La imagen suele
ser tramposa. ¿Quién no se ha sorprendido al sacar una foto
en el interior de una casa y ver que parece mucho más elegante? Aún
más en la televisión o en el cine. La imagen que formamos
de las personas que aparecen en pantalla no suele coincidir con la real.
Luego, cuando vemos ante nosotros alguna de esas personas imaginarias, entonces
viene lo peor: ¿Ésto es todo? ¡Parecía más
alto!
No pretendo decir que presentar un programa
en televisión sea desdeñable. Pero sí que para quien
no sabe cómo realizamos nuestro trabajo, nuestra actividad parece
más difícil de lo que realmente es. Por eso, por haberme correspondido
ser una de esas personas que aparentan más altas, quiero contaros
unos cuantos chismorreos acerca de los telepresentadores, para que la imagen
que tenéis de nosotros y la realidad se aproximen un poco más.
El cometido de presentar se realiza en la
televisión principalmente de dos maneras. En los concursos, magacines,
entrevistas o mesas redondas, el presentador suele tener un pequeño
guión, en ocasiones no más que unas pocas líneas, y
conduce el programa basándose en él. El resto correrá
a cuenta de su nata fluidez. Éste es el presentador que más
libertad tiene; los errores se le perdonan más fácilmente,
a beneficio de la naturalidad.
El presentador de los informativos suele leer.
La propia cámara cuenta con una pantalla en la que aparece lo que
el presentador ha de decir. El texto lo emite un trasto llamado Teleprompter,
y, a medida que se va leyendo, un compañero de trabajo va pasando
las líneas. En estos casos el presentador está más
sujeto y, a menos que el programa se esté emitiendo en directo, tendrá
que repetir una y otra vez hasta que lea sin cometer ningún error.
Así, puede que el presentador sea quien además ha preparado
el texto -solo o en equipo-, o un mero lector que se limita a recitar los
textos que le han redactado.
En lo que a mí respecta, presento en
Euskal Telebista el programa HITZARO, en euskara, y su gemelo castellano
LENGUA VIVA. Se trata de un informativo, y normalmente lo grabamos en el
plató, con la ayuda del teleprompter. Yo leo las introducciones,
todas seguidas, y los vídeos se introducen más tarde, en la
postproducción. Es decir, si tras haber visionado un vídeo
digo: "Como hemos visto, esto y lo otro..." es que estoy mintiendo;
yo no he visto ningún vídeo, incluso puede que aún
esté por editar. Los textos los prepara el grupo de trabajo y yo
no hago más que unas cuantas correcciones de estilo, para adecuar
el texto.
Pero en ocasiones -más o menos una
vez al mes- grabamos fuera, y entonces las cosas cambian mucho. Mis textos
se escriben con antelación, pero al tener que recitarlos de memoria,
los retoco para recordarlos más fácilmente. Las entrevistas
o tertulias también se realizan fuera, y en ellas no hay ningún
guión cerrado, sino determinados temas y algunas preguntas posibles.
La clave reside en lograr la complicidad del invitado. Hace poco grabamos
un programa especial en el Museo Guggenheim, con la vicelehendakari Idoia
Zenarruzabeitia como invitada. Es bien sabido que a ella no le gusta salir
en televisión, y, por otra parte me parecía que, como a otros
muchos vascos que hablan en vizcaíno, le costaba emplear su euskara
con naturalidad en un medio que habla en el euskera unificado. Vivo en Bizkaia,
y cuando le mostré que me arreglo bastante bien en vizcaíno
se alivió, y el ambiente resultó muy bueno durante la entrevista.
Ha sido la única ocasión en la que Idoia se ha mostrado sonriente
en la televisión.
Diría que los programas como el que
yo presento sólo son posibles en las televisiones públicas.
Nuestro programa en concreto alcanza el promedio del nivel de audiencia
de la cadena, pero seguramente no entraría en los criterios de una
televisión privada. Su programación está condicionada
por la competencia, y parece ser que tratar los temas sectoriales -en nuestro
caso el euskara- con normalidad no es lo suficientemente competitivo.
Otra cuestión. A pesar de que aparezco
en ETB, no soy trabajador de ella. Muchos de los programas de ETB se realizan
por medio de empresas de producción ajenas a la casa. La televisión
suscribe un convenio con la productora para un programa, y en adelante será
esta última la que cree el grupo de trabajo y elabore el programa.
La mayoría de las veces la grabación se efectúa en
Miramón, pero hay ocasiones en que es la propia productora la que
pone asimismo la infraestructura. Por tanto, quien nos considere medio jefes
por salir en pantalla ha de saber que casi todos los presentadores no somos
más que trabajadores de un proveedor de ETB.
Dos palabras sobre mis comienzos. Empecé
a ponerme delante de la cámara hace nueve años, en Arrasate
Telebista (ATB). Era del pueblo y nos atrevimos más fácilmente.
Eso sí, no teníamos ni prompter ni procesión. ¡Muchas
veces ni tan siquiera un guión! Puede que sea la mejor manera de
aprender. Porque, no creáis, también hay que aprender; no
es nada natural ponerse a mirar al ojo de la cámara y hablarle como
a un amigo. Así, fuimos aprendiendo el oficio a base de esfuerzos,
y empezaron los saltos a ETB: Anne Igartiburu, Jon Andueza, Aintzane Gardoki
y yo, Maider Egües, Unai Iparragirre, Itxaro Artola... ¡Y los
que vienen por detrás!
Para terminar, no me queda más que
animar a los posibles presentadores. Se está imponiendo la sociedad
de la imagen, y quien sea capaz de manejarse ante las cámaras, gozará
de ventajas. Y, además, ¡qué demonios! si este trabajo
agrada, llega a ser agradable, sobre todo los momentos y días en
que sale rodado.
Ah! Y mi estatura es de un metro y setenta
y dos centímetros. Por si acaso...
Mikel Irizar, presentador de Hitzaro |