El rostro de Luis Olarra (Tolosa, 9-X-1902)
hospeda los sinsabores y las dichas de una trashumante vida de
97 años. Una vida que recoge acontecimientos tan cruentos
como una guerra civil, y ocasiones tan memorables como una conversación
con Miguel de Unamuno; quince días antes de su muerte,
o la asistencia al Congreso de Paz de Helsinki en 1964. Después
de haber residido en ciudades tan dispares como Donostia, París,
Madrid, Londres o Benidorm, Olarra confiesa haber vuelto a Tolosa
"para pasar los últimos días de mi vida aquí,
en casa". Sorprende la fidelidad y exactitud de su memoria,
sus palabras son capaces de desprender datos, nombres y fechas
tan distantes para algunos como la Revolución de Asturias,
la proclamación de la República o la muerte de
Pío Baroja. Testigo de episodios que una vez cambiaron
el mundo, amigo de poetas y artistas como Emeterio Arrese.
-Usted ha sido el último
en entrevistar a Miguel de Unamuno, ¿cómo fue aquel
encuentro?
Mantengo muy vivo el recuerdo de aquella visita. Ocurrió
el 15 de diciembre de 1936, quince días antes de su muerte,
en Salamanca. Yo llevaba ya un mes en la ciudad con mi novia,
pero no me decidía a visitarle porque siempre veía
guardianes en el portal de su casa. Aquella tarde de diciembre,
viendo que la entrada de su residencia aparecía solitaria,
decidí subir al piso. Me abrió la puerta una de
sus hijas y me invitó a pasar. A los pocos minutos apareció
su padre: Don Miguel de Unamuno. Conversamos durante toda la
tarde, y sobre muchos temas. Él habló de la bandera
roja y gualda, cuyo amarillo representaba el pus y cuyo rojo
era sangre, y Don Miguel gritaba frenético, que ya no
podía aguantar más. "Un día saldré
y en medio de la Plaza Mayor llamaré asesinos a Franco
y a sus secuaces", exclamó. (desarrollado
y publicado en la revista Alderdi nº 214-215, año
1965).
-Entonces, son falsos los
testimonios que presentan a Unamuno como franquista...
Absolutamente. Yo estaba harto de leer mentiras, falsedades y
estupideces sobre la manera de pensar y sentir de Unamuno, este
fue el principal motivo que me impulsó a hacer la entrevista.
Me dijo que si iban a buscarle lo sacarían "muerto".
Pasó el tiempo y supe que Ramón Gómez de
la Serna estaba escribiendo una biografía de Miguel de
Unamuno en América. Él huyó de España
con la terrible impresión de que Unamuno era falangista,
por culpa de la prensa franquista. Le escribí una carta
a Gómez de la Serna aclarándole las ideas de don
Miguel y el me respondió diciendo: "después
de tanto trabajo, he recibido tu carta y he destruido todo".
Lo mas grande es que Ramón creyó en mí e
hizo desaparecer un libro ya terminado.
 José Manuel Atxaga,
Luis Olarra y Juan Garmendia Larrañaga
-Tuvo la oportunidad de
conocer a muchos escritores de la generación del 98, ¿intimó
con alguno en especial?
He tenido la gran suerte de estrechar la mano de muchos escritores
de la generación del 98. Conocí a bastantes jóvenes
como el hijo de Valle Inclán, Marquelie, Emma Penella,
Julio Camba que diaramente comían en la tabernilla de
Máximo. Me acompañaba, a veces, Julio Caro Baroja.
Tuve bastante relación con Pio Baroja, su hermano Ricardo,
con Antonio Machado, Marañón, Azorín, Emeterio
Arrese, Felix Urabayen, Antonio Espina
Mantuve una larga relacion, por carta, con Ramón, quien
me envió varios libros suyos desde Buenos Aires, con dedicatorias
muy rumbosas, y una foto con su "excepcional amistad."
-¿Recuerda algún
acontecimiento en particular de aquellos años?
La muerte de Pío Baroja en octubre de 1956. Yo fui el
único que veló su cadáver la noche aquella,
su sobrino Julio no admitió a nadie más. Por la
mañana, trajeron el ataud, que ostentaba una gran cruz
encima, y yo estaba con el doctor Arteta, quien al ver la cruz
protestó y pensó quitarla, pero antes quiso consultar
con Julio y volvió con el consentimiento de quitarla.
Tardaba en arrancar la comitiva y el Doctor Val y Vera preguntó
a un mozo de la funeraria "¿a que esperamos?"
y le contestó, "a que lleguen los curas",
y Val y Vera respondió, "en este entierro no hay
curas ni leches", y arrancó el cortejo, entre
los que se encontraban un Ministro de Franco, Hemingway, Camilo
Jose Cela y otros.
-En los años de
guerra y de dictadura, ¿también se declaró
ateo?
No pisé la iglesia en toda la época franquista,
excepto para casarme y por respeto a mi mujer.
-Sus principios y sus ideas
le habrán causado algún que otro contratiempo...
