El
fenómeno turístico hay que considerarlo siempre
desde sus dos vertientes: la emisora y la receptora. A nivel
mundial, tanto uno como otro tipo de turismo tienen un antes
y un después, ligado a un hecho clave, que fue la aparición
de los aviones a reacción de uso comercial para transporte
de pasajeros.
Antes de esa sutil frontera,
existía el turismo -y el País Vasco constituyó
un paradigma receptor evidente- como actividad vacacional, de
veraneo fundamentalmente, cuyo disfrute estaba limitado y restringido
a unas minorías o élites sociales.
Tras la irrupción y desarrollo
de la aviación a reacción para transporte comercial
de pasajeros, el fenómeno turístico se popularizó
en Europa, América y Asia y se ha ido generalizando de
forma progresiva, hasta desembocar en los niveles actuales "de
masas" (en sentido neutro, y por lo tanto no despectivo)
en que una buena parte de la población de los países
y territorios desarrollados son mercados emisores importantes
y, en algunos casos, también receptores.
Una mirada retrospectiva
El País Vasco -conviene
siempre no olvidar la historia conocida- fue famoso en tiempos
remotos por sus balnearios y baños de mar, juegos de azar
en alguna de sus localidades y, al igual que ahora, su gastronomía.
Estudiosos hay que han proporcionado
buenas páginas sobre lo que aconteció en esta tierras
a principios del siglo pasado, o sea hace casi doscientos años
atrás en las hojas de los calendarios.
Balnearios como el de Zestoa
marcaron un hito, para la entonces incipiente demanda turística
y de veraneo de las poco afortunadamente denominadas "clases
acomodadas" de la época, que imitaban socialmente
el comportamiento de terratenientes mesetarios y burgueses de
elevado poder adquisitivo.
Tanto en la costa como en el
interior -piénsese en la ciudad de Orduña, tan
cerca de la Meseta y de Castilla, donde también hubo un
famoso balneario- se acogió el flujo turístico
emisor procedente de fuera de las tierras vascas.
Aunque sea a modo de inciso,
cabe señalar aquí que de la misma manera que el
avión incrementó notablemente la actividad turística,
también en su momento la introducción de los ferrocarriles
significó un impulso cuantitativamente muy elevado para
la recepción de turistas en las tierras vascas, hasta
ese momento al alcance de un medio de transporte tan precario
como reducido que había sido la diligencia o el coche
de caballos.
Los medios de comunicación
han ido dejando testimonio del turismo, y las hemerotecas contienen
-en esta como en tantas otras cosas- valiosos retratos de una
sociedad y de unas épocas que han ido cambiando con el
paso del tiempo y los relevos generacionales.
Pasado, presente y futuro
Sin desmerecer de ningún
otro lugar de la costa o del interior, y también a modo
de evocación, resulta casi obligado referirse a San Sebastián/Donostia,
paradisiaco sitio que, independientemente de los momentos puntuales
en que el entorno socio-político ha dificultado el flujo
de turistas hacia ella, es uno de los destinos que más
asombran al visitante llegado de cualquier lugar de la Tierra.
Sus playas, su singular conjugación del mar y la tierra,
la sitúan entre las escasas ciudades-destino que merecen
la pena figurar en una antología turística mundial.
¿Y qué decir de
Orio, Bermeo, Guetaria... Zarautz y tantos otros puertos o playas
vascas?
Pero no sólo de veraneo
se constituye el turismo. Hoy, el turismo de playa es una actividad
turística pero no la única. El denominado turismo
de reuniones -congresos, convenciones y viajes de incentivos-
crece y se desarrolla en todas partes, tanto desde el punto de
vista emisor como del receptivo. Y el País Vasco está
en primera línea gracias a unas estrategias acertadas
definidas hace pocos años, cuando unos visionarios supieron
sacar adelante un cambio de orientación de parte de la
economía vasca, en sustitución del deteriorado
eje industrial y de conversión de materias primas extraídas
del subsuelo.
El turismo, en la recta final
de este milenio y del presente siglo, es hoy una actividad destacada
dentro del abanico económico vasco. Y por esta misma razón
ha pasado a ser protagonista frecuente de los contenidos informativos
y de opinión de los medios de comunicación de dentro
y de fuera de sus límites.
Es el momento de referirse al
fenómeno Guggenheim, como catalizador de los principales
flujos habidos en los últimos años. Fue otra visión
exitosa de unos visionarios, por encima de cualquier crítica
o indiferencia inicial, ha llevado a la sociedad vizcaina a darse
de bruces, en el buen sentido de la palabra, con un "descubrimiento"
del turismo que muy pocos esperaban.
Gracias al fenómeno del
museo -sin entrar en si los turistas desean más el continente
que el contenido (que sería otro tema de debate ajeno
a estas páginas)- Bilbao en particular y el País
Vasco en general se han posicionado en la mente de los turistas
de medio mundo.
Y, a corta distancia, los nuevos
palacios de congresos han empezado a aportar nueva savia a este
árbol social y económico que crece en la hasta
hace poco apenas poblada campa del turismo vasco. La actividad
congresual ha añadido un elemento más a la oferta
ya existente de posibilidades receptoras de turismo en el País
Vasco, y los medios de comunicación también dan
buena fe de ello.
Finalmente, porque el espacio
es limitado, esos pilares no deberían distraer la atención
sobre los destinos turísticos y de veraneantes ajenos
a este nueva "masificación" (en sentido neutro
también aquí) turística receptora. Esos
destinos poco conocidos, en torno a atractivos sencillos -y no
por ello menos dotados, como la naturaleza misma, de espectacularidad
natural- aparecen poco en los medios de comunicación de
masas, no así en algunas guías y publicaciones
especializadas, que permiten a las gentes viajeras inquietas
descubrir parajes muchas veces
insospechados.
Pau
Morata, director de EDITUR, semanario profesional del turismo (el autor de estas líneas,
geógrafo y periodista, es visitante habitual del País
Vasco, lo ha recorrido en todas su direcciones, ha convivido
con sus habitantes y se ha mezclado con ellas en sus festejos
y costumbres, ha degustado sus platos en caseríos y en
establecimientos de especial relevancia turística y gastronómica,
se ha bañado en sus aguas tan diferentes a las de su Mediterráneo
natal, y ha subido a sus montañas desde valles como el
que constituye su base desde hace un cuarto de siglo). |