Donostia-San Sebastián: Futuro europeo de una ciudad entre el río y el mar
Iñaki Galarraga Aldanondo

Es criterio admitido, proveniente de viejas leyendas, que el lugar idóneo para el nacimiento de las ciudades deben de ser los ríos, justo allí donde, por efecto de la marea se confunden las aguas dulces del cosmos, con las saladas procedentes del océano y su profundidad abisal.
Pero algunos defendemos como lugar, por excelencia, para fundar la urbe, allí donde, a la manera de Poseidón que trasformado en espumas de ola en rompiente cubrío al río Enipeo, se entregan con sutil entereza los ríos al mar.
En un lugar con esos atributos nació a fines del S.XII la ciudad que conocemos desde entonces como Sanct Sebastianum vulgo Donostien ad mare Oceanum.
A fin de penetrar en el misterio de esta urbe, vamos a resaltar cuatro momentos en el relato de la vida esta ciudad, y trato de ordenarlos en otros tantos epígrafes que entiendo de una importancia capital:



ORIGENES

OCASO
MODERNIDAD
PAUTAS PARA EL PORVENIR



Vista de San Sebastian en el grabado de Hofnagel 1560. (fig. 1)



Plan de San Sebastien 1705. (fig. 2)


ORIGENES

Sabido el lugar de nacimiento, entre río y mar, y su indudable acierto, conviene aclarar que la fábrica edificada de esta ciudad estuvo desde siempre, como mínimo, desdoblada en dos partes: San Sebastián de El Antiguo, lugar y villa simbolizados en el grabado de la fig. 1 por el poste e imagen del Santo y Mártir Sebastián, y en el otro extremo, mirando de soslayo al Atlántico, una Villa bien ordenada. Al socaire de una Fortaleza en lo alto del monte Urgull (Mont Orgueil). Esta misma duplicidad en las partes urbanas de Donostía, mil veces reflejada en las calmadas aguas de una graciosa bahía, recorre toda la historia urbana de esta ciudad. En el lugar del Santo siempre se ha elevado un edificio importante -Convento, Torreón defensivo, Palacio de Miramar- encabezando el barrio de El Antiguo que es el fundacional. En el otro extremo y bajo las faldas de la fortaleza un villa planificada de correctos trazados con dos parroquias, algunos conventos, y un pequeño puerto o kaia, desde donde partían y parten algunos pocos arrantzales para arrancar sus tesoros al mar, villa que ahora es una parte importante del conjunto al que llamamos Parte Vieja.
Por ello esta San Sebastián-Donostía, consta desde su fundación de dos partes que se miran a través de un hermoso espejo de mar, piezas que aún conservan toda su forma y figura urbanas y hoy conocemos respectivamente como el Antiguo, y la Parte Vieja.
Así emerge esta singular villa, como una más de la formidable y numerosísima serie de villas europeas que toman o retoman nuevas formas de vida en los períodos cumplidos de un medioevo europeo, entre 1150 y 1250.
Tamaña gesta humana, la estructuración de una Europa Urbana, probablemente sea uno de los hechos históricos y de cultura más significativos en la historia, toda ella, de la humanidad. En ese magno proceso de entonces, aunque muy humildemente, sí estuvo presente Donostía-San Sebastián. Lo hizo bajo los auspicios del Rey de Navarra, en dominios de litigio y querella entre cuatro grandes reyes de la época, el de Francia, el de Inglaterra él mismo y el rey de Castilla.
La villa pegada a la fortaleza se desarrolló y transformó a la manera de las restantes villas europeas, consolidando el conjunto de sus casas, empujando y separando las casas de los pescadores y sus aparejos hacia el puerto, manteniendo y resaltando las torres parroquiales y permitiendo o expulsando, siempre más a las malas que a las buenas, los asentamientos conventuales de las Ordenes mendicantes del S.XIII: Franciscanos y Dominicos.
Las dos primeras figuras que presentamos, corresponden a una vista del conjunto formado por las dos partes de esta ciudad, la una perteneciente a la canónica colección de vistas a vuelo de pájaro de más de 300 ciudades, sobre todo europeas, delineada por Hofnaglio y editada de manera grandiosa por Braun y Hogenberg a mediados del S.XVI bajo el título de Civitatis Orbis Terrarum. La otra, fig.2 corresponde a un mapa de la planta de la villa civil-militar, donde también aparece el Convento de el Antiguo. Corresponde a un mapa militar de 1705, en plena guerra, frente a las tropas mandadas por el Duque de Berwick. Representa uno de los estadios de la transformación de la vieja ciudad medieval a escasos años de realizarse la mayor obra de mejora urbanística del período antiguo. La apertura de la Plaza Nueva, hoy llamada de la Constitución que a la manera de las plazas reales francesas y las mayores españolas, marcan pautas de buenhacer urbanístico al tiempo que sistematizan el centro de la villa para asentar en el lugar de preferencia sus Casas Consistoriales.
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1813. Reconstrucción de San Sebastián.
Ugartemendia.








