Voy a dar
comienzo a mi artículo rememorando las palabras que Aita
Barandiaran empleaba en un libro sobre la etnografía vasca:
"Entre los elementos que conforman la cultura de un pueblo,
siempre habrá un quehacer que nunca se debe olvidar y
en el que hay que actuar con más urgencia, precisamente
el quehacer de recuperar y recoger los instrumentos, situaciones
u otro tipo de cosas que pueden estar a punto de desaparecer".
De acuerdo con ello, he tenido la ocasión de conocer y
examinar de algún modo el patrimonio cultural de mi lugar
de nacimiento, Aramaio, gracias a un trabajo de investigación
promovido por Eusko Ikaskuntza-Sociedad de Estudios Vascos y
el Ayuntamiento de Aramaio.
Con la industrialización,
el modo de vida de nuestros pueblos se transformó radicalmente.
Los cambios acontecidos desde entonces hasta nuestros días
no han sido quizás tan profundos. En el ámbito
de los caseríos, como en el caso de Aramaio, las modificaciones
producidas de una época a otra ocasionaron la desaparición
de algunas características del modo de vida: la forma
de pensar de nuestros abuelos, los oficios, varias costumbres
antiguas, etc. Sin embargo, muchos aún se conservan en
la memoria de nuestros mayores. Con esto quiero decir lo siguiente:
que en la transmisión de la cultura, todo el protagonismo
recae en las personas mayores, y que les concierne a ellos dejar
el testimonio. A los no tan mayores, por otro lado, nos corresponde
recoger ese testimonio, conocerlo, y conservarlo para la historia
cultural de Aramaio.
¿Cómo recuperarla?
¿Cómo guardarla para el futuro? ¿Bajo la
responsabilidad de quién? Tal como se dice en castellano,
son preguntas del millón, ¿no? Tenemos bien claro
que deseamos recuperar y guardar de algún modo las características
de la historia de nuestro pueblo, y al mismo tiempo, que nuestros
hijos y los venideros sean en cierta medida testigos de las mismas.
La finalidad, por lo tanto, está determinada, pero el
trabajo más duro es el posterior, claro. En el caso de
Aramaio, el especial esfuerzo que han realizado el Ayuntamiento
y Eusko Ikaskuntza-Sociedad de Estudios Vascos es significativo.
Con esta investigación he tratado de establecer unas prioridades
para recuperar el patrimonio cultural del pueblo; de fijar las
primacías para recoger y guardar de forma adecuada todo
el saber de nuestro pueblo, transmitido oralmente generación
por generación.
Al haber sistematizado la investigación
en diferentes capítulos, a continuación procuraré
proporcionar una información breve y precisa sobre ellos.
Teniendo en cuenta que en muchos pueblos sucede lo mismo que
en Aramaio, tengo la impresión de que para algunos pueda
convertirse en ejemplo o referencia.
En el caso de Aramaio, dada la
particularidad del euskera, hemos de nombrarla en primer lugar,
porque esas características propias corren el peligro
de desaparecer. Por eso, según las prioridades planteadas,
es necesario recoger la voz de los mayores, puesto que la esencia
de nuestro idioma se encuentra en su habla.
El tema de la toponimia se ha
desarrollado ya en muchos pueblos; en nuestro alrededor, el ejemplo
más cercano es el de Mondragón. Es un campo amplio,
y dado que en nuestro caso ha sido poco elaborado, es mejor empezar
por lo más fácil. Lo que aquí se puede hacer
es: recopilar los nombres originales de los caseríos y
localizarlos en un mapa; rellenar fichas sobre los nombres y
usos de hierbas, árboles y plantas; anotar el trayecto
de antiguos caminos; etcétera. En este aspecto, al igual
que en casi todo, se prevé la ayuda de personas o grupos
del pueblo, como por ejemplo la de los jubilados.
Por otra parte, el hecho de realizar
un especial esfuerzo por conservar adecuadamente los vestigios
de la historia que aún permanecen vivos en el valle, tiene
su importancia. He ahí las antiguas tumbas, los viejos
caminos, las cruces, las ermitas, etc. Tratemos al menos de crear
la conciencia de conservar lo mejor posible los restos que generación
tras generación han llegado hasta nosotros.
Teniendo en cuenta que el campo
de la etnografía es amplio, sólo profundizaremos
en los aspectos significativos. Entre las prioridades he destacado
la de recuperar los viejos utensilios que se empleaban hace tiempo
y que hoy casi han desaparecido. La mayoría están
relacionados con los oficios de aquella época: carboneros,
tejeros, molineros, carpinteros, canteros. También pueden
ser objetos de casa o cosas personales: sábanas, vajillas,
ropas, relojes, toquillas, peines, antiguas monedas... Las fotografías
y documentos antiguos merecen una sección especial. Y
es que sabemos que en muchas casas aún se conservan muchos.
El mejor modo de guardarlos podría ser el de buscarlos
(digitalización) y catalogarlos.
Por último, a pesar de
tratarse de un punto que reviste tanta importancia como los demás,
están las costumbres y el folklore. En este capítulo
tenemos varias características: viejos cuentos, juegos,
fiestas, costumbres religiosas (peregrinaciones, rogativas, bendiciones,
cofradías, ...).
Si la recopilación de
las mencionadas características es imprescindible, también
lo es el darlas a conocer. Tenemos varias posibilidades, de las
cuales yo planteo estas dos: una vez archivado y catalogado todo
el material posible, almacenarlo en un determinado lugar en el
cual estén disponibles para toda la gente (como por ejemplo
en una Casa de Cultura); organizar una exposición que
cada año verse sobre un tema distinto (los oficios, las
fiestas, txerriboda...).
Finalizada la investigación,
debemos tener esas prioridades en cuenta y aplicarlas. Ambas
instituciones, tanto el Ayuntamiento como Eusko Ikaskuntza-Sociedad
de Estudios Vascos, muestran gran interés en dar continuación
futura a este cometido. Por lo tanto, que no quede en papel,
y empecemos a trabajar paso a paso. Rosa
Mondragon, autora de la investigación |