A sus 74 años, Luis Peña
Gantxegi es un arquitecto maduro que cuenta con una larga vida
profesional. Sin embargo, apunta que le es imposible imaginar
cómo serán las ciudades vascas del futuro. Lo que
sí está claro es que la profesión la lleva
en las venas, y esto le posibilita seguir en activo con proyectos
de viviendas y pabellones industriales.
-¿Cómo imagina
usted a las ciudades vascas del futuro?
Es una pregunta difícil, incluso no sé si se puede
hacer, ya que creo que no tiene contestación. El urbanismo
es una disciplina multidisciplinar. También influyen la
política, sociedad, industria, el comercio... La arquitectura
es una parte que interviene para construir el espacio.
Lo único que sé, es que todavía está
funcionando la ciudad europea, como San Sebastián, Bilbao
o Vitoria. Ciudades hermosas, planificadas, proyectadas con una
idea de la ilustración. Iparralde, en cambio, se está
estropeando con tanta casa por todas partes, y con el costo que
trae eso consigo. Hay que tener unas ideas claras con respecto
a la defensa de la naturaleza, cuáles son los paisajes
que se deben mantener...
-La influencia de la arquitectura
americana cada vez es más importante. ¿Con el tiempo
ira desapareciendo lo local?
Hay que tener mucho cuidado al hablar de lo local, porque, ¿qué
es lo local? Por ejemplo, respecto al estilo vasco, no creo en
la localidad en el sentido de trasladar una arquitectura de una
explotación agrícola, a una vivienda burguesa.
Partir de una forma que ha surgido de un quehacer agrícola,
para hacer una casa a un señor que se dedica a la filosofía...
la verdad no sé si tiene mucho sentido. De todas formas,
ésta sería una discusión bonita.
Creo que la localidad está en otros aspectos. Incluso,
diría que el Kursaal es muy local, aunque también
americano ya que el proyecto del Kursaal está hecho en
Harvard. Es de cuando Moneo estaba en Harvard, y la maqueta lo
hicieron los alumnos de allí. Para ser local tiene que
estar relacionado con su paisaje, su ciudad, y en este caso el
mar. Pienso que es eso lo que hace que una arquitectura sea local.
-El precio de las viviendas
sube sin parar y la compra de un piso se ha convertido en una
aventura. ¿A un arquitecto le preocupara este tema?
En la sociedad de
mercado que se ha montado no existe otra solución que
la del mercado. Incluso diría que con las viviendas sociales
que se construyen se hace demagogia, y una injusticia a gente
que no tiene entrada en esas viviendas y tiene que comprar en
el mercado.
Por otra parte, es totalmente demagógico que los políticos
digan que van a abaratar las viviendas, ya que al estar en el
mercado, tendrán el precio más alto al que el que
produce la vivienda lo pueda vender. Pero hay otra contradicción
mayor. Será una mala noticia que mañana nos enteremos
que el precio de la vivienda está bajando e irá
bajando. Eso indicaría que la ciudad se está empobreciendo.
Las viviendas más caras se encuentran en Berlín,
Londres... es decir, en las ciudades importantes. Es en las ciudades
más caras donde la gente mejor vive y tiene mayor nivel
cultural. Esto es inevitable.
-Parece que se ha vuelto
imprescindible construir un edificio como el Guggenheim o el
Kursaal para renovar la imagen de las ciudades.
Han sido dos elementos americanos los que han traído el
cambio. La verdad es que el Kursaal no ha provocado tanto cambio,
el impacto del Guggenheim ha sido mayor. El acierto del Guggenheim
ha sido importante. Tiene en cuenta la ría de una manera
espléndida. Me parece que es muy local, porque se ve que
el arquitecto entiende muy bien el lugar. Ese edificio no se
puede sacar de ahí, sólo cabe ahí.
La operación urbanística que se está haciendo
en Bilbao es mucho más importante que la de San Sebastián.
Lo de Abandoibarra es un plan ambicioso. Un cambio de imagen
de lo industrial a lo urbano, un deseo de tener un corazón
de pulmón verde. Estos son aspectos que en Bilbao se echaban
mucho de menos. Bilbao es una ciudad que me gusta mucho porque
es una ciudad de esas europeas, duras, industriales, con una
personalidad muy fuerte.
Lo que sí echo de menos en este país, es que no
defendamos a nuestros pintores así como lo hacen los americanos.
Me refiero a los pintores que hemos tenido en el siglo XIX: Arteta,
Zubiaurre... A mí un cuadro de Zubiaurre me entusiasma
mucho más que cualquier cuadro americano. No digo que
los cuadros de Zubiaurre deben estar en el Guggenheim, pero son
pintores que nadie los aupa.
-Lo que sí está
claro es que, un edificio, por ejemplo el Guggenheim, puede transformar
una ciudad y atraer mucho turismo. La arquitectura tiene mucha
fuerza.
