Folklore y sociedad vasca entre milenios
Jose Antonio Quijera

Desde una perspectiva sociológica, el surgimiento del movimiento de grupos de baile de patrón urbano en Euskal Herria durante este siglo, y sobre todo durante las últimas décadas, está aún por analizar. Sin embargo, puede aportar muchas claves para la comprensión de la evolución social a finales de milenio.

El abandono del medio rural y de los modos de vida tradicionales, a todos los niveles, ha conllevado el deterioro de la fiesta tradicional, la pérdida de muchos de sus elementos, etc. Muchas danzas, y muchos rituales de gran complejidad, han pasado por una fase, reciente, en la que ha desaparecido del panorama festivo local, o han sufrido mermas estructurales importantes.

Posteriormente, con la revalorización de algunas formas de la cultura tradicional, estamos siendo testigos de los llamados "procesos de recuperación". En muchos lugares, la mezcla poblacional antes citada intenta poner en marcha una fiesta ya perdida, o una danza ya olvidada. Quiere ritualizarla de nuevo, a pesar de la descontextualización sufrida. Ocurre que, durante el periodo de abandono, la sociedad ha cambiado. El sistema cultural ya no es el mismo, ni los son los valores sociales. Ello provoca lo que podríamos llamar "adaptaciones" de la fiesta o de la danza a la nueva situación social. Por ejemplo, muchas fiestas son trasladadas al fin de semana, pues la actividad laboral moderna no entiende de santos patronos, de dispositivos simbólicos tradicionales, de relaciones causa-efecto en sistemas religiosos ancestrales, etc. La gente acude al pueblo desde la ciudad en el fin de semana. Se establece un marco social de relación para el momento. La danza convierte en espectáculo incluso en su mismo medio de origen.

Otro ejemplo. El papel de la mujer en la cultura tradicional de Euskal Herria ha sido diferente del que viene cumpliendo en la sociedad tecnológica actual. También lo ha sido con respecto a la danza. En el proceso de recuperación, la adaptación de la fiesta y de la danza lleva a realizar cambios mediante los cuales la mujer pueda también dar salida a su papel no en el mundo tradicional, sino en el urbano moderno. Incluso, aunque no se den situaciones parejas entre uno y otro modo de vida que permitan un transvase de las estructuras, se reclama ese papel convirtiendo la danza en un marco reivindicativo.

A la vez, se dan casos de lugares en los que la tradición en torno a la danza no se ha perdido, y se ha continuado adelante con la fiesta. Pero, los cambios sociales están aquí y afectan a todos los sectores de población. Tampoco aquí han escaseado las adaptaciones, y en más de un caso se han observado tensiones en torno a la danza por llevar a término estas transformaciones.

Incluso, en este muestrario de posibilidades en torno a la danza y a la fiesta tradicional a finales de siglo, se dan algunos casos en los que una población que no tenía noticia de haber poseído un ciclo de danzas tradicional, lo ha creado, a modo de seña de identidad que lo identifique ante otras poblaciones vecinas que sí lo tienen. El modo en que la génesis ha sido llevada a cabo es, siempre y al menos, peculiar.

Mientras tanto, en el entorno urbano de ciudades y pueblos industrializados, engordados a base de la emigración del medio rural a las fábricas, surge un movimiento en torno a la danza tradicional muy fuerte. Rara es la población de Euskal Herria que no cuente con un grupo de baile tradicional. Las grandes ciudades cuentan con varios de estos grupos. En la generalidad de ellos se da una constante. Si existe alguna danza de tradición local, obviamente la desarrollan. Pero, básicamente son grupos que representan danzas de cualquier lugar del territorio, sin preocuparse por su contextualización. Un festival de danzas de cualquier grupo de los muchos que existen en el País permite observar, cómodamente sentado como espectador, y generalmente tras el pago de una entrada (aunque en las fiestas de la localidad la entrada la pague el Ayuntamiento) un repertorio de danzas de lo más heterogéneo en todos sus aspectos, que incluso puede contener nuevas creaciones de mejor o escaso gusto, según los casos. El espectador consume folklore, el grupo se lo da según sus capacidades.

