LA
CIUDAD MEDIEVAL
Según Jacques Heers la
ciudad medieval no responde a un modelo único, cada ciudad
es distinta a las demás, tiene sus propias características
fruto de "una personalidad continua, constantemente renovada
y en definitiva nunca concluida". Es cierto que ni las motivaciones
creadoras, ni el papel desempeñado en los entornos donde
se ubican, ni el desarrollo o crecimiento que alcanzan es similar
para todas ellas. Sin embargo las ciudades por muy diferentes
que sean entre sí, tienen todas ellas elementos comunes
que las definen como tales y las distinguen de otras realidades.
En primer lugar el origen de su creación suele ser un
documento fundacional redactado por el monarca o señor
del territorio en el que quedan establecidas las condiciones
de la relación que va a establecerse entre él y
los pobladores del nuevo lugar. En segundo lugar se elige para
su establecimiento un emplazamiento deshabitado en el que crean
un habitat concentrado y cerrado en contraposición con
el sistema abierto y disperso del mundo rural.
La combinación de estos
dos elementos genera una realidad espacial, jurídica y
social totalmente diferente al entorno en el que se ubican. El
desarrollo del documento fundacional que establece los privilegios
del nuevo grupo social, creará una sociedad totalmente
diferente: en cuanto a sus libertades personales; en cuanto a
sus actividades económicas, que dejan de ser exclusivamente
agrícolas para poder decidarse a los trabajos artesanales
y al comercio; y en cuanto a su autonomía, ya que tendrán
la capacidad de autogobernarse por medio de la elección
de sus cargos concejiles. No obstante estas desigualdades sustanciales,
el nuevo grupo urbano siente la necesidad de acrecentar las diferencias
dejando bien patente, desde el punto de vista físico,
y espacial, que quieren ser otra realidad. Para ello construyen
sus viviendas agrupadas en un espacio que cercarán de
inmediato para protegerse de los enemigos y también para
diferenciarse y no confundirse con los no privilegiados. (INDICE)
PROCESO
URBANIZADOR EN EL PAIS VASCO
Hasta mediados del siglo XII
el territorio del País Vasco (Guipúzcoa 1.997 Km
2 , Vizcaya 2.217 Km 2 , y Alava 3.047 Km 2 ), montañoso
y boscoso estaba organizado en comunidades rurales agrupadas
entre sí en valles y universidades.
Pero a partir de 1140 con la fundación de la villa Alavesa
de Salinas de Añana por Alfonso VII, comenzó un
intenso proceso de urbanización que transformó
totalmente la organización general del espacio y la jerarquía
de los núcleos de poblamiento en favor de las villas.
En los doscientos cincuenta años siguientes se crearon
21 villas en Vizcaya, 23 en Alava (incluyendo la primera) y 25
en Guipúzcoa. Este proceso se enmarca en una política
de promoción urbana, activa y programada por los reyes de Castilla en
los primeros siglos, XII y XIII, aunque al final del proceso
las nuevas fundaciones se realizaron, en su mayor parte, a petición
de los pobladores del territorio (1).
El proceso urbanizador de Alava
duró dos siglos. Comenzó con la creación
por parte del monarca castellano Alfonso VII, de la villa de
Salinas de Añana en 1140, para proseguir en una primera
etapa, con la actuación de los reyes navarros en la
zona este de la provincia, que estaba bajo su dominio. Crearon
villas con marcado carácter defensivo. Sancho VI el Sabio
fundó Laguardia (1164), Vitoria (1181), Antoñana
(1182), Bernedo (1182), La Puebla de Arganzón (1191),
y Sancho VII Labraza (1196). Crearon estas villas para proteger
la frontera navarra con la castellana y esta motivación
se refleja en el emplazamiento elegido, generalmente se sitúan
en un promontorio de fácil defensa.
Pasado
el territorio alavés al dominio de la corona de Castilla,
en 1200, se produce un segundo impulso urbanizador por
parte de los reyes castellanos, a quienes interesa fundamentalmente
reforzar la frontera con el reino de Navarra y abrir vías
de comunicación transitables y seguras desde el centro
de sus dominios hasta los puertos de la costa norte. Para defender
la frontera se crean Salvatierra (1256), Corres (1256), Santa
Cruz de Campezo (1256), Contrasta (1256) y Berantevilla (1299).
La villa de Salvatierra sirve también de etapa en la ruta
que comunica el territorio alavés con las villas guipuzcoanas
que facilitarán el acceso a los puertos de San Sebastián
y Guetaria. Y Arceniega (1272), creada por Alfonso X, tiene como
finalidad ejercer de etapa en la ruta hacia los puertos de Laredo
y Castro Urdiales.
El tercer período
urbanizador se produce en la primera mitad del siglo XIV. Parece
que en este período los reyes procuran reorganizar el
territorio y la población bajo la nueva forma de poblamiento,
creando villas en las que se agrupan varias aldeas existentes.
Generalmente se producen estas nuevas fundaciones a petición
de los pobladores, que con ese régimen jurídico
se encuentran más protegidos. San Vicente de Arana (1308-1319)
es un claro ejemplo de fusión de dos pequeñas aldeas.
Pero no es esta la única motivación sino que se
intenta articular el territorio haciendolo más transitable,
seguro y preparado para la actividad comercial. Por ello se crea
Villarreal de Alava (1333), como encrucijada de caminos y también
como etapa para el tránsito por la ruta hacia el puerto
de Deva. Alegría y el Burgo (1337) están situadas
en la ruta entre Vitoria y Salvatierra. Y Monreal de Zuya (1338)
es un punto intermedio en el camino entre Vitoria y Arceniega.
En Guipúzcoa el
proceso es bastante similar aunque un poco más tardío,
tiene un retraso de cuarenta años. Empieza en 1180 y finaliza
en 1383. Al igual que en Alava son los reyes navarros quienes
inician el proceso urbanizador. En 1180 el rey Sancho el Sabio
funda la ciudad de San Sebastián para lograr con ello
una salida de Navarra al mar, y un puerto por donde encauzar
su actividad comercial. Pero este proyecto navarro se verá
truncado veinte años más tarde, cuando en 1200
toda Guipúzcoa pase a depender de Castilla.
En una segunda etapa se
crean los puertos de Fuenterrabía (1203), Guetaria (1209),
Motrico (1209) y Zarauz (1237). Posteriormente y coincidiendo
con la segunda etapa del proceso alavés, el rey Alfonso
X prosigue con la misma política de crear condiciones
óptimas para el desarrollo de las rutas terrestres hasta
los puertos de la mar. Para ello crea en Guipúzcoa las
siguientes etapas en la ruta: Tolosa (1256), Segura (1256), Ordizia
(1256), Mondragón (1260) y Vergara (1268).
Establecidos los puertos y puestas
las bases para garantizar el acceso a ellos, cuarenta años
más tarde se reinicia una tercera etapa (1310-1347),
en la que se organiza la frontera oeste. Es el período
de mayor número de fundaciones, diez en total. Al comprobar
su localización en el mapa es fácil comprender
cúal ha sido su motivación; salvo Rentería
y Zumaya, las demás están lindando con el Señorío
de Vizcaya, en donde las quejas sobre ataques son abundantes.
Los habitantes de Eibar y Azcoitia (guipuzcoanos) se quejan ante
el rey de los ataques de las gentes de Vizcaya, y los de Marquina
y Elorrio (vizcaínos) protestan de los abusos a los que
les someten los guipuzcoanos. Se crean: Azpeitia (1310), Rentería
(1320), Azcoitia (1324), Salinas de Léniz (1331), Elgueta
(1335), Deva (1343),Placencia (1343), Eibar (1346), Elgoibar
(1346) y Zumaya (1347).
