Numerosos estudios epidemiológicos
han demostrado una estrecha relación entre la distribución
de grasa y la susceptibilidad a diversas enfermedades, tales
como la ateroesclerosis o la Diabetes no dependiente de
la insulina (NIDDM), que se encuentran asociadas a la distribución
de grasa centralizada (Bouchard, 1992). De hecho, la distribución
relativa de la grasa corporal se considera un factor de riesgo
para diversas enfermedades no solo en los adultos (Mueller y
Satllone, 1981; Lapidus et al., 1988; Schapira et al., 1990)
sino en los niños (Freedman et al., 1987; Shear et al.,
1987). El efecto relativo de la genética y el ambiente
sobre la cantidad y distribución del tejido adiposo es,
sin embargo, menos conocido. Las investigaciones llevadas a cabo
en gemelos (Selby et al., 1990) sugieren que la distribución
de grasa está más determinada por factores de tipo
genético que por el modo de vida, siendo el ejercicio
físico la variable que mejor define, en este caso, los
hábitos de los individuos. No obstante, recientes investigaciones
han puesto de manifiesto que el ambiente en que se desarrollan
los individuos puede ser muy bien descrito por su nivel socioeconómico,
el cual ejerce una notable influencia sobre la distribución
de la grasa corporal (Bogin y Sullivan, 1986; Rebato et al.,
1998). En general, las investigaciones sobre la semejanza familiar
de los índices de distribución de grasa (como el
CFR o aquellos basados en circunferencias corporales, p.e. razón
cintura/cadera), o de los índices de corpulencia, como
el Índice de Masa Corporal (BMI), apoyan una causa genética,
aunque la magnitud de los factores heredables es en ocasiones
menor que para la adiposidad total (Bouchard, 1993). El importante
parecido familiar que muestran estas variables, sobre todo durante
el crecimiento, posee gran importancia epidemiológica,
habida cuenta del valor predictivo de estos índices en
la patología del adulto (Tiret et al., 1991).
En esta investigación
se ha analizado el grado de parecido familiar de un conjunto
de variables estimadoras de la adiposidad corporal en una muestra
de 1350 hermanos biológicos (685 chicos y 665 chicas)
procedentes de 654 familias nucleares de la provincia de Bizkaia.
Las edades de los hermanos oscilaban entre 4 y 20 años
para los chicos y 4 y 21 años para las chicas. La clase
social de la muestra se consideró como de nivel "medio"
en base a los datos de las profesiones y niveles de estudios
de los progenitores. La edad decimal para cada individuo se calculó
como la diferencia entre la fecha de muestreo y la de nacimiento.
La información recogida en cuestionarios individuales
incluía diversos datos del ambiente sociofamiliar tales
como la profesión y el nivel de estudios del padre, así
como el número de hermanos que componían la fratria
Las medidas antropométricas (Estatura (cm), Peso (kg.)
y los pliegues de grasa subcutánea (mm): Tricipital, Subescapular,
Suprailíaco y Pantorrilla media) se tomaron siguiendo
las normas del Programa Biológico Internacional, IBP (Weiner
y Lourie, 1981). De estas medidas se derivaron una serie de índices
de interés bioantropológico y epidemiológico
por su relación con la cantidad y distribución
de la grasa corporal, siendo considerados buenos indicadores
de la composición corporal y del estado nutricional de
los individuos, como el BMI (Body Mass Index o Índice
de Masa Corporal (Peso/Estatura2), el índice de Livi (Peso1/3/Estatura)
y el índice CFR (Centripetal Fat Ratio: lg Subescapular/(lg
Subescapular+lg Suprailíaco). Las correlaciones entre
hermanos fueron estimadas utilizando el método de máxima
verosimilitud descrito por Rao et al. (1982) por medio del programa
MLECOR para PC, previo ajuste para el sexo y la edad de las variables
antropométricas analizadas (Modelo 1) y después
de tener en cuenta diferentes variables ambientales compartidas
por todos los miembros de la fratria (Modelo 2).
Los valores medios de correlación
obtenidos para este conjunto de variables relacionadas con la
cantidad y distribución de la grasa corporal han sido,
en conjunto, algo inferiores a los obtenidos para otras variables
antropométricas en la misma población, tanto corporales
(estatura, peso, talla sentado) (Rebato et al., 1997b) como cefalofaciales
(longitud y anchura máxima de la cabeza, anchuras frontal
mínima, bicigomática y bigoníaca) (Rebato
et al., 1997a) que tienden a situarse en valores comprendidos
entre 0,35-0,50, e incluso superiores. Este hecho es coincidente
con los gradientes de correlación obtenidos en otros estudios
familiares, donde las variables en las que interviene el componente
óseo suelen presentar valores más altos de correlación
que aquellas que estiman masa muscular o grasa (Susanne, 1971,
1975), si bien los resultados dependen en gran medida de que
las muestras analizadas estén formadas por adultos o por
individuos en crecimiento que comparten un ambiente común.
Dicho ambiente puede elevar las correlaciones de aquellos rasgos
ecosensitvos tales como la cantidad de grasa subcutánea
(Byard et al., 1983). Los resultados muestran la no existencia
de ligamiento al sexo para las variables estudiadas y valores
de correlación similares para ambos modelos, aunque con
ciertas variaciones en función del tipo de fratria y variable
consideradas. En general, los pliegues de grasa y el BMI (Body
Mass Index) poseen un mayor grado de semejanza familiar que los
índices de Livi y el CFR (Centripetal Fat Ratio), este
último indicador de la distribución de grasa corporal.
E. Rebato Ochoa,
I. Salces Beti, J. Rosique Gracia, L. San Martín Telo,
A. Vinagre Oyarzábal, Departamento de Biología
Animal y Genética (Antropología). Facultad de Ciencias.
Universidad del País Vasco- EHU. Apdo. 644-48080 Bilbao |