La verdad es que las casualidades
y la suerte me han salvado la vida más de una vez; lo
cuento y parece increíble. El 18 de julio de 1936 yo me
encontraba en Vitoria, visitando a mi novia, Pilar Sánchez
Bordona. En la capital alavesa estaba muy bien porque no me conocía
nadie, pero cuando los requetés tomaron Tolosa sentí
miedo por mi familia y volví a casa. Nada más llegar
mi padre me dijo que huyera, porque estaban asesinando a mucha
gente inocente por pensar de una manera determinada. Conseguí
los salvoconductos gracias a que quienes llevaban los papeleos
eran de fuera y volví a Vitoria. Nada más llegar,
me contaron que la noche posterior a mi partida me habían
buscado para llevarme al "paseíto" (a la cuneta,
donde todas las noches fusilaban a alguien). Aquella casualidad
me salvó la vida.
-También fue miembro
del Centro Republicano...
Sí, desde joven fui miembro del Centro Republicano de
Tolosa; hubo un tiempo en el que fui directivo y bibliotecario,
pero nos dimos de baja David Alvarez y yo, por el aire tan moderado
o conservador de su presidente Alcalá Zamora. Nosotros
eramos más radicales. Después del encuentro con
Unamuno, volví a Tolosa y una mañana, me detuvieron
un Guardia Civil y un Requeté. Presté declaración
ante un comisario, y por confusión de éste, me
dejaron libre. Otra casualidad que me libro de la muerte.
Siempre he tenido amigos porque
nunca he hecho mal a nadie; tenía amigos en los dos bandos,
y al ser de fuera el Comisario, tenía que consultar con
los jefes de Tolosa, que por lo visto le hablaron bien de mí.
El hombre parecía alucinado.
Los de comisaría me dijeron que cogiera el fusil para
luchar a su lado y ante mi negativa me ofrecieron trabajar en
alguna oficina para ellos. Yo les respondí con total tranquilidad
que jamás trabajaría para ellos porque me daría
mucha vergüenza. Me dejaron marchar. No me gusta hablar
de mí porque parece que estoy contando un cuento...
-Pero un cuento más
que interesante...
La verdad es que ahora, después de tantos años
me paro a pensar y me da la sensación de que he vivido
muchas vidas distintas, me han pasado tantas cosas...
-¿En qué
tipo de oficios ha trabajado? ¿A qué se ha dedicado?
De joven, tuve que dejar los estudios de bachiller en cuarto
año, por enfermedad,: me ofrecieron darme clases en verano
pero eso de que los demás se fueran a nadar mientras yo
estudiaba, no me hacia ninguna gracia y
con gran disgusto de mis padres, dejé los estudios para
empezar a trabajar en casa, en la Chocolatería de mi padre.
Mi afición a la pintura
me llevó a presentar un cuadro entre los artistas Noveles
de la Diputación de San Sebastián, donde me premiaron
y luego, al conocer la obra del Greco en el Prado y en Toledo,
dejé la pintura, me di cuenta de que ya se había
pintado todo.
Escribí poesías
en BOLAS, una revista quincenal que publicábamos en Tolosa.
Me llamaban el "poeta chocolatero". Conocí a
Emeterio Arrese, el mejor poeta vasco que ha existido, pero eso
es otra vida...Más tarde me dediqué a la litografía,
arte que siempre me ha parecido fascinante, y también
fuí obrero, al mismo tiempo que socio del Casino.
Al quedarme sin trabajo en Barcelona,
estudié para unas oposiciones de plazas de Catastro en
Madrid, y aprobé en expectación de destino, pero
al estallar la Guerra no pude ejercer y volví de nuevo
a la litografía.
Mi familia era de clase media,
pero para mí, ser obrero ha sido siempre el mayor orgullo
del mundo, cosa que conseguí a pesar de mi familia, trabajando
como tal hasta mi jubilación, en Tolosa, Bilbao, Rentería,
Zarautz, Gijón, Paris, Barcelona, Zaragoza y Madrid, y
como ayudante de secretaría en la Escuela de Magisterio
de Donostia. ¡He hecho tantas cosas!.
También he sufrido el
paro pero familiares o amigos siempre me encontraban trabajo.
Todas eran buenas personas en aquella época, mejor gente
que ahora.
-¿Siempre mantuvo
su afición por la escritura?
Sí, he escrito unas cuantas cosas pero siempre como anónimo.
Llegué a redactar una novela de 400 páginas, en
ella hablaba sobre muchas cosas de Tolosa que ya se han olvidado,
pero la quemé. Cuando pienso en aquello siento una pena
tremenda.
-Asistió
al Congreso de Paz celebrado en Helsinki en 1964, ¿tuvo
ocasión de conocer a Pablo Neruda?
Sí, tuve la gran suerte de convivir con el poeta los días
del Congreso, incluso guardo una fotografía en la que
aparezco yo con los tres nobeles (Miguel Ángel Asturias,
Sartre, Neruda). Neruda pronunció aquel famoso discurso:
"... América se tragó California, se comió
Texas, Florida..., pero se le rompieron los dientes en Cuba".
Guardo un recuerdo muy bonito, tenía un libro en el que
aparecían los nombres de todos los asistentes, pero tuvo
que ser destruido por miedo a que la dictadura lo descubriera.
-Ha vivido en lugares y
ciudades muy diferentes, ¿cómo así ha vuelto
a Tolosa?
Tengo 97 años y una vida que pueden ser dos, tres, o más.
Soy viejo y he vuelto a casa a pasar los últimos días
de mi existencia. A esperar la visita de la muerte... Fotografías:
Teresa Sala
Euskonews & Media 86.zbk (2000
/ 7 / 7-14) |