Ahora que la tierra comienza a tragarse
los últimos vestigios de la empresa Unión Cerrajera,
los recuerdos le llevan a uno inconscientemente hasta los gloriosos
días de la factoría más emblemática
de Mondragón , devolviéndole una imagen que jamás
volverá a repetirse. El modélico edificio arquitectónico
que antaño acogiera a miles de trabajadores pasará
a la historia, y en el lugar que ocupaba se construirá
en breve una zona residencial. Las nuevas generaciones apenas
tendrán ocasión de conocerla; como mucho, a través
de antiguas fotografías.
A quienes superamos el medio
siglo, sin embargo, y debido al hecho de haber sido testigos
directos de los vaivenes socio-económicos de la mencionada
empresa, la raíz de ese pasado nos acompaña de
forma íntima e, inevitablemente, volvemos la mirada hacia
atrás con el deseo de revivir algunos de aquellos momentos,
aun siendo plenamente conscientes de su absoluta imposibilidad.
El presente, por su parte, ¡lástima!, se nos escapa
de entre las manos sin que apenas nos demos cuenta, y para cuando
queremos recuperarlo resulta, para nuestra desgracia, demasiado
tarde.
La historia de lo que fue -¡
maldición!, Unión Cerrajera, si alguna vez llegara
a escribirse, debería reflejar todos los claroscuros que
durante tres cuartas partes del siglo XX ha sido la bandera más
emblemática de la villa mondragonesa. Y, al igual que
en toda aventura humana, nos aparecería un escenario de
innumerables virtudes y defectos. ¡A saber lo que hubiera
sucedido si las virtudes fueran defectos y los defectos virtudes!
Pero, ya que no nos es posible aventurar nada, prosigamos con
lo nuestro y saquemos a la luz, por lo menos quienes tenemos
recuerdos históricos, los semiolvidados pasadizos que
yacen en los oscuros estantes de la memoria.
Quisiera a continuación
realizar una descripción general de una realidad estrechamente
vinculada a la evolución estratégica de la Unión
Cerrajera, dejando los detalles en manos de los historiadores
profesionales, a los cuales concierne realizar una profunda lectura.
En lo que a mí respecta, no pretendo actuar más
que desde mi condición de testigo directo y aficionado
a la historia. Y, sin más preámbulos, daré
comienzo a una breve descripción sobre el tren de vía
estrecha de Estella-Vitoria-Mekolalde.
Deberíamos retroceder
en el tiempo hasta el 12 de mayo de 1882, fecha en que el Gobierno
español otorgó su aprobación al proyecto
ferroviario que con anterioridad pasó por manos de las
Cortes. El 9 de junio del mismo año se promulgaba ya como
ley, publicándose en la Gaceta madrileña el día
13. El proyecto en cuestión pretendía enlazar el
territorio agrícola del margen del río Ega con
la zona industrial de Durango, con Gasteiz de por medio. Los
tramos serían el de Lizarra-Gasteiz y el de Gasteiz-Durango,
ubicándose el nudo de ambas en la estación del
Norte de la capital alavesa. El carril era estrecho, de un metro.
 Inauguración del tren.
El proyecto tenía su origen
en un informe que los hermanos gasteiztarras Juan José
y Joaquín Herran presentaron ante el Ministerio de Fomento
español bajo el título de "Ferrocarril económico
de Estella a Durango por Vitoria, y ramal de Arroniz a Lerin",
proyecto cuya finalidad era, como más tarde se pudo comprobar,
distinta a la que finalmente resultaría. Pero eso lo veremos
más adelante.
Los problemas de financiación
emergieron en cuanto el Ministerio hubo dado su visto bueno al
proyecto ferroviario de los hermanos Herran. A pesar de que desde
la perspectiva actual los aproximadamente 17 millones de pesetas
a los que ascendía la obra puedan parecer una nadería,
su recaudación distaba de ser fácil. No obstante,
el informe de los Herran daba a entender que la inversión
propiciaría una pronta prosperidad económica.