(fig. 4)


OCASO

Donostía-San Sebastián, como tantas otras ciudades europeas semejantes ha sufrido frecuentes acosos e incendios. También las ciudades se depuran por el fuego. Esta vez quedó arrasada por la intervención de las tropas anglo-españolas-portuguesas frente al llamado invasor francés y era el 31 de Agosto de 1813.
Apenas quedaron en pie los templos de Santa María y de San Vicente y unas pocas casas en la misma calle. Calle que con ese extraño exhorcismo que ejercen siempre la brutalidad de las guerras se llama hoy: Treinta y uno de Agosto.
La renovación o mejor dicho la reconstrucción de la ciudad tuvo que ser total. La circustancia que el joven arquitecto Pedro Manuel de Ugartemendía fuera un donostiarra en aquellas épocas vinculado a la Academia de San Fernando y recien terminado su período de formación, hacen del proyecto de reconstrucción de San Sebastián un proceso apasionente.
Planteó primeramente el joven académico, tras sentar plaza de su absoluto desprecio ante las exageraciones estilísticas barrocas de los arquitectos Ibero, un plano de la reconstrucción, de la ciudad arrasada por Wellington, en claves absolutamente rupturistas
(fig. 4). Desarrollando para ello un esquema planimétrico centrado en la composición de una plaza octogonal, como correspondía a los esquemas ideales de raíz vitrubiana, desarrollados en aquel entonces en la Academia, y abriendo además sendas plazas porticadas hacia la naturaleza, tanto por el lado de la Bahía de La Concha como por el del mar en la Zurriola, siguiendo modelos ilustrados. Este plano de Ugartemendía tropezó con la resistencia de los propietarios de las parcelas cuyas edificaciones habían sido calcinadas por Wellington en la guerra decimonónica contra el intruso postrevolucionario francés.
Tras una mediación, enormemente complicada del Ayuntamiento donostiarra con la Academia Española, en los que tomara protagonismo importante el arquitecto, también académico Don Alejo de Miranda, llegaron, tras dibujar cinco soluciones distintas, a acuerdos transaccionales por los que la reconstrucción de la Parte Vieja donostiarra fué realizada de una manera más posibilista y adecuada. Manteniendo, al margen de veleidades demasiado rupturistas para una sociedad conservadora, unos niveles de calidad urbanística alta, como los que hoy en día pueden apreciarse en esta parte urbana de San Sebastián, y apoyándose para ello en la constante cultural que marca el urbanismo de los periodos conservadores, en el sentido de mantener por encima de todo, la inalterabilidad de la propiedad.
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Vista aérea del Boulevard año
1985.

(fig. 5)


Vista aérea del área del Buen Pastor. (fig. 6)


