Juan San Martin nació en Eibar
en 1922. Vinculado desde siempre al euskara, ha seguido muy de
cerca los acontecimientos acaecidos en Euskal Herria. En 1957
fue nombrado miembro correspondiente de Euskaltzaindia-Real Academia
de la Lengua Vasca, donde ejerció de secretario durante
once años. Actualmente reside con a su mujer en Hondarribia.
Acaba de publicar un libro sobre la Lengua y los Derechos Humanos.
Involucrado como lo ha estado siempre en los asuntos relativos
al euskara, sigue trabajando afanosamente en el terreno.
-La República llegó
a Eibar siendo usted niño. ¿Recuerda aquellos años? Era muy pequeño,
pero me acuerdo, sí. Vino mi hermano diciendo que había
llegado la República. Como yo no sabía lo que era,
se lo pregunté. Más adelante llegué a entender
aquella realidad. La mayor parte de los eibarreses era de izquierdas,
y los que no pertenecían al ambiente socialista eran abertzales.
Apenas había carlistas.
-A sus cuatro años
estalló la guerra civil. De eso sí que se acordará
bien... Sí, de eso
sí. Fue muy duro. Cambiaron muchas cosas de mi vida. Lo
primero que tuve que hacer fue dejar de hacer travesuras. La
familia sufrió mucho. Nos quedamos sin casa. Primero estuve cerca
de Arratia, en casa de una tía; luego, cuando el frente
se desplazó, fuimos a Santander, y de ahí a Asturias.
En Gijón embarcamos hacia Francia, pero en la mitad de
camino fuimos descubiertos. De la guerra, además, me acuerdo
del día que bombardearon Gernika. Estábamos en
lo alto de un monte cuando vimos un montón de aviones.
El cielo estaba teñido de rojo, y al bajar escuchamos
por radio la noticia del bombardeo. Por otra parte, la represión
a la que nos vimos sometidos fue muy dura. Toda la familia estábamos
fichada como roja.
-No les resultaría
fácil hablar en euskara En los años
40, los amigos, entre nosotros, hablábamos en euskara,
aunque los estudios los cursamos en castellano. Ya fuera en la
familia como en la calle, siempre hablábamos en euskara.
Siempre había alguno que te decía eso de "Hable
en cristiano", a lo que yo respondía: "Yo no
sé arameo. Yo estoy hablando en la lengua más antigua
de España. Yo no soy separatista, pero usted es un separador".
Entonces la gente se echaba a reír, y el español
se indignaba. Era terrible.
-¿A dónde
lo destinaron para hacer el servicio militar? A Madrid. Allí
me tocó hacer de traductor para unos vascos que no entendían
muy bien el castellano. Y también estuve en Burgos. Había
un chico de Goizueta que no sabía el castellano, y sufría
mucho, le trataban muy mal. Ahí es donde vi la falta de
cultura y de conciencia de los militares. Excepto disciplina
y orden, no sabían nada más que tonterías.
Yo creo que la conciencia del euskara se me formó durante
el servicio militar. Además, un amigo me envió
una gramática vasca, y allí la aprendí.
-Volviendo a Eibar, ¿le
gustaba el monte? Sí, mucho,
desde siempre. Allí tenemos el monte Arrate, desde donde
hay unas vistas extraordinarias. Cuando teníamos unos
dieciséis años, la cuadrilla andábamos a
través de los montes de toda Euskal Herria. Más
adelante recopilé las canciones
de Arrate que estaban dispersas; unas las conseguí gracias
a los ancianos, que me las transmitían oralmente, y otras
en el archivo de Aita Donostia de Lekaroz. Cuando andábamos
por el monte, además, y al oírnos hablar en euskara,
todos los caseríos nos abrían sus puertas. El euskara
generaba una gran fraternidad. En Gorbea y Aralar trabamos amistad
con unos pastores, y dormíamos en sus cabañas.
En San Juanes siempre salía hacia el monte para dos o
tres días. Todo eso me resultó de gran ayuda para
poder entender el ambiente del euskara, y con eso y con lo que
luego aprendí en Madrid y en Burgos devine vascófilo.
Los jóvenes socialistas proclamaban que en el mundo debía
haber una sola lengua, pero yo no compartía su opinión.
