La aparición de muñecos,
peleles y figuras representativas de personas o animales es bastante
frecuente en las distintas manifestaciones festivas del País
Vasco. No obstante, en Araba/Alava se puede afirmar sin temor
a equivocarnos que es el lugar de toda la geografía vasca
donde mayor número de muñecos podemos encontrar
en las fiestas. De hecho son más de un centenar los muñecos
que pueden contemplarse a lo largo del calendario festivo alavés
actual. A estos habría que sumar los muñecos que
en los últimos años han desaparecido (algunos al
desaparecer las fiestas locales) en diversas localidades alavesas.
Además de esta abundancia de muñecos hay otra característica
que se puede entender incluso como una peculiaridad: la mayoría
de estos muñecos aparecen en las fiestas de verano o patronales
de cada localidad, festejos en los que en otras zonas no es tan
frecuente el uso de peleles.
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Siguiendo la tradicional
división del calendario festivo en fiestas de invierno
y fiestas de verano o patronales, en ambos tipos de fiestas encontramos
muñecos con gran protagonismo dentro del programa festivo.
La presencia de peleles en las fiestas de invierno es algo común
incluso a culturas muy diferentes. Es por ello que dichos personajes
han sido punto de referencia de numerosos estudios e investigaciones.
En este periodo invernal que abarca los meses del año
que hay entre los dos solsticios varias localidades cargan en
peleles de paja sus males. En la época navideña
encontramos a Olentzero, Erre Puierre
y Judas. Con la llegada del carnaval (ihauteri) tenemos
a Marquitos (Zalduondo), Porrero (Salcedo),
Toribio (Kanpezu), Letziagako Sorgiña
(Laudio), Kakarro Judas (Amurrio), Porrero
y Sorgiña (Agurain) y la Sardina
(Langraitz y Vitoria-Gasteiz). Al final de la Cuaresma, el domingo
de Resurrección se quema a Judas en diversas
localidades: Gesaltza/Salinas de Añana, Samaniego, Oion,
Lagrán y Villaverde. En Moreda junto a Judas
queman también una Judesa. También
la víspera de San Juan hay localidades como Amurrio y
Llanteno que queman en la hoguera a una Sorgiña
o el barrio gasteiztarra de Las Conchas donde queman a Katukatarra.
Sin necesidad de comentar las
diferencias entre las fiestas de invierno y las patronales (en
cuanto a los muñecos se refiere) si quiero reseñar
algunos contrastes detectados en el aspecto simbólico
entre los muñecos que aparecen en las fiestas
de invierno y los que toman vida en las fiestas patronales. El
simbolismo del muñeco en fiestas como los carnavales o
las quemas de Judas del domingo de Resurrección esta cargado
de aspectos negativos. En él se concentran todos los males
ocurridos en el pueblo a lo largo de todo el año. Es por
ello por lo que el muñeco va a tener un final escarmentador.
En algunas ocasiones tras un juicio acusatorio y otras sin previa
condena su destino más común es convertirse en
cenizas. De esta forma la comunidad se ve purificada y libre
de los males que le acechaban. La quema o desaparición
del muñeco es necesaria y es lo que causa alegría
en las gentes puesto que encarna a su vez la cremación
de todos los males del lugar.
Este tipo de simbología
también va a estar presente en alguno de los personajes
que popularmente se presentan en las fiestas patronales pero
de forma muy minoritaria. Aunque son varios los muñecos
que también terminan consumidos por las llamas este aspecto
negativo y de culpabilidad es bastante excepcional. En las fiestas
patronales la mayoría de las veces en que el muñeco
es pasto de las llamas lo que se pretende es significar la quema
de todas las picias que se hayan podido cometer en
fiestas o simplemente escenificar el final propiamente de la
fiesta. Hay lugares en que la quema del personaje festivo esta
precedida de una especie de funeral donde se muestra la pena
y el sentimiento de duelo que supone la pérdida del muñeco
(y por tanto de la fiesta). Incluso se da el caso en algún
pueblo de que el muñeco tenga un funeral o entierro pero
posteriormente no sea quemado. En algunos sitios el cariño
hacia el muñeco es tal que les resulta imposible prenderle
fuego.
En las fiestas patronales de
los pueblos el muñeco no se impregna de aspectos negativos,
sino que al contrario, en él se van a significar sólo
valores positivos. El muñeco normalmente va a ser un elemento
de unión que encarna todo lo bueno de las gente del lugar.
De ahí que en algunos sitios se de el afán incluso
de que hasta físicamente se parezca a las personas del
lugar (Vitoria-Gasteiz, Lapuebla de Labarca).
Su aparición va a ser
sinónimo de alegría. En los lugares en que se le
pasea por el pueblo no se hace a modo de escarnio para que sea
insultado o se mofen de él. Todo lo contrario. Participa
en pasacalles como si fuera uno más del pueblo que disfruta
de la alegría festiva. En los casos en que el muñeco
se transforma en persona para realizar estas kalejiras la significación
de pertenencia a la comunidad es absoluta. Si lo colocan en algún
lugar público durante las fiestas no es con el fin de
que pueda recibir las iras de los vecinos sino para que presida
con su presencia todo el programa de actos que se desarrolle
esos días. Y cuando llegue el momento de dar por terminadas
las fiestas, la mayoría de las veces, el muñeco
gozará de una despedida propia de la que se hace a cualquier
ser querido que abandona el pueblo durante un período
de tiempo determinado.
