Los dilemas de las ecología vasca
* Traducción al español del original en euskera
Iñaki Barcena

Las huellas de la conciencia ecológica. La conciencia, el discurso y los valores ecológicos han ido poco a poco arraigándose en nuestra sociedad; así, al igual que en otros ámbitos sociales, el respeto hacia la naturaleza y la defensa de una vida sana y sostenible ha dejado de concernir únicamente a los grupos ecologistas; al menos en teoría.

Los desastres ecológicos de Seveso y Amocco Cadiz (78), Harrisburg (79), Bhopal (84), Rhin (Sandoz) y Chernobyl (86), Exxon Valdez y Vandellós (89), Doñana (98), Tokaimura (99), o los más recientes del Erika y el Aurul de Rumanía son unos cuantos significativos ejemplos que muestran el origen de la preocupación por el medio ambiente, extendida a todo el planeta.


Doñana.

Ya no son sólo los grupos ecologistas quienes exigen diligencia y responsabilidad; también las administraciones e instituciones políticas, y las empresas y sindicatos atienden y respetan los temas medioambientales, aunque en otro nivel y mediante distintos compromisos.

Fue precisamente esta nueva situación la que dio lugar a la separación entre el ecologismo y el "ambientalismo". En opinión de Andrew Dobson (Pensamiento Político Verde, 1997), el ecologismo cuestiona ferozmente las prácticas políticas, sociales y económicas; no así el "ambientalismo".

Recuerdo cómo el sociólogo Jesus Ibañez, para que entendiéramos la diferencia existente entre el ecologismo y la ecología, nos ponía como ejemplo el binomio sociología y socialismo, comparación que demuestra cómo las ciencias y los movimientos sociales, las nuevas ideologías y las adecuaciones sistémicas no tienen los mismos objetivos. En nuestra opinión, y salvo algunas excepciones, si bien durante la difusión de la conciencia ecológica el protagonismo recayó en el movimiento ecologista, en la actualidad se encuentra rodeado de competidores.

En lo que a la Historia respecta, el primer partido verde se fundó en nuestras antípodas, Nueva Zelanda, en 1972. Un año antes se creaba en Navarra el primer grupo "ecologista" vasco, ANAN, y en Estocolmo tuvo lugar una primera conferencia internacional organizada por las Naciones Unidas sobre el Entorno Humano, con el objeto de examinar los daños antinaturales que el desarrollo humano ocasionó al planeta. A lo largo de veinte largos años, los partidos verdes fueron multiplicándose por todo el mundo, llegando incluso a formar parte de los gobiernos de Alemania y Francia. En 1992, año emblemático en el que se suscribieron en Río de Janeiro los convenios sobre el cambio climático para los gobiernos del Norte y sobre la biodiversidad para los del Sur, el desarrollo sostenible se extendió a todo el mundo. En Euskal Herria, el movimiento ecologista fundó la plataforma unificadora "Erreka", con la finalidad de afrontar los nuevos retos.

La Unión Europea puso en marcha el famoso V Programa Medioambiental, bajo el lema "hacia un desarrollo sostenible". Daba la impresión de que la administración, los partidos políticos, los sindicatos y los empresarios estaban próximos a llegar a un minimum consensual; no obstante, la realidad se ha encargado de demostrar lo contrario.

Las protestas de los ecologistas vascos. La nueva diplomacia no ha puesto fin a las movilizaciones y protestas de los movimientos ecologistas, ni aquí ni en el extranjero; más bien al contrario, la institucionalización tanto estructural como socio-política de los grupos ecologistas ha dado lugar a nuevos grupos. En nuestro alrededor, los ciclos movilizadores no han sentido alivio alguno ante la tardía llegada del discurso político del "desarrollo sostenible".

En tanto que partícipes de la investigación que se está desarrollando en siete estados-naciones de Europa bajo el lema "Cambio del Activismo Medioambiental", estamos elaborando un estudio sobre las protestas ecológicas realizadas en Euskal Herria entre 1987 y 1998. Sabíamos de antemano que, tras los casos de Lemoiz y de la Autovía de Leizaran, la protesta más enérgica resultaría ser la de Itoitz. Sin embargo, nos ha producido extrañeza descubrir que el territorio en el que más movilizaciones han tenido lugar en ese periodo ha sido Navarra (329 actos), por encima de las provincias vascas. ¿Que por qué? En nuestra opinión, la respuesta hay que buscarla en la cultura política de su modelo social y en los planes de desarrollo que durante estos años ha llevado a cabo la comunidad foral.

