Recuerda que fue premio Manuel Lekuona en 1995,
y la conclusión que saca es que el mundo corre a una velocidad
vertiginosa. "Mi visión del mundo ahora es diferente"
comenta Adrián Celaya.
Así es, el tiempo corre, pero este Catedrático
de Derecho Foral no pierde el tiempo. El pasado diciembre, la
Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, presentó
al Gobierno Vasco y la tres Diputaciones el nuevo proyecto de
derecho civil vasco. Un proyecto dirigido con mucha ilusión
por Adrián Celaya.
-Le concedieron una beca para estudiar ciencias, pero la beca
quedó sin efecto. Después se interesó por
la pedagogía aunque finalmente se matriculó en
derecho. ¿El destino ha querido que se dedicara al derecho?
Lo que pienso es que no existe la vocación, existen aptitudes.
Cada uno tiene unas cualidades determinadas. Cuando terminó
la guerra, comencé a estudiar derecho y me he sentido
a gusto.
Lo peor que le puede pasar a una persona es trabajar a disgusto,
en algo que no le gusta. Creo que ése es uno de los grandes
problemas del mundo. La gente pide vacaciones, reducción
de jornada. Yo nunca he contado las horas que he trabajado, porque
siempre he trabajado a gusto. Aunque comprendo que el que esté
en una oficina y haciendo siempre lo mismo, estará deseando
salir de ella.
-A usted le gusta mucho
el campo de la docencia. Le gusta enseñar.
Yo soy un enamorado de la tarea educativa, pero no me considero
un maestro, ya que he ejercido de profesor durante poco tiempo.
Además, creo que la técnica de enseñar no
se me da muy bien. Enseñar a niños o jóvenes
no me resultaría muy difícil, pero enseñar
en la universidad es diferente. Durante muchos años he
sido profesor en la Universidad de Deusto, y pensaba: ¿
cómo les puedo transmitir a este grupo de alumnos las
ideas clave? Pues eso es muy difícil. En una carrera como
la de derecho, uno tiene que pensar que la formación no
consiste solamente en aprenderse las leyes de memoria, hay que
educar también el sentimiento. Es decir, un jurista no
puede ser una persona que se sabe todas las leyes. Tiene que
tener la sensibilidad suficiente, para captar que cuando una
ley se aplica demasiado rigurosamente se está obrando
mal. Por ejemplo, en los últimos años de Franco
tuvimos que hacer auténticos esfuerzos, no para no cumplir
las leyes, sino para abrir algún hueco por el cual podrían
entrar, por ejemplo, los Testigos de Jehová y otros muchos
que deseaban casarse civilmente y la ley no les permitía. Si aplicas
rigurosamente la ley, no estas haciendo justicia. Si se piensa
que el oficio del abogado es exclusivamente ganar pleitos y dinero,
se está equivocado, porque así se puede apuntar
la causa más injusta. Un abogado en ejercicio tiene que
saber decir no. Simplemente decir que un caso no lo lleva porque
no lo cree justo. Pero es difícil llegar a transmitir
la idea de que la función de un jurista es una función
social importante, y que no basta con aplicar las leyes.
-Conoce en profundidad
el derecho civil foral vasco. ¿Se puede decir que en este
aspecto también el pueblo vasco es plural?
Este es un pueblo extraño, y se ha hablado mucho sobre
su origen, pero lo único cierto es que aquí, en
este rincón del Pirineo, hay una serie de pueblos que
han mantenido a lo largo del tiempo una serie de similitudes,
algo que les ha dado personalidad muy fuerte. Yo digo que hay
un derecho pirenaico, y dentro de ese derecho hay derechos diferentes,
pero con grandes similitudes. Por lo tanto, sí que es
plural. Los humanos creamos pluralidad en todas partes.
-Usted es jurista de reconocido
prestigio. ¿piensa que la gente se cree eso de que la
justicia es independiente?
La justicia debiera ser independiente, y queremos que sea independiente.
Creo que no hay mayores atentados contra la independencia de
la justicia, que los jueces que aparecen pregonando sus éxitos.
Pienso que el juez tiene que estar callado y cumpliendo su labor.
Pero así y todo, absolutamente independiente no puede
ser. Uno depende de sus propios prejuicios. Lo que hay que lograr
es que el juez sea independiente siendo absolutamente dependiente
de la ley. Tiene que cumplir la ley y no puede hacer nada que
sea contrario a la ley. Me parece muy bien que los jueces no
puedan posicionarse política o sindicalmente, y me parece
mal que sean consentidos unas asociaciones de jueces con signos
políticos. No me gusta esa propensión que tienen
algunos jueces de meterse en política. Si un juez decide
entrar en política, que entre para toda la vida y no lo
que hizo Garzón, entrar y salir.
Lo
que sí habría que cuidar mucho más, es la
forma de selección del juez. A una persona que se haya
aprendido de memoria una serie de temas, sin más, no se
le puede hacer juez. De alguna manera hay que controlar la personalidad
del juez. Además, aquí se aprueba la oposición
memorista, y después hay que ir durante un año
a la escuela judicial en la que aprueba todo el mundo. Yo creo
que sería bueno tener una escuela judicial donde haya
algún control mucho más cercano.