El muñeco va a ser una
expresión más de la fiesta popular, de esa forma
de ser, estar y hacer la fiesta. El personaje va a ser diseñado,
creado, confeccionado, dirigido e interpretado por las gentes
de cada localidad. En muchos
sitios incluso aparece como elemento dinamizador de las fiestas.
En lugares donde la fiesta se renueva con la entrada de nuevas
generaciones en las comisiones organizativas o donde se considera
que la fiestas van poco a poco agonizando, la creación
de muñecos festivos ha supuesto un interesante revulsivo
para la transformación y mantenimiento de la fiesta. Sobre
todo teniendo en cuenta que la mayoría de las localidades
alavesas tienen muy pocos habitantes. En torno a la presencia
del muñeco se busca la participación de todos,
no sólo en su elaboración física sino también
en los actos en que éste vaya a participar. El arrope
de los convecinos es fundamental.
En las fiestas patronales o de
verano es donde los muñecos adquieren un alto protagonismo
dentro del programa festivo y donde encontramos gran variedad
tanto de muñecos como de actos en los que los muñecos
participan. Respecto a la distribución de los muñecos
al ser su práctica tan numerosa está bastante extendida
por todo Araba/Alava. Se puede decir que la Rioja-Alavesa es
la zona más poblada de muñecos ya que la gran mayoría
de pueblos tienen alguno. Otras zonas con abundancia de muñecos
son la Montaña Alavesa y un amplio círculo de pueblos
alrededor de la capital vitoriana, además de los propios
barrios de la capital.
El
origen del uso de muñecos en las fiestas de verano lo
encontramos en el popular Celedón, auténtico
protagonistas de las fiestas patronales de Vitoria-Gasteiz desde
finales de los años 50. Este modelo imitado por distintas
localidades se irá transformando con gran variedad de
estilos y tipos según la idiosincrasia de cada lugar,
hasta crear elementos que no tengan casi nada en común
con él. Así nos encontramos, por ejemplo, con muñecos
con forma de animal o de cosa.
De entre las muchas significaciones
que se pueden desprender del uso de muñecos en las fiestas
patronales hay cuatro a las que la mayoría de los modelos
responden con frecuencia: el muñeco va a simbolizar la
unión de todos los habitantes de la localidad en las fiestas,
va a ser además un elemento reforzador de la identidad
(o identidades) social colectiva, se va a utilizar como objeto
de diversión y en muchos casos va a jugar el papel de
elemento lúdico-festivo destinado a los niños.
De estas cuatro significaciones
hay una que sobresale sobre las demás: el interés
en dotar al muñeco de elementos o características
que refuerzan la identidad o identidades sociales colectivas.
Esta carga de elementos identitarios en el muñeco se va
a plasmar sobre todo, en el nombre que recibe. El muñeco
con frecuencia toma el nombre del apodo que reciben los habitantes
de la propia localidad, o el de personas significativas para
el pueblo, o una derivación del nombre del patrón
de las fiestas o de la denominación del pueblo mismo,
o de productos relacionados con el lugar o denominaciones en
euskera. Otro aspecto por el que se ve remarcada una determinada
identidad social va a ser la vestimenta o aspecto físico
que se de al muñeco, así como los añadidos
o complementos y símbolos que porta el pelele. Por último,
el espacio físico en que aparece el muñeco suele
ser en muchos casos patrimonio representativo de la localidad.
A estas características hay que añadir en algunos
casos el interés de unir por medio del muñeco historias
acaecidas anteriormente en el pueblo o el de dotarle de elementos
propios del grupo que los crea.
Como el número de muñecos
es muy alto me limito a comentar muy por encima algunos casos
teniendo en cuenta que hay similitudes entre muchos de ellos.
Lo más habitual es que
el muñeco, al estilo Celedón, baje
desde el campanario de la iglesia del pueblo a la plaza para
dar inicio a las fiestas y el último día para concluirlas
haga el recorrido contrario. Es el caso de Celedón
de Berantevilla, Txabarriko de Etxabarri-Ibiña,
Albardero de Rivabellosa. A veces sólo se
realiza la bajada inicial: la Rana en Ocio, Patatito
en Bajauri o Borraska en Etura.
Los
hay que en vez de bajar suben al campanario donde presiden las
fiestas hasta su finalización como el Burro
de Samaniego (que acompaña la subida de fuertes rebuznos),
Macario en Margarita o Peku en Viñaspre.
En otros casos, a mitad del recorrido dejan al muñeco
colgado durante todo el período festivo presidiendo la
plaza: Iguarrako en Amurrio, Andresín
en Orbiso o Mingote en Bernedo.
Otros son paseados en alegre
kalejira por las calles del pueblo como Arlote en
Zambrana o Prontxio en Gesaltza/Salinas de Añana.
En algunos casos, es una persona de verdad la que sustituye al
muñeco en estas kalejiras (Barrihuelo en Elciego).
Los hay que son quemados como Nikolasa Trotamundos
de Arroiabe, incluso precedidos de riguroso entierro por todo
el pueblo como el Moro en Salinillas de Buradón.
La variedad de puestas en escena
y tipología de los diversos muñecos que protagonizan
las fiestas patronales de muchas localidades alavesas son detalles
que apuntan de forma clara hacia una manera concreta de hacer
y entender las fiestas. Joseba Pérez Sáenz, licenciado
en Ciencias de la Información
Fotografías: Joseba Pérez |