Despues de un parón de
aproximadamente treinta años se inicia la última
fase de creaciones urbanas de 1371 a 1383. Las nuevas poblaciones
tienen características similares a las que se crean en
el último período alavés. Por lo general
se otorgan las cartas de población a comunidades rurales
ya existentes con anterioridad, que solicitan de los monarcas
el derecho a constituirse en comunidades urbanas. En su solicitud
siempre esgrimen las mismas razones, alegan que vivirán
más seguros si viven agrupados y defendidos por una muralla,
y de esta forma siempre podrán servir mejor al rey. Pero
el enemigo no siempre proviene de otros reinos,sino que son los
propios señores de la zona quienes perturban la paz y
tranquilidad. En este período se crean Usúrbil
(1371), Orio (1379), Hernani (1380), Cestona (1383) y Villarreal
de Urrechua (1383).
El Señorío de
Vizcaya sigue su propio ritmo un poco más tardío
incluso que el de Guipúzcoa, y a diferencia de las otras
dos provincias sus villas son fundadas por poderes señoriales
y no reales, son los señores de Vizcaya quienes organizan
la urbanización del territorio.
Excepto la villa de Bermeo que se crea en 1236, parece que en
una primera etapa interesa más el afianzamiento
de las rutas terrestres, creándose Valmaseda (1190), Orduña
(1229), Ochandiano (1254) y Lanestosa (1287). Todas estas villas
están situadas en puntos estratégicos de los caminos
y rutas que atraviesan el Señorío. A finales del
s. XIII y comienzos del siglos XIV, en una segunda fase
se crean sólo villas costeras Plencia (1299), Bilbao (1300),
Portugalete (1322), Lequeitio (1325) y Ondarroa (1327). En una
tercera fase se cumplen dos objetivos, primeramente, al
igual de lo que sucedía en Guipúzcoa, pero unos
años más tarde, se fortalece la frontera con la
provincia limítrofe, se crean Marquina (1355), Elorrio
(1356), Ermua (1372) y Durango (1290-1372), que así mismo
cumplen la función de articular el espacio y facilitar
el tránsito hasta los puertos marítimos anteriormente
fundados. El segundo objetivo consiste, como en las otras dos
provincias, en organizar el territorio, creando en su interior
poblaciones urbanas de las que se esperaba un buen desarrollo
posterior en sus actividades económicas y artesanales.
Dentro de este gupo podríamos incluir las últimas
fundaciones Guernica (1366), Guerricaiz (1366), Miravalles (1375),
Murguía (1376), Larrabezúa (1376), y Rigoitia (1376).
Estas últimas villas no tienen los mismos privilegios
que las fundadas en los primeros tiempos. Y a diferencia de lo
que sucede en Alava y en Guipúzcoa, que son las aldeas
existentes o los parroquianos o concejos del lugar quienes solicitan
las creaciones urbanas, parece que en Vizcaya se crean en espacios
vacíos, en mortuorios, y se anima a la población
del entorno para que acuda a poblar allí, y se les dice
que deben de rodearse de cercas y murallas, esto sucede en las
villas de Marquina, Elorrio, Guerricaiz, Miravalles, Munguía,
Larrabezúa y Rigoitia. (INDICE)
PROBLEMAS
Y FUENTES DE INFORMACIÓN PARA EL ESTUDIO DEL URBANISMO
MEDIEVAL
En la documentación fundacional
se nos informa por lo general de las motivaciones que estimulan
las creaciones urbanas, si son por voluntad del creador, o si
son como resultado de la petición de los pobladores de
la zona y las condiciones jurídicas que se les imponen.
Respecto a la forma de construir estas villas nada o muy poco
dejan entrever las cartas de población. Todo ello debe
deducirse del análisis posterior de sus documentos y de
la ciudad misma.
Las fuentes de información
histórica que debemos emplear para recuperar el conocimiento
y la imagen de la ciudad medieval son de cáracter indirecto,
en ellas se reflejará la imagen de la ciudad, pero casi
nunca el objetivo de estas fuentes de información, cuando
se realizaron, fue el de iluminar a las sociedad futura sobre
la forma urbana. Debemos señalar que las fuentes de
información indirectas: textos de época, iconografía
histórica y cartografía primitiva, tampoco son
frecuentes para cada una de las ciudades, sin embargo es imprescindible
realizar una búsqueda exhaustiva de estas materias informativas
y saber interpretarlas correctamente para aprovechar la información
veraz que en ellas se contiene y no confundirnos con los elementos
ficticios o fantásticos que puedan presentarnos, sobre
todo las fuentes gráficas.
El paisaje urbano ha podido ser
conocido, aunque con dificultad, a través de descripciones
textuales. Para la historiografía tradicional ha sido
la forma más usual de acercarse al espacio físico,
por no decir la única. Ello ha implicado un conocimiento
escaso, parcial y deformado de la realidad física de la
ciudad histórica. Sin embargo hoy día, todavía,
buena parte de los historiadores no conceden al espacio físico,
construido por una sociedad determinada y en el cual van a desarrollar
sus actividades económicas, sociales y políticas,
la atención debida. Esto se produce, en parte, porque
su fuente de información sigue siendo la textual, y esta
no es generosa a la hora de ofrecer datos urbanísticos.
Si analizamos pormenorizadamente
la documentación urbana medieval pocas noticias harán
referencia al aspecto físico de la ciudad. Se mencionan
los nombres de las calles, pero poco o nada se dice sobre su
trazado, dimensiones, u ocupación. Se habla de plazas,
y hasta en las villas más pequeñas hay varias plazas,
sin embargo sabemos que no pueden tener la concepción
urbanística moderna, ya que no habría espacio intramuros
para todas ellas, deben ser poco más que encrucijadas
entre varias calles en la mayor parte de los casos. Podemos tener
noticia de la construcción de una casa por un vecino,
pero en este caso tampoco se nos informará de sus dimensiones,
ni de los huecos a la calle que se abrirán en sus muros,
ni del número de pisos que pueda tener, ni los materiales
constructivos que va a emplear. Con estas informaciones es muy
difícil llegar a conocer realmente cómo se construyó
la ciudad y las viviendas urbanas, como quedó constituido
el paisaje urbano y cómo se fue transformando.
Ciertamente entresacarle este
tipo de información a los textos urbanos medievales es
muy difícil, pero no imposible, aunque requiere un gran
esfuerzo y la aplicación de una metodología minuciosa.
En primer lugar hay que revisar un gran volumen de documentación.
Y en segundo lugar debemos tener presente un cuestionario exhaustivo
en relación al urbanismo y a la arquitectura urbana, en
el que nos planteemos todo tipo de preguntas, aún suponiendo
que muchas de ellas quedarán, posiblemente, sin respuesta.
De esta forma aunque no existan gran número de documentos
que nos hablen directamente del diseño urbano de la ciudad
medieval, ni de sus formas constructivas, a partir de pequeñas
informaciones que podamos encontrar escondidas en otros temas
podremos hacernos una idea de cómo fue la ciudad medieval
y la percepción que de ella tuvieron sus habitantes. En
tercer lugar es imprescindible realizar un análisis comparado
de los diversos núcleos urbanos de la región porque,
siendo los paisajes urbanos regionales bastante similares, las
informaciones de unas y otras villas pueden ser complementarias en esta materia. De esta
manera se podrá completar nuestro conocimiento de la ciudad
medieval, aunque la sociedad que la creó no fuera consciente
del interés que este tema pudiera suscitar a sus sucesores
en la ocupación del espacio urbano (2).
La iconografía histórica
es otra posibilidad informativa a la que debemos recurrir siempre
que sea posible.
