Francisco Mangado, arquitecto
"Estamos haciendo un urbanismo burocrático que no da respuesta"
*  Traducción al español del original en euskera
Maria Agirre

Este arquitecto navarro tiene entre manos muchos proyectos importantes. Según él, demasiados.
Por una parte ya han empezado las obras para la construcción del Auditorio y Palacio de Congresos de Navarra, pero Francisco Mangado también construirá otro auditorio y palacio de congresos, este vez en Palencia. Por si esto fuera poco, en su estudio se amontonan planos de la plaza que hará en el barrio Salamanca de Madrid, y del monasterio católico que construye en la India.
Podríamos hablar sobre estas construcciones, pero esta vez, hemos querido recoger su opinión a cerca de las ciudades vascas del futuro.

-Las ciudades han experimentado gran crecimiento en las últimas décadas. ¿Hacia dónde caminan las ciudades vascas del futuro?
Es una pregunta difícil. La propia condición de la evolución de la ciudad tiene un componente imprevisible. Es difícil prever eso, ya que vivimos en un mundo en el que los cambios se producen de una manera rápida. Así y todo, refiriéndome a las ciudades vascas, creo que actualmente hay un grado de control, cierta previsión. Por otra parte, yo no creo que tengamos que hablar de un cambio en el modelo de las ciudades. Efectivamente, se han producido transformaciones sustanciales, pero la ciudad tiene algo de inercia. Es decir, se pueden hacer grandes discursos con respecto a la ciudad, pero también otros más sencillos que hablen del espacio público y de la calidad del espacio público.
Es cierto que se está produciendo un control, pero a veces exagerado. Se pretende, por parte de muchos gestores, dar un modelo a cada ciudad, y esto es absolutamente erróneo. Pienso que hay que definir estrategias o líneas básicas, que hoy en día tienen que ver con los aspectos de infraestructuras y comunicación. Definir unos criterios de intervención que sean respetuosos con el territorio, y a partir de ahí sugerir una serie de modelos que tengan como objetivo el diseño del espacio público con calidad y garantía de control.
Defiendo un modelo suficientemente flexible. Por ejemplo, todos estos planes urbanísticos que han proliferado, absolutamente definidos y controlados por la burocracia municipal o gubernamental, me parece que son planes que se acaban rápidamente, porque se superan por la realidad casi con carácter inmediato. Son unas formas muy lentas de hacer urbanismo, muy burocráticas, y a veces lo único que hacen es condicionar. Creo que hay que buscar instrumentos más ágiles. Lo que tenemos ahora son unos planes que pretenden ser globalizadores de una ciudad, cosa que es un error, porque al final no dejan hacer nada. Estamos haciendo un urbanismo burocrático, que
no da respuesta ni a la agilidad que requiere el rápido movimiento de la ciudad, ni por otra parte están dando respuesta a la calidad del espacio público, que creo yo es el sustrato fundamental de la ciudad.
En cualquier caso hay que resaltar que San Sebastián, Vitoria y Pamplona, están consideradas como tres ciudades urbanísticamente modelos. Son ciudades con una estructura urbana que se ha desarrollado de manera muy normal, con gran cantidad de espacios públicos. Diría que son ciudades envidiadas desde el punto de vista de la calidad urbanística. Bilbao, en cambio, en la época de la industrialización estuvo sometida a un crecimiento que han producido zonas lamentables.

-¿No cree que las ciudades se están convirtiendo en núcleos muy caros?
Evidentemente. Además creo, que en gran medida, esto tiene que ver con este modelo de gestión urbanística muy burocratizada. Estos planes tan cerrados al final resulta que están calificando un suelo de una manera delimitada, muy lineal. Están favoreciendo a determinados poseedores del suelo que van mucho más rápidos que ellos, porque el mercado privado se mueve más rápido que el urbanismo burocrático. Todo esto esta generando un encarecimiento extraordinario del suelo.
El precio del suelo, urbanizar el suelo, sigue siendo el gran problema, y está claro que en este sentido se siguen haciendo planes urbanísticos que no funcionan. Porque al final, son una especie de inmenso volumen de normas con afán de definición exhaustiva que no establecen pautas generales.
A esto también le uniría una cierta condición cultural. Se ha creado una especie de cultura de la especulación, que tiene muy poco que ver con la realidad física, pero sí con la realidad económica, que no deja de ser un modelo impuesto a la realidad física.

