Introducción Los términos
"periódico electrónico", "libro
digital", "revista en línea", que
hace sólo un lustro eran comunes sólo entre los
iniciados en Internet, se han convertido en poco
tiempo en moneda de uso común. Probablemente la
tendencia sea al alza en los próximos años, a
medida que el uso del ordenador personal, o del
acceso a Internet a través de otros aparatos,
tal vez la televisión, sea algo cotidiano en
todos los hogares como hoy lo es la radio o la
propia televisión. Como muy acertadamente
expresa Robert Darnton al comienzo de su
artículo "The New Age of the Book"(1), el futuro anunciado por
Marshall McLuhan no ha ocurrido, pero la web sí
está aquí.
Sea como sea,
existen esos productos digitales, generalmente en
línea aunque los hay en soporte físico, y de
ellos nos vamos a ocupar. De los que se pueden
consultar a través de Internet, hoy por hoy sin
discusión la red de redes por excelencia, que se
cuentan ya por miles. Los productos existen, pero
eso no quiere decir necesariamente que vayan a
ser así de forma definitiva, que hayan ya
adquirido todas sus características. Es un hecho
evidente que los libros, revistas y periódicos
digitales siguen en buena medida el modelo
impreso, empezando por el nombre. Pero es un
modelo del que pueden emanciparse, y yo creo que
lo harán, que lo están haciendo ya.
Las preguntas que
hay que hacerse son, en mi opinión, dos: ¿son
estos libros, revistas y periódicos digitales
productos diferentes de los que estamos
acostumbrados a leer en papel, o lo van a ser? Si
la respuesta es afirmativa, y yo creo que sí lo
es, la segunda pregunta es ¿cuáles son, o van a
ser, las características de esos nuevos medios?
Todo ello, por supuesto, sin querer hacer
predicciones de futuro arriesgadas, sin vaticinar
la muerte del papel y su sustitución inmediata
por los bytes, al menos no en un futuro cercano.
Tampoco la imprenta eliminó, al menos no de
forma radical, el manuscrito. El advenimiento de
nuevas tecnologías siempre ha supuesto trastocar
buena parte de los esquemas de pensamiento
imperantes en la sociedad. Eso ocurrió con la
imprenta, y de hecho los cambios sociales que la
posibilidad de reproducir documentos iguales
entre sí y difundir el conocimiento trajo
consigo no han sido estudiados en toda su
profundidad hasta nuestros días. El
libro de Elizabeth Eisenstein The printing
press as an agent of change: communications and
cultural transformations in early modern Europe
(Cambridge: Cambridge University Press, 1979)(2) es pionero en este tipo
de estudios. La imprenta y el resto de las
innovaciones tecnológicas no sólo son un paso
adelante en la producción física de
determinados objetos (libros, en este caso), sino
que traen consigo toda una nueva concepción del
mundo. Aunque creemos que el mundo de la edición
electrónica, eppur, si muove.
Vamos a dividir
nuestra explicación en dos puntos: por un lado,
la edición académica, que incluye libros y
revistas electrónicas, y por otro, los
periódicos o medios de información general.
1. La edición
académica
Detengámonos un poco en la
terminología. El libro es, fundamentalmente, una
invención, o una reinvención si se quiere, de
la imprenta, cuyas características son "una
cultura escrita en un canon de textos de autor,
la noción del autor como creador, el libro como
propiedad y el lector como público
electivo"(3). Como Carla Hesse indica, la
tecnología no impone inevitablemente ciertas
características, sino que se trata de
"determinadas elecciones sociales y
políticas de determinadas sociedades en
determinados momentos"(4), por lo que la tópica y
típica pregunta de "¿Matarán los libros
electrónicos a los libros?" o "¿Va a
ser Internet el fin de las bibliotecas?" es
absolutamente baladí: será lo que nosotros
queramos que sea, porque es el hombre quien
inventa y controla la tecnología, y no la
tecnología quien dirige al hombre (5).
