Este arquitecto navarro tiene entre manos
muchos proyectos importantes. Según él, demasiados.
Por una parte ya han empezado las obras para la construcción
del Auditorio y Palacio de Congresos de Navarra, pero Francisco
Mangado también construirá otro auditorio y palacio
de congresos, este vez en Palencia. Por si esto fuera poco, en
su estudio se amontonan planos de la plaza que hará en
el barrio Salamanca de Madrid, y del monasterio católico
que construye en la India.
Podríamos hablar sobre estas construcciones, pero esta
vez, hemos querido recoger su opinión a cerca de las ciudades
vascas del futuro.
-Las ciudades han experimentado
gran crecimiento en las últimas décadas. ¿Hacia
dónde caminan las ciudades vascas del futuro?
Es una pregunta difícil. La propia condición de
la evolución de la ciudad tiene un componente imprevisible.
Es difícil prever eso, ya que vivimos en un mundo en el
que los cambios se producen de una manera rápida. Así
y todo, refiriéndome a las ciudades vascas, creo que actualmente
hay un grado de control, cierta previsión. Por otra parte,
yo no creo que tengamos que hablar de un cambio en el modelo
de las ciudades. Efectivamente, se han producido transformaciones
sustanciales, pero la ciudad tiene algo de inercia. Es decir,
se pueden hacer grandes discursos con respecto a la ciudad, pero
también otros más sencillos que hablen del espacio
público y de la calidad del espacio público.
Es cierto que se está produciendo un control, pero a veces
exagerado. Se pretende, por parte de muchos gestores, dar un
modelo a cada ciudad, y esto es absolutamente erróneo.
Pienso que hay que definir estrategias o líneas básicas,
que hoy en día tienen que ver con los aspectos de infraestructuras
y comunicación. Definir unos criterios de intervención
que sean respetuosos con el territorio, y a partir de ahí
sugerir una serie de modelos que tengan como objetivo el diseño
del espacio público con calidad y garantía de control.
Defiendo un modelo suficientemente flexible. Por ejemplo, todos
estos planes urbanísticos que han proliferado, absolutamente
definidos y controlados por la burocracia municipal o gubernamental,
me parece que son planes que se acaban rápidamente, porque
se superan por la realidad casi con carácter inmediato.
Son unas formas muy lentas de hacer urbanismo, muy burocráticas,
y a veces lo único que hacen es condicionar. Creo que
hay que buscar instrumentos más ágiles. Lo que
tenemos ahora son unos planes que pretenden ser globalizadores
de una ciudad, cosa que es un error, porque al final no dejan
hacer nada. Estamos haciendo un urbanismo burocrático,
que no da respuesta ni a la agilidad que requiere el
rápido movimiento de la ciudad, ni por otra parte están
dando respuesta a la calidad del espacio público, que
creo yo es el sustrato fundamental de la ciudad.
En cualquier caso hay que resaltar que San Sebastián,
Vitoria y Pamplona, están consideradas como tres ciudades
urbanísticamente modelos. Son ciudades con una estructura
urbana que se ha desarrollado de manera muy normal, con gran
cantidad de espacios públicos. Diría que son ciudades
envidiadas desde el punto de vista de la calidad urbanística.
Bilbao, en cambio, en la época de la industrialización
estuvo sometida a un crecimiento que han producido zonas lamentables.
-¿No cree que las
ciudades se están convirtiendo en núcleos muy caros?
Evidentemente. Además creo, que en gran medida, esto tiene
que ver con este modelo de gestión urbanística
muy burocratizada. Estos planes tan cerrados al final resulta
que están calificando un suelo de una manera delimitada,
muy lineal. Están favoreciendo a determinados poseedores
del suelo que van mucho más rápidos que ellos,
porque el mercado privado se mueve más rápido que
el urbanismo burocrático. Todo esto esta generando un
encarecimiento extraordinario del suelo.
El precio del suelo, urbanizar el suelo, sigue siendo el gran
problema, y está claro que en este sentido se siguen haciendo
planes urbanísticos que no funcionan. Porque al final,
son una especie de inmenso volumen de normas con afán
de definición exhaustiva que no establecen pautas generales.
A esto también le uniría una cierta condición
cultural. Se ha creado una especie de cultura de la especulación,
que tiene muy poco que ver con la realidad física, pero
sí con la realidad económica, que no deja de ser
un modelo impuesto a la realidad física.
-La sociedad de la información
¿cambiará las ciudades?
En eso soy muy escéptico. Ahora hay una especie de canto
de muchos urbanistas a la globalización. Yo sigo pensando
que el ser humano necesita contacto físico, la relación
personal, y que el concepto de espacio público en la ciudad
es fundamental. El hecho físico va a seguir siendo extraordinariamente
importante, incluso más importante que el hecho de las
comunicaciones. Otra cuestión es que, efectivamente, tengamos
una facilidad tremenda en las comunicaciones que puedan introducir
una mejor relación entre las ciudades, un cambio en determinados
elementos infraestructurales. Pero en la medida en que el contacto
físico y el espacio público son fundamentales,
el espacio privado también va a estar más condicionado
por ese espacio público.