En general podemos decir que
hasta el s. XIV la representación urbana en el mundo Occidental
no es más que un ideograma, un signo convencional que
combina dos elementos: el continente representado por un recinto
flanqueado por torres y el contenido, que siempre es el mismo,
torres de castillos, o iglesias. En la Alta Edad Media el recinto
se representa como una forma estereotipada, como un hexágono
regular con torres en los ángulos, para dar paso poco
a poco a un octógono y luego a un círculo. En esta
época sacudida por las invasiones, la ciudad se sentía
como un elemento protector, como un refugio para el individuo necesitado de seguridad,
por ello se representa como un círculo torreado. Sin embargo
únicamente se representan las estructuras pétreas
más patentes, no contienen ninguna información
de la vida que puede discurrir en su interior (3).
Todas estas imágenes urbanas responden al arquetipo de
ciudad ideal que sigue siendo la Jerusalen Celestial del Apocalipsis.
A finales de la Edad Media, durante
la segunda mitad del s. XIV y el s. XV el tipo de representación
urbana cambiará sustancialmente. Las "vistas"
de ciudades serán más reales, más abundantes
y más variadas. Los artistas eligirán para sus
representaciones ciudades más próximas a sus entornos,
y por tanto contendrán elementos más veraces que
los ofrecidos en las pinturas de ciudades lejanas. Las causas
de este cambio pueden estar, por una parte, en el desarrollo
del mundo urbano, la ciudad es algo cada vez más familiar
para la sociedad medieval y por tanto se representa en más
ocasiones. Por otra parte hay que señalar que las técnicas
de representación espacial avanzan espectacularmente con
el conocimiento y desarrollo de las leyes de la perspectiva,
que busca la manera correcta de dibujar sobre un plano de dos
dimensiones estructuras y objetos de tres dimensiones. Pero la
exactitud en la representación paisajista no podrá
lograrse hasta que no se utilice de forma metódica la
cámara oscura o cámara negra de Leonardo da Vinci,
que era conocida desde 1510. Este sistema de representación
comenzará a emplearse de forma sistemática a partir
de la segunda mitad del s. XVI y sobre todo en el s. XVII, puesto
que se perfecciona con una lente biconvexa, pasando a llamarse
cámara negra de revelado de Jean Baptista Porta. Con esta
cámara se obtendrán imágenes más
luminosas y definidas que con la de Leonardo. A lo largo del s. XVII la escuela
de paisajistas holandeses obtendrán paisajes exactos,
paisajes por tanto históricamente objetivos. Posteriormente
debemos esperar hasta la llegada de la fotografía para
mejorar esta escuela paisajística (4).
La forma más frecuente
en la que se representan las ciudades en el s. XV y XVI y la
que mayor información ofrece es la vista oblicua, o en
perspectiva, llamada también "vista de pájaro",
y que puede equivaler en la actualidad a la foto-aérea.
Son los dibujos sobre tema urbano que mayor información
nos aportan sin duda. Realizaron un extraordinario esfuerzo por
incluir los elementos externos de la ciudad, los entornos en
los que ésta estaba situada, los recintos amurallados,
y todo aquello que quedaba expresado en las vistas horizontales
y panorámicas. Además de ésto dibujan el
interior de la ciudad, con sus grandes edificios, sus viviendas
urbanas emplazadas en el plano, a lo largo de las calles, y sus
espacios verdes o vacíos. Se trata de una construcción
conceptual en el que se trata de ofrecer una imagen completa
de la ciudad. Y por primera vez estos dibujos de ciudades no
son el acompañamiento de otro tipo de representaciones
sino que son ejecutados por sí mismos, el objeto de la
representación es la ciudad en sí misma.
Habrá que esperar hasta
la segunda mitad del s. XVI para poder disponer de auténticas
colecciones de planos urbanos realizados de forma rigurosa. La
mejor obra, la más conocida, es la dirigida por Braun,
la "Civitatis Orbis Terrarum", que comienza
a editarse en 1572, se compone de seis volúmenes y 530
"vistas" de ciudades y se prolonga su edición
durante cuarenta y cinco años. Destaca en esta obra la
calidad y la fiabilidad de las representaciones así como
la información adicional que aporta con la ambientación
de la ciudad en su entorno. Se trata de una obra excepcional
ya que participaron en su realización los mejores cartógrafos
y grabadores holandeses: Frans Hogenberg, Simon van der Neuvel,
Joris Hoefnagel y el danés Heinrich von Rantzau que se
encargó de la descripción de las ciudades del norte
de Europa. Pero muchas de las "vistas" fueron realizadas
a partir de grabados ya existentes por autores anónimos,
también se sabe que se emplearon los antiguos grabados
de madera de Sebastian Münster, y los referidos a las ciudades
de los Paises Bajos de Jacob Roelofs. Por tanto, aunque se compuso
la obra en la segunda mitad del s. XVI, no todas las "vistas"
son de este período, hay muchas que estan tomadas del
natural, bastantes años antes de su edición.
Otra de la características
de esta obra, que la hace aún más valiosa es el
intento de representar cada ciudad tal y como era en un período
amplio de tiempo. No aparecen ciudades debastadas o destruidas
después de un incendio o un asedio. Tratan de ofrecer
una imagen real de la ciudad, y no una situación concreta
por la que ésta pasa. Por esa misma razón las "vistas"
urbanas están situadas en medio del paisaje que rodea
la ciudad y en medio
de las actividades económicas que desarrolla cada una
de las ciudades, así mismo suelen estar presentes ciertos
personajes que se supone que son vecinos, vestidos según
la moda de cada región y realizando las actividades características
de la zona (5).
En la obra de Braun se han recogido
las "vistas" o planos de las villas de Bilbao y San
Sebastián. Se representan ambas como villas portuarias.
Bilbao con intenso tráfico comercial, representado por
los numerosos barcos que navegan por su ría, y los muelles
en piedra dispuestos a facilitar la carga y descarga de mercancías.
San Sebastián se representa más como una plaza
fuerte que como puerto comercial. Hay que señalar que
el verdadero puerto comercial de San Sebastián era el
de Pasajes. Las dos son vistas oblicuas, en el caso de Bilbao
se percibe mejor el trazado urbano, y el entorno. San Sebastián
refleja con claridad que se trata de una villa militar costera,
con un castillo defensivo en la cima del monte que además
se representa disparando sus cañones.
Los mapas y planos antiguos son
un instrumento inigualable para conocer las imágenes conceptuales
antiguas de nuestros territorios. Cuando hablamos de cartografía
histórica nos estamos refiriendo a la documentación
cartográfica creada por motivos militares, o conflictos
de intereses entre diversas comunidades o cualquier otra motivación.
El método cartográfico es un método de investigación
que consiste en aclarar los fenómenos históricos
por medio de su inscripción en los mapas y planos. Los
planos representan la historia de la ciudad, una secuencia de
planos de las diferentes ciudades a lo largo de la historia nos
informan sobre el desarrollo histórico de estas ciudades
y normalmente justifica la historia urbana presente.
La representación cartográfica
ha ido evolucionando con el tiempo, y esta evolución se
ha desarrollado en sentido inverso a la realidad del objeto representado,
ha aumentado el nivel de abstracción, se han adoptado
códigos de representación cada vez más complicados
y distantes de las formas reales de lo representado. En la actualidad
es imposible traducir la información que un plano nos
ofrece sin el conocimiento exacto del código representativo
utilizado. Pero a diferencia de tiempos anteriores, en la actualidad,
se tiende a homogeneizar los códigos de representación,
y esto es algo que facilita la comprensión de un mapa
o un plano actual.