Cuando citamos el
término "libro", seguramente estamos
pensando en lo que más técnicamente se puede
llamar un códice, una serie de páginas
correlativamente numeradas unidas entre sí por
el lomo. En un objeto físico, en definitiva. A
menudo se da demasiada importancia a la
materialidad del libro, sin darnos cuenta de que
un libro es fundamentalmente obra intelectual,
independientemente de cuál sea el soporte en que
está plasmada, y de si este soporte es físico,
es papel, o es virtual, compuesto, como dice
Nicholas Negroponte, de bytes.
Pero es que,
además, un libro no siempre ha tenido la forma
que ahora concebimos como prácticamente única.
Un libro ha sido también un rollo, por ejemplo.
De hecho, el libro electrónico, al menos al
principio, se presentaba a menudo como un
continuum de información. Es obvio que no es
la mejor manera de presentar un texto, y desde
luego no es la mejor para ser leida en una
pantalla, por lo que el libro electrónico debe
estar organizado de otra manera. Salvo que éste
sea un mero volcado o facsímil de un libro
previamente impreso, en cuyo caso sí se respeta
la paginación, un producto concebido
directamente para el formato electrónico ha de
ser necesariamente otra cosa, ya que la ligazón
entre las diversas partes será mediante el
hipertexto, o el hipermedia si el libro está
compuesto no solamente por textos, sino también
por otro tipo de informaciones. La estructura
hipertextual de muchos de los productos
culturales que se hallan en el ciberespacio hacen
posible el salto a otros lugares. En realidad, no
es algo radicalmente nuevo, sino algo que ya se
intentaba pero que en realidad impedían las
limitaciones que impone la imprenta. Una nota al
margen o, en la actualidad más comúnmente, a
pie de página no es más que un tosco enlace
hipertextual, una referencia o una invitación a
acudir a un fuente diferente de la que estamos
empleando. Fuente que el lector o usuario debe
buscar, pero a la que, en el caso del hipertexto,
puede ser llevado directamente. Esto puede
cambiar la estructura de citas, que ya no serán
unas frases entresacadas de otro texto sino una
remisión completa a éste. Podemos perfectamente
estar leyendo un "libro" (mantengamos
de momento estas denominaciones clásicas, que no
son del todo, me parece, apropiadas) electrónico
en una "biblioteca" virtual, y, al
acceder a alguna de las notas marginales, dar un
salto a otro lugar web del ciberespacio, a
otro libro electrónico sito en otra biblioteca o
colección de textos electrónicos. Y esto,
dicen, va a romper con el concepto tradicional
del autor, generalmente único y singular, de la
obra.
La ventaja para
quien pretende transmitir el pensamiento, y no
las meras palabras, es obvia con el hipertexto.
Se rompe así la secuencialidad, un concepto de
transmisión del conocimiento que impone la
imprenta y que teoriza Thomas Hobbes en su
Leviathan. Pero ni las personas piensan sólo
verbalmente, ni lo hacen necesariamente siguiendo
un esquema de pensamientos organizados uno tras
otro. El hipertexto (saltar de un texto a otro
mediante la simple pulsación de un enlace) o el
hipermedia (saltar de un texto a un sonido, de un
sonido a una imagen, de una imagen a un texto,
etc.) hacen posible que se reproduzca más
fielmente el esquema mental de una persona. Tiene
una ventaja y también una desventaja: al
permitir mayor libertad al usuario, que en
definitiva - y dentro de los límites más o
menos grandes que le permita el autor - elige el
camino y la forma por la que recuperará la
información, requiere a su vez del autor un
mayor esfuerzo al proponer estructuras abiertas.
Un jardín de senderos que se bifurcan, por
decirlo con una afortunada metáfora tomada del
cuento del mismo nombre de Jorge Luis Borges. La
jerarquía de la información puede cambiar, por
lo tanto, de pies a cabeza.
Pueden cambiar los hábitos del
lector. Éste puede ser ahora más creativo. Como
ha puesto de manifiesto el historiador francés
Roger Chartier (6), ni siquiera la forma del texto
electrónico es tan cerrada como la del texto
impreso. El lector puede cambiar la tipografía,
el tamaño de la ventana en que aparece el texto
y, sobre todo, tiene muchísima más libertad
para elegir el camino que sigue a la hora de
leerlo. Como es obvio, esto supondrá igualmente
nuevas estrategias de producción del texto. Cada
vez más abiertas.