El segundo lugar en cuanto al número de protestas corresponde a Bizkaia (282), principalmente al Gran Bilbao, debido en su mayor parte a los problemas del Superpuerto, Lindano, Aser, la incineradora, la ausencia de un abastecimiento de aguas, etc. Por detrás vendrían Gipuzkoa (195), Álava (56) y el País Vasco continental (30).

En cuanto al contenido de las reivindicaciones, y comparando los datos con los procedentes de otras naciones, sorprende la poca relevancia que han tenido el conservacionismo y el naturalismo. En el punto de mira de los ecologistas vascos han estado las infraestructuras y las obras públicas. El enemigo, más que las empresas, ha sido la administración.

La forma adoptada por la práctica crítica del ecologismo vasco (convocatorias, manifestaciones, confrontaciones, violencia...), ha sido en su mayoría la de las manifestaciones, y además con un alto grado de confrontación, debido a la falta de comunicación y de "puentes" entre los interlocutores. Desde el punto de vista estructural, junto con varios grupos nacionales (Eguzki y el actual Ekologistak Martxan, CADE en el País Vasco continental), el fenómeno más destacable es el del localismo, dado que todo conflicto da lugar a la creación de una coordinadora o grupo "sui generis" que pretende ofrecer una respuesta particular al problema.

Por otra parte, ni Greenpeace, entidad que más socios tiene en Euskal Herria (aproximadamente 6000), ni los demás grupos ecologistas internacionales (WWF, FoE...) han abierto aquí ninguna sede, ni organizado campaña o acto alguno, salvo casos puntuales como los de Aser o Itoitz. Dejaremos el estudio de estas causas para otra ocasión.

Ahora que tenemos ante nosotros la globalización económica, atrapados como estamos en la era informativa y cultural, cuando las modas de la producción y del consumo se extienden en el nivel universal, cuando observamos profundas huellas en las planificaciones energéticas, en el transporte y en los medios de comunicación, el ecologismo vasco sigue siéndole fiel a su lema "Think globally, act locally" (Piensa globalmente, actúa localmente), a pesar de que por ahora no ha sido capaz de dar ningún paso más.

Dilemas y retos. Un dilema en la Filosofía sería la alternancia entre dos proposiciones incompatibles. También en el uso común llamamos dilema a la situación en la que se ha de escoger una de entre dos cosas opuestas entre sí. En el campo del medio ambiente, y especialmente en el caso de Euskal Herria, el momento actual bien puede ser calificado de dilema.

¿Quién irá a negar los síntomas y señales de la crisis ecológica tanto locales como globales? Nadie.

Los nuevos actores, es decir, las instituciones y la administración, los partidos y los sindicatos, los empresarios y las corporaciones, han pasado a tomar parte en el debate ecológico, principalmente a través de los medios de comunicación, que a fin de cuentas no son sino empresas que ofrecen una información cada vez mayor sobre el medio ambiente, debido al parecer al creciente interés del público. El discurso medioambiental se ha visto socializado y nos conduce a los parámetros de "todos somos ecologistas". Paulatinamente, casi todos hacen alusión al "desarrollo sostenible". Pongamos un ejemplo. En el acuerdo de 1999 del Gobierno de Gasteiz (EAJ-EA) se hace referencia al desarrollo sostenible como "único modelo posible". De todos modos, las instituciones políticas vascas aprovechan la nueva tendencia verde para enfrentarse a la ecología pasiva, no en aras de poner en funcionamiento otro modelo más ecológico. Desafortunadamente, este pensamiento ronda sólo por las mentes de los responsables del tema medioambiental.

Basta con echar un vistazo al Plan Euskadi XXI, a los proyectos de las Diputaciones Forales o a las planificaciones energéticas de "EVE" para percatarse de que las instituciones aún no han asumido el concepto de la sostenibilidad. Y, lo que es peor, el Gobierno Vasco, a instancia de los ayuntamientos de los alrededores de Bilbao, acaba de solicitar al Gobierno central la anulación de la Declaración de Zonas Contaminadas (1977), con el objeto de poder proceder a la instalación de los proyectos energéticos contaminantes (Petronor, la incineradora de Zabalgarbi, la ampliación del Aeropuerto, los dos proyectos energéticos de Superportu...) sin las limitaciones establecidas por la Unión Europea. Lejos de la sostenibilidad, las actuales instituciones políticas no buscan sino el crecimiento económico, el cambio tecnológico y la nueva imagen.