El universo es general, donde cada uno debe elegir su propio
camino. Al conocer el euskara yo me siento más universal,
sin renegar de las otras lenguas. Nunca he tenido nada en contra
del castellano.
-También desde su
ocupación participó activamente a favor del euskara Sin querer, empecé
a recopilar las palabras, muchas de ellas sorprendentes, que
oía en boca de los ancianos. Empecé a rellenar
fichas, pero no sabía qué hacer con ellas, así
que se las envié a Euskaltzaindia, y publicó la
colección. Me nombraron miembro correspondiente, y en
los años 60, llegué a ser numerario.
-¿Mantuvo algún
tipo de contacto con los escritores de la revista del exilio
Euzko Gogoa? Sí, pero antes
de colaborar en Euzko Gogoa por petición de Zaitegi,
su director, empecé a escribir en Anaitasuna. Envié
unas cartas a Zaitegi y me dijo que tenía que ponerme a escribir en
euskara. Y fui muy amigo de Jon Etxaide; me ayudó mucho
en la lectura, aconsejándome qué escritor laburtano
debería leer. Los libros los adquiría o bien a
través de los amigos, o bien en viejas librerías.
Me gustan mucho los autores antiguos; no están en euskara
batua, pero son muy interesantes. Los autores jóvenes
no me gustan tanto; están demasiado influenciados por
el castellano y su euskara es más pobre. Me da la impresión
de que el rigor del euskara está yendo a menos.
-Hace mucho tiempo que
pertenece a Euskaltzaindia. ¿Cuál es su visión
respecto a la evolución del euskara batua?
Al contrario de lo que muchos
creen, la unificación del euskara no tiene su origen en
Arantzazu en 1968. Cierto que se adoptaron muchas decisiones,
pero la concerniente a la unificación del euskara era
anterior. Había un informe redactado por Kanpion y otro
de Azkue, sobre el guipuzcoano, que usábamos mucho. El
camino a seguir lo marcó Azkue. Cuando estudiábamos
en Eibar, en la clandestinidad, empleábamos mucho la gramática
de "Umandi". Un sacerdote de Hondarribia que nos ayudó
también mucho. Euskaltzaindia me nombró miembro
correspondiente en el 57, y numerario en el 61.
-Durante ese tiempo tendría
que organizar infinidad de eventos En el 59, por ejemplo,
preparamos en Eibar un homenaje a Juan Antonio Mogel, oriundo
de dicha localidad, para que los eibarreses se concienciaran
un poco. El alcalde era un buen hombre; le expusimos nuestra
intención y nos concedió todo su apoyo. El homenaje
lo realizamos en nombre de Euskaltzaindia, y, aprovechando la
ocasión, organizamos también el primer certamen
de la posguerra de bertsolaris de Gipuzkoa. Además, realizábamos
exámenes de euskara para niños,
y a los mejores se les concedía un premio. Entre bailes,
conferencias y demás, al final tuvo bastante repercusión.
Yo impartí una conferencia sobre Mogel que luego se publicó
en la revista Euskera. De ese modo, conseguimos romper
el hielo, pero no sólo en Eibar, sino también en
su entorno. Además, a primeros de ese año abrimos
las ikastolas de Eibar y Bergara. En los 60, los vascófilos
recaudamos dinero y compramos un local para así poder
sacar las ikastolas de la clandestinidad. Por otra parte, me
las arreglaba muy bien con Koldo Mitxelena; publicamos la gramática
de "Umandi" gracias a él. De ahí en adelante,
las cosas funcionaron cada vez mejor, aunque la represión
seguía siendo muy fuerte. Al poco, Euskaltzaindia me nombró
secretario, y en ello anduve durante once años.
-¿Tenían
problemas económicos? En los primeros congresos
a los que acudía, los gastos de viaje y comida los tenía
que pagar cada uno de su propio bolsillo. No había dinero
suficiente para publicaciones en euskara. Luego, y con el objeto
de no levantar sospechas, conseguimos que empresarios vascófilos
de confianza pagaran una suscripción anual de mil pesetas
para Euskara; algunos incluso pagaban dos mil. De ese
modo nos fue posible publicar Euskara y pagar la comida
a los asistentes a los congresos. Sin embargo, a mí me
ficharon, y la Guardia Civil tenía el teléfono
intervenido. Cuando el atentado de Carrero Blanco, teníamos
una reunión en Donibane Lohitzune. Para pasar la frontera
se requería un visado, así que fui a la comisaría
y me dijeron que no me lo podían conceder. Fui donde el
alcalde, y allí la policía me sometió a
un interrogatorio. Mi "pecado" no era si no ser amigo
de Txillardegi y colaborar en ciertas revistas. Finalmente me
dieron el visado. Aun en tiempos de democracia, la Guardia Civil
me ha pinchado muchas veces las ruedas del coche.
