Si pudiéramos retroceder en el
tiempo hasta el siglo XV, la visión que tendríamos
de Haro sería la de un típico núcleo urbano
medieval. Es decir, nos encontraríamos con una villa amurallada
con torres defensivas y con la presencia de un castillo, mota
o fortaleza en su parte más elevada. Intramuros, Haro
se estructuraba en dos grandes barrios: la media villa de San
Martín y la media villa de Santo Tomás con sus
respectivas iglesias, calles estrechas y plazas. Las plazas constituían
los lugares públicos por excelencia, pregonándose
en ellas los acuerdos y ordenanzas del concejo y celebrándose
los mercados, ferias y actos festivos que, como los festejos
taurinos, tenían lugar en las festividades de San Juan
y San Pedro, e igualmente en las plazas se impartían los
castigos decretados por la justicia, incluidas las ejecuciones.
Además, la villa contaba con una judería y una
morería, extramuros se situaban el arrabal y el convento
de San Agustín, fundado en el siglo XIV, y así
mismo Haro poseía un término rural conformado por
tierras de cultivo, pastizales para el ganado y tierras incultas
donde los vecinos acudían a por leña, madera, frutos
secos y a cazar. Este término rural fue ampliándose
progresivamente a lo largo de la Edad Media, mediante la compra
de las aldeas de Briñas, Cuzcurritilla y Atamauri, y la
toma en arriendo de la aldea de Naharruri (actual Casalarreina).
Desde un punto de vista social
distinguimos en Haro una élite social, definida en la
documentación como los "principales" de la villa.
Esta élite controlaba el poder municipal y estaba compuesta
por gentes pertenecientes a nobleza de linaje y privilegio (caballeros,
escuderos e hidalgos), así como por vecinos enriquecidos
con el comercio y algunos letrados que no trabajaban directamente
sus tierras. Frente a esta élite social se situaba la
mayoría del vecindario de la villa integrado en el "común"
de Haro, un "común" conformado por pequeños
propietarios de tierra y artesanos que realizaban paños,
zapatos, herramientas para la labranza, armas, etc., pero también
por jornaleros que contaban con una situación económica
muy precaria. Los miembros del "común" debían
pagar la mayoría de los impuestos que recaían sobre
la villa, y así mismo trabajaban en las tierras de labranza
y en los talleres artesanales. También eran vecinos de
la villa los clérigos del cabildo de Santo Tomás,
cuya moral bastante relajada coincidía en general con
la moral del resto del clero bajo del Obispado de Calahorra y
la Calzada. Así, fueron frecuentes las riñas y
peleas de clérigos con vecinos de la villa, e igualmente
las Constituciones Sinodales del Obispado de Calahorra y la Calzada
no se cansaban de repetir que los clérigos no vivieran
con barraganas.
Pero, en Haro, como ocurría
en general en el mundo urbano medieval, también vivían
sectores sociales marginales como vagabundos, prostitutas y gitanos
que llegaban periódicamente a la villa, y que las autoridades
municipales se encargaban de expulsar con la mayor celeridad.
Junto a ellos tampoco nos podemos olvidar de los pobres y "envergonzados"
residentes en la villa. Entre estos últimos distinguimos
a personas que habían caído repentinamente en la
pobreza tras perder su hacienda a causa de varias malas cosechas,
y también a huérfanos y a mujeres que enviudaban.
El municipio se apiadaba de estos vecinos concediéndoles
limosnas o recluyéndoles en la institución asistencial
de la villa: el Hospital, y en el marco de su política
social, también asumía la responsabilidad de la
crianza y tutela de las "criaturas" que se abandonaban
con bastante frecuencia ante las puertas de las iglesias de la
villa. Igualmente estaban marginadas a fines de la Edad Media
las comunidades judía y mudéjar de Haro, que tanto
habían contribuido a lo largo de los siglos medievales
al desarrollo y crecimiento de la villa. Como ocurre en todo
el territorio de la Corona de Castilla, también los judíos
y mudéjares de Haro son objeto de medidas discriminatorias
y vejatorias. Así, se les obliga a recluirse en la judería
y en la morería para evitar el contacto con los cristianos,
deben llevar señales identificatorias, e incluso los judíos
son objeto de burlas y maltratos por parte de algunos cristianos,
antes de su expulsión en 1492.
