior en este u otros medios. Unos
desde las actitudes más racionales, otros desde la introspección
más personal. Surgen así mismo grandes exposiciones,
organizadas por las instituciones, que acogen la obra de algunos
artistas que han trabajado la instalación videográfica,
mientras por otra parte existen muy pocas posibilidades de exponer
este tipo de obra tanto para los artistas que comienzan, como
para los que llevan un tiempo. Las Instituciones culturales siempre
tienden a mitificar figuras únicas, en lugar de apoyar
una infraestructura que posibilite actuar a los creadores. Y
los creadores son normalmente tan celosos de su propia actividad
que rayan con frecuencia el individualismo más férreo.
Más difícil ha
sido el camino de los que además de utilizar el medio
videográfico se han introducido en directo con su propio
cuerpo en acciones o performances en directo. Artistas como Esther
Ferrer, perteneciente junto a Walter Marcheti y Juan Hidalgo
al grupo denominado Zaj, sintetizaban una forma más musical
de entender la creación y marcaron una línea que
exceptuando algunos autores como Pedro Garhel, que incluían
el movimiento corporal en sus vídeos, han seguido en los
años ochenta.
Podemos preguntarnos sobre los
aspectos miméticos de las actitudes y de las obras, mímesis
respecto a su propio contexto espacio temporal y mímesis
de otros contextos artísticos. Ninguna época ha
estado exenta de una actitud mimética, pero en algunos
casos la asimilación es simplemente estilística
y las formas expresivas tomadas se convierten en formulas banales y acríticas.
Incluso en las actitudes conceptuales más politizadas
de los años setenta se asimilaban, como apunta Victoria
Combalía, estilemas propugnados desde el Art Language
del contexto americano, en el que se primaba la neutralidad,
el cientifismo y la impersonalidad del arte ante la sociedad.
Los actos miméticos son por otra parte necesarios o al
menos didácticos, por lo que tienen de presentaciones
ejemplares de actos pasados en el tiempo o de espacios lejanos.
La propia revisión cae
a menudo en una inevitable mímesis de la historia, pero
como aquella sirve para traernos al presente, es decir, presentarnos
rasgos de las tendencias que más han dominado cada época.
Cuando hablamos de tendencias en el vídeo-arte, hemos
de relativizar hasta el punto de pensar que después de
veintitantos años de existencia, aun es un anexo para
el Arte institucionalizado, y un producto de mala comercialización
para los galeristas y marchantes.
Lo que sí podemos asegurar
es que ya no es un arte ligado a las nuevas tecnologías,
en tanto que éstas son una realidad cotidiana. En cambio
si es una actitud artística, que refleja en este híbrido
mediático que es el vídeo, la capacidad de plasmar
reflexiones, interrogantes y contradicciones a nuestra propia
cultura. El vídeo así concebido es como un espejo,
hace que la televisión y la cultura que lo sustenta se
reconozcan como el monstruo publicitario que son. Y tampoco será
él quien las salve, pues el vídeo-arte es espejo
de su propio proceso, Narciso reflejado en las infectas aguas
de la cotidianeidad.
Difiero con los que piensan que
la edad de oro del vídeo artístico ha pasado, ha
pasado la moda del movimiento "sesentaiochista" y ha
pasado la fiebre tecnológica de los ochenta, es por lo
tanto el mejor momento para la creación. Los artistas
consagrados reniegan a veces de su papel de catalizadores de
un movimiento, no en el sentido de vanguardia sino en el sentido
literal. Lo que para algunos está acabado, supone para
los nuevos autores el comienzo. Los actos del pasado se nos presentan
como polos de referencia para la experimentación, polos
que a veces son simbólicos ya que sitúan a la obra
videográfica construida dentro de su propia materia tecnológica
(Nam June Paik...), o en un contexto objetual, en el que la televisión
es un fetiche cultural (Wolf Vostell..). Son independientemente
de estos u otros nombres propios actitudes muy generalizadas
en el arte contemporáneo, en el que el objeto artístico
sirve lo mismo para expresar como para ponerse en cuestión
a sí mismo. |
1.
Eugeni Bonet es co-autor, junto con J. Dols, A. Mercader
y A. Muntadas, del libro "En torno al vídeo".
E. Bonet en un articulo publicado para el "Panorama Europeo
del Vídeo Arte" con motivo de los actos de Madrid
Capital Cultural Europea, se refiere a una contrahistoria del
vídeo independiente en el sentido de reescribir la propia
historia. (VOLVER)
2. Victoria
Combalía en el catalogo destinado a la exposición
de Frances Torres, en el Centro de Arte Reina Sofía, hace
una interesante revisión del contexto de los artistas
conceptuales en los setenta. (VOLVER)
Selección Bibliográfica:
BAUDRILLARD, Jean. Cultura y
Simulacro. 1978 Ed. Kairós. Barcelona.
BATTCOCK, Gregory. La idea como arte. 1977 Ed. Gustavo Gili.
Barcelona.
BENJAMIN, Walter. Discursos interrumpidos. 1973 Ed. Taurus. Madrid.
BONET, Eugeni. DOLS, Joaquín. etal. En torno al vídeo.
1980 Ed. Gustavo Gili.Barcelona.
DELEUZE, Gilles. La imagen-movimiento. 1984 Ed. Paidos. Barcelona.
GONZALEZ REQUENA, Jesús. El Discurso televisivo. 1988
Ed. Cátedra. Madrid.
METZ, Christian. Lenguaje y cine. 1976 Ed. Planeta. Barcelona.
MITRI, Jean. Historia del cine experimental. 1974 Ed. Fernando
Torres. Valencia.
REKALDE, Josu. Bideo-Artea Euskal Herrian. 1989 Ed. Kriselu.
Donostia.
REKALDE, Josu. El Vídeo de Creación en España.
Revista Cinevideo 20 Nº 92.
VVAA. Lo Tecnológico en el Arte. 1998 Editorial Virus.
Barcelona.
VV.AA. Videoculturas de fin de siglo. 1989 Ed. Cátedra.
Madrid.
ZUNZUNEGUI, Santos. Pensar la imagen. 1989 Ed. UPV/Cátedra.
Madrid |
Iosu Rekalde,
profesor de la Facultad de Bellas Artes |