En relación con los mapas
actuales los mapas antiguos y medievales, presentan ciertas diferencias,
no suelen tener un carácter informativo general, son temáticos,
con informaciones parciales, según el interés del
tema que representan. Son mapas y planos selectivos que aportan
gran riqueza informativa, a los que hay que aplicarles una crítica
rigurosa, como a cualquiera otra fuente documental textual. Pero
el problema fundamental a la hora de utilizar estos documentos
es saber decodificar el carácter hermético de los
signos y claves empleados, sobre todo teniendo en cuenta que
los signos eran propios de cada autor. Cada plano, como cada
dibujante tiene una personalidad propia y así se refleja
en su obra, además tendríamos que preguntarnos
cúal es el objetivo que se pretende a la hora de la plasmación
gráfica de un territorio o de una ciudad. El plano no
es un documento muerto, sino que tiene vida, tiene sus propias
leyes. Cada uno de los planos deberá ser analizado en
función de las propias leyes de confección a las
cuales ha sido sometido. De todas formas no es una dificultad
insalvable puesto que el estudio sistemático de estos
mapas puede llegar a ofrecernos glosarios gráficos que
nos permitan acceder a las claves representativas y en definitiva
al contenido expresado en forma gráfica.
Aunque a partir de la segunda
mitad del s. XVI, es cuando se establecen, conocen y generalizan
las leyes de la perspectiva en la representanción de las
"vistas" urbanas, tendremos que esperar hasta el s.
XVIII para disponer de buenos planos,rigurosos, minuciosos y
generales
de las principales ciudades españolas y europeas. Aunque
también estos deberán ser sometidos a análisis
críticos para poder emplear la información que
nos ofrecen con la certeza de que es un documento veraz y no
un dibujo más o menos bello u orientativo (6).
También hoy día
estamos en condiciones de crear cartografía para la historia,
que con el paso del tiempo pasará a llamarse cartografía
histórica y en muchos casos será la única
huella que quede de nuestra realidad actual, por tanto en la
realización de los planos, mapas o atlas actuales debemos
de ser exquisitamente rigurosos y estar ampliamente documentados
para expresar de la mejor manera posible los contenidos temáticos
de forma gráfica. El mapa en historia, las cartas topográficas
o los atlas no deben ser considerados como un mero balance de
datos e informaciones que se representan de forma gráfica,
sino que pueden ser en sí mismos un medio de investigación
e interpretación.
Además de la información
obtenida de forma indirecta a través de textos, iconografía
y cartografía histórica, la observación
directa del espacio urbano, todavía hoy, nos puede
pro-porcionar una información inigualable y generalmente
complementaria a la obtenida a través de los textos. En
la observación directa del espacio urbano histórico
han destacado recientemente los urbanistas y los arqueólogos.
Los urbanistas han tenido el
mérito de rescatar una fuente de información preciosa
como son las permanencias arquitectónicas y urbanísticas,
a las que si les aplicamos métodos correctos de investigación
nos ofrecerán informaciones que el historiador nunca podría
obtener a través de los textos. Por ejemplo, si carecemos
de información textual sobre una ciudad medieval, podremos
llegar a saber con cierta precisión si se trata de la
creación de una ciudad nueva o no, aunque carezcamos de
una carta de franquicia o de un acta fundacional. En caso de
que se trate de una villa nueva, analizando la planta se podrá
percibir un trazado regular, en forma de damero, más o
menos perfecta según la topografía del terreno
en la que esté implantada. También podremos llegar
a saber cómo se concibió la ciudad estudiando el
parcelario actual, porque en la mayor parte de los casos se mantienen
las lotizaciones medievales, así como las
dimensiones de las redes viarias internas de la villa. Las redes
viarias son unas verdaderas permanencias, son sin duda los primeros
elementos constitutivos de la villa, y a lo largo de ellas se
estructuran las construcciones urbanas. También los recintos
amurallados nos proporcionan innumerables informaciones sobre
la importancia de la villa, y sobre sus posibilidades demográficas.
La riqueza y disponibilidad económica de esa sociedad
pueden apreciarse con nitidez a través de los edificios
públicos que en ella se crean. Analizando el paisaje urbano
creado por una sociedad, que ha permanecido "muda"
a lo largo del tiempo, o que ha visto desaparecer sus testimonios
escritos, podemos llegar a obtener importantes informaciones
del grupo social que se estableció en ella.
Siempre que estudiemos la ciudad
como objeto físico, será de gran utilidad emplear
como instrumento de la investigación histórica
los planos parcelarios históricos o actuales que
podamos encontrar. La razón estriba en que la unidad básica
de la construcción urbana es la parcela, y en numerosísimos
casos se mantiene inalterable a lo largo de los tiempos. Es en
base a esta unidad espacial y a la vez familiar como la construcción
adquiere sentido explicativo. Realmente el punto de partida de
toda investigación sobre la construcción, sobre
las estructuras emergentes reside en la parcela, que estructura
y organiza la red viaria y todo el diseño urbanístico
en la historia de las ciudades.
En el caso de la Península
Ibérica la elaboración de los planes parcelarios
urbanos ha sido una empresa tardía. Se realizan entre
los años 60 y 75 para todas las ciudades españolas
por encargo del Ministerio de Hacienda. Su escala única
es de 1/1.000 y se registra con exactitud la delimitación
del casco urbano, la propiedad pública de la privada,
la fragmentación parcelaria y lo edificado en dichas parcelas.
Desde la elaboración de
los planes parcelarios la información gráfica que
poseemos sobre la realidad de nuestras ciudades supera a todos
los levantamientos planimétricos anteriores en exactitud
y en homogeneidad. También posibilita gracias a la escala
única y a los mismos códigos de representación,
los estudios urbanos comparativos que nos permitirán hallar
leyes constructivas aplicables a la mayor parte de los conjuntos
urbanos. Pero los actuales códigos de representación
bidimensional son menos expresivos que otras representaciones
con perspectivas oblicuas a las que nos tenían acostumbrados
los planos antiguos. Además los métodos de representación
actuales son más codificados y complejos haciendo que
estos planos contengan cada vez más información,
pero menos incomprensible para la generalidad de los usuarios.
El perfeccionamiento del método de representación
gráfica nos ha conducido a una situación de alejamiento
de la representación con respecto a lo representado. Se
representan todas las parcelas, ofreciendonos una información
cuantitativa, sin embargo no se diferencian de ninguna manera,
excepto por la planta o las dimensiones, los edificios de valor
artístico, político o militar, del resto de las
edificaciones urbanas, no nos ofrece el parcelario una información
cualitativa de lo representado.
El plano urbano, cuyos elementos
básicos son la red viaria pública y la parcela,
persiste a lo largo del tiempo, desde la primera fundación
con mayor o menor fortuna. Podemos compararlo a los pergaminos
que son reutilizados, reescritos. Parece que hoy día está
totalmente aceptada la Ley de la Persistencia del Plano, puesto
que las edificaciones son sustituidas a través de los
tiempos, pero las parcelas y las redes viarias permanecen.
A través de un buen plano
urbano, (o de un parcelario actual) se puede conocer aún,
sin documentos escritos que lo avalen, si el suelo en el que
se asentó la ciudad medieval era de propiedad fragmentaria
(como en el caso de la ciudad islámica o de la ciudad
actual), o si por el contrario pertenecía a un sólo
propietario, el rey o un señor, (como es el caso de la
ciudad medieval). En todos aquellos casos en que el suelo pertenezca
a un sólo propietario se percibe una planificación.
La planificación parcelaria de la ciudad en la mayor parte
de los casos no se realiza por escrito sino que se realiza sobre
el terreno por
hombres especializados, que partirán la tierra en lotes
iguales, si en las cartas fundacionales se pretende crear una
población homogenea, o duplicando el tamaño de
algunas parcelas, en caso de que la población estuviera
compuesta por una doble categoría social (7).