Un libro es un
"modo de temporalidad", según la
definición de Hesse, cuya preparación, edición
y publicación, así como posteriormente su
distribución, adquisición y lectura, están
sujetos a procesos temporales, parte de los
cuales se aceleran con las nuevas tecnologías
electrónicas o, simplemente, desaparecen,
especialmente la distribución y la publicación.
La producción
electrónica va a suponer el mismo efecto que en
su día tuvo la imprenta, pero multiplicado: el
número de títulos crece vertiginosamente, y lo
que antes era un objeto único en sí mismo, no
sólo por su texto o sus ilustraciones sino
porque ningún libro era igual a otro y precisaba
de un tiempo muy largo para su producción,
enormemente cara, se convierte de golpe en algo
al alcance de un número mucho mayor de personas.
Paradójicamente,
eso es bueno no para los best sellers, que
tienen un mercado y una salida comercial
asegurados por sus altas tiradas. Va a ser
especialmente provechoso para las publicaciones
científicas, que son cada vez más difíciles de
publicar, por su cada vez más alta
especialización que implica a su vez un público
cada vez más reducido. En su ya citado
artículo, Robert Darnton pone el dedo en la
llaga. La edición de monografías, que son cada
vez más, más especializadas y con un público
necesariamente reducido, por elitista, se está
desplazando del mundo físico al virtual. Ambos
convivirán, naturalmente, durante tiempo, y de
momento el libro impreso gana a su homónimo
virtual en prestigio. A ello contribuye el que
las grandes editoriales, sociedades académicas,
editoriales y bibliotecas se muestren tímidas a
dar su nombre y su respaldo (la "imagen de
marca", en defitiniva) a la edición de
monografías científicas. Pero las cosas están
cambiando, sin duda. Incluso en el País Vasco.
De nuevo, ahí está la clarividente apuesta de
la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza
en su Mediateka, o servidor de Internet (http://www.eusko-ikaskuntza.org) que ya tiene toda una
sección destinadas a libros electrónicos, bien
sean libros que cuentan asimismo con versión
impresa (que utilizan el formato PDF) como libros
con única versión digital.
Lo mismo puede decirse de las
revistas académicas, aunque existen diferencias.
En primer lugar, aunque aún no se ve la
posibilidad de hacer negocio publicando libros
científicos en Internet, sí se hace negocio con
las revistas académicas. Al menos con algunas.
En ocasiones el lucro es mayor. La edición en
papel de revistas científicas, por las que
pugnan incluso las grandes editoriales (7), deja márgenes de
beneficio de hasta el 40 por ciento(8). Cada vez más
bibliotecas han decidido, como la danesa
Technical Knowledge Center, eliminar sus
suscripciones a las revistas editadas en papel y
pasar a suscribirse sólo a las versiones
electrónicas(9). Para las editoriales el negocio
es pingüe al eliminar costos de impresión y
distribución y las bibliotecas ahorran hasta un
25%, sin contar el ahorro en personal destinado a
la manipulación y al traslado de los volúmenes
físicos: la citada biblioteca danesa, por
ejemplo, ha prescindido de los servicios de uno
de cada siete empleados.
El caso de
revistas más modestas, como nuestra Euskonews,
es diferente. Aquí la disyuntiva está clara: si
se quiere difusión, hay que apostar claramente
por Internet, ya que toda la comunidad
científica está conectada a la red. Luego la
calidad de la publicación será la que dé más
o menos accesos. En el caso de las empresas más
poderosas, la comunidad científica con acceso a
Internet, prácticamente toda, constituye un
público dispuesto incluso a pagar por recibir
información altamente especializada por métodos
más rápidos, como las redes telemáticas.
2. Los
periódicos electrónicos
Cuando se habla de periódicos
electrónicos, a menudo la pregunta es si esos
productos de información general que podemos van
a sustituir al periódico de papel. La respuesta
obvia es que, de momento, no lo han hecho. Los
periódicos de Internet no son apenas más que un
volcado de la edición impresa de un diario en
papel. Empieza a haber excepciones, claro. Una de
ellas es la revista electrónica Salon, de
San Francisco, Estados Unidos, competidor directo
de la también electrónica Slate, de
Microsoft, que cuenta con 33.000 visitantes
diarios (10).
