"A la chita callando" y sin armar
escándalo. Así es como, según Francisco
Javier Zubiaur, se trabaja en Navarra con respecto a los museos.
Integrados en una única red, tienen como fachada el que
dirige, una institución que, a su juicio, no es sino "la
cabeza del iceberg" y que su responsable pretende situar
en un momento de expansión. Zubiaur afirma compartir la
ilusión por abrir un hueco en Pamplona al arte contemporáneo
-aprovechando, eso sí, infraestructuras ya existentes-,
la inquietud por el futuro del Museo Jorge Oteiza -un centro
"difícil"- y la expectación por la apertura
del Julio Caro Baroja, un espacio "necesario" que hará
justicia a una constatada demanda social.
-El Museo de Navarra es
un centro mixto, que alberga tanto la colección arqueológica
como la de Bellas Artes. ¿No juega esa heterogeneidad
en contra de su proyección exterior?
Es el depósito del patrimonio histórico de Navarra
y, por lo tanto, ha estado condicionado a la marcha de las investigaciones
sobre éste, especialmente desde la creación de
la Institución Príncipe de Viana. Por eso podemos
encontrar un buen fondo, que hay que relacionar con esta labor
iniciada en 1940 y desarrollada de forma sistemática a
través de excavaciones arqueológicas, restauraciones
de iglesias, rescate de pinturas murales... Lógicamente,
todos estos materiales se exhiben aquí, aunque se trata
de dar una visión general de nuestro patrimonio, también
a través de las bellas artes y las artes decorativas.
Quizás sea insatisfactoria, y yo lo reconozco, en cuanto
que es una visión limitada, porque limitados son los metros
útiles disponibles, ahora mismo 7.000. Esto es más
sensible cuando nos referimos a algunos aspectos concretos de
la historia del arte, por ejemplo, al arte contemporáneo.
El número de autores se ha disparado y no disponemos de
espacio para la exhibición permanente. Ahora bien, lo
que hacemos es suplir esta carencia a través de muestras
temporales. Todos los años hay una o dos antológicas
o retrospectivas. A partir de este mes, por ejemplo, vamos a
organizar, utilizando nuestras obras de creadores del siglo XX,
montajes selectivos, complementarios de las grandes exposiciones
temporales, en la denominada Galería Azul.
-¿Cómo valora
el hecho de que haya jóvenes navarros que no lo hayan
visitado todavía y, sin embargo, conozcan ya el Guggenheim
de Bilbao?
Nosotros somos conscientes de ello. Hay gente, sobre todo universitarios,
que no han venido todavía al Museo de Navarra. Queremos
llegar a ellos involucrando en primer lugar a los profesores,
pero también haciendo de este centro un lugar ameno, agradable,
versátil, que presente selecciones atractivas. En ello
estamos. Vamos a mejorar la instalación permanente con
la introducción de obras nuevas. Queremos dotar a las
salas de una información complementaria, de tipo gráfico,
para que las piezas puedan entenderse mejor.
Es cierto que todavía no hemos llegado a controlar ese
campo de hipotéticos usuarios, que tenemos que llegar
a esos colectivos que todavía están un poco de
espaldas a nosotros. ¿Por qué van antes al Guggenheim
que al Museo de Navarra? Hombre, las comparaciones son odiosas.
La dimensión del Guggenheim es muy superior a la nuestra,
en todos los sentidos. Es otro producto. Se ha hecho una gran
inversión publicitaria, existe el atractivo de la propia
construcción. En ese sentido, se puede decir que su apertura
ha tenido unas consecuencias positivas, al tirar, en general,
de todos los museos y quizás también de los más
próximos, aunque no puedo afirmar que eso se haya materializado
en un aumento de visitas al de Navarra. El incremento del último
año -hemos tenido 5.000 más que el anterior- se
ha debido al plan de exposiciones y al trabajo de comunicación.
Lo que ocurre con el Guggeheim es que se ha puesto de moda y
las personas, y los jóvenes, siguen las modas.
-No obstante, hay quien
no aprecia reclamo suficiente en el que debe ser el principal
museo de la Comunidad y se ha criticado la inexistencia de un
proyecto cultural que asegure una mayor proyección social
de la institución.
Yo siempre digo que es la "cabeza
del iceberg" y el cuerpo que está bajo las aguas
es muy grande. Es el soporte de una Sección -la de Museos,
Bienes Muebles y Arqueología, de la Dirección General
de Cultura- que realiza una labor muy polifacética. Coordinamos
la red de museos; los inventarios de bienes muebles artísticos,
arqueológicos y etnográficos; se efectúan
seguimientos de obras públicas; realizamos nosotros mismos
excavaciones en diversos yacimientos; concedemos licencias...
