El modelo de transporte existente se caracteriza
por su fuerte tendencia a incrementar la movilidad y a utilizar
medios menos eficientes, por lo que se está convirtiendo
en uno de los factores más graves de insostenibilidad
y de pérdida de calidad de vida. El transporte es responsable
de aproximadamente el 60% de las emisiones
de CO y el 50% de las de óxidos de nitrógeno, siendo
casi el único origen de la creación de compuestos
orgánicos volátiles, de ozono troposférico
y de cientos de otras sustancias, cuya incidencia sobre el ambiente
y la salud es muy poco conocida. Además, produce el 80%
de la contaminación acústica. Alrededor del 20%
(un 25% en los estados más poblados) de la población
de la UE sufre trastornos de salud debido a que soporta niveles
de ruido durante el día superiores a los 65 decibelios.
Aunque en general no aumentan los niveles de ruidos en las ciudades,
sí lo está haciendo la población afectada
y el periodo temporal de incidencia.
También, el transporte
es responsable del 26% de las emisiones de dióxido de
carbono (CO2), el principal gas invernadero, y el transporte
por carretera lo es de tres cuartos de este porcentaje. De seguir
la tendencia actual, las emisiones del transporte en la UE se
incrementarán en un 40% para el 2010. Otro problema que
le preocupa a la UE es el de la seguridad: "las carreteras
llevarán cada vez más tráfico, incluido
el de mercancías altamente peligrosas,
que sería mejor mantener lejos de la gente". Esta
dinámica se debe a la escalada del tráfico por
carretera y aéreo (que son los medios más ineficientes),
a la pérdida creciente de eficiencia del transporte (debido
a la saturación, a la utilización de vehículos
de carretera cada vez más pesados y potentes, a la pérdida
de cuota de pasajeros y mercancías del ferrocarril, etc.),
etc.
Tanto en el estado como en la
CAV predomina la idea de que el progreso en el transporte es
viajar más, a más largas distancias y más
rápido. Por ello, las comunidades autónomas reivindican
que todas sus capitales de provincia estén conectadas
por autopistas y TAV. El gobierno español tiene previsto
invertir 9 billones de pesetas en infraestructuras en los próximos
6 años. España va tener en el 2003 la misma longitud
de autovías que Alemania. Sin embargo, esta tiene más
del doble de población, un desarrollo industrial mucho
mayor y es lugar de paso del transporte continental. A consecuencia
de esta política, España ya ha rebasado el techo
de emisiones de CO2 (aumento del 17% en el 2010 en relación
con 1990) que le permite el acuerdo de Kioto.
El gobierno vasco lleva años
desarrollando una enorme cantidad de infraestructuras de transporte.
Entre las obras en marcha destacan el superpuerto de Bilbao y
la ampliación del aeropuerto de Sondika. Ahora, los proyectos
emblemáticos son el TAV y la autopista Eibar-Vitoria,
con un coste total estimado de estos y otros proyectos de un
billón de pesetas, siendo la mitad para el ferrocarril.
Aparte de estos proyectos, las Diputaciones tienen otros a escala
provincial, de entre los que destacan las 9 enlaces de carretera
que la Diputación de Bizkaia tiene previsto construir
en el área metropolitana, en un intento de evitar los
colapsos circulatorios. Sin embargo, la Comisión Europea
declara que esta no es una política correcta: "Frecuentemente
se sostiene que el mejor modo de poner remedio a la saturación
consiste simplemente en multiplicar las infraestructuras (...)
por lo general esta afirmación es falsa (...) existe siempre
una demanda "latente" que se desencadena cuando la
capacidad se extiende. A largo plazo la saturación seguirá
existiendo. Numerosos estudios y numerosos casos concretos lo
demuestran".
Por tanto, la construcción
de infraestructuras de transporte se ha convertido en una cuestión
política, alejada de las consideraciones económicas
(p.e., sobre la idoneidad de construirlas en función de
las densidades de tráfico) y, por supuesto, alejada no
sólo de una mínima sensibilidad ambiental o preocupación
por la insostenibilidad del modelo de transporte, sino por la
calidad de vida de la población.
