La suya no es una historia común.
La vida de Mario Salegi Ostolaza comenzó el 17 de abril
de 1918 en Donostia. En sus años de juventud estuvo afiliado
a las Juventudes Comunistas y luego a Jagi Jagi. Tomó
parte en la Guerra Civil como voluntario de ANV (más tarde
batallón Euzko Indarra), y fue conspirador con Gran Bretaña
contra Franco; también participó en las luchas
internas de los nazis al comienzo de la Segunda Guerra Mundial,
contienda que finalizó alistado en la Marina de Estados
Unidos. Exiliado político en Londres, París, México
y EEUU, Salegi es ciudadano americano desde 1946. A pesar de
haber conocido todo tipo de oficios destaca en este donostiarra
su actividad como periodista y escritor. Colaborador de Novedades,
Daily News y las editoriales Patria y Cesarman de México,
fue corresponsal de La Opinión en Brasil, Guatemala, Costa
Rica y Panamá. A finales de 1959 trabajó en Library
Journal de Nueva York, y fundó su propia editorial unos
meses después. Ha publicado "Operación Carlomagno"
(Libertarias, 1988) y "Morir en Irún" (Elkar,
1980), finalista del Premio Planeta en 1977.
Desde su apartamento de Manhattan, Salegi comenta que vuelve
a Donostia "por lo menos una vez al año; me encantaría
mudarme de una vez por todas a Euskal Herria".
-¿Qué recuerdos
guarda de su infancia en Donostia? Mis primeros años
de vida fueron agradables y también desagradables, sin
saber por qué, era consciente de que algo extraño
me estaba ocurriendo. Mi madre era una joven soltera de diecinueve
años cuando me tuvo. Su hermano le dijo que un hijo en
esas condiciones era impensable y que me enviase a la inclusa.
Para evitar perderme mi madre me llevó a casa de mi tía,
que acabó convirtiéndose en una bruja para mí.
Vivíamos en el muelle, y allí todo el mundo conocía
a mi padre menos yo. Había un hombre que cada vez que
me veía me regalaba un duro, toda una fortuna en aquellos
años. Con el dinero siempre compraba libros, y me pasaba
el día leyendo. Mi padre me pagaba clases en las mejores
escuelas privadas de la ciudad, quería que yo fuera banquero,
como él, y acudí a clases de contabilidad y delineación.
Por libre yo estudié bachillerato, en el fondo yo quería
estudiar filosofía y letras.
-¿Cómo
fue su paso por las Juventudes Comunistas de Euskadi? Yo era muy joven,
tendría catorce o quince años y como militante
vendía el periódico del partido, "Euzkadi
Roja", para fastidiar a mi padre, que era del PNV y tomaba
café en el bar Txoko. Solía ponerme en la puerta
del establecimiento gritando: "Euzkadi Roja, órgano
del Partido Comunista de Euzkadi". Los amigos de mi
padre, que me conocían, me compraban todos los periódicos
y los tiraban a la basura. Yo volvía al local del partido,
recogía más ejemplares y repetía toda la
operación.
-¿Cuál fue
la razón que le hizo darse de baja del Partido Comunista? En el verano de 1935
se celebró en París una gran conferencia antifascista
organizada por los intelectuales franceses en la Mutualité.
Yo acudí al acontecimiento como secretario de las Juventudes
Contra la Guerra y el Fascismo. Fui con dos amigos andando desde
Donostia, caminábamos 30 o 40 kilómetros al día,
dormíamos en el campo, y comíamos en cualquier
sitio. Tardamos 20 o 25 días en llegar. En el congreso
tuve ocasión de conocer a figuras literarias como Louis
Aragon, André Malraux, o André Gide. La mayoría
de los presentes eran liberales, aunque también había
gente de toda Europa y de la emigración alemana. El hecho
que me hizo cambiar mi opinión hacia el partido fue una
breve conversación con Gustav Regler, un comunista alemán
refugiado en Moscú. Comentó algo que no me gustó
absolutamente nada, no recuerdo bien lo que fue, pero sí
sé que estaba relacionado con la "caza de brujas"
en Moscú. Cuando volví a Donostia dejé las
Juventudes Comunistas y empecé a acercarme a Jagi Jagi.
-¿Qué opinión
le merece la actualidad política de Euskadi? El problema político
vasco de hoy es bastante complicado. Todo el mundo sabe que yo
siento inclinación por la izquierda abertzale, aunque
de la izquierda
abertzale tampoco me gusta todo. Echando un vistazo a los últimos
años, opino que Lizarra Garazi ha sido la mejor apuesta
que se nos ha presentado. En todo momento se le ha echado la
culpa a ETA del fracaso del acuerdo, pero fue Lizarra quien no
hizo absolutamente nada. Hablan de "construir Euskal
Herria", aunque yo creo que se debería de hablar
de la "reconstrucción de Euskal Herria".
-¿En qué
se basaría esa reconstrucción? Euskal Herritarrok
habla de la soberanía de los 7 herrialdes; yo no veo esto
demasiado claro, porque en estos momentos el sur de Navarra está
muy españolizado. Creo que habría que buscar una
forma de atraer a Navarra a través de una política
inteligente de tipo económico, cultural y educativo. En
la actualidad todos hablan sobre la violencia y contra la violencia,
pero yo estoy completamente seguro de que si se dieran unos pasos
en firme para crear y empezar a trabajar en la reconstrucción
de Euskal Herria, la violencia desaparecería, porque su
existencia no tendría sentido.
-¿Cuál sería
el procedimiento a seguir? Desafortunadamente
los vascos no somos muy abiertos, no estaría nada mal
que gente de Euskadi pasara diez o veinte años en el exterior.
