La década de los 60 fue muy fructífera
en lo que se refiere al arte. Fue entonces cuando se cristalizó
lo que se ha llamado "Escuela Vasca" y surgieron grupos
de vanguardia en las capitales. La más importante fue
GAUR, la creada por artistas gipuzcoanos y a la que perteneció
Nestor Basterretxea.
Pintor, escultor, director de cine, diseñador... Basterretxea
es un artista completo que se resiste a retirarse, porque como
él dice, todavía tiene muchas cosas que contar.
-Después de vivir
5 años en Francia y 11 en Argentina, por la década
de los 60 Nestor Basterretxea ya se encontraba en el País
Vasco.
Fue el año 1951, cuando volví del exilio. Deseaba
profundamente estar aquí, aunque sólo fuera por
unos días, pues por ser prófugo del ejército,
sólo podía residir 30 días en territorio
español, sin sufrir consecuencia alguna. En el consulado
de España, en Buenos Aires, me había advertido:
"Si se queda usted un solo día más, entra
en caja".
Yo tenía 22 años y este era mi viaje de bodas.
Lo primero que hice fue ir a Orio a visitarle a Jorge Oteiza.
Le había conocido en la Argentina y nos habíamos
hecho buenos amigos. Vivía allí tremendamente agobiado
por incesantes estrecheces económicas, hasta que, finalmente
se decidió a regresar; en Madrid vivían sus padres
y sus hermanos.
Con una vehemencia que siempre ha sido tan suya, Jorge me animó
a que me presentara al concurso para realizar un enorme mural
en el ábside de la nueva Basílica de Aranzazu.
Aunque en ello me jugaba el rebasar los famosos 30 días
límites, me presenté y gané el Concurso,
"ex equo" con el pintor madrileño Carlos Pascual
de Lara, activo colaborador de los arquitectos que, también
por concurso, obtuvieron la realización de la arquitectura.
La cosa se solventó encargándole a Lara , la obra
del ábside y a mí, los murales de la cripta.
-Me comentaba que la vuelta
de Oteiza fue como una revolución.
La verdad es que Jorge conmocionó a quienes estábamos
en un mejor conocimiento del arte nuevo. Reconocimos en Jorge,
al hombre que por fín hablaba sobre temas relacionados
con el quehacer de la creación artística. Los razonamientos
rechazaban la cerrazón y el retraso del anecdotario fascista,
propio de la España de la posguerra. Para quienes vivíamos
las inquietudes de abrirnos a lo vital que prefigurara la modernidad
y el futuro, la pesencia de Oteiza fue un respaldo potente.
-¿Se puede decir
que en esa época se renovó el arte vasco?
Aunque nunca es una renovación a tiempo exacto, se puede
decir que el arte suele renovarse en cada nueva generación:
me refiero al arte moderno, pues antiguamente los cambios eran
mucho más lentos. En el área vasca el cambio fue
muy significativo ,-más trascendente,- pues de unas obras
que venían testimoniando exclusivamente realidades
externas, (figuras y paisajes), los escultores, mucho más
acentuadamente que los pintores, surgimos explicándonos
desde una conciencia nacida y desarrollada con preguntas y respuestas
que trataban sobre nuestra conciencia interior- nuestros más
fuertes impulsos alejándonos definitivamente con
lo relacionado con el espectáculo de la vida exterior;
de sus últimas y superficiales apariencias. Era pues,
otra estética, otra forma de testimoniar: desde dentro
hacia fuera.
Volúmenes potentes maclados entre sí, coherentemente,
con un dinamismo contenido, lento, hierático, haciendo
más perdurable el tiempo del recuerdo, la densidad del
testimonio... fue una actitud compartida por algunos escultores.
Fue la bisagra para el giro renovador.
Naturalmente, el arte del mundo, evolucionó, era el ejemplo
en el que nos mirábamos. Oteiza hablaba del ruso Malevich,
yo me entusiasmaba con las sutilezas estructurales del danés
Mortensen, Mendiburu se justificaba con las formas poderosas
de Brancusi... pero no nos sometimos sin más aquellas
rectoras creaciones, pues aprendiendo de ellos, eramos a la vez,
cada vez más nosotros mismos. Les guardábamos en
el centro de nuestros afectos y nuestra admiración, pero
nosotros teníamos nuestros propios caminos.
De nuestros paisanos, yo mantengo una gran admiración
por los hermanos Zubiaurre y por José María Ucelay:
los más cualificados hacedores de unos mundos personales.
Y por Nikolás Lekuona, el de la alta poética innovación
alada.
-En el año 1966
se constituyó el grupo "Gaur". ¿Qué
objetivos perseguía ese grupo de artistas?
El grupo Gaur, en Gipuzkoa,
así como el Emen de Bizkaia, el Orain de
Araba y el Denok de Nafarroa, fue una iniciativa de Oteiza.
Se trataba de que nos conociéramos los artistas que trabajabamos
en términos de cambio de conceptos, de renovación.
Por lo menos, conocernos. Algo similar hize yo mismo cuando conseguí
congregar en Hondarribia a los escultores de nuestro país,
pues tampoco nos conocíamos. Ocurrió- demasiado
pronto- algo que desgraciadamente, acabó con todo lo que
hubiese podido resultar de aquel encuentro tan positivo. Se fue
al traste por culpa del feroz enfrentamiento entre Oteiza y Chillida,
y por culpa de quienes teníamos posiciones a favor de
uno, o del otro, en vez de dejar que el pleito se resolviera
en la intimidad de los dos contendientes. Fue un pecado mortal
que todavía lo estamos sufriendo, pues la teatralidad
del abrazo que se dieron,...