MODERNIDAD

Llegados a mediados del S.XIX, San Sebastián, al igual que la mayor parte de las ciudades europeas se encuentra ante el dilema de "renovarse o morir". El ejemplo contundente de Haussman en París bajo la batuta de Napoleón III, el marido de Eugenia de Montijo, marcó lo que habrían de ser las terapias de choque para la renovación de estructuras urbanas en las que la insurrección de la Comuna, y la proliferación de enfermedades como la tisis y tuberculosis eran los fenómenos sociales a erradicar y las estructuras políticas a reprimir. Mecanismos como los de las grandes percées , los derribos de murallas interiores a las ciudades, la apertura y trazado de grandes e inusitadas avenidas para una creciente movilidad, en suma una ciudad moderna planteada como una "racional máquina de habitar" surge y se enraiza en la Europa decimonónica, planteando una alternativa total a la ciudad europea del medioevo. Para ello se derriban las viejas murallas defensivas, se trazan amplios boulevares, se regularizan las agrupaciones de casas en islas o manzanas de nueva defininición en base a una nueva "racionalidad" y surge la segunda gran generación de ciudades en Europa para hacer frente a una, apenas bien definida, modernidad.
Se trata de dar cabida en la ciudad, a los avances en materia de facilidad de mivimiento y de movilidad con los ferrocarriles y la máquina de vapor, asímismo hay que encajar el fenómeno de la comunicabilidad tras la puesta en práctica del telégrafo. En el fondo el mundo moderno del S.XIX está del lado del movimiento y de la comunicación, como interesaría a los futuristas italianos, y causaría tantas decepciones en el mundo intelectual literario, así en Zola y Unamuno, pero que al fin y a la postre, se plasmaría con gran fortuna en la manera en la que fue construída nuestra ciudad.
Uno de los valores preeminentes a la hora de calibrar los aciertos de esta ciudad europea moderna, está en el acierto frente a la elección de aquello que hoy, 120 años después, llamamos el "modelo de ciudad". San Sebastián, no sin una amplia discusión interna, acertó en su prognóstico frente al futuro, en el planteamiento de su programa proyectual. Esta ciudad optó ya desde 1890 por un modelo claramente turístico y veraniego, promocionándose a sí misma, cual matrona que se precie ante los forasteros, como manera de auspiciar prósperas economías, entonces latentes, pero que se han demostrado de una enorme importancia en la Europa de la superabundancia y del bienestar actual.
Dos fenómenos marcan esta época del urbanismo donostiarra. Al margen de la fortuna de contar con un valioso, brillante y sutil plan de Ensanche de la población, redactado por el arquitecto Cortázar y la continua presencia, en el devenir cotidiano urbanístico, del arquitecto Goikoa, es necesario señalar la fortuna de resoluciones urbano-arquitectónicas como las del Boulevard donostiarra (fig. 5) y sobre todo en el acierto del emplazamiento del nuevo Templo parroquial, llamado del Buen Pastor (fig. 6). Auténticos elementos simbólicos y paradigmas de los nuevos tiempos modernos, marcados por la necesidad común a las ciudades de Europa de buscar nuevas formas arquitectónicas y urbanas para las significar los valores de capitalidades políticas y otras formas de hegemonía necesarias.
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PAUTAS PARA EL PORVENIR