En mi opinión es muy importante tener una visión
global para poder trabajar en algo concreto. A mi juicio, el
trabajo más importante sería organizar un buen
sistema de educación primaria, secundaria y universitaria,
con un periodo de tiempo que permitiera hablar y recibir una
educación en euskara. Hay que reconstruir Euskal Herria
desde la educación y la cultura. Opino que la Universidad
debería enviar gente al exterior que dé con la
mejor fórmula de educación que exista. Soy de los
que piensa que si se va a hacer algo, hay que hacerlo lo mejor
posible.
-En
su opinión, ¿sería factible la unidad de
Euskal Herria? Pensar en este momento
en la unidad de Euskal Herria me parece una utopía. A
mi juicio, Euskal Herria será estado cuando haya una reforma
total en Europa. Es muy importante plantear una unidad, pero
también es indispensable presentar una contra propuesta.
Así, yo estoy dispuesto a trabajar por una Federación
Española basada en el derecho a la autodeterminación.
Al mismo tiempo, abogo por la creación de un movimiento
de minorías europeas unidas, capaces de hacer frente a
la globalización.
-A su juicio, ¿cuál
es el papel de la juventud vasca en el conflicto? La fuerza y la energía
que tienen los jóvenes de Euskadi no existen entre ninguna
otra juventud; el problema está en encaminarlas por senderos
constructivos, a los jóvenes hay que darles una salida
mucho más amplia e importante, de tipo cultural e intelectual.
Estoy convencido de que los jóvenes vascos son mucho más
fuertes que los españoles, e incluso que los estadounidenses.
-¿Hasta qué
punto son conscientes los vascos de la diáspora de la
problemática de Euskadi? Euskal Herria se
conoce muy poco en el exterior; creo que los colectivos vascos
de América deberían tener la misión de desarrollar
qué es Euskal Herria, para luego darlo a conocer en su
lugar de residencia. Esto supondría internacionalizar
el conflicto vasco. Hace dos años, en una entrevista que
me hicieron abogaba por la creación de un Congreso Vasco
Internacional; en él tendrían
cabida vascos y americanos, y su misión sería trabajar
en conjunto para dar a conocer la realidad de la problemática
vasca. En Estados Unidos hay cerca de 50.000 vascos, pero entre
Uruguay, Argentina y Chile hay más de medio millón,
el número supera a los vascos residentes en Euskadi. Me
gusta lo que está haciendo Euskal Herritarrok: una recogida
de firmas para crear un carné de identidad. Me gustaría
que los vascos de la diáspora tuviéramos un carné
que nos permitiera volver a Euskal Herria.
-¿Cree que las Euskal
Etxeas de América deberían involucrarse más? En Nueva York existe
una oficina de estudios vascos que hace algunos trabajos, aunque
yo creo que habría que movilizarlos más. Euskal
Etxea se creó a principios de siglo, a iniciativa de los
marineros de Bizkaia que llegaban hasta aquí en barco.
Estos decidieron guardar un espacio que sirviera de centro de
reuniones, sala de juegos, de fiestas... Hoy en día opino
que están muy bien pero se centran en el folclore y los
aspectos lúdicos; a este respecto sí pienso que
deberían involucrarse más. Una donostiarra residente
aquí y yo hemos empezado a trabajar en un proyecto de
casa vasca en Nueva York, con las siguientes características:
un pequeño hotel pensado para estudiantes o gente que
venga de vacaciones, un restaurante vasco que ofrezca clases
de cocina vasca, una sala de conferencias en la que diferentes
personalidades expondrían temas relacionados con Euskal
Herria, y una biblioteca bien montada que permitiera llevar a
cabo tesis sobre el País Vasco. También estamos
estudiando la posibilidad de crear unas oficinas cerca de las
Naciones Unidas que permitieran trabajar para promocionar Euskadi
a nivel internacional.
-Usted
es ciudadano americano desde 1946, ¿recomendaría
Estados Unidos como lugar de residencia? Estoy viviendo en
Nueva York desde 1960, aunque también he residido en California,
y en un pequeño pueblo de Wisconsin. En este país
he conocido muchas cosas, he trabajado como periodista, editor,
e incluso como delineante. Estuve perseguido por el macartismo
que me acusó de comunista e incluso como espía
ruso del Komitern. En 1975 se aprobó una ley a través
de la cual todos los ciudadanos americanos que quisieran podían
consultar sus expedientes. Yo pedí el mío, y me
quedé alucinado por la cantidad de datos, nombres y fechas
que aparecían tachados como "secret". No recomiendo
Estados Unidos como país de residencia, opino que es un
lugar con muchas oportunidades y del que se pueden aprender muchas
cosas. A la gente que viene le digo lo siguiente: "quédate
una temporada, aprende todo lo que puedas, y vuelve a casa".
-Si pudiera, ¿cambiaría
alguna de las decisiones que ha tomado a lo largo de su vida? Acabo de recibir
una carta del Gobierno Vasco a través de la cual me niegan
la pensión. Esto me ha hecho pensar mucho en la injusticia
que se ha cometido con los gudaris en Euskal Herria. A veces
llego a pensar de esta forma.
No me arrepiento de nada, no puedo quejarme, vivo bien, pero
si hubiera sido un informante de los servicios secretos americanos
estoy seguro de que viviría mucho mejor. Tuve una entrevista
con ellos en Wisconsin, me pidieron que fuera testigo en Washington
contra la Brigada Internacional. Les respondí que sobre
mí podía contarles todo lo que quisieran pero que
sobre el resto no tenía ni idea. Esto ocurrió hacia
1950, más tarde llegaron las vigilancias, los teléfonos
pinchados... nunca les di razones para que me acusaran. Fotografías:
Oihana Pagola
Euskonews & Media 87.zbk (2000
/ 7 / 14-21) |