La ciudad compartida
* Traducción al español del original en euskera
María Ángeles Durán

La mayor parte de lo que se ha escrito sobre las ciudades se ha hecho prescindiendo del análisis del sujeto que producía el conocimiento, y se ha dado por sentado que éste era un sujeto cognoscente universal y transparente. Por eso, el acceso al conocimiento por parte de los colectivos que históricamente han estado excluidos de la producción sistemática de conocimiento no puede quedar limitado a una simple ocupación de los puestos docentes. En el siglo pasado, y en éste, ha habido importantísimas producciones intelectuales dimanadas de la consciencia de que una sola clase social no podía hablar en representación de todas. En este fin de siglo le toca a las mujeres un acceso generalizado a la consciencia colectiva, a la posibilidad (por primera vez en la historia) de re-pensar o re-crear la cultura desde su propia experiencia histórica, que ha sido y sigue siendo todavía muy diferente a la de los varones.

En urbanismo y en arquitectura pueden adoptarse perspectivas intelectuales muy diferentes: lo que hay es sólo una parte muy pequeña de lo que podría haber habido. La altura del ojo del observador marca el punto de fuga, el centro de la visión: pero ni el lenguaje ni el ojo son capaces de superponer fácilmente perspectivas contrarias, porque la imagen se deforma y los paisajes devienen, como las figuras de Escher, rompecabezas imposibles. ¿Desde qué perspectiva se ha, o hemos, construido la ciudad, la casa, la fábrica y el parque?

La ordenación o jerarquía de los espacios solo puede hacerse, como decía Heidegger, si se conoce el modo en que se va a vivir dentro. El arquitecto no puede limitarse a los materiales y a las formas. Cuando proyecta, subordina su obra a un sentido, incluso cuando no es consciente de ello. En todas las construcciones hay un sentido implícito, una idea generatriz a la que debe servir el espacio.

Hay muy pocas publicaciones sobre la ciudad y la arquitectura hechas desde la perspectiva de las mujeres, y en eso estamos todos de acuerdo. Pero casi nadie repara en que las publicaciones que sí hay, a las que acudimos para formarnos o entendernos y para adoptar decisiones, han sido escritas desde la perspectiva de los varones, incluso la mayoría de las que definen las relaciones entre la ciudad y las mujeres. Para equilibrar perspectivas, no basta que las mujeres –y otros grupos sociales tradicionalmente excluidos- razonen y transfieran sus experiencias sobre sí mismos, sino que han de hacerlo sobre los otros y sobre el conjunto. En ese sentido, cualquier aportación desde las perspectivas innovadoras es al mismo tiempo un avance y una aspiración fustrada; porque, por comparación con el complejo edificio de las ideas ya tratadas, de los millones de experiencias "otras" que han filtrado y les dieron la base experiencial para transformarse conceptualmente, los esfuerzos por filtrar y conceptualizar las experiencias nuevas son muy modestos, muy insuficientes. Intelectualmente, la apuesta conlleva inevitablemente el desgarro de saberse parte de una cultura construida sobre experiencias ajenas y de carecer al mismo tiempo de elementos suficientes para construir la propia, y fundirla.


María Ángeles Durán, Catedrática de Sociología.Profesora de investigación en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas

Euskonews & Media 68.zbk (2000/ 2-25 / 3-3)


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