Fue hace veinte años cuando la
primera expedición vasca llegó a la cumbre del
Everest. Hubo un primer intento seis años antes, pero
aquella vez no pudo ser. A la segunda fue la vencida. Angel Rosen,
Luis Mari Saenz de Olazagoitia, Felipe Uriarte, Ricardo Gallardo,
Juan Ramón Arrue, Joxe Urbieta, Emilio Hernando, Kike
de Pablos, Xabier Erro y Javier Garaioa esperaban impacientes
la vuelta de Martin Zabaleta, el único miembro que pudo
hacer cumbre. En el grupo también se encontraba Juan Ignacio
Lorente, jefe de expedición.
-¿Qué recuerdos
guarda de aquella mítica subida al Everest? Quedan muchas cosas
en el recuerdo, quizás muchas de ellas emborronadas. Pero
recuerdo todos los momentos de la preparación, no sólo
los de hace veinte años, también los de la expedición
del 74. Como todas las personas mayores hay cosas que guardas
con mucha más frescura, aunque sean de hace treinta años
que lo que ha pasado hace dos semanas. También por la
importancia que ha tenido para mí y para los otros. Hoy
en día se personaliza mucho más este tipo de ascensiones.
Entonces éramos un grupo y era el grupo el que se enfrentaba
a la cumbre del Everest. Parecía que el triunfo era indudablemente
de todos. Lo tomamos como algo muy personal. A todos nos hubiese
gustado ser Martin pero yo creo que la alegría fue profunda
para todos. Recuerdo los malos ratos cuando Martin no volvía,
la vuelta aquí que fue un homenaje impresionante. Tuvo
mucha repercusión en Euskadi y son momentos muy gratos
y muy entrañables.
-¿Por
qué el Everest y no otra montaña? Todos los montañeros
nacen con ideas. Simpre estás soñando con hacer
cumbres que te apetezcan, cumbres bellas. Habíamos ido
a los Andes, una expedición que fue existosa; luego tuvimos
bastante responsabilidad en un rescate y todo aquello nos unió
un poco más. Me acuerdo de aquel grupo que formábamos
en la calle Dato tres vitorianos: Rosen, Juan Carlos Fernández
y yo. Nos preguntámos ¿por qué no el Everest?
Como cuando sueñas de chaval, y así surgió
la idea. Empezamos a buscar información, a escribir a
los americanos que habían estado en el 65. Necesitábamos
dinero. Preguntamos en bastantes sitios y en aquel momento estaba
el grupo KAS, pero nada. Hasta que fuimos a CEGASA. Allí
también nos tomaron por chalados pero les pareció
una idea interesante y empezamos a movernos para conseguir el
permiso. En aquella época sólo daban teóricamente
un permiso al año. Además se creía que las
únicas condiciones favorables para subir al Everest eran
en primavera. En el año 74 sólo habían conseguido
la cumbre los británicos, pero todavía no había
subido ningún inglés a la cumbre, ni ningún
francés, italiano o austríaco. Países con
un poso alpino mucho mayor del que podíamos tener nosotros.
Habían subido los americanos, los indios, los japoneses,
pero faltaba mucha gente por hacerlo. Si en el 74 se hubiera
llegado a la cumbre hubiéramos sido la quinta nación
que habría conseguido la cumbre del Everest, pero nos
quedamos a 8.500 metros. Después subieron los italianos,
los franceses y los polacos. La difilcutad de obtener un permiso
era enorme. Había que hablar
con la embajada y era una cosa ya política. Porque detrás
de los permisos había naciones fuertes y nosotros éramos
unos pobres vascos. Además en plena dictadura de Franco
si algo sonaba a vasco... Sabemos por filtraciones que nuestra
primera expedición estuvo en el Congreso de los Ministros,
para decidir si podía ir o no. Aquello salió por
el apoyo del presidente de la Federación Española
de Montaña, José Antonio Odriozola, y por gente
de aquí que nos apreciaba y tenía influencias.
Pero como expedición vasca no pudo salir, salió
como expedición Tximist. En el año 80 pudo ser
como tal.
-Así
que ser una expedición vasca les trajo bastantes problemas. Los españoles
querían controlar la cumbre. En el 74 mandaron un reportero
de la agencia Alfil al campo base, para controlar la posible
noticia de los vascos en la cumbre. Un tal Lacalle. Lo pasó
muy mal. Claro, en aquella época mandar noticias no era
como ahora. Tardaban una semana en llegar aquí.
-Durante el tiempo que
duró la expedición vivirían momentos duros,
como el accidente de aquel sherpa o la demora de Martin Zabaleta
en descender de la cumbre. Sí. Tuvimos
que asistir a un sherpa de otra expedición que trataba
de hacer el Lhotse, pero estaba destrozado y murió. Los
sherpas no le dan demasiada importancia porque ellos tienen sus
religiones y como creen en la reencarnación, son fatalistas.
Cuando sacamos a otro sherpa que se cayó en una grieta,
no le dieron demasiada importancia. Lo sacamos y aquel sí
vivió; luego nos dio las gracias en Katmandú.
-Usted también estuvo
a un paso de hacer cumbre.