La digitalización
del producto periodístico, aún no concluida, se
ha producido en dos fases: en primer lugar, se
produjo la informatización de la producción,
con la introducción de las redacciones
electrónicas, que eliminaron un paso intermedio,
los talleres de diagramación (ahora ésta la
hace el periodista desde su ordenador y de ahí
la página va directamente a impresión). En
segundo lugar llegó la informatización del
producto, en la que la fase de la impresión y la
distribución desaparece igualmente. Aunque de
momento apenas se trata más que del mismo
producto en dos versiones. El producto
informativo electrónico ni siquiera se ha
emancipado verdaderamente de su antecedente
impreso.
Tal vez por eso la
mayoría de los periódicos, grandes y pequeños,
se ha puesto en Internet. En un primer momento
hasta la más pequeña revista, boletín y
fanzine encontraron en la informática la
solución a sus problemas. La composición de las
páginas, el diseño quedaban en manos de una
sola persona, con lo que el proceso se
simplificaba. Cada vez más, producir un medio
era labor de especialistas en información, de
periodistas en definitiva, y no de personal de
taller. La informatización de las redacciones
suponía igualmente una reducción del gasto de
una revista, lo que era estupendo para todo el
mundo, pero sobre todo para las pequeñas
empresas, que podían permitirse lanzar al
mercado su propio medio.
Internet, las
redes telemáticas, solventaron luego otra parte
enorme del gasto, la impresión y la
distribución. En efecto, como ocurre en el caso
del libro, pero con un gasto aún mayor (un
diario debe ser impreso y distribuido todos los
días, y en ocasiones se trata de cientos de
miles de ejemplares), poner un diario en Internet
eliminó todos esos costes. Permite algo más:
estar inmediatamente accesible para cualquier
persona con una conexión a Internet en cualquier
lugar del mundo.
Una vez oí a un
profesor español recordar que cuando surgió el
motor de explosión, todo el mundo creía que,
puesto que el automóvil no parecía sino un
coche de caballos sin caballos, todo el mundo
pensaba que iban a ser los fabricantes de coches
de caballos los que iban a encabezar la nueva
industria de fabricación de coches de motor. Se
equivocaron. Y, por lógica, esa es la
conclusión que uno saca respecto a los
periódicos electrónicos y los impresos. Pues
bien, de momento no es así en el caso del
periodismo electrónico, sector en el que las
empresas fabricantes de periódicos impresos
lideran en buena medida el negocio de la
información en Internet pero, ¿va a ser esa la
tendencia en el futuro? Los avances técnicos que
permiten el desarrollo completo de productos
multimedia, que integran sonido, imágenes en
movimiento, incluso motores de búsqueda o
programas informáticos autoejecutables, se van
produciendo, pero es difícil recibir todo eso en
un ordenador que, a pesar de tener pocos años (y
haber supuesto una considerable inversión) se ha
quedado ya obsoleto, y sobre todo a través de la
línea telefónica actual, básicamente el mismo
conducto que inventó Alexander Graham Bell, que
desde luego no se corresponde demasiado con la
idea de la autopista de la información. Pero
¿qué ocurrirá cuando transmitir tal cantidad
de información casi instantáneamente sea
posible, y por tanto los productos realmente
multimedia sean accesibles en línea?
¿Qué es lo que caracteriza a un
producto informativo en línea? En nuestro libro El
periodismo electrónico (11) explicábamos que,
a nuestro juicio, estas características eran
básicamente el ser (o poder ser) multimedia, es
decir, estar compuestos por tipos diferentes de
información, que comprende imagen, sonido y
texto; ser hipermedia, es decir, estar dispuestos
de tal manera que la recuperación de la
información sea un camino que el usuario decide,
sin que sea el emisor quien impone una linealidad
preestablecida, sino opciones diversas, dentro y
fuera del propio discurso; y ser interactivo, es
decir, ser un sistema en que el usuario puede
"preguntar" y obtener una respuesta
adecuada a sus demandas.
