A
la hora de resumir el legado literario de Robert Laxalt (Alturas,California,
1923), la primera referencia obligada debe ser a su papel de
pionero en la literatura sobre los vascos de Norteamérica.
Aunque Laxalt, hijo de un pastor de Iparralde emigrado a los
EE.UU. a principios de siglo, no se ve a sí mismo como
el fundador de un género y rechaza los intentos de aquéllos
que quieren clasificarlo como escritor étnico o regional,
no se puede obviar su decisivo papel en el fin de la invisibilidad
literaria, e incluso social, de la diáspora vasca en los
Estados Unidos. En efecto, Laxalt con su obra "Sweet Promised
Land" (Dulce tierra prometida, 1957), no sólo consiguió
que las experiencias de los vascos de aquel país tuviesen
por primera vez un reflejo literario significativo, sino que
logró reivindicar ante los ojos de la sociedad norteamericana
la figura del pastor vasco en aquellas tierras.
De hecho, los vascos para muchos
norteamericanos era un grupo étnico prácticamente
desconocido, al que con cierta frecuencia se acusaba de usurpar
la tierra por su dedicación mayoritaria al pastoreo itinerante.
Sin embargo, el éxito
de la obra, donde se narraba la historia de la
vida del propio padre de Laxalt, favoreció la manifestación
pública en los Estados Unidos de las señas de identidad
de dicha comunidad étnica. Así, por ejemplo, destaca
la celebración del Primer Festival Vasco del Oeste en
Reno (Nevada) en 1959. Además, este libro proporcionó
una importante plataforma de lanzamiento a los estudios vascos
en los EE.UU., tal y como lo atestigua la creación del
Programa de Estudios Vascos de la Universidad de Nevada (1967).
Por ello, podría decirse que "Sweet Promised Land"
convirtió a Laxalt en la voz de los vascos residentes
en dicho país, rescatándolos del olvido y del silencio.
Aparte de su condición de autor pionero en aportar luz
al conocimiento de la diáspora vasca en los Estados Unidos,
Laxalt nos ha legado los mejores testimonios escritos hasta el
momento sobre las experiencias de los vascos en el Oeste americano.
Se trata de obras que no sólo encierran un indudable interés
socio- cultural, sino que también destacan por sus cualidades
literarias. Sirvan como ejemplo "A Cup of Tea in Pamplona"
(Una taza de té en Pamplona, 1985) y "The Basque
Hotel" (El hotel vasco, 1989), novelas ambas nominadas al
Premio Pulitzer en los 80, o la anteriormente citada "Sweet
Promised Land", un libro escrito hace más de cuarenta
años que todavía sigue reeditándose.
Las obras de Laxalt sobre los vascos en los EE.UU. deben citarse
además como fuente de inspiración, directa o indirecta,
para otros escritores de aquel país, algunos de ellos
también de origen vasco, que han otorgado en sus relatos
un papel protagonista a miembros de esta minoría étnica.
Es cierto que se trata siempre de un número de obras muy
limitado, por lo que no conviene sobredimensionar la importancia
de la literatura sobre los vascos de Norteamérica. Sin
embargo, destaca en particular la consolidación como motivo
literario del arquetipo del pastor vasco, figura recurrente en
diversos relatos publicados en los EE.UU. en el último
cuarto de siglo. Del mismo modo, también han comenzado
a aparecer en fechas recientes interesantes retratos de las nuevas
generaciones de vasco-norteamericanos a cargo de escritores como
Frank Bergon o Monique Laxalt Urza (hija de Robert Laxalt). Se
trata de un nuevo enfoque generacional que el propio Laxalt plantea
también en su novela "The Governor's Mansion"
(La mansión del gobernador, 1994), donde sus protagonistas,
descendientes de inmigrantes vascos, se encuentran plenamente
integrados en la sociedad norteamericana, a la vez que no renuncian
a sus raíces y a conservar de algún modo su cultura
de origen.
El legado literario de Laxalt no se limita exclusivamente a su
capacidad para dotar de visibilidad a los vascos de los Estados
Unidos, sino que incluye también un brillante retrato
de la sociedad tradicional en el mundo rural vasco desde su perspectiva
individual de ciudadano norteamericano, familiarizado con una
forma de vida más abierta y moderna, pero también
más despersonalizada. Nos estamos refiriendo a libros
como "In a Hundred Graves" (En un centenar de tumbas,
1972) o "Child of the Holy Ghost" (Hija del Espíritu
Santo, 1992), que tienen su origen en la estrecha convivencia
de su autor con los habitantes de diferentes pueblos vascos en
los años 60 y transmiten en todo momento una sensación
de autenticidad y rigor.
Nos
encontramos, pues, ante una producción literaria de notables
características, que ha recibido una serie de reconocimientos
importantes en los EE.UU., especialmente en el Oeste. Sin embargo,
llama poderosamente la atención el hecho de que, siendo
un autor de origen vasco, que escribe además sobre los
vascos del Viejo y del Nuevo Mundo, su obra siga siendo muy poco
conocida entre nosotros. De hecho, sólo dos de sus libros,
"Sweet Promised Land" y "A Cup of Tea in Pamplona"
han sido publicados aquí, ambos traducidos al euskera,
bajo los títulos de "Dominique" (Elkar, 1988)
y "Kafea hartzea Iruñean" (Elkar, 1986), respectivamente.
Inexplicablemente el grueso de su producción literaria
(14 obras hasta el momento) permanece inaccesible para aquellos
lectores que no dominan la lengua inglesa. Por ello, sólo
cabe esperar que la publicación de nuevas traducciones
de las obras de Laxalt, tanto al castellano como al euskera,
no se dilate más en el tiempo y nuevos lectores puedan
participar de un legado literario de calidad.
David Río Raigadas, profesor de la UPV/EHU |