Con el objeto de materializar
su sueño, que ya contaba con el beneplácito del
Ministerio, los Herran hicieron lo imposible por adquirir capital
ya fuera público o privado, si bien ante el anquilosamiento
del proyecto, se vieron obligados a buscarlo en Europa. Gracias
a las gestiones realizadas en Inglaterra, en 1886 se fundaba
la compañía "The Anglo Vasco Navarro Railway
Company Limited", dirigida a gestionar íntegramente
el proyecto de la idea original.
El origen de la denominación
tantas veces empleada por las personas de mi generación
queda, por tanto, fuera de dudas; mientras que en la zona de
Gasteiz este tren de vía estrecha recibía el apelativo
de "El anglo", en el Alto Deba se le llamaba "El
Vasco Navarro". Dicho sea de paso que la principal sede
de trabajo estaba instalada en Gasteiz, y que el nudo ferroviario
de los dos tramos se encontraba, en un principio, en la Estación
del Norte, construyéndose más adelante un segundo
en la zona actualmente ocupada por la Estación de Autobuses,
en la calle que el Ayuntamiento gasteiztarra bautizara tiempo
después con el nombre de Los Herran, en recuerdo de los
principales promotores del proyecto. Curiosamente, en la actualidad
tal zona no presenta rastro alguno del tren, a excepción
del viejo "Bar Burnibide". ¡Nostálgico
vestigio de aquellos días!
A primeros de enero de 1887 se
dio comienzo a las obras desde Gasteiz con dirección a
Durango, pasando por Arlaban (Salinas de Léniz/Leintz
Gatzaga); tramo de dieciocho kilómetros que se construyó
en el plazo de dos años y cuya inauguración se
celebró, entre grandes festejos, el 13 de febrero de 1889.
Las obras ferroviarias generaron abundantes puestos de trabajo
para la gente los alrededores; de hecho, he conocido a muchos
habitantes de los pueblitos entre Durana y Leintz Gatzaga que
trabajaron como obreros; una actividad de la cual recuerdan su
dureza, aunque reconociendo el alivio que supuso para su precaria
economía.
En lo que respecta a la logística
de las obras, albergo mis dudas sobre hasta qué punto
puede considerarse un acierto la decisión de los miembros
del "Anglo Vasco-Navarro", puesto que la ruta de Gasteiz
a Arlaban, al no atravesar más que pequeños municipios,
distaba de ser rentable. Los ingresos provenientes de los viajeros
y de las mercancías a duras penas bastaban para cubrir
el pago de las inversiones y los gastos variables de explotación.
¿Por qué no probaron, por poner un ejemplo, con
una estrategia financiera más sensata que enlazara Eskoriatza
y Mekolalde? ¿Cómo es que no barajaron la idea
de unir las villas del Alto Deba, tratándose de una zona
mucho más poblada y dotada de una potente industria?
Los ayuntamientos de los pueblos
por los que el tren circulaba tuvieron que participar en la financiación
de las obras. Para ello, la sociedad adjudicataria hizo una emisión
d eobligaciones y cada municipio suscribió los títulos
en función de su capacidad. En el caso de Mondragón
fueron 160.000 pesetas, las cuales fueron recaudadas por medio
de un nuevo impuesto sobre el vino que entró en vigor
el 15 de mayo de 1887, ordenando que el precio por litro pasara
de 0,14 pesetas a 0,19, y de 0,38 a 0,50 en el caso de las bebidas
alcohólicas de más de 20 grados; incremento paralelo,
¡pardiez!, al que nos tiene acostumbrado últimamente
el Rioja.