La San Sebastián decimonónica y todos sus epígonos casi hasta los años cuarenta del S.XX, con todos sus aciertos y contradicciones, pues no podemos olvidar la dramática circustancia de dos guerras carlistas en el S.XIX, y esa otra guerra incivil y fratricida producto de un pronunciamiento antidemocrático e insurreccional, entre 1936 y 1939 que algunos donostiarra de pro aún llaman la "cruzada nacional", es la base de la ciudad que viven los donostiarras de hoy. Su reflejo en las aguas atlánticas de una bahía bastante encalmada y de un mar abierto y bravo en la Zurriola marcan las señales de una gloria antigua algo decadente pero siempre viva y cargada de personalidad.
Hoy en las primeras horas de un año 2000, esta ciudad intenta alejarse del letargo de su propia contemplación narcisista, en esa "incomparable concha de cristal" sin dejar en el camino ningún girón de los muchos capítulos positivos en la historia donostiarra, pero no le está resultando fácil.
Sólo cabe la cultura como arma urbanística para construir un futuro de mayor progreso y una menor conflictividad. Sólo cabe conjugar con destreza el binomio de los conceptos que se mueven entre la tradición de una historia complicada, como todas, y la modernidad, como esperanza de progreso.
Por ello plantear pares de polaridades ente los valores históricos y el porvenir, me puede servir para hacer algunas propuestas estratégicas, a fin que nuestra urbe donostiarra continue en un lugar apropiado dentro de esa amplia gama de las ciudades de Europa, que sin ser las grandes y a veces inermes capitales estatales decimonónicas, actue como un catalizador de una nueva cultura comunal.
Entre el hemoso y neogótico Palacio de Miramar y la maravilla escultórica de los Peines del Viento hay sin duda algo más que una proximidad. El primero situado en el lugar fundacional de la villa donostiarra, vieja Real Casa de Campo y sede actual de Instituciones de cultura y sapiencia, además de su indudable cualificación como baluarte institucional. El segundo, como importante creación figurativa de la cultura de la naturaleza a través de su impresionente valor dulcificador de los ímpetus de los vientos, los mares y las furias todas del Cosmos antes de llegar a esta ciudad. Las relaciones formales, figurativas e institucionales entre ambos elementos, fundamentales hoy en la estructura de esta ciudad, son demasiado importantes para que las dejemos en manos del azar, de la revancha de tantas guerras o de la más estúpida frivolidad.
En el otro lado del arco del paseo de la Concha se levanta un edificio enigmático, sede de una institución de cultura importante, fundada en 1908, y por ello mayor de edad. Me refiero al Aquarium de la Sociedad Oceanográfica donostiarra que tras una profunda, emocionante y accidentada transformación reciente está lanzada a la búsqueda de su propio encaje arquitectónico-urbano-científico-universitario e institucional en el nuevo cuadro de las proposiciones de esta ciudad de cara a su futuro.
Nadie puede olvidar la vinculación arquitectónico-institucional del Aquarium con el Paseo Nuevo, esa impresionante estructura urbanística marítima lanzada "in antis" y "supra mareas" frente al mar. Pero siguiendo este grandioso paseo se llega de nuevo a los lugares construídos con las casas de San Sebastián en la desembocadura del Urumea. Nuestro río Enipeo y allí donde se entrega dócil y despierto al abrazo fructífero de Poseidon el dios del mar.
Precisamente en ese lugar se ha erigido una obra de gran importancia arquitetónica, que consiste en un par de hermosos cubos cristalinos, ambos de dimensiones correctas y animados de luces cambiantes, que marcan el dominio y la conquista civilizada, por parte de los ciudadanos, de esta parte -la Zurriola- de la Ciudad.
La ajustada convivencia entre los significados y actividades del Aquiarium y del nuevo Kursaal, será la segunda de las polaridades que señalamos para el futuro del progreso de Donostía-San Sebastián. Es necesario que las muchas inquietudes científico-divulgativas del primero se encajen con el enorme potencial cultural del segundo.
Al tiempo que se comprenden y se explican mutuamente dos arquitecturas tan distintas, y tan distantes en el tiempo, pero que ambas representan una respuesta conceptual unitaria frente al problema de construir edificios enfrente del mar. De un mar cuya potencia y furia no podemos obviar, allí donde las mareas marcan cuatro veces por jornada unas diferencias de altura del orden de los cinco metros. Es la repetición de lo que antes hemos expresado para el Peine del Viento y el Palacio de Miramar.
Así esta ciudad respuesta afortunada a su "locus" fundacional, sede de tantas contradicciones y desventuras, pero también lugar en el que han arraigado valiosas iniciativas de todo tipo a lo largo de la historia y sobre todo observatorio privilegiado de las peripecias y otras bravuras del mar Atlántico, al que muchos mapas llaman el Mar de los Vascos, podrá seguir en el decurso de su propia historia encarnando los valores del progreso y de la fe en sus ciudadanos y sobre todo en los valores universales de la bondad cimentada en una experiencia histórica, que permite seguir, sin miedos ni otras angustias, un camino de cultura y prosperidad .
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Texto compuesto en base a los escritos contenidos en el libro:
La Vasconia de las Ciudades:
Bayona, Bilbao, Donostía, Pamplona y Vitoria-Gasteiz
Ensayo arquitectónico e iconográfico

Autores: Iñaki Galarraga Aldanondo y Vicente Taberna1996 Edic.Bidebitarte. Aldapeta 70. San Sebastián


Iñaki Galarraga, profesor de la U.P.V/E.H.U. igalarragaa@nexo.es
Fotografías: Todas son de Iñaki Galarraga menos la del Peine del Viento que es de Koch

Euskonews & Media 68.zbk (2000/ 2-25 / 3-3)


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