Desde una perspectiva
sociológica, el surgimiento del movimiento de grupos de baile de
patrón urbano en Euskal Herria durante este siglo, y sobre todo durante
las últimas décadas, está aún por analizar.
Sin embargo, puede aportar muchas claves para la comprensión de la
evolución social a finales de milenio.
El abandono del medio rural y de los modos
de vida tradicionales, a todos los niveles, ha conllevado el deterioro de
la fiesta tradicional, la pérdida de muchos de sus elementos, etc.
Muchas danzas, y muchos rituales de gran complejidad, han pasado por una
fase, reciente, en la que ha desaparecido del panorama festivo local, o
han sufrido mermas estructurales importantes.
Posteriormente, con la revalorización
de algunas formas de la cultura tradicional, estamos siendo testigos de
los llamados "procesos de recuperación". En muchos lugares,
la mezcla poblacional antes citada intenta poner en marcha una fiesta ya
perdida, o una danza ya olvidada. Quiere ritualizarla de nuevo, a pesar
de la descontextualización sufrida. Ocurre que, durante el periodo
de abandono, la sociedad ha cambiado. El sistema cultural ya no es el mismo,
ni los son los valores sociales. Ello provoca lo que podríamos llamar
"adaptaciones" de la fiesta o de la danza a la nueva situación
social. Por ejemplo, muchas fiestas son trasladadas al fin de semana, pues
la actividad laboral moderna no entiende de santos patronos, de dispositivos
simbólicos tradicionales, de relaciones causa-efecto en sistemas
religiosos ancestrales, etc. La gente acude al pueblo desde la ciudad en
el fin de semana. Se establece un marco social de relación para el
momento. La danza convierte en espectáculo incluso en su mismo medio
de origen.
Otro ejemplo. El papel de la mujer en la cultura
tradicional de Euskal Herria ha sido diferente del que viene cumpliendo
en la sociedad tecnológica actual. También lo ha sido con
respecto a la danza. En el proceso de recuperación, la adaptación
de la fiesta y de la danza lleva a realizar cambios mediante los cuales
la mujer pueda también dar salida a su papel no en el mundo tradicional,
sino en el urbano moderno. Incluso, aunque no se den situaciones parejas
entre uno y otro modo de vida que permitan un transvase de las estructuras,
se reclama ese papel convirtiendo la danza en un marco reivindicativo.
A la vez, se dan casos de lugares en los que
la tradición en torno a la danza no se ha perdido, y se ha continuado
adelante con la fiesta. Pero, los cambios sociales están aquí
y afectan a todos los sectores de población. Tampoco aquí
han escaseado las adaptaciones, y en más de un caso se han observado
tensiones en torno a la danza por llevar a término estas transformaciones.
Incluso, en este muestrario de posibilidades
en torno a la danza y a la fiesta tradicional a finales de siglo, se dan
algunos casos en los que una población que no tenía noticia
de haber poseído un ciclo de danzas tradicional, lo ha creado, a
modo de seña de identidad que lo identifique ante otras poblaciones
vecinas que sí lo tienen. El modo en que la génesis ha sido
llevada a cabo es, siempre y al menos, peculiar.
Mientras tanto, en el entorno urbano de ciudades
y pueblos industrializados, engordados a base de la emigración del
medio rural a las fábricas, surge un movimiento en torno a la danza
tradicional muy fuerte. Rara es la población de Euskal Herria que
no cuente con un grupo de baile tradicional. Las grandes ciudades cuentan
con varios de estos grupos. En la generalidad de ellos se da una constante.
Si existe alguna danza de tradición local, obviamente la desarrollan.
Pero, básicamente son grupos que representan danzas de cualquier
lugar del territorio, sin preocuparse por su contextualización. Un
festival de danzas de cualquier grupo de los muchos que existen en el País
permite observar, cómodamente sentado como espectador, y generalmente
tras el pago de una entrada (aunque en las fiestas de la localidad la entrada
la pague el Ayuntamiento) un repertorio de danzas de lo más heterogéneo
en todos sus aspectos, que incluso puede contener nuevas creaciones de mejor
o escaso gusto, según los casos. El espectador consume folklore,
el grupo se lo da según sus capacidades.
Sin embargo, y pienso que esto es realmente
importante, no es una motivación mercantilista lo que ha provocado
el surgimiento de estos grupos, ni es el dinero lo que ha movido a los jóvenes
a formar parte de los grupos de baile de corte urbano. No es el aliciente
económico lo que dio pie a su génesis, ni lo que tira de ellos.
