De modo general, la década de los
sesenta en Bizkaia supone una época de transición
artística, pues concurren diferentes modos de entender
el arte y prácticas muy diversas. No sin problemas ni
polémicas van a convivir intereses tradicionales que mantienen
un puesto de privilegio social y un mundo ascendente con aspiraciones
vanguardistas y convicciones emergentes.
A lo largo de los sesenta se
manifiesta un panel complejo de cuestiones artísticas
que se enmarcan en una situación política de conflicto.
No es un momento fácil en lo social e ideológico,
ni excesivamente fértil en lo creativo. Con cierta desorientación
y algo de desconocimiento del marco artístico internacional,
el ambiente vizcaíno es particularmente tenso y combativo
entre las distintas generaciones y actitudes en liza. Y es que
en el debate creativo de la época concurren factores estéticos
pero también sociales e ideológicos. Las diversas
vertientes de discusión se entremezclan consciente e inconscientemente
y son asumidas no sin contradicciones por los distintos artistas
y agentes culturales, evidenciándose notables diferencias,
tanto en los modos de entender el arte y el papel del artista
como en lo referente a la función de la obra y la naturaleza
de las prácticas.
Habiendo diversas identidades
en tensión, más que de confrontación dialéctica
cabe hablar de conflicto permanente en una lucha irredenta entre
ideologías y comportamientos plásticos bastante
irreconciliables Un reino del absurdo y la incomprensión,
irá marcando auténticas barreras psicológicas
entre actitudes dramáticamente distanciadas.
Es Manuel Llano Gorostiza quien
ha aportado la lectura oficial de la época. Según
el escritor encartado, "La década de los sesenta
proporcionaría a la pintura vasca, junto a renovaciones
ideológicas traídas por el grupo Estampa Popular,
desplazamientos donostiarras, desarrollos mercantilistas y el
consuelo de un informalismo en el que pronto se inscribirían los
más destacados pintores de la tíerra" (1).
En función tanto de la
perspectiva vizcaína como de la totalidad de las artes
plásticas, conviene relativizar algunas de las claves
:
El comercio del arte que existe
principalmente en Bilbao, es un fenómeno que va a ejercer
influencia negativa en muchos casos, pues determinará
la labor de algunos artistas, quienes favorecidos por las ventas
y queriendo aspirar a ellas, no tratarán de atentar contra
los ritos imperantes y practicarán un trabajo convencional
y continuador, sin ir más allá en el proceso de
conocimiento y reproduciendo aquello que saben hacer.
La
pérdida de fuerza creativa del arte vizcaíno es
una realidad, pero proviene de los años treinta, por lo
menos. La plástica producida en Bizkala no resiste la
comparación con la que se desarrolla en Gipuzkoa, un escenario
en el que se evidencia mayores aperturas de miras, se siente
menos constrictívamente el poso de la tradición
y resulta más avanzada en actitudes y planteamientos.
Pero tampoco conviene minimizar
hasta la exageración el papel de algunos creadores vizcaínos
tanto el de aquellos que registran las contradicciones ideológico
- artísticas del momento, caso de los componentes de Estampa
Popular (Dionisio Blanco y Agustin Ibarrola), como la de los
que luchan contra el dominante ambiente general, interesados
en posibilitar la renovación, lo que ocurre no sólo
en algunos de los componentes de Emen (Vicente Larrea, Ramón
Carrera, Ramos Urariga) sino en autores desvinculados de grupos
y manifiestos (Federico Echevarría, Ramón de Vargas,
Mari Puri Herrero).
Al valorar sobremanera el informalismo
como el movimiento clave
del período, y afirmar que la única aportación
surgida en Vizcaya es la renovación ideológica
propiciada por el grupo Estampa Popular, se obvia y minusvalora
el movimiento abstracto de carácter geométrico
surgido al final de la década, donde destaca la labor
de Javier Urquijo así como la todavía inicial de
Fernando Mírantes y José Ramón Sainz Morquillas.
Tres fases
La época no es monolítica,
sino que tiene un devenir cambiante y complelo. No empieza ni
acaba de la misma manera. A lo largo de la década, pueden
precisarse tres etapas muy distintas en cuanto a la implicación
en la renovación creativa.
En un primer momento, el eje
del debate se sitúa entre la figuración y la abstracción.