Ahora mismo, los fondos del Museo de la Encarnación de
Corella van a ser restaurados y van a recibir un tratamiento
de conservación; nosotros nos responsabilizamos de la
contratación, de la inspección. Estamos con la
restauración del Retablo Mayor de la Catedral de Tudela,
que es una obra contratada por el Gobierno Foral con la colaboración
del Instituto del Patrimonio Histórico Español
y el apoyo de Guardian Navarra; todo esto ha requerido la elaboración
de un proyecto que nos ha llevado un año de estudios;
nos exige inspecciones continuas. Hemos rescatado, también
con una adjudicación nuestra, todas las pinturas murales
del Castillo Palacio de Marcilla... La cosa de los museos está
en ebullición, lo que pasa es que, en cuanto a personal,
contamos con la misma dotación de hace unos años
y nos vemos en tensión. Pero, al mismo tiempo, estamos
muy ilusionados, porque nos parece que se valora nuestro trabajo
y porque, además, se está dando solución
a una creciente demanda cultural de la sociedad.
El Museo de Navarra es, por tanto, la fachada. Debe comprenderse
que para dinamizarlo estamos haciendo un esfuerzo humano muy
grande. Otra cuestión es que la Administración,
por mucho que se dinamice, siempre es rígida. Nosotros
no tenemos autonomía para funcionar. Carecemos de la flexibilidad
de un Planetario, por ejemplo.
En cualquier caso, estamos en ese empeño por lograr un
mayor conocimiento de nuestro patrimonio y una mejor educación
de la sociedad. En nuestra página de Internet, hemos registrado
casi 5.000 visitantes. En la web de la red, unos 120.000. Estamos
haciendo un importante esfuerzo publicitario. A falta de recibir
las memorias de los centros de la red, puede adelantarse que
hemos tenido en ésta unos 400.000 visitantes. En una comunidad
pequeña como Navarra, es una cantidad bastante estimable.
Unos 13.000 escolares vienen aquí de manera continuada.
Hemos implantado un plan de guías voluntarios que está
funcionando bien. Estamos viendo cómo mejorar el trabajo
con la Tercera Edad. Estamos muy satisfechos del trabajo desarrollado
con las personas discapacitadas, a través de exposiciones
específicas y talleres. Lo que sí es cierto es
que debemos intensificar nuestra relación con el colectivo
de universitarios.
-Además de fortalecer
la línea divulgativa, ¿qué otros proyectos
de futuro tiene el Museo de Navarra? ¿En qué momento
se encuentra en cuanto a sus instalaciones y actividades?
Por parte de la dirección, y de los técnicos, de
los que siempre hablo porque son los que me apoyan y realizan
la actividad, pretendemos que sea un momento de expansión.
Queremos aumentar la calidad de
nuestras actividades. Vamos a mantener y mejorar el nivel de
exposiciones y, de hecho, estamos impulsando acciones en este
sentido. Recientemente, hemos exhibido fondos del Museo de Bellas
Artes de Bilbao, con firmas de importancia, hemos traído
los de la Real Academia Catalana de Bellas Artes de San Jordi,
sacando de Barcelona piezas muy mal conocidas en el resto del
Estado. El plan de este año es ambicioso y estamos, incluso,
trabajando para la temporada del 2001, con la preparación
de una muestra sobre la moneda en Navarra, que, a mi juicio,
debe ser un hito expositivo no ya en la ciudad de Pamplona, sino
en el Estado e, incluso, internacionalmente, porque la colección
de numismática que tenemos es muy completa. Vamos a poner
en funcionamiento un programa sobre artistas navarros del siglo
XX, partiendo de los materiales que hay en almacén y que
no son muy conocidos.
Con respecto a la infraestructura, hemos efectuado recientemente
obras de saneamiento para evitar corrientes subterráneas,
hemos aislado mejor la capilla y lo que ahora queremos es replantearnos
toda la iluminación y remodelar la sala de Prehistoria.
-En 1998, la Fundación
Beaumont ofreció al Ayuntamiento de Pamplona su colección
y las instituciones comenzaron a hablar de la posible creación
de un museo de arte contemporáneo ¿En qué
términos valora la Administración foral esta posibilidad?
Qué duda cabe que esta ilusión que hay por parte
de diferentes colecivos y sectores es compartida también
por el Gobierno de Navarra. Lo que ocurre es que hay que dar
cauce a esas iniciativas y ver finalmente qué se hace.