-Fue miembro del Consejo
General del Poder Judicial, pero en sus memorias cuenta que los
años en este consejo pasaron sin pena ni gloria porque
tiene que meditar mucho sus decisiones. Esto parece mas bien
una virtud, ¿no?
El Consejo General del Poder Judicial es un órgano político,
y eso no se concilia con mi modo de ser. Un órgano político
es un órgano en el cual tiene que tomarse necesariamente
una decisión en dos horas, y yo necesito a lo mejor dos
o tres días. Yo estoy satisfecho de mi paso por este órgano,
ya que asistí a las primeras transferencias de competencias
relacionadas con la justicia. Pero ciertamente, aunque hice muchas
amistades, no fueron tiempos de luz.
-No le convence la idea
de la independencia de Euskadi. ¿Por qué?
Euskadi es una nación, en el sentido de que es un pueblo
con personalidad propia, con su propio sentir y pensar. Por lo
tanto, ésto se tiene que plasmar en alguna autonomía
política. En tiempos de Sabino Arana puede que la única
solución fuera la independencia, pero hoy en día
no. ¡Y es que ni España es independiente! La política
económica la va a dirigir Bruselas, que es casi la mitad
de la acción del gobierno, el ejército también
va a ser europeo, incluso se está hablando de la unificación
del derecho civil, cosa que no me parece bien.
El estatuto podrá ser más o menos desarrollado,
pero ése es el ligazón que hemos tenido tradicionalmente,
lo que más se parece a los fueros.
Seguro que Europa nos va a acaparar más competencias que
las que nos ha acaparado Castilla. ¡Si es Europa la que
quiere llevarse las competencias económicas! Lo que temo
es que Europa sea demasiado centralista, y es posible que la
pugna siguiente sea ésa.
-¿Euskal Herria
vive un conflicto político no resuelto?
Yo creo que Euskal Herria vive mucho más en paz de lo
que creen los políticos. Eso del conflicto político
no resuelto es una expresión de políticos.
A mi juicio, uno de los fallos que tiene
la democracia actual es que los políticos no representan
al pueblo. En este momento, por ejemplo, parece que son los políticos
los que no quieren la paz. Cada vez que abren la boca, es para
insultar al contrario. Nosotros los elegimos para que se reunan
y gobiernen, pero ellos hacen al revés. Yo estoy muy molesto
con la política actual. Hay dos fallos gordos. Por una
parte, que no haya listas abiertas como en tiempos de la república,
en el cual a uno le daban un papel en blanco y anotaba los nombres
que quería. Por otra parte, hay otra cosa que para mí
es más terrible, y es la disciplina del partido. Esto
es algo inhumano. A los políticos los hemos elegido para
que piensen todos, y no sólo uno.
-En puertas del siglo XXI.
¿Cómo ve a la sociedad vasca?
Creo que la sociedad vasca está muy unida, muy cohesionada.
Los que no están unidos son los políticos. Pienso
que la sociedad está mucho mejor de lo que los políticos
creen. ¿Por qué no se entienden los políticos?
Porque no quieren. Los políticos ahora son centros de
poder, detrás de ellos están fuertes grupos. Por
ejemplo, El Correo Español o El Pais, en tiempos de la
república y Franco difícilmente vendían
el periódico, y ahora se han convertido en poderes impresionantes
que se pueden comparar con un banco. Pero la gente de la calle
no es así, no tiene ese afán de dominio. Creo que
el problema está en la clase dirigente.
Yo, personalmente, el miedo que tengo es que abandonemos al tercer
mundo y a los marginados. Si hacemos eso, es que nos estamos
tirando piedras contra nuestro mismo tejado. Si no les ayudamos,
nos avasallarán. El momento actual es esperanzador, pero
tenemos que tener generosidad, no podemos vivir en el puro egoísmo.
No en éste mundo de occidente que se está mirando
el ombligo.
-¿Cuál es
la conclusión que sacó de la guerra civil?
Con la guerra civil yo terminé perdiendo la fe en todo.
Esto es algo muy malo cuando se es joven. Para mí, la
república fue una esperanza, pero después vino
la eliminación de todo y el odio a todo.
-Según cuenta en sus memorias,
le jubilaron en 1992 pero sigue con su actividad. ¿Tan
trágico ha sido para usted el que le jubilaran?
Yo no deseaba la jubilación, y me sentó mal porque
rompió mi actividad. Me sentía con fuerza para
seguir enseñando. Pero luego me di cuenta que acertaron
al jubilarme, ya que yo tenía 75 años y con esa
edad no estás para someterte a la disciplina de unos horarios
de clase.
Ahora estoy contento, porque
he tenido la suerte de encontrarme con gente de la Real Sociedad
Bascongada, con los cuales he realizado trabajos. Por ejemplo,
a finales de diciembre, enviamos al Gobierno Vasco y a las tres
diputaciones el nuevo proyecto de derecho civil vasco. Esto es
algo que yo hace 20 años no lo hubiera podido soñar.
Yo he dirigido este proyecto, pero ha habido colaboración
de comisiones de los tres territorios. El objetivo de este proyecto
es que tengamos un derecho civil común para las tres provincias
vascongadas. Fotografías: Maria Agirre
Euskonews
& Media 63.zbk (2000/1/21-28) |