La arquitectura ha experimentado gran crecimiento en su aceptación
y atención en los medios de comunicación. Los arquitectos
conocidos causan con sus proyectos gran expectación. En
cambio, los arquitectos que han entrado en el urbanismo no han
acertado. Han fracasado en la ordenación del terreno.
-Tanto hablar de las ciudades,
no existe el riesgo de que los pueblos se queden al margen?
No. A mí
lo que me maravilla de nuestro país es que los pueblos
van muy bien. Son pueblos con estructura comercial, relaciones
económicas y con intercambio de ideas y de proyectos.
Los pueblos tienen una vitalidad asombrosa y este aspecto no
lo tienen muchos países de Europa. Esto es muy importante,
ya que crea equilibrio.
-Sobre su obra se dice
que ha estado muy vinculada con lo humano y lo natural.
Me gusta mucho la naturaleza. He actuado en plazas, por ejemplo,
en la Plaza Trinidad de San Sebastián, la cual la están
estropeando con este afán de cambios. La Plaza del Tenis
en San Sebastián, la de Los Fueros en Vitoria... todos
están unidos con la naturaleza, con el espacio libre.
Siempre me ha llamado la atención este contexto, ya que
entiendes el espacio de otra manera distinta.
-Y se ha sentido a gusto
trabajando con la piedra. ¿usted tiene de escultor?
No, no creo. En la Plaza de la Trinidad utilicé la piedra
por cuestión de presupuesto, por costos. Tuve que recurrir
al almacén municipal que estaba repleto de adoquines que
habían levantado en la ciudad para sustituir por el asfalto.
Con esos adoquines monté la plaza de la Trinidad. Después
ese mismo sistema se trasladó a la Plaza del Tenis, pero
en este caso se compraron los adoquines en Galicia. Me gusta
mucho la piedra, pero es difícil usarlo, más que
nada por los costos.
-¿Su obra ha estado
ajena a cualquier tipo de moda?
Influencias siempre existen. A uno le gustan más unos
arquitectos que otros. Para mí el mejor arquitecto del
siglo XX ha sido el finlandés Alvar Aalto. Este arquitecto
ha ejercido gran influencia sobre mí. Por ejemplo, las
escalinatas de la Plaza de la Trinidad son muy aaltianos. En
arquitectura, es muy difícil tener un estilo propio. Casi
todos los arquitectos comienzan con un estilo previo, que después
va evolucionando hasta que consigue o no que sus construcciones
se distingan.
-Algunos
proyectos de usted nunca vieron la luz, por ejemplo el Gran Kursaal.
Se empezó a construir, pero se paró, porque se
arruinó el promotor. Pero este proyecto era de viviendas,
comercio, de un hotel... era distinto. Después se llamó
el concurso en el que salió ganador Moneo.
-¿Qué le
parecen los cubos de Moneo?
Ya se lo he dicho a él. Al edificio le falta dinero. Necesita
más dinero para detalles. Le falta acabado, y algunos
detalles están forzados. Es una pena, y me da la impresión
que va a tener mala vejez, más por dentro que por fuera.
El proyecto es muy arquitectónico, y detrás tiene
una gran cultura artística, por ejemplo, conocimiento
de escultura. Seguramente Moneo es el arquitecto más culto
que existe. Además de ser un gran arquitecto, tiene gran
cultura artística y filosófica.
Luis Peña
Gantxegi |
Peña Gantxegi nació
en Oñati, Gipuzkoa, en 1926. Actualmente reside en San
Sebastián.
Sus primeras obras fueron: Torre Vista Alegre (1958) en Zarautz
o la Casa Imanolenea en Mutriku (1964).
También cabe destacar la Plaza de la Trinidad de San Sebastián
(1963). Fue tal el éxito alcanzado con esta plaza, que
el Ayuntamiento le encargó reordenar el espacio situado
al final del paseo del Tenis,
con el fin de albergar las esculturas de Chillida, conocidas
como Peine del Viento.
En 1979, la colaboración entre Oteiza y Peña Gantxegi,
producirá una nueva propuesta para la Plaza de los Fueros
de Vitoria. Más tarde, en 1982, realizó la plaza
de San Juan, esta vez en Lleida y sin la participación
de Chillida.
Doctor arquitecto en 1968 y profesor emérito en la Escuela
Técnica Superior de Arquitectura de San Sebastián,
Peña Gantxegi se ha dedicado a la docencia en varios períodos
de su vida y en diversas escuelas, sobre todo en la de San Sebastián..
Ha ganado el Premio Aizpura en 1960, y el Premio Munibe en 1997.
En 1999, fue galardonado con el Premio Antonio Camuñas
de Arquitectura por el conjunto de su obra. Ha pronunciado numerosas
conferencias, y su obra ha sido comentada por las más
prestigiosas revistas profesionales. |
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Fotografías: Maria Agirre
Euskonews & Media 73.zbk (2000
/ 3-31 / 4-7) |