El Bertsolarismo y el Arte han sido actividades
muy poco relacionadas entre sí. No es de extrañar.
Ambos parten del equilibrio entre la tradición y la creación,
aunque de una forma muy distinto. En el arte, en cualquier tipo
de arte, suele haber un momento de creación, y otro de
expresión. En el bertsolarismo, sin embargo, los dos momentos
se convierten en uno solo, y el momento de creación siempre
coincide con el momento de expresión. Al bertsolarismo
le faltan la reflexión y la calma del arte, mientras que
al artista, por su parte, no le resultará fácil
dar con ese punto de emoción que tiene el bertsolarismo.
En los últimos años el arte ha tratado de adquirir
algunas características propias del bertsolarismo.
¿Qué son pues los
llamados "performance", si no el esfuerzo de aunar
los momentos de creación y expresión? Y el bertsolarismo,
ya sea el improvisado o el de papel, tiende a expresar las ideas
de un modo más conceptual, tratando de producir la emoción
mediante la creación de la belleza.
Muchas veces el arte exige una
interpretación al receptor, quien dispone del tiempo y
del modo para recrear lo que el artista ha querido expresar.
Pero la mayoría de las veces el bertsolari no deja ninguna
vía abierta a la interpretación. El mensaje del
bertsolari es cerrado, creado al instante para entenderlo al
momento y de un solo modo. Y es que las estrategias de comunicación
varían mucho dependiendo de si el receptor está
delante o no lo está. En ese aspecto, el bertsolarismo
se asemeja más a la publicidad que al arte.
Por otro lado, la actitud que
los bertsolaris han tenido frente al arte es el mismo que muchos
ciudadanos: la de burlar de forma despreciadora lo que no se
logra entender. Cuando Mendiburu instaló en Usurbil la
figura en homenaje a Udarregi, un bertsolari se mostró
molesto ante esa obra que "no tenía ni figura humana
ni nada". La salida de Lazkao Txiki es también conocida.
Observando una figura de Chillida exclamó: "¿Chillida
artista? ¡Artista será quien entienda la figura!"
Los artistas han sido más
benévolos al juzgar a los bertsolaris. Las líneas
escritas por Jorge Oteiza, en las que calificaba de pobres a
quienes no entienden el espíritu del bertsolari, dieron
comienzo a una relación amorosa superficial entre el arte
y el bertsolarismo. El círculo -vacío- se cerró
el verano pasado, cuando Oteiza colocó en Zarautz la figura
en homenaje del bertsolarismo (en la imagen).
El arte ha tenido como tema el
bertsolarismo en numerosas ocasiones. La rigidez del bertsolari,
su mirada perdida en el horizonte, un punto de nerviosismo...
han sido una buena fuente para los artistas que han querido inmortalizar
las expresiones humanas. Quizás en los últimos
años la fotografía se haya quedado atrás.
De 1983 en adelante se ha avanzado muy poco al retratar al bertsolarismo
más allá de la crónica. Y el bertsolari
ha recurrido muy pocas veces al arte para efectuar su trabajo.
Pero últimamente existen nuevas vías y proyectos.
Bertsos interpretadores de poemas, actividades conjuntas entre
dibujantes de cómics y bertsolaris, bertsos sobre fotografías...
Parece que los improvisadores han sentido la necesidad de cambiar
sus características y aprovechar las oportunidades que
el arte ofrece. A ver qué depara el futuro.
Andoni Egaña, bertsolari
Fotografía cedida por Euskaldunon Egunkaria |