-En la década de
los 60 aparece una nueva generación de la literatura vasca.
Usted mismo ha escrito varios prólogos en importantes
libros. Incluso Harri eta Herri, de Gabriel Aresti, fue publicado
gracias a usted Conocí a Aresti
a finales de los 50. Resulta que no encontraba dónde publicar
Harri eta Herri por su en cierto modo "rebelde"
ideología, totalmente nueva en la literatura vasca. Me
remitió una copia y decidí ocuparme yo mismo del
asunto. Se la mostré a Patxi Unzurrunzaga, de Itxaropena,
y le pareció interesante, pero me dijo que la publicaría
sólo si yo le escribía un prólogo. Así
que se lo escribí. Y a medida que íbamos estrechando
nuestros lazos, publicábamos más cosas. La primera
cosa que mucha gente de Eibar ha leído en euskara han
sido mis cuentos Zirikadak eta eztenkadak. Por otra parte,
merece una mención especial la gran labor realizada por
la colección Kuliska.
-¿Tuvo ocasión
de conocer a Barandiaran? Sí, éramos muy amigos.
Disertábamos mucho en torno la evolución del ser
humano. Cuando yo le exponía mis pesadumbres religiosas,
él, en lugar de darme consejos, me decía: "También
yo tengo mis dudas. Tengo fe, pero también dudas. Y prefiero
a gente turbada como tú que a la que acude todos los domingos
a misa y luego hace oídos sordos".
-Usted ha traducido al
euskara a autores como Brecht, Ghelderode, Espriu, etc. ¿Le
parecen correctas las traducciones de hoy en día? El mundo de la traducción
es un mundo aparte. Tienes que llegar a identificarte con el
autor; de lo contrario resulta agotador. También traduje
los sonetos de Shakespeare, pero sólo una vez habiendo
llegado a entender bien su pensamiento. La Universidad, por ejemplo,
ha publicado poemas de mi juventud, y la traducción castellana,
aunque se le puede asemejar, no es lo bastante. Traducir poemas
es muy difícil, porque hay juegos de palabras y metáforas
que no se pueden traducir. Con Espriu traté mucho. Manejaba
mucho el simbolismo, así que al ponerme a traducirlo le
solía consultar mis dudas por carta, y luego él
me las explicaba. Le gustaba ver sus obras en euskara. De Espriu
publiqué dos libros y una serie de poemas. Fue una figura
muy importante en la época franquista. Incluso me atrevería
a decir que aquí desde entonces no ha habido otro poeta
como él. Traducir sirve para conocer mejor el euskara.
-Recientemente Euskal Telebista
ha empezado a emitir un programa literario. ¿Lo ha visto? Sí. El presentador
es Hasier Etxeberria, ¿no? Su padre es amigo mío,
uno de los impulsores de las ikastolas en Eibar. En la televisión
aún quedan muchas cosas por hacer, pero son muy lentos.
Algunos programas de ETB son penosos, como ésos en los
que se imita a vascos que no dominan el castellano. Eso se solía
hacer en la época franquista, y dolía mucho. A
mí no me parece bien. La televisión, por lo general,
tiene poca cultura.
-¿Le gusta el arte? Sí. Aprecio
mucho la creatividad. He escrito bastante sobre arte; me parece
muy interesante. Primero, hay que conocer el oficio, y luego,
ponerse a crear. La creatividad es muy importante en el arte,
suscita ganas de seguir investigando.
-¿Cuáles
son sus trabajos más recientes? He preparado un libro
sobre la Lengua y los Derechos Humanos. No sé quién
me lo publicará, pero estoy interesado. Me gustaría
aprovechar la ocasión de que el año 2001 haya sido
designado por el Parlamento Europeo como Año de las Lenguas.