Yo creo que si lo hubiese intentado igual
ahora no estaría aquí contándolo. En el
intento de subir a la cumbre que hicimos Martin Zabaleta y yo,
yo llevaba mucho tiempo de altura y por encima de 6.000 metros
te deterioras. Llevaba ya cerca de un mes allí. Como jefe
de expedición creía que mi lugar era aquel sitio,
por si la gente bajaba a recuperar fuerzas al campo base. Coincidió
que Martin estaba allá, empezó a hacer buen tiempo
aunque la montaña estaba con nieve reciente; le dije a
Martin que entre él y yo y dos sherpas más debíamos
tratar de subir. Y así se llegó a la cumbre. Después
de dos horas y media estaba bastante cansado. Había mucha
nieve profunda, me estaba retrasando y le dije a Martin que yo
ya iría a mi paso pero que él siguiera con el sherpa
hacia arriba. Pero cuando nos paramos y vimos que Martin había
gastado casi toda
su botella de oxígeno, le dí la mía y en
cierto modo fue un alivio para mí. Martin hizo un esfuerzo
tremendo porque las condiciones del monte no eran como las de
ahora. Entonces ibas sólo. No es como ahora que vas acompañado
y te colocan cuerdas fijas. Había que abrir todo el camino.
A la bajada se quedaron sin oxígeno, cerca de la cumbre.
El sherpa estaba muy débil y tuvieron que pasar la noche
en una grieta a 8.600 metros en la cumbre sur. A la mañana
siguiente estaban deshidratados y no tenían fuerzas para
bajar. Me acuerdo del susto que me llevé cuando llegó.
Casi era de noche. Primero llegó el sherpa tambaleándose
y no había nadie detrás de la cuerda que llevaba
arrastrando. A los diez minutos llegó Martin pero como
no había luz no se le veía. Aquellos minutos fueron
muy dramáticos para mí y cuando llegó fue
muy emocionante.
-¿No se le quedó
la espina clavada de no haber hecho cumbre?
Me hubiera gustado pero viendo lo que
le costó a Martin y las circunstancias que vivió
estoy contento de estar aquí. Porque posiblemnte me hubiera
quedado allí. Yo tenía mucha ilusión y muchas
ganas pero cuando estás al límite y ves que las
cosas se te van de las manos... Y había una justificación
para que yo le diera mi oxígeno. Si hubiese tenido oxígeno
probablemente habría continuado un poco para arriba, pero
no sé.
-¿La vuelta a Euskadi
cómo la vivieron? Fue impensable. Vives
en tu ambiente montañero y ves como algo así se
extrapola un poco más, todo lo que aquello representaba
para Euskadi. La llegada en el aeropuerto de Sondika fue impresionante.
Muy emocionante.
-¿Se pensó
en repetir aquella experiencia o hacer alguna otra expedición? Habían sido
años pensando en el Everest. La gente de la expedición
ha seguido saliendo al Himalaya. Yo también he salido,
menos que otros y algunos menos que yo, pero siempre con ilusión
en la montaña. Porque cuando haces montaña en el
Himalaya también te gusta hacer montaña aquí,
por contraposición. La naturaleza verde de aquí,
después de haber estado en los hielos del Himalaya. A
veces lo que te falta es lo que añoras.
-Reciéntemente Martin
afirmaba que le gustaría repetir aquella cumbre con la
misma expedición y en su situación actual. ¿Usted
se atrevería? Por atreverme sí,
pero si hace veinte años estuve al límite lo probable
es que ahora
tendría muchas menos oportunidades. Indudablemente ahora
han mejorado muchas otras cosas. Entre otras cosas la mentalidad,
el tipo de alimentación, el material, la aclimatación.
Si se pudiera hacer sí que me apuntaba y creo que en el
grupo hay gente que lo podría conseguir. Lo que pasa es
que posiblemente nos llevaríamos grandes desilusiones.
Porque cuando estuvimos allí estuvimos sólos y
era otra sensación. Ahora hay muchas expediciones. Aquello
ya no tiene la espiritualidad que tenía antes, la soledad
de las grandes montañas. Yo creo que la primera vez que
fuimos en el año 74 fue algo emocionante. La segunda vez,
lo ves de otra manera, ya no le das demasiada importancia y si
vas una tercera vez, cambiando las circunstancias porque hay
más de una expedición con mentalidades diferentes,
te llevas una gran desilusión.
-¿Las mejoras de
los últimos años han quitado de alguna manera el
mérito al hacer cumbres? Claro, lo que pasa
es que ahora ha cambiado. No sólo se hacen cumbres sino
que también vías de acceso difíciles. Ahora
se exige mucho más. Pero todo ha evolucionado, la técnica,
la preparación, la alimentación, los conocimientos
de la altura, el saber dónde están las limitaciones
de las personas. Todo eso hace que sea más fácil.
Antes era más aventura, y más aventura fue cuando
lo hicieron los británicos. Pero sabiendo que se puede
hacer ya tienes la puerta abierta para lograrlo. Yo no quito
mérito a lo que se hace
ahora, pero no tienen el mismo mérito que lo que hicieron
los primeros. Pero yo siempre he dicho que el Everest sigue teniendo
la misma altura, y la persona que llegue a la cumbre tiene que
realizar un esfuerzo muy grande.
-Ahora que andan en celebraciones,
¿tienen algún próximo proyecto montañero? En el 76 Rosen y
yo fuímos los primeros vascos en coronar el Aconcagua.
Mi sueño es volver a subirlo de nuevo ahora, a mis 61
años. El año que viene se cumplirán 25 años
de aquello y estas Navidades marcharé para allá
para intentarlo otra vez. Si Dios quiere y el cuerpo lo permite,
lo conseguiremos. Fotografías: Estibalitz Ezkerra
Las fotografías del Everest están publicadas en
el libro "Euskaldunak Everesten" de Felipe Uriarte
Euskonews & Media 81.zbk (2000
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