Aún hay una
cuarta característica, bien importante: la
inmediatez. Un periódico lo es, es decir,
aparece con un cierto intervalo de tiempo (cada
día, cada semana, etc.) entre otras cosas por
limitaciones técnicas: ha de ser impreso y
distribuido, como ya hemos explicado. Pero un
periódico en Internet no tiene por qué ser
diario, puede renovarse a medida que las
informaciones se produzcan, de hecho alguna vez
ha ocurrido: varios periódicos españoles, entre
ellos los más importantes, El País y El
Mundo, dieron inmediatamente la noticia de la
extradición de Pinochet, junto con el texto
completo de la decisión de los lores
británicos, y la traducción a medida que ésta
se iba haciendo. Es por tanto posible dar las
noticias inmediatamente, y de forma más completa
que en papel, ya que no existe limitación
física alguna. Es incluso posible, mediante un
enlace hipertexto, remitir al usuario a la fuente
original. ¿Por qué no se emplea con asiduidad
esta posibilidad? En primer lugar, porque las
empresas producen periódicos impresos, ése es
su negocio, y la versión digital no es más que
un complemento, a veces puesto en Internet por
inercia, porque todo el mundo lo tiene, por no
perder la carrera. Los periódicos digitales no
han creado, salvo honrosas excepciones,
redacciones especiales para el periódico que
ponen en Internet. A veces incluso ese periódico
electrónico lo crean de forma automática o
semiautomática a partir de la producción
impresa, con lo cual ni siquiera se ha creado un
diseño propio para Internet y la jerarquización
de las informaciones, el crear una especie de
mapa de actualidad, que es una característica de
los periódicos impresos, brilla en muchas
ocasiones por su ausencia. Las informaciones
aparecen una tras otra, sin mucho orden ni
concierto.
Existe en España
un caso aún más curioso, La Estrella Digital.
Se trata de un diario que sólo tiene versión
digital Apareció en Madrid en el verano de 1998.
A pesar de esta característica el diario no
aprovecha una sóla de las características antes
descritas. En realidad, se trata, por así
decirlo, de un periódico con una concepción de
diario impreso pero que no se ha plasmado sobre
el papel. Como resultado, es un periódico que
aparece accesible en pantalla pero que es mejor
imprimir para poder ser leido. Hasta el diseño,
completamente vertical, recuerda inevitablemente
el de los periódicos tradicionales sobre papel.
Una cosa está clara, las empresas
periodísticas de todo el mundo necesitan estar
en Internet, y demuestran su preocupación. Saben
que tienen que hacer algo, pero no saben muy bien
qué, salvo que quieren defender su negocio.
Buena prueba de ello es el informe The Future
of the Printed Press, challenges in a digital
world (12), de título bien significativo, ya
que, a pesar de que pretende aclarar cuáles son
los retos del ciberespacio, en realidad se
refiere a la defensa de la prensa impresa. Como
si el periódico virtual fuese un competidor que
hay que atajar, y para ello nada mejor que
controlar ambos productos. De momento no
tendrían por qué preocuparse: de todos los
sitios web españoles más visitados, según un
informe de la AIMC, tras la omnipresente
Microsoft los puestos de cabeza están ocupados
por periódicos digitales: El País, ABC
y El Mundo, también los periódicos
más leidos en papel, aunque el número de
lectores de la edición digital con respecto al
conjunto de las ediciones impresa y en línea sea
de apenas el 5%. Aunque el informe del European
Journalism Centre establece que el panorama de la
transmisión de la información está cambiando,
y se refiere a aspectos tales como la economía,
el papel de los periodistas, etc., en realidad,
se trata de toda una serie de consejos a las
empresas editoras de periódicos para salvar su
negocio. Aunque no parezca haber motivos para la
precupación: en septiembre de 1998, un
estudio de Bernardo Díaz Nosty promovido por la
Asociación de Periodistas Europeos y presentado
en Oporto en el marco del IV Foro
Eurolatinoamericano de Comunicaciónaseguraba que eran unos 10.000 los medios de
comunicación con ediciones en la red, de los
cuales 2.284 eran periódicos diarios. En cuanto
a las lenguas, "la mayor parte de las versiones
digitales corresponden a cabeceras en lengua
inglesa(1.236), que
representan el 54,1 por ciento del total. En el
ámbito de la lengua española se
contabilizan 325 títulos de 22 naciones,
el 14,2 por ciento del total mundial, motivo por
el que el español es la segunda lengua de la
prensa en Internet"(13).
