Resulta un hecho conocido el escaso uso
que se hace de las bibliotecas en nuestro país. La lectura
y la investigación no aparecen como las aficiones más
destacadas entre la población de la sociedad actual. En
medio de este triste panorama, y realizando un análisis
del tipo de usuario que frecuenta las bibliotecas públicas,
nos encontramos sin embargo con un hecho sorprendente: el elevadísimo
número de usuarios que acude a las bibliotecas en busca
de datos genealógicos y heráldicos. La insistencia
con que diariamente se solicitan resoluciones de temas heráldicos
de interés particular, es un hecho sobradamente conocido
por los bibliotecarios. El 90% de los usuarios que acuden a una
biblioteca en busca de estos datos no es especialista y tan sólo
acude a la misma una vez en la vida, obsesionado con los orígenes
de su apellido y con el lustre de un codiciado escudo. Desorientado
y acientífico busca sus orígenes en alguno de los
conocidos repertorios genealógico heráldico, y
se asigna, muchas de las veces, por aproximación y sin
rigor, un escudo y una procedencia que no le corresponden, para
llegar a reproducirlo insistentemente en múltiples pertenencias:
anillos, puertas de la casa, pisacorbatas, ceniceros...Si se
realiza un estudio centrado en la historia de las mentalidades
de la sociedad actual, éste sería sin duda, un
fenímeno digno de análisis y estudio. En una época
en la que el avance tecnológico y las ideas democráticas
parecen ser los pilares de nuestra sociedad, resulta contradictorio
la efervescencia de usuarios que se acercan exclusivamente a
las bibliotecas impulsados por la búsqueda de símbolos
de diferenciación y prestigio social.
El mal uso que es está
realizando diariamente de la Genealogía y la Heráldica,
por otro lado, hace que hayan caído en descrédito
y hasta en ridículo en muchos sectores sociales, y lo
que es más grave, que se esté adulterando su contenido
y finalidad. El conocimiento y dominio serio de estas disciplinas,
no sólo favorece y completa, sino que en muchas ocasiones
resulta imprescindible para una correcta investigación
histórica. Resulta además una exigencia que el
bibliotecario asesore y oriente a aquellos investigadores realmente
preocupados por el caso. La genealogía tiene además
múltiples aplicaciones científicas, que debemos
atender. Su aplicación a la biología, a la genética,
a los estudios sobre la fisonomía y el carácter
de la persona, la medicina, la influencia hereditaria, la sociología....entre
otras, obligan a tomar el asunto con seriedad.
En bastantes bibliotecas existen
abundantes materiales que auxilian en las búsquedas de
estos datos. Incumbe al bibliotecario referencista realizar un
análisis del material antes de acceder a las propias fuentes
genealógicas, sean primarias, secundarias u obras de referencia.
Y no olvidemos que ya desde el Concilio de Trento existe la disposición
obligatoria de los libros sacramentales del bautismo, casamiento
y defunción y que en España se instaura el Registro
del Estado Civil en el último tercio del s. XIX (1 enero
de 1.870), con lo que supone de avance a la Genealogía
como ciencia, tanto en lo referido a métodos como a fiabilidad.
Por otro lado, y en lo referido
a la heráldica, habría que advertir sobre dos aspectos:
la aparición indebida de escudos por parte de algunos
particulares, confundiendo apellidos y procedencias, y los incesantes
cambios de la heráldica municipal, sin respetar, en ocasiones
ni la historia, ni las leyes heráldicas ni los procedimientos
regulados para la adopción o modificación de signos
distintos de los entes locales. (B.O.P.V. nº 237, de 16
de diciembre de 1.981). Por ello, parece el momento para lanzar
una llamada de atención, a fin de que también la
heráldica tenga su justo papel entre las ciencias auxiliares
de la historia y sea utilizada debidamente, lejos de protagonismos
personales o falsas historias locales.
Clotilde Olaran, directora de la Biblioteca Provincial
de Bizkaia |