Tradicionalmente la construcción
que se encontraba por encima del asfalto pertenecía al
campo de la historia del arte, de la arquitectura o del urbanismo,
y lo que estaba debajo a la arqueología. A los arqueólogos
les ha hecho falta veinte años para darse cuenta que la
memoria registrada en la construcción civil ordinaria
merecía estudio y protección. El concepto
de la arqueología de lo construido nace a partir
de la mirada que realizan los arqueólogos generalistas
sobre los edificios cotidianos que permanecen en pie. Se define
en principio por negación: no es arqueología monumental,
no es historia del arte, no es análisis arquitectónico
y no es arqueología sedimentaria. Este cambio de visión
se produce por dos causas. La primera reside fuera del campo
de la arqueología, han sido algunos medievalistas los
que, interesados por la construcción y el urbanismo han
organizado la reflexión, o el método de trabajo,
no en términos estéticos o de arquitectura, sino
de historia y de cultura material y tecnológica. La segunda
proviene de la drástica reducción de los presupuestos
oficiales para la realización de excavaciones tradicionales,
por tanto el campo de la arqueología ha visto amenazada
su supervivencia en el caso de mantener dentro del concepto de
arqueología el asfalto como frontera.
El análisis de lo construido
requiere un método regresivo de observación, de
registro de los datos, sin interpretación previa, sin
ideas preconcebidas. Todo debe ser registrado y tenido en cuenta.
Este análisis requiere una reflexión tecnológica
sobre el modo de construcción, los materiales utilizados
y su diseño constructivo. Lo construido es un objeto fabricado
susceptible de mostrarnos los modos de fabricación y su
evolución, los modos de vida y las habilidades de sus
habitantes. La construcción urbana aparece como un objeto
estratigrafiado que testimonia de forma más o menos correcta
las diferentes etapas histórico arquitectónicas
de la ciudad.
Lo construido supone una especie
de "stock" potencial de objetos donde su valor cultu-ral
no está establecido a priori. En términos de patrimonio
cultural, todo edificio puede constituir un documento de archivos
materiales que puede esconder un monumento, este es el caso de
las casas antiguas con una estructura tipo, que hoy día
están en trance de desaparecer. Desde el punto de vista
cultural la decisión de conservar, destruir o transformar
una fachada constituye un objetivo específico para la
evolución de la forma urbana. La fachada de la vivienda
urbana puede ser percibida como el límite de la parcela
privada o como el límite del espacio público, en
el primer caso la responsabilidad de su conservación residirá
en sus propietarios y en el segundo será la colectividad
quien tendrá derecho a intervenir, o controlar su evolución
para que no desaparezca la imagen del conjunto urbano.
La arqueología de lo construido
o de los restos emergentes, discurre con dificultades, puesto
que los arqueólogos que lo han iniciado se ven en graves
dificultades ya que les resulta imprescindible recurrir a la
ayuda de otras disciplinas. En primer lugar es necesario analizar
y ayudarse
de las fuentes tradicionales, archivos, catastros y la memoria
topográfica de la villa. Este análisis fecundo,
pero limitado les conduce a analizar en el paisaje urbano contemporáneo
los puntos fundamentales de la morfología de la villa
desde sus orígenes (8).
Evolución, destrucción
y conservación del documento histórico llamado
Ciudad A través de los
estudios realizados en todos los paises europeos percibimos una
constante. Aunque todas las ciudades desde su creación
hasta los años 50 y 60 de nuestro siglos han ido evolucionando,
transformándose, las destrucciones sufridas, las nuevas
construcciones y en definitiva las modificaciones sufridas, han
sido "suaves". El paisaje urbano ha sido sutilmente
modificado, se ha actualizado, pero no se ha intervenido estructuralmente,
por tanto hasta mediados del siglo XX era relativamente fácil
reconstituir el paisaje urbano medieval. Prueba de ello es la
vigencia que hasta esas fechas tuvieron los antiguos planos medievales
o modernos existentes.
El rápido crecimiento
de la población urbana a partir de los años 50
y 60, debido al éxodo rural ha influido de forma fundamental
y sin precedentes a lo largo de la historia. Como consecuencia
de este proceso se produjo un crecimiento incontrolado de la
ciudad y una profunda transformación de los centros históricos.
Este fenómeno general
en casi todos los centros urbanos inquieta tanto a los historiadores
como a los estudiosos de la arquitectura, urbanismo y arqueólogos,
porque se produce una ruptura en el proceso evolutivo de la ciudad.
La rapidez y amplitud de los cambios que se producen no tienen
precedentes en la historia de la humanidad, se planifican obras,
edificaciones a gran escala, grandes supermercados, grandes edificios
tecnológicos, aparcamientos subterraneos, metros etc,
etc. y la nueva imagen urbana no tiene nada que ver con el concepto
anterior ni con la lenta evolución de la topografía
histórica a través de los siglos. La inmediata
consecuencia es que calles, barrios y centros históricos
han sido eficazmente destruidos, reemplazándose el propio
estilo de la ciudad por una construcción y organización
espacial que no tiene porqué tener relación con
las formas constructivas tradicionales de la región. Se
tiende a una construcción y planificación urbana
similar en todos los casos, se tiende a una cultura planetaria.
Ante tanta transformación
y destrucción sólo logran permanecer los grandes
conjuntos arquitectónicos, aquellas obras que por su incalculable
valor artístico, la sociedad en su conjunto decide unánimemente
salvarlas de la transformación o destrucción, pero
nos econtramos en una situación realmente difícil
para todo lo que podríamos calificarlo de patrimonio menor.
El patrimonio menor no alcanza a tener un gran valor artístico,
y por ello perece en cada una de las transformaciones y actualizaciones
urbanas, sin embargo tiene un valor histórico incalculable.
Por patrimonio menor entendemos todas aquellas construcciones
características de una época determinada, que nos
han llegado a través del tiempo, realizadas con materiales propios
de la región, que no necesariamente tienen por qué
tener una calidad extraordinaria, con formas arquitectónicas
empleadas por la inmensa mayoría de la población,
y por tanto simples en su concepción, pero que nos informan
sobre el tipo de vida de la mayor parte de la sociedad urbana
medieval (9). Las catedrales, iglesias, castillos
palacios y fortificaciones, aún siendo de la época
histórica que nos interesa, son el reflejos de lo "extraordinario",
sin embargo la vivienda urbana, los almacenes, las tiendas de
artesanos, los hornos, las fraguas, calles, pequeños puentes
etc. son la manifestación de lo ordinario, de lo cotidiano
de la inmensa mayoría de la sociedad. Por tanto tratar
de salvaguardar únicamente lo extraordinario, puede falsear
totalmente la verdadera imagen de lo que fue el marco físico
en el que se desenvolvió la sociedad medieval. Y los historiadores,
historiadores del arte, arqueólogos y políticos
seremos los culpables de transmitir a nuestra sociedad y a las
venideras una imagen falseada de la realidad medieval.
Si admitimos que la ciudad es
un lugar vivo donde han ido incorporándose las nuevas
formas de vida, tendremos que pensar que no tiene mucho sentido
tratar de preservar edificios aislados, construcciones significativas
descontextualizadas. Cuando hablo de salvaguardar el patrimonio
menor, no quiero decir que debe recibir el mismo tratamiento
de las obras de arte, ni que nada pueda ser tocado en una ciudad.
Conviene aclarar que se entiende por salvaguardar el patrimonio
menor. Como se ha dicho al principio las ciudades pertenecen
a las sociedades que las habitan por tanto es ridículo
cristalizarlas en el tiempo e impedir su evolución. En
los casos en que la ciudad pueda y considere que debe expansionarse
fuera de los límites de los cascos históricos,
podrán preservarse también los ejemplos de patrimonio
menor, como una muestra para la posteridad de los ejemplos históricos.