Los empresarios del ámbito privado han permanecido hasta hace bien poco alejados de los debates medioambientales. No obstante, hace cinco años (1995-96) se organizó de la mano de, entre otros, Sener, Zabalgarbi, Cementos Rezola, Lemona, Aser, Iberdrola, Vidrala y ACB el Aclima -Cluster Vasco del Medio Ambiente"- , con la doble finalidad de enfrentarse a la presión de la nueva normativa europea, y sacar provecho tecnológico y económico a nuestro pasivo ecológico. No hay que olvidar que los desechos y los residuos tóxicos también pueden ser un negocio redondo.

Los casos de Confebask y Eroski bien podrían servir de ejemplo de este mundo empresarial, los cuales, a pesar de haber dado un vuelco tanto en la teoría como en el discurso público, dada su enorme responsabilidad en las formas productivas y en el consumo, apenas han hecho nada en la práctica. En todo caso, no hemos de olvidar que la principal iniciativa para el cambio procedente del ámbito público en la Comunidad Autónoma con respecto a la tecnología y actividad empresarial, ha venido de la mano de los programas IHOBE (Producción limpia-Gestión Medioambiental-ISO 14001).

Aparte del firme compromiso ecológico del sindicato de los baserritarras (EHNE), los demás han nombrado a algún que otro responsable que atienda al "tema", y en ocasiones organizan cursos o seminarios subvencionados por la administración. En otro orden de cosas, algunos sindicatos (LAB, CCOO, STEE-EILAS, ESK, CGT,...) en varias campañas se han unido a las reivindicaciones de los grupos ecologistas. Hasta ahí llega el activismo verde de los trabajadores.

Esta radiografía tiene por objeto mostrar la dilémica diferencia existente entre la teoría y la práctica. Los nuevos actores del medio ambiente (instituciones políticas, empresas, sindicatos...) ven con claridad la necesidad de mover por exigencias de la opinión pública la "ficha" del ajedrez ecológico, pero, por otra parte, no depositan ninguna confianza en la actitud y postulados de los ecologistas, optando por mantener sus posturas tradicionales.

Avances para superar una cultura conflictiva. Euskal Herria atraviesa un momento social, político y económico un tanto peculiar. Ante este cambio de estación, qué duda cabe sobre la necesidad de llevar las polémicas y actividades ecológicas entre los ecologistas al escenario socio-político. La cuestión radica en si, al igual que en las tres décadas anteriores, la única vía posible ha de ser la del conflicto.

Tal como se puede observar, reinan el miedo y la desconfianza. El cuadro anterior (Bilbo nora zoaz? 1999) nos lleva a pensar que los parámetros del conflicto ecológico se pueden llevar del Gran Bilbao a toda Euskal Herria. Los sindicatos y la universidad suelen permanecer por lo general fuera, cerca o a las puertas de los debates ecológicos, aunque podrían tratarse de los nuevos aliados de los ecologistas vascos que movieran la balanza. Por otra parte, los grupos ecologistas necesitan colaborar con los "activistas institucionales" de los ayuntamientos, diputaciones o instituciones autonómicas y reivindicar así una mayor democracia participativa en la política que pudiera paralizar los antiecológicos y antisociales proyectos de las corporaciones, del gobierno y del sector privado.

He ahí el gran dilema. Cómo conseguirlo, cómo llegar hasta los foros de discusión, qué criterios emplear para llegar a un consenso o para establecer las separaciones, sobre qué puntos acordar o cómo seguir con la dinámica del conflicto público. Ninguna varita mágica lo puede solucionar. Tal como decía A. Machado, "El camino se hace al andar".

LA CULTURA POLÍTICA DEL CONFLICTO



Iñaki Barcena, Dpto. Ciencia Política y de la Admon. Facultad Ciencias Sociales y de la Comunicación. UPV/EHU

Euskonews & Media 83.zbk (2000 / 6 / 16-23)


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