-Volvamos por un momento a Aránzazu. Después
de los 50 años ya transcurridos, ¿qué valoración
hace de lo ocurrido en Aránzazu? ¿qué sabor
de boca le ha dejado?
No quiero insistir sobre el atropello que en Aránzazu,
se cometio conmigo; sólo diré que según
iban pasando los años, se me afianzaba la idea de que
no podía morirme sin pintar los murales de la cripta.
Había sufrido demasiado por Aránzazu, como para
dejar la cosa como estaba: olvidada.
27 años más tarde pude volver a la cripta, a pintar
sus 18 muros. 500 metros cuadrados. Lógicamente no reproduje
los murales borrados, pues 27 años son muchos años
en la vida de una persona. He pintado lo que mi saber me ha dictado.
Ahí está esa sonora y colorida sinfonía
testimoniando sobre las tan difíciles razones y naturalezas
de lo sobrenatural. Introducibles por su exceso de misterios
que no alcanzamos.
Desde la Iglesia, desde las órdenes religiosas, desde
el cielo, nos mandan pintar el misterio: lo inalcanzable desde
la razón. Nos mandan ilustrar lo que solamente la fe-
y aduras penas es capaz de intuir. ¿qué colores
poseé el milagro?, ¿qué formas son las suyas?
-Dejemos a un lado Aránzazu,
y pasemos a recordar sus experiencias como director de cine.
Usted participó en la dirección de Ama Lur (Tierra
Madre, 1968), largometraje que abre las puertas de la cinematografía
moderna en Euskal Herria. ¿Podemos afirmar que Ama Lur
dio inicio al cine vasco moderno?
Lo primero que quiero decir, es que no soy un hombre de cine.
Quiero decir que mi actividad no está centrada en la realización
cinematográfica. Once documentales y un largometraje,
han sido para mí, la utilización de esa fabulosa
herramienta expresiva que es el cine y el conocimiento de las
herramientas propias del quehacer artístico, ha sido mi
gran preocupación: utilizar aquello que mejor sirve para expresar
una determinada idea, aquella más eficaz para mejor convencer,
mejor informar según qué mensaje.
En "Pelotari", en "Ama Lur" y en "Alquezar",
conté con la colaboración de Fernando Larruquert.
En la Serie sobre Arte pre-hispánico, americano, colaboró
con la fotografía, Vicente Harria, ambos iruneses.
"Ama-Lur"-me aseguraron en Madrid,- fue la película
más censurada de aquellos años. Un alcalde de Donostia,
se molestaba en viajar a Madrid, a denunciarnos en el Ministerio
de Información y Turismo del furibundo Fraga Iribarne,
sobre cualquier detalle que, presuntamente, no era aceptable
para la filosofía del régimen franquista. No sé
las veces que tuve que ir allí, a explicar los significados
de las frases que para nosotros eran lógicas y verídicas,
pero que entre las paredes de aquel ministerio sonaban insultantes...
Nos mutilaron muchos planos, y, lo que era peor, nos obligaban
a añadir planos y textos que ellos elegían. Así
y todo, "Ama Lur" fue una conmoción. Cuando
en el escenario de un cine en Donostia, Larruquert y yo estuvimos
"aguantando" el aplauso que se prolongó durante
5 minutos, recuerdo que le dije:"Hemos ganado".
Robles Piquer, cuñado de Fraga, me propuso realizar "un
Ama Lur andaluz" (¡): yo le contesté: "Mire
usted, en Andalucia habrá alguien -,muchos.- que lo van
a hacer mejor que yo. Mucho mejor que yo". Es posible que
cuando se acuerde de aquello, siga pensando que soy un tonto,
pues le vi como dispuesto a pagarme bien.
Tengo una dura tendencia
a aliarme con los perdedores. Lo mío es todo lo contrario
que esforzarme en conectar con el poder. En México, en
Guatemala, y en le Perú he tratado obsesivamente de penetrar
en los espíritus de los indígenas del pueblo, queriendo
entender el arte magnifico de los mayas, los aztecas, los zapotecas,
los olmecas... y el de los incas. En verdad, casi apenas puedes
entenderlos en sus conductas personales, sólo el arte,
por su naturaleza personal, es compresible. Si se entiende el
arte, se entiende del arte de todos los pueblos. Es increible
la verdad gozosa de esta aseveración. El verdadero y más
visible hermanamiento entre los seres humanos- en todo el inmenso
tiempo que llevan sucediéndose- es el arte. El barro modelado
por el antiguo maya, está vivo entre las manos nuestras.
Sus ojos nos miran y nosotros les miramos. No hay nada tan prestigiado,
como un rostro humano: es la esencia misma del arte al servicio
de la vida.
-Lleva muchos años
trabajando. ¿No se le acaba la vocación?
La vocación artística es como el amor; o es excesivo,
o es muy poco. La vocación es una hermosa borrachera del
espíritu. Un artista pierde mucho de sus facultades, antes
de sentir que se apaga la vocación. Ahí estoy yo.
 |
Nestor Basterretxea "Gaua", 1960
Hierro.
Diámetro
105 cm
Colección del artista |
Fotografías: Maria Agirre
Euskonews & Media 76.zbk (2000 / 4-28 /
5-5) |