En los casos en que la ciudad siga evolucionando sobre la planta
original de hace 500 años la situación se complica,
porque tampoco puede obligarse a la sociedad actual a vivir en
las mismas condiciones de los siglos pasados. Si la adaptación
a las nuevas condiciones de vida exige una evolución de
las formas constructivas, o una transformación sustancial
del habitat, tampoco debemos alarmarnos. En tales casos procede
realizar estudios serios del tipo de habitat que se empleó
en otros tiempos en esos núcleos urbanos y mantenerlos
en la memoria. No todo va a salvaguardarse físicamente,
pero ello no quiere decir que la destrucción actual suponga
el olvido mañana. Hay otra forma de salvaguardar el patrimonio
urbanístico menor, y es mantenerlo vivo en la memoria,
por medio de fotos, dibujos de planta y alzados, descripciones
de los materiales utilizados etc. Lo que proponemos es obtener
una información precisa sobre la ciudad, que pueda llegar
a los urbanistas, restauradores y arquitectos y que convenza
a las autoridades nacionales, regionales y locales de que es
peligroso para una comunidad ignorar y destruir la experiencia
colectiva de su pasado. La única manera de detener la
destrucción de los núcleos históricos es
ofertando estudios documentados sobre el paisaje urbano, que
permitan conocer la realidad histórica y su relativo valor,
y que estos estudios se conviertan en instrumentos de actuación
en sus manos. (INDICE)
PERMANENCIAS
URBANISTICAS EN LAS VILLAS VASCAS
Emplazamientos Los lugares elegidos
para la implantación de las villas están en relación
directa con las motivaciones fundacionales.
Buena
parte de las villas alavesas están situadas sobre cerros
o mesetas, en lugares elevados, puesto que fueron creadas para
defender fronteras. En un territorio fundamentalmente llano,
se buscarán lugares adecuados para lograr el propósito
de vigilancia y defensa. Con estas características se
fundaron Laguardia, Vitoria, Labraza, Labastida, Salvatierra,
Santa Cruz de Campezo, Villarreal de Alava, Alegría y
Peñacerrada. El resto de las villas alavesas se sitúan
o bien en laderas de pequeña pendiente o en tierras totalmente
llanas como La Puebla de Arganzón, Armiñón,
Berantevilla o Salinillas de Buradón.
En Vizcaya y Guipúzcoa,
por las características geográficas, los emplazamientos
son bastante similares. Salvo las villas costeras que se sitúan
en espigones que se alzan sobre el mar como Bermeo, Plencia,
Guetaria y Orio, o en arenales protegidos por la sombra de una
montaña, como el caso de San Sebastián o Zarauz.
El resto busca su emplazamiento en los terrenos llanos de los
estrechos valles, que a la vez son las rutas naturales de comunicación.
Este tipo de emplazamiento, en fondos de valle es muy frecuente
en Guipúzcoa. En el valle del Deva se sitúan: Deva,
Elgoibar, Eibar, Placencia, Vergara y Mondragón. En el
valle del Urola: Zumaya, Cestona, Azpeitia, Azcoitia y Villarreal.
En el valle del Oria: Orio, Usúrbil, Hernani, Tolosa,
Villafranca y Segura. Generalmente se emplazan a orillas del
río, aprovechando éste como defensa natural.
En Vizcaya también tenemos
ejemplos de villas creadas en llano abierto, donde nunca podrá
decirse que el espacio físico elegido ha condicionado
su posterior expansión, como se ha podido ver en otros
casos. Nos referimos a la villa de Durango y a la de Ochandiano.
Aún teniendo las mismas condiciones de suelo, se ha podido
comprobar que históricamente han desarrollado procesos
urbanísticos e históricos desiguales. Ochandiano
no se ha desarrollado como cabría esperarse, siendo una
villa estratégica en la ruta entre Alava y Vizcaya.
Parece que independientemente
del desarrollo histórico posterior que han tenido las
villas vascas, los emplazamientos elegidos fueron realizados
con buen criterio. En Guipúzcoa tenemos algunos ejemplos
en los que se modifica su ubicación en los primeros años
fundacionales. Solamente cuatro variaron su emplazamiento: Azcoitia,
Iciar-Deva, Segura y Usúrbil.
La primitiva villa de Azcoitia
se fundó en 1324 en el lugar de San Martín de Iraurgui,
en la ladera de un pequeño monte en la margen derecha
del río Urola, exactamente en el lugar donde se hallaba
situada la ermita de esa misma
advocación. Pero parece que la experiencia de los vecinos
a lo largo de siete años no resultó satisfactoria
ya que en 1331 a instancias de toda la comunidad, el rey les
concedió otra carta de población para hacer una
nueva fundación en Miranda de Iraurgui, actual emplazamiento
de la villa de Azcoitia. Los pobladores consideran que este segundo
lugar elegido por ellos y comprado por el concejo reunía
las características ideales para el establecimiento definitivo.
Los vecinos del lugar de Iciar,
fundada como villa con el nombre de Monreal en 1294, vivieron
en este emplazamiento durante 49 años. A lo largo de los
cuales parece que la vida no les resultó tan fácil,
ni se cumplieron sus expectativas de que iban a ser "más
ricos y mejor guardados". El traslado de la villa se concede
a petición de los vecinos. En 1343 y como consecuencia
de las reiteradas quejas y súplicas el rey accede a otorgar
un nuevo documento fundacional. Al igual que en el caso de Azcoitia
el concejo había elegido ya el lugar donde asentar el
nuevo núcleo, en un lugar llano a orillas del mar en la
margen derecha del río Deva, dentro de los términos
concedidos a la primera fundación.
Para la villa de Segura carecemos
de datos tan precisos como en los casos anteriores. Sin embargo
Gorosabel afirma que la primitiva población no se hallaba
situada en el actual emplazamiento, sino en una zona próxima, en
el lugar que ocupaba la ermita de San Andrés. Arrasada
esta primera villa por un incendio, nos cuenta Gorosabel, que
Alfonso X mandó en el año 1256 fundar otra nueva
en el punto en el que ahora se halla, por ser más propio
para fortificarlo (10).
En el caso de Usúrbil
el traslado de población es un tema más complejo.
No hay un traslado de población legalmente constituido,
no obstante si hay un "movimiento" de vecinos. Los
propios vecinos de la "colación" de San Salvador
de Usúrbil solicitaron la creación de una villa
cercada. Su solicitud está basada en el deseo de abandonar
el poblamiento disperso y vivir en un habitat concentrado urbano
porque tal tipo de vida les ofrecía mayores garantías
de seguridad. El rey accede a tal petición, les deja a
su libre elección el emplazamiento pero éste deberá
estar dentro de los términos de la propia "colación".
Sorprende la elección que realizan los vecinos, ya que
eligen un lugar un tanto alejado del centro de la colación,
del camino, del río y de la iglesia parroquial. El motivo
de esta decisión no consta en la documentación,
sin embargo en opinión de algunos estudiosos del tema,
la razón podría residir en el deseo de esos hombres
a verse libres de la influencia de la casa solar de Achega. Es
muy posible que los vecinos tratando de escapar de la presión
de los señores de Achega eligieron un paraje alejado del
"palacio" y de la iglesia, imposibilitando de este
modo la integración de esta familia en el núcleo
urbano.
No cabe duda que desde esta óptica
fue un éxito la creación de la villa en tal lugar,
más hay que reconocer que históricamente se demostró
muy pronto lo poco práctico del lugar. Dicho emplazamiento
desde un punto de vista funcional no era el más acertado.
La villa no consiguió atraer vecinos suficientes como
para ocupar sus solares, y además con el tiempo los vecinos
fueron abandonando dicho lugar para construir sus viviendas en
las proximidades de la iglesia, por resultar un emplazamiento
más cómodo.
Morfología urbana Prácticamente
todas las villas vascas podemos encuadrarlas dentro del grupo
de villas nuevas, de fundaciones planificadas, y por lo general
esto significa que el plano tiene un cierto racionalismo en su
concepción, que no se trata de una construcción
arbitraria ni caprichosa, sino que responde a un concepto preestablecido.
El problema que se nos plantea en el País Vasco y también
en otras zonas es que no existen documentos escritos contemporáneos
a los procesos de fundación que nos expliquen las teorías
de planificación urbana, por tanto no cabe otra solución
que realizar estudios comparativos y retrospectivos del fenómeno
de planificación urbana.