A la hora de diseñar una
política de transporte sostenible hay que partir de las
particularidades de cada entorno. En la CAV los problemas del
transporte alcanzan una gravedad especial, debido a diversos
factores específicos: muy alta densidad de población;
orografia montañosa; tejido industrial basado en industria
pesada, que genera una gran necesidad de transporte de mercancías;
el puerto de Bilbao (con un tráfico de 26 millones de
T en 1998, de las que sólo un millón fue transportado
por ferrocarril); un consumo energético muy superior a
la media estatal; un suelo agrario muy escaso y en rápido
proceso de destrucción; etc. La ocupación urbana de prácticamente
todo el espacio físico de los estrechos valles vascos
(con escaso viento que disperse la contaminación), unido
a un urbanismo histórico que ha reducido a su mínima
expresión la utilización del espacio que no esté
dedicado a la construcción y a un intenso transporte de
mercancías, plantean problemas de transporte (entre otros)
de especial gravedad y dificultad de solución. La Comisión
Europea afirma que "en amplias zonas de la UE la expansión
de la infraestructura (de transporte) parece casi imposible debido
a razones físicas, sociales o medioambientales",
e indudablemente la CAV es una de ellas. Pero, al mismo tiempo
es difícil encontrar un lugar donde sea más urgente
desarrollar una estrategia de transporte sostenible.
La UE reconoce la insostenibilidad
del actual modelo de transporte, y en el Quinto Programa de Actuación
Ambiental (1992-2000) y en numerosos documentos posteriores ha
desarrollado una estrategia a favor de un "transporte sostenible"
que consiste en:
a) "reducir la necesidad
del transporte";
b) trasvasar una parte sustancial de automovilistas al transporte
público y, especialmente al ferrocarril, y de las mercancías
del camión al ferrocarril: "Hacer realidad el potencial
del ferrocarril para transportar una gran parte de las mercancías
es uno de los elementos principales de la política común
de transportes";
c) propiciar una revolución tecnológica de los
medios de transporte. Pretende conseguir el primer objetivo mediante
"una planificación económica y de los usos
del suelo más adecuada a los niveles local, regional,
nacional e internacional". Un instrumento para el logro
del segundo será la "inclusión de los costes
reales de las infraestructuras y del medio ambiente en las
políticas y decisiones de inversión y en los costes
e impuestos que recaen sobre el usuario".
Esta estrategia choca frontalmente
con las de los gobiernos español y vasco, aunque parece
que los TAV encajan dentro de la estrategia comunitaria, ya que
la UE está promoviendo redes de alta velocidad (AV). Aparte
de que este es sólo uno de los elementos de la estrategia
comunitaria de transporte, resulta inconsistente con los objetivos
de potenciar el transporte de mercancías por ferrocarril
(porque las líneas de AV no se pueden dedicar a esta tarea)
y de reducir el consumo de energía del transporte (por
ejemplo, los TGV París-Bruselas consume 2,5 veces más
energía por km y pasajero que los trenes rápidos
alemanes). Además, las particularidades vascas lo hacen
especialmente desaconsejable:
a) el territorio vasco es de
dimensiones muy reducidas; b) no resuelve el problema principal
del transporte vasco: la necesidad imperiosa de trasvasar gran
parte de las mercancías de la carretera al ferrocarril;
c) el TAV vasco no tendrá conexión con la red europea
en AV (Francia sólo contempla la conexión por Barcelona);
d) será muy caro dada la orografía y no cuenta
con financiación comunitaria (se esperaba el 55%);
e) producirá impactos ambientales severos; etc.

En consecuencia, una estrategia vasca de transporte sostenible
pasa por una planificación territorial que minimice su
necesidad, por la potenciación del ferrocarril (especialmente
para el transporte de mercancías) que obligará
a construir algunos tramos nuevos y a modernizar y adecuar al
transporte de mercancías los existentes, por la creación
de una red intermodal de transporte público que permita
que el 90% de la población sólo tenga como mucho
que desplazarse para alcanzarla unos cientos de metros, por la
adopción de medidas disuasorias de la utilización
del automóvil (fiscalidad sobre vehículos y combustibles,
limitaciones de acceso a los núcleos urbanos, etc.), etc.
Tal como dice la UE, "las medidas propuestas implican un
cambio de los hábitos y de las pautas de movilidad (...)
el cambio no será fácil, pero las alternativas
(...) implicarían costes más elevados y no generarían
los mismos beneficios para el transporte y la economía
que el plan propuesto".
Roberto Bermejo, Dpto. Economía Aplicada 1. Facultad de
Ciencias Económicas y Empresariales. UPV-EHU |