"En el
futuro, será posible que un corresponsal
destacado en cualquier punto del mundo, equipado
con un ordenador portátil y un teléfono móvil,
pueda enviar su crónica y ésta aparezca
rápidamente en nuestro periódico
electrónico". Vendía así las excelencias
de su producto la responsable de otro periódico
digital español. "Pero eso no es el
futuro", repusimos nosotros, algo menos
boquiabiertos que el resto de un público que
veía por primera vez un periódico electrónico,
"eso es ya perfectamente posible, y se
hace". "En efecto", reconoció
ella, "pero entonces cualquier otra empresa
periodística puede visitar mi periódico
electrónico y dar a su vez la noticia en su
versión impresa. Y mi negocio", reconoció
honradamente, "es el papel".
Hay, sin embargo, motivos objetivos
para pensar que existe ya un mercado que demanda
noticias a través de Internet, y que
previsiblemente quiere que se presenten
aprovechando todas las posibilidades del nuevo
medio. Según una encuesta realizada en 1998 por
The Pew Research Center, el número de
estadounidenses que se conectaba a Internet al
menos una vez por semana para obtener noticias es
ya el 20 por ciento, es decir, 36 millones de
personas. Aunque eso no ha restado (ni
incrementado, todo hay que decirlo, ese público
sigue estancado) el uso de los medios
tradicionales. El usuario de Internet - al menos
el americano, aunque es de suponer que en Europa
la tendencia es más o menos la misma - cree,por
otra parte, cada vez más en las informaciones
que le llegan a través de Internet(14).
Lo que he
intentado explicar hasta ahora es que sí hay un
mercado para la edición digital en Internet.
Pero no estamos al final de ningún camino, sino
al comienzo de algo que algún día puede llegar
a ser.
NOTAS
- En New York Review of
Books, March 18, 1999.
- Existe traducción
española: La revolución de la
imprenta en la edad moderna europea.
Madrid: Akal, 1994.
- Hesse, Carla. "Los
libros en el tiempo". En: Nunberg,
Geoffrey (comp.). El futuro del libro
¿Esto matará eso?. Barcelona:
Paidós, 1998, p. 26.
- Ibidem.
- El debate ni siquiera es
novedoso, se produjo ya en el siglo XV,
con la invención de la imprenta, y en el
XVIII, entre los filósofos de la
Ilustración. Véase Eisenstein, Hesse,
op. cit.
- "La discussion sur le
texte électronique est piégée par les
jugements de valeur", propos
recueillis par Florence Noiville et
Raphaëlle Rérolle. En: Le Monde,
19 de de marzo de 1999, pág. 31.
- En febrero de 1999
Bertelsmann dio un gran paso al recibir
luz verde para adquirir la empresa de
edición de revistas científicas
Springer.

- Butler, Declan; Fleaux,
Rachel. Las revistas científicas,
amenazadas por Internet. En: El País
Digital, miércoles, 27 de enero de
1999, nº 999. Se trata de un texto
creado por iniciativa de la revista Nature
y el diario francés Le Monde, que
fue publicado originalmente por este
último bajo el título "Les
journaux scientifiques menacés par la
concurrence d'Internet" el 22 de
enero de 1999.
- A principios de 1999, más
de 7.000 revistas científicas
electrónicas se hallaban en Internet.
- Fineman, Howard; Hosenthal,
Mark. "The new breed of Salon".
En: Time, 28 de septiembre de 1998, pág.
25.
- Armañanzas, Emy; Díaz
Noci, Javier; Meso, Koldo. El
periodismo electrónico. Barcelona:
Ariel, 1996.
- Dusseldorp, Monique van. The
Future of the Printed Press, challenges
in a digital world. Maastricht:
European Journalism Centre, 1998.
- El País, 15 de
octubre de 1998.
- Meilán, Xabier. "Cada
vez se leen y valoran más las noticias
en Internet". En: Ciberpaís
(suplemento de El País), jueves
30 de julio de 1998, pág. 11.

Javier Díaz Noci,
Presidente de la sección de Medios de
Comunicación de Eusko Ikaskuntza. |