El conjunto de planos urbanos
medievales podemos agruparlos en tres tipos según las
diferencias morfológicas que presentan:
Villas
con un plano regular similar a un campamento militar. Los ejemplos
más señalados son los de las villas costeras de
San Sebastián, Fuenterrabía, Guetaria, Guernica
y Plencia, aunque hay villas en el interior que también
pertenecen a este grupo, aunque los us plantas no sean tan perfectas
o sean de menores dimensiones, como Elgueta, Usurbil o Durango.
Todas estas villas se caracterizan por tener un plano geométrico
rectangular, sus manzanas de casas son rectas y están
cortadas por calles o cantones en ángulo recto, dando
la impresión de un tablero de ajedrez, similar a las planificaciones
de los campamentos militares.
Villas con un plano regular
en forma oval. El ejemplo más paradigmático es
el de Vitoria, tanto por su perfección como por sus dimensiones
(20 Ha.). Villafranca, Hernani, Mondragón Antoñana
y Valmaseda, pertenecen a este mismo grupo aunque sus superficies
no alcancen ni la mitad que la de Vitoria. Generalmente está
organizado el plano con tres calles longitudinales, la del centro
recta, y las dos laterales paralelas en su mayor parte del trazado,
curvándose en los extremos para dar la sensación
de que la villa se cierra en sí misma. Las manzanas de
casas interiores son dobles y las exteriores simples. Al adentrarnos
en la villa da la sensación de que entramos por una puerta,
y que hay una sola calle. Una vez dentro se perciben las otras
dos.
Villas de plano regular con
forma triangular. Esta forma la dicta generalmente el terreno
en el que están emplazadas, que
no permite una forma rectangular u ovalada. En este tipo de villas
las tres calles se llegan a juntar en una sóla donde suele
estar la puerta principal de la villa. Los ejemplos más
característicos son los de Ondarroa, Zumaya, Orio y Azpeitia.
La parcela y su evolución
en la Edad Media Más interesante
aún que la tipología del plano, nos resulta la
manera en que está orga-nizado el interior del recinto
urbanístico. La forma de los contornos no nos dice gran
cosa sobre lo que es en sí la ciudad, o sobre las características
del grupo humano que lo habita. Sin embargo la manera en que
está organizado el espacio interior, nos dará una
idea bastante clara de la concepción que tuvo la sociedad
que la generó sobre la composición de su estructura
social.
Dentro del recinto intramuros
el espacio parcelado para su utilización con fines privados
constituye la mayor parte del suelo urbano.
Todas las referencias sobre la
forma de repartir los solares las encontramos en la documentación
perteneciente al s. XIV. En la carta puebla de Munguía
de 1376 se dice que los labradores de la zona
que acudan a poblar a la nueva villa compren los solares por
"prescios combenibles segun que lo tasaren sobre jura de
santos Evangelios los homes buenos que obieren de ordenar la
cerca de dicha villa". Esta información nos revela
que existían unos cuantos hombres elegidos, posiblemente, por
la comunidad, que se encargaban de elegir el terreno en el cual
se asentaría la nueva villa, planificaban el trazado de
la cerca y designaban los lotes de terreno para las parcelas
familiares, a precios convenibles (11). En Guipúzcoa
no hemos encontrado referencia alguna a la compra de solares
por parte de los pobladores, sin embargo si sabemos que se repartían
solares iguales entre todos los pobladores, como se afirma en
la carta puebla de Azpeitia de 1310. A finales del s. XIV, y
en la fundación de la última villa del período
medieval, Villarreal de Urretxu, las disposiciones para la partición
de los solares son muy precisas. Al igual que en el caso de Azpeitia
y de Munguía se buscan "omes buenos" que hagan
la partición de los solares.
En Azpeitia los solares se dice
que deben ser iguales para todos los vecinos, en cam-bio al final
del proceso urbanizador, en la carta de fundación de Villarreal
se establecen dos modelos, uno mayor y otro menor. El solar propiamente
dicho, o el más característico, era el de mayores
dimensiones, puesto que el otro era simplemente un "medio
solar". Otro dato importante que aporta la documentación
es el de asegurarnos que el solar mayor, el de seis por nueve
brazadas (8m x12m), era el de uso general en toda Guipúzcoa.
La afirmación de la similitud
de los solares en todo el territorio de Guipúzcoa no sólo
viene dada por esas escasas referencias documentales, sino por
los resultados de la aplicación del método arqueológico,
que constata y confirma dicha hipótesis. Cuando nos hemos
encontrado con casas-palacio o casas-torre, que son más
amplias que la casa común hemos podido observar que se
mantiene la proporcionalidad del solar primitivo. La casas palacio
están construidas sobre solar y medio (12m.x12m.) y las
casas torre sobre dos solares (16m.x12m.). En aquellos lugares
de gran densidad de población nos encontramos con solares
fragmentados, pero siempre de forma proporcional, por la mitad.
En la parcela familiar hay que
distinguir dos partes, el espacio edificado y el espacio abierto.
En un principio la parcela no estaba construida en su totalidad,
se reservaba una pequeña parte al fondo para dedicarla
a huerta o corral. Se construían los ocho metros de fachada
a la calle por otros ocho de profundidad y se reservaban cuatro
metros de fondo por los ocho de anchura de la parcela, para corral.
A medida que la presión demográfica se hizo sentir,
los espacios libres fueron ocupados en su totalidad, y posteriormente
divididos en forma longitudinal.
La construcción urbana La presión demográfica
y la escasez de suelo urbano en muchas de las villas vascas hizo
que desde fechas muy tempranas se densificara la construcción
de las viviendas urbanas, teniendo como resultado el desbordamiento
de la fachada sobre la calle pública.
Las fachadas de las casas avanzaban
sobre la línea de la calle gracias a los "voladizos",
que sobresalían en cada piso, llegando con
este sistema, a que los tejados de las casas enfrentadas, cubrieran
la calle. Las ordenanzas de construcción de San Sebastián
y Mondragón, redactadas despues de los incendios sufridos
por ambas villas a finales del s. XV, trataron de controlar los
abusos que los vecinos realizaron de forma sistemática
en contra del espacio público. En Mondragón no
se permitió a los propietarios que avanzaran sobre el
límite de su parcela más de medio codo en cada
piso, y esto únicamente en dos pisos. En San Sebastián
sólo se permitió que el primer piso sobresaliera
tres codos sobre la línea de la calle.
A través de la documentación
se observa también la modificación de las viviendas
en altura. Las viviendas primitivas tenían dos pisos,
una planta baja y un "sobrado". Estas dimensiones eran
proporcionales al diseño urbano, ya que las cercas que
construyeron los primeros pobladores, protegían a este
conjunto urbano original. Sin embargo poco a poco las viviendas
fueron modificándose, fueron elevándose. En 1485
en Elgoibar la altura de las viviendas era tal, tanto en el interior
de la villa como en el arrabal, que las murallas quedaban ocultas
entre las casas. Y no se trataba de un caso aislado, sino que
fue general en aquellas villas que tubieron aceptación.
La tendencia a construir en altura no pudo detenerse, y a comienzos
del s. XVI algunas villas legalizaron la construcción
de tres pisos además de la planta baja.
En los pequeños recintos
urbanos, las murallas o cercas entorpecieron la expansión
urbana. La ocupación del camino de ronda, y la utilización
de la muralla como muro de la vivienda representa
un último modelo de ocupación del espacio público.
