Hoy en día el paisaje, y
concretamente su utilización, disfrute y
protección, ocupa uno de los lugares más
importantes dentro del grupo de valores de la
sociedad occidental (BERNALDEZ, 1981). Tanto
desde el punto de vista ecológico como del
psicológico y de bienestar social, su doble
carácter (TROLL, 1971; BERTRAND, 1978; NAVEH y
LIEBERMAN, 1984; BERNALDEZ, 1981) como expresión
territorial de la estructura y dinámica
ambientales, ecológicas y culturales y como una
entidad visual perceptible y suscitante de
emociones, es un instrumento de análisis y
valoración necesario tanto en la investigación
medioambiental como en la planificación y
ordenación territorial.Tal como sostiene Martínez de
Pisón: "la compleja manera que el hombre
tiene de percibir esa formalización del sistema
ecológico y territorial da lugar a repercusiones
directas en el paisaje y en su smismo sentido por
consistir en la manera de ser vivido, entendido,
usado y por mostrar el grado de equlibrio del
grupo humano en su condición y situación sobre
él" (MARTINEZ DE PISON, 1984). Por ello
al considerar un paisaje habremos de tener en
cuenta tanto el valor ecológico que representa
como el estético y emocional que la sociedad le
otorga. Este último tema ha adquirido una gran
importancia en Geografía, Psicología ambiental
y Ecología, desarrollándose desde las mismas
tanto las bases teóricas como diferentes
técnicas de percepción y valoración del
paisaje.
Considerando el
paisaje como expresión territorial de las
relaciones medioambientales y culturales al que
el ser humano accede mediante la percepción,
este proceso perceptivo atañe tanto a la tarea
de comprensión como a la reutilización de la
información a través de las diferentes
respuestas ante el paisaje. Como recoge Corraliza
el sujeto ante un paisaje pone en marcha dos
tipos de actividades mentales (CORRALIZA, 1993):
- la actividad
descriptiva de las propiedades, cuyo
objetivo es comprender la situación
centándose en la determinación de las
propiedades y componentes del paisaje
- y la
actividad predictiva de experiencias en
la que el sujeto puede evaluar el grado
en que el paisaje satisface sus
necesidades y por tanto planear su
comportamiento ante él.
En esta actividad,
a pesar de que cada persona y su experiencia en
la
percepción del entorno son únicas, sometida a
un mismo flujo de información, comparte con el
resto de la sociedad algunas características en
la percepción. Por ello y considerando que los
criterios en la percepción pueden ser distintos
entre quienes son usuarios del paisaje y quienes
lo planifican y ordenan, es conveniente conocer
cuáles son los aspectos coincidentes de la
población en la percepción y valoración del
paisaje.Incluso hay que tener en cuenta la
atracción psicológica de ciertos componentes, a
pesar de no ser funcionales o productivos
(BERNALDEZ, 1981). En este sentido cabe señalar
la importancia que las expresiones artísticas,
culturales e, incluso políticas, tienen en la
creación de simbolismos y arquetipos eventuales
o históricos. Como ejemplo basta señalar el
valor del paisaje del caserío en la
representación de la cultura e identidad vasca.
Pero, aún a pesar
de su interés, son pocas las investigaciones que
relacionan la estructura y dinámica territorial
con su aspecto visible, perceptible.
Habitualmente, en los trabjos para deducir la
ordenación territorial no se tiene en cuenta la
valoración de la sociedad dada la dificultad que
supone esta cuantificación.Además, en
ocasiones, las evaluaciones del paisaje con fines
organizativos, han sido objeto de críticas,
principalmente considerando aspectos como los
riesgos de los paisajes "estándar",
los criterios "mediocres" de parte de
la población o la continuidad de los cánones
del diecinueve.
A pesar de
mencionar estos problemas desde esta líneas se
defiende la importancia del paisaje como bien de
información y valoración. Al tratarse de un
recurso visual, estético y emótivo entendemos
la necesidad de la consideración social en el
trabajo territorial. Por ello, y a pesar de su
dificultad, la investigación para desarrollar
métodos de percepción y valoración con fines
prácticos debe continuar.
BIBLIOGRAFIA
- BERNÁLDEZ,
F.G. (1984). Ecología y Paisaje.
Blume.
- BERTRAND, G.
(1978). Le paysage, entre la Nature et la
Societé. Rev. Geog. des Pyrénées et
du Sud-Ouest, XLIII: 127-133.
- CARLSON, A.A:
(1977). On the possibility of quantfying
scenic beauty. Landscape Planning, 4:
131-172.
- CORRALIZA,
J.A. (1993). Reacciones psicológicas a
la estimulación escénica. Ecosistemas,
6: 46-49.
- GONZÁLEZ-DAIMIEL;
J. (1989). El paisaje y la planificación
del territorio. En: Seminario sobre el
paisaje. Pp. 98-100. Consejería de Obras
Públicas y Transporte, Junta de
Andalucía.
- MARTÍNEZ DE
PISÓN, E. (1984). la percepción del
paisaje. En: Homenaje a Julián Marias.
Pp. 449-466. Espasa calpe.
- NAVEH, Z.
& LIEBERMAN, A.S. (1984). Landscape
ecology. Springer-Verlag.
- TROLL, G.
(1971). Landscape ecology (geo-ecology)
and biocenology. A terminology study. Geoforum,
8: 43-46.
Orbange Ormaetxea,
Profesora Titular de Geografía Física en la
Universidad del País Vasco |