-La sociedad de la información ¿cambiará las ciudades?
En eso soy muy escéptico. Ahora hay una especie de canto de muchos urbanistas a la globalización. Yo sigo pensando que el ser humano necesita contacto físico, la relación personal, y que el concepto de espacio público en la ciudad es fundamental. El hecho físico va a seguir siendo extraordinariamente importante, incluso más importante que el hecho de las comunicaciones. Otra cuestión es que, efectivamente, tengamos una facilidad tremenda en las comunicaciones que puedan introducir una mejor relación entre las ciudades, un cambio en determinados elementos infraestructurales. Pero en la medida en que el contacto físico y el espacio público son fundamentales, el espacio privado también va a estar más condicionado por ese espacio público.
No confío demasiado en la globalización, es decir, la globalización me parece un concepto simplista. Una cosa es la imposición de determinados modelos
económicos que pretende esa globalización, y otra cosa, la existencia de culturas diversas. La cultura es mucho más poderosa que el modelo económico. Por lo tanto, sin rechazar la obviedad de que existe una globalización económica, también creo en las particularidades e individualidades, en las culturas específicas. Precisamente la globalización será exitosa en la medida que no destruya esas culturas específicas. Admito que se están produciendo determinados fenómenos de globalización, con respecto a las ciudades por ejemplo, toda la estructura de comercio está sufriendo este fenómeno de globalización, pero a la vez soy muy optimista respecto a que esa cultura de la globalización va a tener como reacción una cultura que va reclamar otra vez lo individual, lo específico. Además creo que estos dos modelos pueden coexistir. Por lo tanto, las ciudades seguirán dependiendo del hecho físico.

-En arquitectura, ¿podemos hablar de un estilo vasco?
Sinceramente creo que no. Si hablasemos de la arquitectura popular, efectivamente sí, pero hoy en día ya hablamos de una arquitectura muy dependiente de medios técnicos que efectivamente, son globales. Pero por otra parte, sí que es cierto que nos diferencian determinadas cosas, por ejemplo, la idea de construir bien, de invertir en las construcciones. Esto es algo muy tradicional en nuestros pueblos. Se puede hablar de determinadas actitudes respecto a la construcción y la calidad de los materiales que se utilizan.
Asimismo, sí que es muy curioso que de la misma manera que hace unos años Madrid era un centro importante de arquitectura, cosa que lo sigue siendo, en estos momentos en el estado español y Europa, hay un foco de atención respecto a determinados arquitectos del País Vasco. Se habla de un núcleo de arquitectos interesantes en el País Vasco, y estos se han constituido en referencia exterior. Pero no quiere decir que tengamos una identidad común, es decir, no hacemos la misma arquitectura. Pero sí que parece, que en los últimos años, hay un grupo de arquitectos del País Vasco que fuera son considerados como un grupo que hace buena arquitectura, pero no como grupo unitario.

-Todo indica que el protagonismo de las ciudades irá en aumento. ¿No cabe el riesgo de que los pueblos queden al margen?
El País Vasco, en el ámbito rural, ha conservado una cierta calidad, salvo en algunos sitios donde la industrialización ha sido excesivamente rápida.
Ahora mismo los pueblos no están en peligro. La estructura rural de nuestros pueblos no peligra porque hay una conciencia importante respecto al valor que significan. Frente a la globalización, también hay una especie de intento de afirmar la diferencia.

-¿Actualmente existe competencia entre las ciudades vascas?
Diría que hay una especie de competencia, pero muy buena en cualquier caso. Lo curioso es que esto fuera no se lee como una competencia, sino como un extraordinario renacer. Creo que tiene que ver más con una especie de comparación entre uno y otro. Pienso que todo eso es tremendamente sano.

-Y parece que se ha vuelto imprescindible construir una obra emblemática para renovar la imagen de la ciudad.
La necesidad de renovación de infraestructuras culturales ha coincidido en un momento determinado. Yo creo en la historia cíclica, y opino que se ha producido un renacer. Los edificios, por su capacidad física, por su valor representativo, son como imanes que resumen esta especie de ganas de renacer. Se convierten en símbolos de una época. Eso ha pasado con el Guggenheim, con el Kursaal, y eso está pasando con el Auditorio y Palacio de Congresos de Navarra. Todo el mundo habla de este edificio, como si fuera el símbolo de un renacer. Esto tiene que ver con los hechos cíclicos, y con la capacidad de la arquitectura para asumir la posibilidad de convertirse en símbolo de esa realidad histórica. Por eso la arquitectura es tan poderosa.

-San Sebastián, Bilbao, Pamplona, Vitoria, Baiona ¿son ciudades que están interconexionadas?
Ahora mismo, en términos físicos, la red de infraestructuras que tenemos es bastante buena. Otra cosa es que son muy caras y habría que hacerlas públicas. Pero además, sin ninguna duda, existe una realidad cultural. Por encima de las realidades políticas, que a mí me parecen modelos artificialmente impuestos, está la realidad cultural, y ésta habla de unas ciudades culturalmente conectadas. Aquí hay un eje atlántico muy importante, culturalmente y económicamente.

-Usted es el ganador del concurso para la construcción del Auditorio y Palacio de Congresos de Navarra. Me imagino que en estos momentos andará sumergido de completo en estos dos proyectos. ¿Qué le aportarán a Pamplona?
En el orden urbano, creo que le va a aportar mucho al eje urbano. Desde el punto de vista de la significación urbana y cultural, va a ser casi un símbolo. No tengo ninguna voluntad en que se convierta en un símbolo, pero seguramente ocurrirá eso, así como ha ocurrido con el Guggenheim y el Kursaal.


Fotografías: Maria Agirre


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