El presente trabajo se ha realizado con
la pretensión de sacar algunas conclusiones respecto a
la vida política de la Alava del siglo pasado.
Una de las premisas con
las que comienza el presente informe es la de clarificar en la
medida de lo posible, quienes eran los políticos o las
familias de políticos que conseguían acceder al
poder. Entendiendo como poder político en Alava, al llegar
a la máxima institución de la provincia: la Diputación
General.
Durante el siglo pasado las instituciones
de la provincia se encontraron en manos de diferentes personas.
Estas personas profesaban distintas opciones políticas,
pero se debe señalar que fueron dos las posiciones más
diferenciadas que se vieron enfrentadas: el liberalismo y el
carlismo.
Los políticos que ejercieron
como Diputados Generales en este periodo abrazaron una causa
o la otra.
Dejando aparte el diferente modo
de ver la realidad de ambos movimientos, todos aquellos que accedieron
a la Diputación General durante el siglo pasado pertenecían
a la elite económica de la provincia. Nos encontramos
que los Diputados Generales, carlistas o liberales, pertenecían
a las familias con mayor renta de Alava. Este renta provenía
en la mayoría de los casos de las posesiones en forma
de tierras a lo largo y ancho de todo el país.
La fortuna de estos políticos
era en su mayor parte una fortuna heredada. A la diputación
acceden en mayor parte individuos pertenecientes a estas familias
terratenientes de Alava.
Los individuos que llegaban a
ser Diputados Generales eran en la mayoría de los casos,
individuos académicamente preparados y provenientes de
familias interesadas por los estudios o al menos interesadas
en que sus hijos se formaran intelectualmente. Este hecho lo
encontramos, al contrario de lo que se podía haber pensado
a priori, tanto en las familias consideradas liberales, como
entre las consideradas carlistas.
Por tanto entre los poderes públicos
del territorio nos encontramos con políticos provenientes
de la clase terrateniente e ilustrada.
Respecto a las actuaciones de
los diferentes políticos que estuvieron al frente de la
Diputación, a pesar de que se podía haber pensado
en principio que ante un tema tan importante para las instituciones
autóctonas como es el mantenimiento o desaparición
de los Fueros, la defensa de los usos y costumbres del territorio
estuviera sólo en manos de los carlistas, puede sorprender
que entre los liberales alaveses no se estuviera en contra. Es
más, en algunos casos, los liberales, eso sí, los
moderados, se convirtieron en los únicos con una capacidad
efectiva de defender el sistema foral.
La representatividad de los políticos
que accedían a las instituciones puede ser, al menos en
parte, cuestionada pues el sistema de elección del Diputado
General era indirecto. Eran las juntas Generales las que lo elegían.
El propio sistema de organización foral tenía un
claro déficit democrático, según entendemos
la democracia hoy en día. En las juntas Generales existía
la representación de las distintas hermandades de Alava,
que no es lo mismo que ser la representación de los alaveses.
Además, cosa que se puede
considerar más grave, no todo el mundo podía ser
elegido Diputado General. Aparte de unas exigencias económicas,
ya de por sí muy discriminatorias, había que ser
alavés de nacimiento y con arraigo en el territorio. Otro
aspecto que serviría para negar representatividad a estos
Diputados Generales es el hecho de que las veces que estos fueron
elegidos para representar a Alava fuera del territorio, por ejemplo
en el Senado, fueron elegidos por sufragio censitario en el que
no llegaban a tener derecho al voto ni mil personas en todo Alava.
En resumen, los Diputados Generales
eran pertenecientes a unas determinadas familias terratenientes,
con estudios bastante superiores a los que se podían tener
en esa época, elegidos por métodos indirectos en
los que no toda la población alavesa podía votar
y defensores, la mayoría de ellos, de un sistema foral
que les beneficiaba.
Como conclusión general
podríamos decir que la Diputación General, como
máximo órgano de poder de la provincia, estuvo
durante el siglo XIX en manos de políticos de familias
con fortunas considerables, y en ocasiones emparentadas entre
ellas, que dotaban de estudios a sus hijos y que defendían
un régimen, el foral, que les perpetuaba en las instituciones.
De esta manera se podría demostrar la vinculación
entre el poder político y el económico que se complementaban
para el mantenimiento de unas realidades socio-económicas
que convenían a estos políticos y sus familias.
- Era un sistema que dejaba fuera
a la mayor parte de la población, que no participaba del
sistema político, y a la que se hacía sentir como
miembro de una colectividad mediante una vinculación emocional
con los fueros.
Julio Agirre,
licenciado en sociología
- Fotografía: Enciclopedia
Auñamendi
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