En los arrabales el ataque a las cercas y murallas es similar
al que se produce en el interior, las viviendas de los arrabales
se adosan sistemáticamente a los muros. A partir de la
segunda mitad del s. XV y debido a los grandes abusos de los
ciudadanos, los concejos tratan de recuperar el espacio público
perdido en torno a las murallas. Los argumentos utilizados fueron
de dos tipos. En las villas del interior, como Azpeitia, Azcoitia,
Mondragón o Elgoibar, los vecinos son obligados a abandonar
los espacios ocupados argumentando que estos espacios vacíos
servían para evitar la propagacion de los incendios, y
la muralla ejercía el papel de cortafuegos. En las villas
fronterizas los argumentos utilizados fueron diferentes, los
concejos recuerdan a los vecinos el peligro que estas construcciones
adosadas a las murallas representan para la población
en caso de ataque del enemigo. (INDICE)
Conclusión
El desarrollo y destino histórico
de todo este conjunto de villas creadas en el País Vasco
tuvo un resultado desigual. Existen grandes contrastes entre
unas villas y otras de la misma unidad territorial.
Por ejemplo no hay comparación posible entre la gran villa
de Bilbao y Rigoitia o Larrabezúa, o entre San Sebastián
y Elgueta o entre Mondragón y Salinas de Léniz,
o entre Vitoria y Corres. Cuando se crearon todas y cada una
de ellas tenían las mismas condiciones jurídicas
y las mismas expectativas de desarrollo para poder despegar económicamente,
pero o bien sus emplazamientos dejaron de ser estratégicos
o sus vecinos demostraron menor empuje que los de villas próximas,
el hecho es que, unas fueron desarrollándose hasta la
actualidad y otras parece que perdieron su fuerza y naturaleza
para volver a convertirse en las antiguas aldeas rurales que
fueron.
Además de notar estas
diferencias entre unas y otras villas de las mismas provincias
y señorío, también se pueden distinguir
claras diferencias entre el comportamiento urbano de Alava, Vizcaya
y Guipúzcoa. Son las villas guipuzcoanas las que mejor
han sabido mantener y desarrollar el espíritu urbano contenido
en sus cartas de población.
Las 25 villas están vigentes en la actualidad como núcleos
claramente urbanos. Las villas alavesas son las que en menor
medida han respondido a las expectativas fundacionales medievales,
buena parte de ellas se han convertido, en apariencia, en aldeas
rurales. Y en Vizcaya también el desarrollo ha sido muy
desigual, desarrollándose especialmente los puertos y
sobre todo Bilbao que desde el s. XV ha eclipsado a toda villa
de su entorno. (INDICE) |
(1) Si se desea
conocer el proceso de creación de villas de forma pormenorizada
hay que remitirse a los siguientes artículos de carácter
general: GARCIA DE CORTAZAR, J.A. las villas vizcaínas
como formas ordenadoras del poblamiento y la población.
pp. 69-128. CUESTA DIAZ DE ANTOÑANA, M.E. Nacimiento
y morfologia urbana de las villas medievales alavesas. pp.
205-221. ARIZAGA BOLUMBURU, B. Nacimiento y morfología
urbana de las villas gui-puzcoanas medievales de los s. XIII-XIV.
pp. 187-201. Estos tres artículos están publicados
en: Las formas del poblamiento en el Señorío
de Vizcaya durante la Edad Media. Edit. Diputación
Vizcaya. Bilbao 1978. Para la provincia de Guipúzcoa disponemos
de otras dos obras relativas al tema: ARIZAGA BOLUMBURU, B. Nacimiento
de las villas guipuzcoanas en los s. XIII-XIV: Morfología
y funciones urbanas. Edit. Grupo Doctor Camino. Caja de Ahorros
Municipal de San Sebastián. San Sebastián 1978.
y ARIZAGA BOLUMBURU, B. Urbanística Medieval (Guipúzcoa).
Edit. Kriselu. Univ. Cantabria. San Sebastián 1990. (VOLVER)
(2) Esta metodología
ha sido aplicada en mi trabajo, Urbanística Medieval,
(Guipúzcoa). Edit. Kriselu y Universidad de Cantabria.
San Sebastián. 1990. (VOLVER)
(3) FRUGONI, Chiara.
Una ciudad en imágenes, Ciudad marginada. pp. 63-82. En
Representaciones de la sociedad en la Historia: de la autocompacencia
a la utopía. Edit. Instituto de Historia Simancas. Universidad
de Valladolid, 1991. (VOLVER)
(4) QUILLIET, B.
Le paysage retrouvé. Edit. Fayard. Paris 1991. (VOLVER)
(5) GOSS, J. Ciudades
de Europa y España: Mapas antiguos del siglo XVI de Braun
y Hogenberg. Edit. Libsa. Madrid 1992. Se trata de una selección
de la obra de Braun asequible para todos, que ha contribuído
notablemente a conocer este grandioso trabajo de edición
de planos del s. XVI. (VOLVER)
(6) Sobre los análisis
de planos realizados en el siglo XVIII es imprescindible mencionar
el excelente trabajo de SAINZ GUERRA, J.L. Cartografía
y ciudad, las huellas de la ciudad en la cartografía de
Valladolid hasta el s. XIX. Editado por el Ayuntamiento de Valladolid
en 1990. En él se hace un análisis minucioso de
las convenciones de la representación gráfica utilizadas
para este plano, que son las que se empleaban en la época.
De esta forma podemos saber con exactitud cuales son las informaciones
veraces y cuales las modificadas respecto a la realidad, y el
porqué de estas modificaciones. No se trata de trampas
o falsificaciones de la realidad sino de convenciones pictóricas
o representativas que tienen por objeto ofrecer mayor cantidad
y calidad en la información gráfica. (VOLVER)
(7) BETRAN ABADIA,
Ramón. Las huellas del tiempo: parcelario, tipo y propiedad
pp. 123-156. En Paisajes Rurales y Paisajes urbanos: Métodos
de análisis en Historia Medieval. Aragón en la
Edad Media. III Seminario de Historia Medieval. Zaragoza 1994.
Es el mejor estudio realizado hasta el momento en relación
a la utilidad de los planes parcelarios en la investigación
del urbanismo histórico. (VOLVER)
(8) ARLAUD Catherine
y BURNOUF Joëlle. La arqueología de la construcción
medieval: Introducción pp. 5-6 y Conclusiones pp. 67-69.
En Les Nouvelles de lArchéologie nº 53-54 Automne-Hiver
1993. FAYOLLE LUSSAC Bruno. Arqueología de lo construído,
patrimonio y proyecto, pp. 53-56. En Les Nouvelles de LArchéologie
nº 53-54. Automne-Hiver 1993. (VOLVER)
(9) Se podrá
comprender mejor lo que estamos expresando en el texto si ponemos
un ejemplo sobre patrimonio mayor y patrimonio menor y el tratamiento
que recibe uno y otro. Como patrimonio mayor podríamos
considerar las catedrales o algunos recintos murados, con sus
torres y sus lienzos de murallas, pues bien para resaltar mejor
estas construcciones, para "rescatarlas" se les ha
liberado frecuentemente de las edificaciones humildes adosadas
a las grandes estructuras. En ese intento de "preservar"
el patrimonio mayor, se ha destruído el patrimonio menor,
que seguramente serían antiguas tiendas de artesanos adosadas
a los edificios religiosos, o viviendas humildes adosadas a las
murallas. Y como sabemos por la documentación y por los
grabados antiguos esta era una práctica frecuente en toda
la Edad Media. (VOLVER)
(10) GOROSABEL,
P. Cosas Memorables de Guipúzcoa. T. IV p. 495. (VOLVER)
(11) ITURRIZA.
Historia General de Vizcaya T. II pp. 281-285. Carta Puebla de
Munguía 1376.11. ITURRIZA. Historia General de Vizcaya
T. II pp. 281-285. Carta Puebla de Munguía 1376. (VOLVER) |
Beatriz Arizaga
Bolumburu, profesora de Historia Medieval. Universidad de
Cantabria
Fotografías: Enciclopedia Auñamendi |