Desde mi punto de vista técnico, creo que hay que unir
voluntades. Los museos son centros muy caros. Requieren de grandes
inversiones, no solamente para su constitución, sino también
para mantenerlos y para asegurar su buen funcionamiento. No estamos
en condiciones de que el Ayuntamiento impulse uno por su parte
y el Gobierno de Navarra otro. Yo estimo que lo más conveniente,
lo más efectivo y también más apropiado,
por lo que supone de administración de fondos públicos,
es crear un único recinto, aportando cada entidad su colección
en depósito, sin renunciar a su propiedad.
Como responsable de éste, como pamplonés y como
persona que está tratando de dinamizar un centro en el
Casco Antiguo, que es un entorno que está luchando por
su supervivencia, sería partidario de que fuera una ampliación
del actual Museo de Navarra, en el sitio donde está, mejorando
sus actuales condiciones para la exhibición y ampliando
su superficie. Esto traería ventajas económicas,
humanas y técnicas. Por de pronto, ya tenemos aquí
un grupo de personas competentes, debidamente seleccionadas,
que, quizás ampliando la plantilla, pueden asumir responsabilidades.
Disponemos, por otra parte, de unas instalaciones apropiadas:
biblioteca, centro de documentación sobre arte contemporáneo,
laboratorio, personal técnico capacitado. Todo esto nos
permitiría mejorar el estado general del edificio y abrir
más espacios para exposiciones temporales. La inversión
necesaria sería menos fuerte que la requerida en el caso
de levantar una construcción de nueva planta. En Pamplona,
por otra parte, tampoco hay muchos solares en el centro de la
ciudad y una infraestructura así debe estar en el centro.
En este momento, estamos en los 35.000 visitantes. Y no es nuestro
techo. Esa es gente que se acerca al Casco Antiguo y le da vida.
Es, pues, una posibilidad que se ha barajado. Por parte del Gobierno
de Navarra se ve como posible y, quizás, como aconsejable.
De suyo, en los presupuestos de este año hay una asignación
económica que posibilitaría la redacción
de un proyecto arquitectónico.
-Quizás, a día
de hoy, la originalidad de Navarra radique en contar con un importante
número de museos en relación con su población
y extensión territorial. ¿No le parece que habría
que destinar más recursos a sostener y promocionar esa
rica oferta local?
Sí, por supuesto. Y se está empezando a hacer.
Lo que pasa es que los fondos económicos disponibles hasta
ahora no han sido todo lo necesarios para modernizar e impulsar
la red. En cualquier caso, desde el pasado año se está
haciendo un esfuerzo notable. Se está remodelando el Museo
de la Encarnación, con una inversión superior a
los 80 millones en este año; la cifra destinada al de
la Fundación Jorge Oteiza va a superar los 1.500 millones
de pesetas; se está trabajando intensamente en lo que
será el Museo
Etnológico de Navarra... En general, el estado de los
centros es satisfactorio, lo que no quita para que deba continuarse
en ese empeño por mejorar. Por ello se van haciendo inversiones
pequeñas pero que, como son continuas, tienen su incidencia
en la marcha de la red. Esperamos que el panorama cambie bastante
en tres o cuatro años. De hecho, se ha ido incrementando
el presupuesto, sobre todo, y de una forma notable, en este año
2000.
Evidentemente aquí ni se ha hecho ni se prevé hacer
una inversión multimillonaria, sino tomar una serie de
medidas tendentes a perfeccionar la distribución de los
museos por toda la geografía, diversificar temáticamente
éstos y que los costes globales respondan a las dimensiones
de una comunidad uniprovincial, con un presupuesto determinado
y 520.000 habitantes. Hay que ser realista. Nosotros vamos un
poco a la chita callando. Navarra tiene una tradición
de buena administración y va haciendo las cosas poco a
poco, sin escándalo, de una manera cotidiana pero efectiva.
Yo confío en eso, en un desarrollo conjunto, armónico,
y en un crecimiento sostenido de toda la red. El peligro de una
gran obra es que distraiga medios económicos para un sólo
objetivo, quedando otros en un segundo plano o abandonados.
-¿Qué futuro
vislumbra en torno al Museo Jorge Oteiza? Para muchos, la incógnita
es el proyecto intelectual que albergará el recinto...