Transcurrido un año desde
que la vía de Gasteiz llegara a Leintz Gatzaga, la sociedad
se declaró en quiebra y ante la falta de capital -ni siquiera
le llegaba para retribuir a los trabajadores- se vio obligada
a paralizar las obras, abandonándolas tal y como en ese
momento se encontraban, es decir, en el descenso de Arlaban,
teniendo que superar los 302 metros que lo separaban de Eskoriatza
en torno a los 19 kilómetros. En vista de esta situación,
el 15 de marzo de 1890 Arrasate suprimió los impuestos
especiales que gravaban el alcohol. Bien se puede decir que la
quiebra de la compañía ferroviaria facilitó
a muchos el acceso hacia el vaso de vino. "El Transarlabaniano",
como algunos lo bautizaron, tuvo que esperar la llegada de tiempos
mejores.

El Estado, avalado por la Ley, trató de hallar posibles
soluciones al problema del estancamiento de las obras de la vía
del tren; no obstante, nadie en la subasta pública se
animaba a invertir. Pasaron largos años hasta que el propio
Estado ofreciera una respuesta adecuada.
En 1906, la fusión de
varias empresas de Arrasate dio lugar a la creación de
la Unión Cerrajera S.A., la cual, como es bien sabido,
abrió sus fábricas de Arrasate y Bergara, ésta
última vinculada más propiamente al sector siderúrgico.
Las ilusiones y esperanzas que los empresarios habían
depositado en el proyecto ferroviario se desvanecieron en cuanto
la sociedad británica se declaró en bancarrota.
En 1912, en vista de la inmovilidad del Estado, la Unión
Cerrajera acordó asumir el coste de una parte de la vía,
dada la importancia que concedía a la posibilidad de vender
sus productos con un menor gasto de transporte y un servicio
más moderno que, además, le resultaría muy
provechoso para abastecerse de materia prima.
El punto más interesante
a los ojos de la Unión Cerrajera era sin lugar a dudas
Mekolalde, desde el cual podía establecer diversos vínculos.
A destacar el hecho de que en 1889, y haciéndole una directa
competencia al "Anglo Vasco Navarro", se inauguró
una nueva vía de carril estrecho entre Zumarraga y Durango,
financiada por la sociedad "FFCC Vascongados", circunstancia
que llevó a la Unión Cerrajera a meditar sobre
la salida hacia el mar. Es desde esta perspectiva desde donde
hay que interpretar la decisión que adoptó.
Parece ser que la oferta de la
Unión Cerrajera coincidió con el propósito
de Madrid de poner fin a las obras ferroviarias. La razón
habría que buscarla en el hecho de que en 1913 fuera nombrado
jefe del Gobierno español Eduardo Dato, diputado por Alava
que desde su cargo trató de impulsar la economía
alavesa. Una de las posibilidades consistía en volver
a poner en funcionamiento el proyecto ferroviario falto de capital.
De este modo, el 17 de septiembre
de 1914 se retomaba el trabajo, respaldado económicamente
en su mayor medida, y según lo acordado en un convenio
suscrito con el Estado, por las Diputaciones de Álava,
Gipuzkoa y Navarra, así como -al igual que en el anterior
intento- por las localidades que habrían de contar con
una estación. Ante todo se procedió a ultimar el
tramo que unía las estaciones gasteiztarras "Norte"
y "Ciudad", y a continuación el situado entre
Gatzaga y Mekolalde. Finalizada la totalidad de las obras, la
inauguración oficial se celebró el 3 de septiembre
de 1919, con la presencia del jefe del Gobierno Eduardo Dato.
Arrasate y el Alto Deba contaron
de este modo con un tren que funcionaría a lo largo de
casi medio siglo. Las primeras locomotoras fueron bautizadas
con el nombre de Guipúzcoa, Mondragón, Vitoria
y Laurak Bat. Durante el tiempo que se tardó en edificar
la estación, los servicios ferroviarios de Mondragón
se prestaron en la portería de la fábrica Unión
Cerrajera, y es entonces cuando se dio inicio a una auténtica
cooperación entre la compañía ferroviaria
y la empresa siderometalúrgica, que proporcionaría
ventajosos beneficios para ambos. Los trenes de mercancía
entraban para efectuar las cargas y descargas directamente hasta
las mismas factorías.