La economía de los vecinos
de la villa de Haro a finales de la Edad Media, giraba fundamentalmente
en torno al trabajo de los campos de cultivo situados en el término
municipal. Sobresalían los cultivos de cereal y el viñedo,
un cultivo este último que gana espacio de manera destacable
a lo largo del siglo XV e inicios del XVI, de tal forma que la
venta de vino se convertirá en una de las principales
fuente de riqueza de Haro. Para la vendimia llegaban a Haro jornaleros
de otras localidades de La Rioja y de Burgos, y la villa producía
fundamentalmente dos tipos de vino: tinto y blanco, reservándose
además todos los años varias cubas de moscatel
y tinto añejo para las celebraciones y para la concesión
de presentes y regalos. Así, con motivo de la boda de
una de las hijas del primer Conde de Haro, la villa regaló
ocho cántaras de vino blanco y moscatel y otras ocho cántaras
de tinto añejo a su señor. Junto a la agricultura,
la ganadería, especialmente la ovina, también desempeña
un importante papel en la economía familiar, así
como la explotación de las tierras incultas, dehesas y
bosques, donde los vecinos de Haro se abastecen de leña,
madera y frutos secos, e igualmente cobran importancia la pesca,
abundante en los ríos Ebro y Tirón, y la caza de
perdices, conejos y liebres.
Por supuesto, también
nos encontramos en Haro con vecinos que realizan labores artesanales.
Las autoridades municipales de Haro se preocupan porque en la
villa haya un buen número de artesanos, y conceden privilegios
a aquellos profesionales que se avecindan en la villa. Por ello,
sabemos que a lo largo del siglo XV fijan su residencia en Haro
ferrones y herreros de Guipúzcoa, Vizcaya y Álava,
atraídos por las exenciones fiscales que les concede el
concejo de Haro. En definitiva, los talleres artesanales de pañeros,
tundidores, tejedores, herreros, armeros, pellejeros, zapateros,
carpinteros, pintores, plateros, entre otros, están presentes
en las calles de Haro, en la judería y en la morería,
donde los mudéjares se han especializado en la realización
de cerámica vidriada. Todo ello contribuye a conformar
un modelo típico de urbe medieval, que se complementa
por supuesto con otro de los elementos definitorios de toda ciudad
medieval: el mercado. A través de los mercados y ferias
la villa se abastecía de todo tipo de productos artesanales
y alimenticios. Pero, además, y para el consumo diario,
Haro disponía de una carnicería, de dos tiendas
donde se vendía pescado procedente de Galicia y de los
puertos del Cantábrico, así como de varias tabernas
donde se vendía vino. De la misma forma, los panaderos
y panaderas se preocupaban de tener bien provistos de panes los
tableros donde vendían diariamente su producción,
y tampoco faltaban en el mercado el pescado de río y las
frutas y hortalizas.
La primera reglamentación
jurídico-política por la que se rige Haro es el
fuero del año 1187, concedido por el monarca Alfonso VIII.
Posteriormente serán las ordenanzas municipales redactadas
por las autoridades municipales y fijadas en los Libros de Actas,
las que se encarguen de reglamentar todos los aspectos que garanticen
la convivencia y el buen gobierno de la villa. La primera autoridad
municipal es el alcalde, que además de administrar justicia,
se encarga de todos aquellos aspectos relativos al buen gobierno
de Haro junto a los regidores. Ahora bien, el vecindario de Haro
no es ajeno a la vida política en la villa y, de esta
forma, los vecinos organizados en cuadrillas suelen estar presentes
en las sesiones municipales denominadas de "concejo amplio",
en las que se organizan aspectos tan importantes para la villa
como su defensa o el trabajo comunitario.
¿Y qué decir del
señor?, pues Haro era una villa de señorío
a fines de la Edad Media. El proceso de señorialización
ya había comenzado en la segunda mitad del siglo XIV,
y culminará tras la llegada al señorío de
la villa de Pedro Fernández de Velasco, primer Conde de
Haro. Efectivamente, a partir de 1430 Haro se integrará
definitivamente en el señorío de los Velasco, uno
de los linajes nobiliarios más poderosos de la Corona
de Castilla a fines del Medievo, y cuyos titulares llegarán
a ser Condestables de Castilla en la segunda mitad del siglo
XV. La autoridad de los Condes de Haro se deja sentir en la villa
sobre todo a partir de mediados de la centuria del cuatrocientos,
cuando los Velasco acentúan su intervencionismo en la
vida política municipal.
Fco. Javier Goicolea
Julián, becario postdoctoral del Gobierno Vasco y autor
del libro "Haro: una villa riojana del linaje Velasco a
fines del Medievo"
Edición: Instituto de Estudios Riojanos (1999)
Fotografía: Enciclopedia Auñamendi |