Al hacer una valoración sobre los
litigios que se han presentado ante los tribunales durante estos
dos últimos años en relación con la proclamación
de la oficialidad de nuestra lengua, siento la necesidad de decir
que han sido muy importantes.
Precisamente este año
se cumplirán veinte años desde la entrada en vigor
del Estatuto de Autonomía del País Vasco (Ley Orgánica
3/1979, de 18 de diciembre). Este texto dice en su artículo
35:
"El nombramiento de los Magistrados, Jueces y Secretarios
se efectuará en la forma prevista en las Leyes Orgánicas
del Poder Judicial y del Consejo General del Poder Judicial,
siendo mérito preferente el conocimiento del Derecho Foral
Vasco y el del euskera, sin que pueda establecerse excepción
alguna por razón de naturaleza o de vecindad".
Más tardía, la
Ley Básica para la Normalización del Uso del Euskara
recoge en su artículo 9.1:
"En las relaciones con la Justicia, todos los ciudadanos
podrán emplear la lengua oficial que escojan, sin que
se les pueda pedir ninguna traducción". Tras
lo cual el Gobierno Vasco contrató traductores con el
propósito de aligerar la carga a los jueces.
A pesar de que las leyes sean
leyes y ante la imposibilidad de los poderes de nuestra Comunidad,
dado el extraño comportamiento y la ausencia de voluntad
o dejadez, esta ley no se ha cumplido nunca, a pesar de que continúe
estando en vigor.
Por otro lado, y como contrapunto,
los abogados y la sociedad en general hemos recibido hace poco
a través de la prensa una esperada mala noticia; la Comisión
de Gobierno del Tribunal de Justicia del País Vasco y
algunos otros jueces y magistrados han sancionado a ocho abogados
que actuaron en defensa de sus clientes ante el juzgado sin traducción
del euskara con una multa de casi 2.000.000 ptas., y todo eso
por desear la oficialidad de nuestra lengua (precisamente lo
que es legal).
La Comisión de Gobierno
del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco sostiene
cómo el Tribunal Constitucional de España decía
en aquel significativo auto dictado el 1 de octubre de 1997 que
el hecho de querer emplear el euskara en la Administración
de Justicia evidencia la carencia del euskara en lo que al contenido
constitucional se refiere. Ni la Constitución ni las leyes
actuales garantizan la cooficialidad lingüística
en la Administración de Justicia. Para entender correctamente
esta oración hay que decir que el Poder Judicial de España
no ha podido regular (no vamos a profundizar en las causas en
este escrito) el antes mencionado artículo 35 del Estatuto
de Autonomía del País Vasco. De modo que, tal como
dice un refrán, usteak erdia ustel ("la mitad
de toda suposición es vana") (que es lo que nos
ha sucedido), y la otra mitad necesita de la traducción.
Como si lo indicado no bastara
para garantizar su inocencia, el auto del Tribunal Constitucional
sostiene que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos expresa
que los acusados tienen derecho a un intérprete en el
caso de no dominar bien la lengua del Tribunal que ha de juzgarlos.
Aceptar la oficialidad del euskara no es una osadía cualquiera,
y, por si fuera poco, nos dan a los vascos el mismo tratamiento
que a los extranjeros, poniéndonos en nuestra casa a un
traductor al lado.
Siendo así las cosas,
el principio de legalidad - el respeto que se les debe a las
leyes, vaya- ha llevado a los jueces a castigarnos, diciendo
que si en aquel juicio se hubieran abstenido de dar justicia
por no saber euskara, los propios jueces se encontrarían
ante una responsabilidad disciplinaria. Parece ser que esa abstención
constituye un grave delito contra la Constitución, y los
pilares del Estado de Derecho quedarían a punto de tambalearse.
Los tribunales no pueden dictar o crear nuevas leyes por su cuenta,
y como mucho pueden interpretar las leyes existentes valiéndose
de su nata sabiduría, de los derechos individuales, de
los principios, de la lógica y la hermenéutica,
creando la jurisprudencia que le corresponde. Nosotros no negaremos
que el trabajo sea difícil, y más aún cuando
en las vidas de los funcionarios nacionales se entremezclan la
profesión, la familia, el sueldo y los viajes forzosos.
Este problema, tratando de entenderlo correctamente, se basa
en su opinión en la insoportable dificultad para aprender
el euskara. Los jueces, a pesar de estar considerados en general
como gente inteligente, no tienen tiempo para estudiar nuevas
lenguas, y, claro, prefieren castigar a estos abogados en lugar
de pensar en sus obligaciones. Y es que a pesar de que la mayoría
consideremos la Administración de Justicia como un "servicio
público", no debemos olvidar que se trata del tercer
poder del Estado, y, por lo tanto, no se olvide que el Poder
Judicial interpreta todas las restantes normas y leyes. Y ha
de quedar claro que a nadie le gusta colocarse la soga a su propio
cuello.
Dicho de otro modo, según
sus palabras no cabe duda de que nuestra protesta se fundamenta
en razonamientos políticos, y no fundamentos de naturaleza
jurídica. De todos modos, y mientras cada uno sacude sus
interpretaciones y fantasmas, a este grupo de abogados mencionados
al principio se les han embargado sus cuentas corrientes y bienes
para poder hacer frente a las multas impuestas por unos magistrados.
No obstante, hemos de decir,
y sin perder la esperanza, que el actual Departamento de Justicia
del Gobierno Vasco, las Comisiones de Euskara de los Colegios
de Abogados y varios jueces estamos trabajando en la silenciosa
tarea diaria preparando formularios, presentando cada vez más
demandas exclusivamente en euskara, haciendo presión y
propuestas al Poder Judicial, exigiendo circuitos vascos para
los juzgados, azuzando a la Fiscalía para que las cosas
cambien a mejor. Así, según las últimas
noticias, hace unos días el Consejo del Poder Judicial
ha aceptado por primera vez que reconocerá como mérito
el conocimiento del euskara y del Derecho foral para ser nombrado
juez suplente de la Comunidad Vasca. Para ello, ha obligado a
la Comisión de Estudio del Poder Judicial a que señale
qué nivel de conocimiento del euskara han de tener los
jueces para que sea admitido como mérito.
Mientras termino estas líneas
me acaba de llegar una nueva noticia (del 14 de junio), según
la cual el Pleno del Poder Judicial reunido en Santiago de Compostela
ha decidido que los nuevos jueces bilingües o plurilingües
que salgan de ahora en adelante de las Escuelas Judiciales gozarán
de preferencia a la hora de elegir su destino. No podemos negar
que es una agradable característica de una nueva situación.
En resumidas cuentas, a nuestro
parecer el problema no se va a solucionar mientras no les exija
a todos los jueces, secretarios y funcionarios un digno nivel
de conocimiento de la lengua. Dicho todo lo cual, veinte años
y para luego esto. Jon Etxabe Jauregi , Abogado |