En vista de la dureza de la orografía
de las pendientes de Arlaban, bien podría decirse que
ya se había superado el tramo más dificultoso,
ante lo cual se decidió retomar la idea original y abordar
la siguiente fase que trataría de unir Lizarra y Gasteiz,
tarea que se emprendió el 30 de enero de 1920. Unos meses
antes, el 12 de octubre, empezaron los trabajos de preparación
del tramo de San Prudencio y Oñati, que, al ser más
corto, se inauguró el 30 de septiembre de 1923. El de
Estella a Vitoria, por su parte, de unos 70 kilómetros,
y que contaba con una locomotora de vapor, no se pudo estrenar
hasta el 23 de septiembre de 1927.
El primer viaje oficial del tren,
desde Vitoria a Estella, lo realizó el jefe del Gobierno
español, general Miguel Primo de Rivera, acompañado
de autoridades religiosas, militares y civiles, tanto de Álava
como de Navarra. Cuenta el historiador arrasatearra Jose Mari
Uranga que el dictador Primo de Rivera, en su viaje en coche
hacia Vitoria, pasó aquella misma mañana por Mondragón,
para desde ahí tomar el camino hacia Aramayona. La razón
de este desvío fue que, cuando el cura guerrillero Santa
Cruz se fugó en agosto de 1872 del ayuntamiento de Aramayona,
donde se encontraba arrestado para su fusilamiento, el Jefe de
las Armadas Liberales del País Vasco continental iba desde
Gasteiz a dicho pueblito alavés con el objeto de conocer
personalmente al jefe carlista preso. El militar en cuestión
no era otro que el Primer Marqués de Estella, padre de
Miguel Primo de Rivera. Por ello, el hijo debió pensar
que tenía que aprovechar la oportunidad y llegarse hasta
Aramayona y conocer sus alrededores.
Una vez preparada la red y estando
ya el servicio en funcionamiento, llegó el momento de
electrificar la vía. Se procedió primero en el
tramo entre Lizarra y Gasteiz, el cual se inauguró el
21 de diciembre de 1929, y el resto infraestructural se preparó
seis años más tarde. Las instalaciones eléctricas
de la estación de Legutiano y de Arrasate se construyeron
en mayo de 1936, si bien la sublevación del 18 de julio
trajo el retraso de las obras.
El trabajo se retomó en
abril de 1937, y el 20 de febrero de 1938 el primer tren electrificado
partía desde Gasteiz con destino a Bergara lleno de autoridades
alavesas y guipuzcoanas, con el obispo Lauzirika y el general
López Pinto a la cabeza. En Bergara se brindó por
la finalización de las obras con, ¡cómo no!,
un vino español.
Y, sin embargo, aún faltaba
un pequeño tramo por finalizar: el de Andollu hasta el
Santuario de Estibalitz, de modo que no fue hasta el 2 de mayo
de 1948 cuando por fin se dio por concluído el proyecto
emprendido sesenta años atrás.
Todo eso, para que la medianoche
del 31 de diciembre de 1967 un decreto estatal ordenara la definitiva
desaparición de estos servicios con motivo de su falta
de rentabilidad. El tren, durante el tiempo que funcionó,
tuvo una directa influencia en el estilo de vida de los pueblos
por los que circulaba. Con todo lo que ahora sabemos y teniendo
en cuenta los problemas de comunicación vial, nadie es
capaz de adivinar el futuro que hubiera deparado al tren, aunque
lo que sí podemos asegurar es que la década de
los sesenta del siglo XX puso fuera de circulación a este
agradable, pulcro y simpático medio de transporte. La
modernidad dio la espalda al futuro. Josemari Velez de Mendizabal, escritor |