Sin embargo, y pienso que esto es realmente importante, no es una motivación mercantilista lo que ha provocado el surgimiento de estos grupos, ni es el dinero lo que ha movido a los jóvenes a formar parte de los grupos de baile de corte urbano. No es el aliciente económico lo que dio pie a su génesis, ni lo que tira de ellos. Creo que deben buscarse las motivaciones en otros aspectos de índole social. Por una parte, está precisamente el desarraigo que el cambio de modo de vida ha llevado a gran parte de la población, y la necesidad de acercarse a los modos ancestrales, por presentarse de un modo más humano, más rico, e incluso exótico para quienes nunca han tenido contacto con él. Por otra, no han faltado motivaciones de tipo político. Durante un largo periodo de la historia actual de los vascos, la danza tradicional ha sido una de las pocas vías de expresión cultural propia, y ha constituido un entorno de reivindicación importate, obviamente junto a otras posibilidades, culturales e incluso deportivas. De este último aspecto se han derivado consecuencias importantes estos últimos años.

Cuando la expresión política y cultural ha podido ser encauzada por otras vías, la danza tradicional ha dejado de tener el atractivo reivindicativo. Los grupos de baile han entrado en un estado de crisis en el que más de uno ha echado la persiana. Otros, se han encontrado con falta de personas para poder continuar equilibrando los papeles de hombres y mujeres en la danza.

Muchos grupos comentan como problema la escasez de chicos, quienes hoy en día optan por otras formas de expresión, y subrayan la afluencia de mujeres. ¿Acaso la mujer, o al menos un sector importante de ellas, sigue siendo en Euskal Herria la depositaria y transmisora de las ancestrales estructuras culturales, a pesar de los fuertes cambios sociales sufridos?. La idea es poética. Con seguridad, algo de verdad debe haber en ella. Pero, tampoco aquí faltan las consecuencias del cambio social. Se dan factores relacionados con la educación, y la diferenciación de género que todavía se lleva a cabo, diferenciación bien sustentada en el sistema de valores de la sociedad tecnocrática occidental y occidentalizante, pues necesita de ella. Otros, factores son consecuentes con el encauzamiento de los roles en la sociedad de la mujer y del hombre. En este estado social actual, muchas de las adquisiciones de niveles de libertad son aparentes, no son reales ni de fondo.

Debe tenerse en cuenta que en este "salir de la casa al mundo" de la mujer en este momento, va ocupando espacios que antes le habían estado vedados en gran medida. La mujer se acerca a la cultura desde su derecho como persona, cuando antes este ha sido un terreno que le había sido negado en muchos aspectos. Muchas de las alternativas culturales del momento son ocupadas por mujeres, sobre todo cuando son realmente alternativas, no solo la danza. Se convierten en foros de reivindicación, a la vez que de expresión de derechos y necesidades.

Entre las funciones que el folklore cumple en la sociedad actual, tanto en Euskal Herria como fuera, la de representar la indiosincracia de la comunidad que lo sustenta es una función de peso. Hoy en día no se valoran las funcionalides simbólicas religiosas, toda vez que la fiesta y la danza han sido desprovistas de ellas.

La cultura tradicional de un pueblo, y su expresión a todos los niveles, define una de sus señas de identidad más carismáticas en el estado actual de homogeneización cultural en occidente. Ante la situación tecnológica todos se presentan del mismo modo. No hay muchas posibilidades de desviación de la norma. Pero, el folklore lo diferencia ante sus vecinos, quienes se expresan "de otro modo".

En el pasado, las cosas han sido muy similares en sus consecuencias, aunque no tanto en las motivaciones. El folklore ha sido una forma de expresión de la cultura tradicional, digamos natural o normal. Ha identificado a unos y otros por sí mismo. Sus motivaciones tenían raíces sociales y religiosas de diversas índoles. Hoy en día, se busca la diferenciación por medio del folklore, lo que es francamente distinto. No es suficiente que el folklore nos identifique, necesitamos que lo haga y para ello reconducimos y potenciamos esa función.

Se dan en Euskal Herria situaciones abundantes de compartir el folklore entre comunidades de algún modo diferenciadas tan solo por factores administrativos. Esta realidad también lo ha sido en el pasado. El trabajo de campo realizado durante las dos últimas décadas me ha permitido ser testigo de la búsqueda de la diferenciación dentro de un marco culturalmente homogéneo, y en donde han aflorado las verdaderas motivaciones para la búsqueda de la identidad diferenciada, motivaciones de tipo político, económico, debidas a la competitividad de mercado, etc.

El folklore sigue siendo un marco de afirmación de la identidad de un "Pueblo". Aún hoy en día en que su expresión se ve tan reducida en el medio que le es propio, es reconducida en el medio adoptivo.


Jose Antonio Quijera, miembro de la Sección de Folklore de Eusko Ikaskuntza
 


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