Creo que deben buscarse las motivaciones en otros aspectos de índole
social. Por una parte, está precisamente el desarraigo que el cambio
de modo de vida ha llevado a gran parte de la población, y la necesidad
de acercarse a los modos ancestrales, por presentarse de un modo más
humano, más rico, e incluso exótico para quienes nunca han
tenido contacto con él. Por otra, no han faltado motivaciones de
tipo político. Durante un largo periodo de la historia actual de
los vascos, la danza tradicional ha sido una de las pocas vías de
expresión cultural propia, y ha constituido un entorno de reivindicación
importate, obviamente junto a otras posibilidades, culturales e incluso
deportivas. De este último aspecto se han derivado consecuencias
importantes estos últimos años.
Cuando la expresión política
y cultural ha podido ser encauzada por otras vías, la danza tradicional
ha dejado de tener el atractivo reivindicativo. Los grupos de baile han
entrado en un estado de crisis en el que más de uno ha echado la
persiana. Otros, se han encontrado con falta de personas para poder continuar
equilibrando los papeles de hombres y mujeres en la danza.
Muchos grupos comentan como problema la escasez
de chicos, quienes hoy en día optan por otras formas de expresión,
y subrayan la afluencia de mujeres. ¿Acaso la mujer, o al menos un
sector importante de ellas, sigue siendo en Euskal Herria la depositaria
y transmisora de las ancestrales estructuras culturales, a pesar de los
fuertes cambios sociales sufridos?. La idea es poética. Con seguridad,
algo de verdad debe haber en ella. Pero, tampoco aquí faltan las
consecuencias del cambio social. Se dan factores relacionados con la educación,
y la diferenciación de género que todavía se lleva
a cabo, diferenciación bien sustentada en el sistema de valores de
la sociedad tecnocrática occidental y occidentalizante, pues necesita
de ella. Otros, factores son consecuentes con el encauzamiento de los roles
en la sociedad de la mujer y del hombre. En este estado social actual, muchas
de las adquisiciones de niveles de libertad son aparentes, no son reales
ni de fondo.
Debe tenerse en cuenta que en este "salir
de la casa al mundo" de la mujer en este momento, va ocupando espacios
que antes le habían estado vedados en gran medida. La mujer se acerca
a la cultura desde su derecho como persona, cuando antes este ha sido un
terreno que le había sido negado en muchos aspectos. Muchas de las
alternativas culturales del momento son ocupadas por mujeres, sobre todo
cuando son realmente alternativas, no solo la danza. Se convierten en foros
de reivindicación, a la vez que de expresión de derechos y
necesidades.
Entre las funciones que el folklore cumple
en la sociedad actual, tanto en Euskal Herria como fuera, la de representar
la indiosincracia de la comunidad que lo sustenta es una función
de peso. Hoy en día no se valoran las funcionalides simbólicas
religiosas, toda vez que la fiesta y la danza han sido desprovistas de ellas.
La cultura tradicional de un pueblo, y su
expresión a todos los niveles, define una de sus señas de
identidad más carismáticas en el estado actual de homogeneización
cultural en occidente. Ante la situación tecnológica todos
se presentan del mismo modo. No hay muchas posibilidades de desviación
de la norma. Pero, el folklore lo diferencia ante sus vecinos, quienes se
expresan "de otro modo".
En el pasado, las cosas han sido muy similares
en sus consecuencias, aunque no tanto en las motivaciones. El folklore ha
sido una forma de expresión de la cultura tradicional, digamos natural
o normal. Ha identificado a unos y otros por sí mismo. Sus motivaciones
tenían raíces sociales y religiosas de diversas índoles.
Hoy en día, se busca la diferenciación por medio del folklore,
lo que es francamente distinto. No es suficiente que el folklore nos identifique,
necesitamos que lo haga y para ello reconducimos y potenciamos esa función.
Se dan en Euskal Herria situaciones abundantes
de compartir el folklore entre comunidades de algún modo diferenciadas
tan solo por factores administrativos. Esta realidad también lo ha
sido en el pasado. El trabajo de campo realizado durante las dos últimas
décadas me ha permitido ser testigo de la búsqueda de la diferenciación
dentro de un marco culturalmente homogéneo, y en donde han aflorado
las verdaderas motivaciones para la búsqueda de la identidad diferenciada,
motivaciones de tipo político, económico, debidas a la competitividad
de mercado, etc.
El folklore sigue siendo un marco de afirmación
de la identidad de un "Pueblo". Aún hoy en día en
que su expresión se ve tan reducida en el medio que le es propio,
es reconducida en el medio adoptivo.
Jose Antonio Quijera, miembro de la Sección
de Folklore de Eusko Ikaskuntza |