No confío demasiado en la globalización, es decir,
la globalización me parece un concepto simplista. Una
cosa es la imposición de determinados modelos económicos que pretende esa globalización,
y otra cosa, la existencia de culturas diversas. La cultura es
mucho más poderosa que el modelo económico. Por
lo tanto, sin rechazar la obviedad de que existe una globalización
económica, también creo en las particularidades
e individualidades, en las culturas específicas. Precisamente
la globalización será exitosa en la medida que
no destruya esas culturas específicas. Admito que se están
produciendo determinados fenómenos de globalización,
con respecto a las ciudades por ejemplo, toda la estructura de
comercio está sufriendo este fenómeno de globalización,
pero a la vez soy muy optimista respecto a que esa cultura de
la globalización va a tener como reacción una cultura
que va reclamar otra vez lo individual, lo específico.
Además creo que estos dos modelos pueden coexistir. Por
lo tanto, las ciudades seguirán dependiendo del hecho
físico.
-En arquitectura, ¿podemos
hablar de un estilo vasco?
Sinceramente creo que no. Si hablasemos de la arquitectura popular,
efectivamente sí, pero hoy en día ya hablamos de
una arquitectura muy dependiente de medios técnicos que
efectivamente, son globales. Pero por otra parte, sí que
es cierto que nos diferencian determinadas cosas, por ejemplo,
la idea de construir bien, de invertir en las construcciones.
Esto es algo muy tradicional en nuestros pueblos. Se puede hablar
de determinadas actitudes respecto a la construcción y
la calidad de los materiales que se utilizan.
Asimismo, sí que es muy curioso que de la misma manera
que hace unos años Madrid era un centro importante de
arquitectura, cosa que lo sigue siendo, en estos momentos en
el estado español y Europa, hay un foco de atención
respecto a determinados arquitectos del País Vasco. Se
habla de un núcleo de arquitectos interesantes en el País
Vasco, y estos se han constituido en referencia exterior. Pero
no quiere decir que tengamos una identidad común, es decir,
no hacemos la misma arquitectura. Pero sí que parece,
que en los últimos años, hay un grupo de arquitectos
del País Vasco que fuera son considerados como un grupo
que hace buena arquitectura, pero no como grupo unitario.
-Todo indica que el protagonismo
de las ciudades irá en aumento. ¿No cabe el riesgo
de que los pueblos queden al margen?
El País Vasco, en el ámbito rural, ha conservado
una cierta calidad, salvo en algunos sitios donde la industrialización
ha sido excesivamente rápida.
Ahora mismo los pueblos no están en peligro. La estructura
rural de nuestros pueblos no peligra porque hay una conciencia
importante respecto al valor que significan. Frente a la globalización,
también hay una especie de intento de afirmar la diferencia.
-¿Actualmente existe
competencia entre las ciudades vascas?
Diría que hay una especie de competencia, pero muy buena
en cualquier caso. Lo curioso es que esto fuera no se lee como
una competencia, sino como un extraordinario renacer. Creo que
tiene que ver más con una especie de comparación
entre uno y otro. Pienso que todo eso es tremendamente sano.
-Y parece que se ha vuelto
imprescindible construir una obra emblemática para renovar
la imagen de la ciudad.
La necesidad de renovación de infraestructuras culturales
ha coincidido en un momento determinado. Yo creo en la historia
cíclica, y opino que se ha producido
un renacer. Los edificios, por su capacidad física, por
su valor representativo, son como imanes que resumen esta especie
de ganas de renacer. Se convierten en símbolos de una
época. Eso ha pasado con el Guggenheim, con el Kursaal,
y eso está pasando con el Auditorio y Palacio de Congresos
de Navarra. Todo el mundo habla de este edificio, como si fuera
el símbolo de un renacer. Esto tiene que ver con los hechos
cíclicos, y con la capacidad de la arquitectura para asumir
la posibilidad de convertirse en símbolo de esa realidad
histórica. Por eso la arquitectura es tan poderosa.
-San Sebastián,
Bilbao, Pamplona, Vitoria, Baiona ¿son ciudades que están
interconexionadas?
Ahora mismo, en términos físicos, la red de infraestructuras
que tenemos es bastante buena. Otra cosa es que son muy caras
y habría que hacerlas públicas. Pero además,
sin ninguna duda, existe una realidad cultural. Por encima de
las realidades políticas, que a mí me parecen modelos
artificialmente impuestos, está la realidad cultural,
y ésta habla de unas ciudades culturalmente conectadas.
Aquí hay un eje atlántico muy importante, culturalmente
y económicamente.
-Usted es el ganador del
concurso para la construcción del Auditorio y Palacio
de Congresos de Navarra. Me imagino que en estos momentos andará
sumergido de completo en estos dos proyectos. ¿Qué
le aportarán a Pamplona?
En el orden urbano, creo que le va a aportar mucho al eje urbano.
Desde el punto de vista de la significación urbana y cultural,
va a ser casi un símbolo. No tengo ninguna voluntad en
que se convierta en un símbolo, pero seguramente ocurrirá
eso, así como ha ocurrido con el Guggenheim y el Kursaal. Fotografías:
Maria Agirre
Euskonews
& Media 68.zbk (2000/ 2-25 / 3-3) |