Frente al protagonismo de aquella, se da el comienzo
de lo abstractizante en autores como José Barceló
y Federico Echevarría, quien llegó a presentar
en 1962 un cartel para inaugurar la plaza de toros de Bilbao,
cuyo carácter abstracto hizo correr ríos de tinta.
Pero lo que se afianza es la aventura creativa de los componentes
de Estampa Popular, un colectivo fundado en 1962, donde va a
destacar el carácter lírico y humanista de la pintura
de Dionisio Blanco y, el estupendo épico y estructurador
de Agustín Ibarrola, tras abandonar el Equipo 57.
Es un tiempo, totalmente dominado
por la influencia que ejerce la Asociación Artística
Vizcaína en los distintos ámbitos que componen
el sistema del arte y las instituciones artísticas, actuando
desde la estética tradicionalista en connivencia con el
poder y las fuerzas vivas de la prensa.
Pese
a que ya al final de los cincuenta algunos artistas y escritores,
vinculados a los ambientes de resistencia política y de
renovación artística, intentaron hacerse con las
riendas de la AAV, van a vencer las posiciones conservadoras,
aunque no sin problemas ni oposiciones en el propio seno de la
sociedad. Esta situación propiciará alguna que
otra colaboración puntual con lo avanzado y multitud de
tensiones. Por un lado podrán organizarse muestras concretas,
y por otro la cuerda se rompe siempre por el lado de las posiciones
de riesgo y avance social y artístico, provocándose
la autocensura y el cierre expositivo.
Entre
unas y otras cosas, la vida artística de la primera mitad
de los sesenta va a girar casi totalmente en tomo a la AAV. En
su sede se dan clases artísticas a los jóvenes,
y le transmiten unos valores convencionales. Su sala de exposiciones
va a dedicarse preferentemente a las opciones tradicionales,
organizando homenajes a los artistas vascos de la primera mitad
de siglo. Hacen salidas expositivas en representación
del arte de la provincia. Colaboran y componen los jurados en
la casi totalidad de los premios y certámenes que se desarrollan
en suelo vizcaíno, como los Salón de Estío
de Barakaldo o los múltiples de Pintura al Aire Libre.
Sin embargo, incluso en este
período va a existir algún valedor de la renovación.
Son los casos, entre otros, de Joaquín Zuazagoitia, presidente
de la Asociación de los Amigos del Museo y Crisanto Lasterra,
director del Museo de Bellas Artes, quienes desde posiciones
esteticistas apoyan el cambio de clima mediante declaraciones
y conferencias u organizando exposiciones importantes, como la
de Antoni Tapies (1960), de sonado escándalo, o la de
"Arte de América y España" (1964), colectiva
que cuenta con la participación de Robert Rauschenberg,
o la "Joven escultura inglesa" (1962). con Caro, King
y Tucker a la cabeza del grupo.
En este contexto inicial, la
cuestión vasca queda un tanto apagada y a remolque, sin
especiales virulencias ni resistencias. Desde unas u otras instancias
ideológicas y artísticas no se duda en homenajear
como algo propio al arte vasco de anteguerra e incluso se recuerda
a la renovadora Asociación de Artistas Vascos, con motivo
de cumplirse en 1963 los cincuenta años de su fundación.
En
contraste con el predicamento que el "Quousque tandem..."
alcanza en Guipúzcoa, al publicarse en 1963, los aldabonazos
vasquistas existentes en el libro de Oteiza no tendrán
eco alguno en la prensa vizcaína, contarán con
escasa influencia artística, y no serán sino hasta
la segunda parte de la década cuando tardíamente
canalicen alguna que otra aventura creativa.
Entre 1964 y 1967 se produce
una etapa intermedia y de transición. Son años
en los que la emergencia de algunos factores renovadores llegan
a equilibrar las fuerzas entre las tendencias. Comienzan a aparecer
nuevos artistas, como Herrero y Ramos Uranga, y va a haber síntomas
de cambio en la situación, todavía lo emergente
no alcanza, verdadera incidencia social, ni se llega a consolidar
un gran clima creativo, manteniéndose el protagonismo
de las actitudes conservadoras y convencionales aunque sin la
exclusiva de antaño.