Ese proyecto hay que desarrollarlo. Debe todavía determinarse
qué piezas son las que se exponen de forma permanente
y hacerse con mucho cuidado. Entiendo que debe darse una visión
panorámica de la creatividad de Oteiza a lo largo de toda
su vida y atender a sus diferentes trabajos, porque ha sido un
hombre muy inquieto y presenta muchas caras. El plan de difusión
y educativo está definiéndose todavía. Hay
que trabajar muy bien y no de una forma aislada, sino en conexión
con otros centros, universitarios, sociales y museísticos.
Tenemos que ver cómo ayudarnos, cómo coordinar
las visitas al Museo de Navarra y al Jorge Oteiza, pese a que
la presencia de éste en el extrarradio de Pamplona es,
en principio, un handicap.
Veremos cómo superarlo. Hay que prever, sobre todo, la
obtención de recursos para su funcionamiento. Yo lo veo
en una situación un poco crítica -no en el sentido
peyorativo de la palabra-, más que nada por encontrarnos
en una coyuntura en la que hay que diseñar su proyección
y eso pasa también por elegir las personas adecuadas para
llevarlo adelante.
En principio me parece un museo difícil por su contenido,
porque la escultura de Oteiza es de tipo muy intelectual es,
en definitiva, arte vanguardista, un arte que hay que explicar.
Hay que realizar un trabajo divulgativo muy importante y dirigido
como, por otra parte, es voluntad de Oteiza, a los niños,
al ámbito educativo... Cuidar también el aspecto
internacional. A mi modo de ver, como ocurre con el Gustavo de
Maeztu, que tiene una actividad modélica en ese sentido,
tiene la ventaja de ser monográfico, en consecuencia más
fácil de abarcar y flexibilizar, y materialmente pequeño,
más fácil por tanto de dinamizar. Por otra parte,
carecerá de la carga administrativa que tiene el nuestro.
-¿En qué
momento se encuentra el proyecto de Museo Julio Caro Baroja?
Desde su puesta en marcha, han ido efectuándose inversiones
muy cuantiosas para ir adecuando el espacio, se ha ido haciendo
acopio de materiales, han ido inventariándose. Hoy, al
cabo de seis o siete años, el Museo Etnológico
tiene 9.000 piezas y otras tantas fichas informáticas.
Hemos podido rescatar unas colecciones que quizás dentro
de unos años no se hubieran podido adquirir. Tenemos recogidos
prácticamente todos los talleres artesanales y disponemos
de conjuntos muy valiosos, como una magnífica colección
de forja artística, otra muy completa de alfarería,
instrumentos y aperos de labranza... A partir estos elementos
han podido realizarse investigaciones sobre el patrimonio etnográfico
de Navarra y, gracias a que no se ha abierto pero sí se
trabaja, seguimos coleccionando.
Ahora
lo que hace falta es que con el presupuesto de este año,
se prepare el proyecto de remodelación del edificio y
el 2001, empiecen las obras para poder abrise al público
en el 2003.
Se ha llevado a cabo una labor, sobre todo organizativa, importantísima.
Y se ha hecho justicia a una constatada demanda, porque en Navarra
ha habido intentos por configurar un museo etnográfico
desde prácticamente comienzos de siglo.
Es un espacio necesario, porque se va a ver en él la diversidad
de modos de vida, y de ser y de pensar, del navarro. Estamos
convencidos de que va a traer una expectación enorme.
No hay más que ver el éxito de las muestras etnográficas
organizadas con motivo de fiestas de pueblos o cómo son
visitadas las exposiciones temáticas que organiza, en
Arteta, el Museo de la Fundación Mariscal Don Pedro de
Navarra.
-¿Qué relación
existe entre la red navarra de museos y la de la Comunidad Autónoma
Vasca?
La relación con la Comunidad Autónoma Vasca o,
por lo menos, el encuentro de los técnicos en este campo
se produce desde hace varios años y de forma regular en
la Red de Museos Pirenaicos. Después, los contactos son
puntuales, de centro a centro. La que tenemos, por ejemplo con
el Museo de Bellas Artes de Bilbao es muy buena, a nivel personal,
profesional, técnico, funcional. Con San Telmo hemos intentado
hace poco poner en marcha una red de exposiciones en torno a
la estela discoidea funeraria, haciendo petición conjunta
de unas ayudas europeas que al final se han malogrado. Es una
pena porque pretendíamos establecer un itinerario, no
sólo en el País Vasco y Navarra, sino también
incluso en Portugal y otros lugares. En general, existe una buena
relación, aunque tampoco es excepcional con respecto a
otros ámbitos. Fotografías: Luis Azanza
Euskonews
& Media 67.zbk (2000/ 2 / 18-25) |