Tenga en cuenta que el autor de la Declaración de los
Derechos Humanos de las Naciones Unidas fue el baionés
René Cassin. El libro analiza la situación del
euskara con respecto a los derechos humanos. Y Euskaltzaindia,
en su revista Euskera, ha publicado el informe que redacté
bajo el título "Hizkuntza, hiztunen giza eskubideen
arabera" ("La lengua según los derechos humanos
de los parlantes"), donde doy cuenta del posicionamiento
de las Naciones Unidas y de la UNESCO ante los derechos lingüísticos.
UNESCO señala que la última palabra al enseñar
una lengua la tienen los padres. Son declaraciones que no se
han publicado en castellano; las he traducido del francés.
Hay una anécdota respecto a un discurso del Rey de España.
El Ministerio del Interior nos pidió que preparásemos
un borrador para que el Rey impartiera una conferencia sobre
las lenguas, y entonces recordé lo que manifestó
el abuelo de Juan Carlos en 1918 en Oñati, durante el
transcurso del Primer Congreso de Eusko Ikaskuntza-Sociedad de
Estudios Vascos: "El euskara es la lengua de muchos españoles,
que se ha de defender, respetar y fomentar". Y luego, el
Rey, dijo en su discurso: "Como bien dijo mi abuelo...".
Pienso que ahí es donde debemos hacer hincapié,
y que es así como tenemos que ir donde Miguel Sanz, por
ejemplo.
En mi último libro hay un capítulo titulado Lingua
navarrorumaren zoritxarra (La desgracia de la lingua navarrorum),
donde detallo los problemas a los que los navarros se han de
enfrentar. En el siglo XVIII, también en Álava
los vascos recibían fuertes castigos. Por otro lado, la
situación que el euskara atraviesa en el País Vasco
continental no concuerda con lo declarado por las Naciones Unidas.
En otro orden de cosas, pronto se verá editado Toponomastika
Eibar eta Elgetan, historian zehar (Toponomástica de Eibar
y Elgeta a lo largo de la historia). En él preciso
los nombres muchos de ellos botánicos de las
casas medievales en euskara y en castellano, y también
facilito el nombre científico. Algunos caseros se quedan
perplejos cuando les explico la procedencia de esas palabras.
También he hecho fuentenimia sobre los ríos de
Eibar y, basándome en viejos documentos, he elaborado
un trabajo sobre las iglesias y ermitas, un campo en el que queda
mucho trabajo por hacer.
-En más de una ocasión
ha manifestado la importancia de conocer más de un idioma,
y que a los bilingües les resulta más fácil
aprender un tercero Sin lugar a dudas,
sobre todo cuando las dos lenguas son muy distintas entre sí.
Sabiendo euskara y francés, o euskara y castellano, aprender
un tercer idioma es más fácil. Así nos lo
demostró un lingüista suizo con el caso de las lenguas
de su país. Los contrastes son muy diferentes, muy interesantes;
es un concepto muy arraigado en Centroeuropa. En una ocasión
invité a un lingüista suizo a Gasteiz, para que viniera
a impartir una conferencia sobre este tema, y convidé
mediante invitaciones por escrito a los políticos del
Parlamento Vasco. Sin embargo, nadie de ellos apareció.
Se congregó mucha gente, gente muy interesada, pero no
vino ni un solo político.
-A pesar de vivir en Hondarribia,
se mantiene estrechamente vinculado a Eibar, localidad que, aun
siendo guipuzcoana, se encuentra muy próxima a Bizkaia.
¿Cómo describiría el euskara de Eibar? Mitxelena decía
que, de entre los dialectos, el vizcaíno era el habla
del Este. En Eibar, sin embargo, la cosa no es tan sencilla.
A la zona situada entre Itziar y Durango se le llamó durante
mucho tiempo "Tierra de nadie". Como Gipuzkoa terminaba
en Itziar, y Bizkaia en Durango, se optó por esa solución.
Luego las cosas cambiaron. En Eibar se habla el vizcaíno,
aunque según cuál sea el barrio el euskara cambia.
En la parte Sur de Eibar se percibe la influencia del habla de
Elgeta y Bergara, y en la parte Norte la de Makina, conque al
realizar clasificaciones se ha de especificar a qué barrio
se hace referencia. Fotografías: Urtzi Urkizu
Euskonews & Media 78.zbk (2000
/ 5 / 12-19) |