El libro "Pintura Vasca"
de Manuel Llano Gorostiza va a proporcionar no sólo la
afirmación del mito de lo antiguo, sino también
coartadas tradicionalistas. Mientras la exaltación vasquista,
en la lucha por las libertades, va a tener cierto refrendo en
el denominado Movimiento de la Escuela Vasca de 1966. Si bien
los planteamientos guipuzcoanos y alaveses se sitúan en
las antípodas de lo convencional, la aportación
de los vizcaínos de Emen va a ser más indiscriminada,
aunando intereses de todo tipo, incluyendo eclécticamente
muchas de las fuerzas artísticas del momento, desde estilistas
como Barceló a la militancia de los autores de Estampa
Popular. Es el momento en el que la vía escultórica
de Vicente Larrea y Ramón Carrera va a fortalecerse y
posibilitar la dinámica posterior.
Un
nuevo período comienza tras 1967. A partir de entonces
hay una mayor apertura y puntual conocimiento de lo que se cuece
en el exterior y no se ve tan dramáticamente la confrontación
entre el mundo representacional y el más autónomo
y abstracto. En esta nueva situación pierde preponderancia
la AAV, y aparece una nueva generación, la cual va a incorporarse,
paulatinamente, al arte nuevo. En este clima de gestación
habrá tanto grandes cambios en la actitud de creadores,
caso de Larrea, como la experiencia evolutiva de otros, lo que
ocurre a Urquijo y su "Nueva Abstracción". El
proceso se culmina al final de la década con nuevos y
juveniles grupos, como Sue o Zue en 1969, e Indar v Forma en
1970.
Los escritos de prensa de José
Manuel Alonso suponen un síntoma de la irrupción
de un espíritu nuevo. La actividad acabará, sin embargo, como el
rosario de la aurora, con la supresión de la importante
sección semanal "Tertulia de las Artes" (2). El periodista se va a dedicar no sólo
a dar puntual información en defensa de lo nuevo, sino
también a plantear denuncias y críticas institucionales,
con lo que realizó una gran labor y puso una guinda a
un caldo de cultivo pleno de ilusiones, expectativas y rebeldías,
La actividad de galerías,
como Grises (fundada por José Luis Merino en 1964) y Mikeldi
(inaugurada en 1965), supone otra importante aportación
a la dinámica de cambio. Junto a los artistas vascos más
comprometidos, social y artísticamente, van a mostrar,
entre otros, la labor de los componentes del GRAV francés,
situados entre el cinetismo y el op-art, así como la obra
de Matta Echaurren, un histórico del surrealismo.
 Jose Ramón Carrera, "Zazpi bat". Aluminio.
1962-70
Es igualmente notable la labor
del Museo de Bellas Artes, institución donde se llega
a inaugurar en 1967 una sala de arte abstracto y de pintura de vanguardia,
espacio renovado en 1968 (3). Se supo
aprovechar las visitas expositivas internacionales, para ír
comprando algunas obras hasta conformar una colección
renovadora, la cual pudo verse en 1970, fecha de la inauguración
del nuevo edificio destinado al Arte Moderno y Contemporáneo.
En la labor divulgadora y pedagógica
del arte, destaca el trabajo desarrollado por la nueva junta
del Ateneo, proponiendo charlas, cielos de conferencias y debates
que configuran un embrión de formación e información
A falta de estudios reglados en Bellas Artes, va a ser una pieza
fundamental en la preparación y en el afianzamiento de
una serie de nuevos artistas.
Entre unos y otros factores emergentes,
el fin de la década sorprende al arte vizcaíno
en plena efervescencia y con una incipiente dinámica de
lucha y trabajo creativo. Unos frutos que se irán confirmando
en los años setenta.
 José Barceló, "Bosque", c. 1960-61.
Óleo sobre lienzo.
(1) Manuel Llano
Gorostiza: "Pintura Vasca". Bilbao, 1966. (VOLVER)
(2) Se publica en
La Hoja del Lunes de Bilbao, desde el 7 de noviembre de 1966
hasta el 13 de enero de 1969. (VOLVER)
(3) Como informa
puntualmente La Gaceta del Norte (19-9-67 y 1-3-68). (VOLVER) |
Xabier Saénz de Gorbea, profesor de la Facultad
de Bellas Artes de la UPV/EHU
Fotografías: Del libro "Arte y artistas vascos en
los años 60" |