El conflicto balcánico está sirviendo,
además de para incrementar el sufrimiento y la pobreza de miles de
personas, para poner a prueba a los medios de comunicación. Y, en
este sentido, existe una gran desinformación. Dejando al margen la
manipulación latente que se origina en cualquier conflicto bélico,
por parte de todos los bandos implicados, es decir, dejando a un lado el
concepto de información de guerra, la sensación que queda,
después de tres semanas de bombardeos, es que los ciudadanos desconocen
lo que está sucediendo, el origen y las causas del enfrentamiento.
Y gran culpa de ello la tienen los medios de comunicación, además
de los intereses y las presiones ejercidas por los estados involucrados.
Cada día, las cadenas de televisión
nos ofrecen nuevas imágenes de la zona del conflicto, pero buscan
más la espectacularidad, en el sentido de sorprender o apenar al
espectador (conmoción de su ánimo), que la información.
Podemos ver grandes desplazamientos de población, casas derruidas
presumiblemente por los efectos de los ataques aéreos, campos de
refugiados abarrotados, serias declaraciones oficiales de los máximos
responsables occidentales... en definitiva, vídeos y más vídeos
que, en el fondo, aclaran muy pocos interrogantes.
Con las radios sucede algo parecido. En sus
informativos, con una periodicidad diaria muy superior a la de los televisivos,
dedican varios minutos al conflicto pero, por lo limitado del tiempo, lo
tienen que hacer casi en forma de flashes y éstos, como en las cámaras
fotográficas, lo único que producen es un destello, un golpe
de luz -en este caso, de información- que impacta. Por tanto, a través
del medio radiofónico, lo que, sobre todo, recibe el oyente son impactos
informativos, que, aparte de la capacidad de retención, adolecen
de falta de profundidad. Y mejor no hablar demasiado de ese grupo de listillos
que forman los denominados tertulianos, tan de moda ahora. De sus bocas
se pueden escuchar frases lapidarias, sentencias con tintes de absolutismo,
que no son otra cosa que, como decimos normalmente, burradas o, si se prefiere,
chorradas, fruto de la ignorancia y del afán de protagonismo; demuestran,
en muchos casos, que tienen un ego demasiado inflado y hueco a la vez, como
si de un globo verbenero se tratase.
Por tanto, ¿dónde podemos buscar,
y hasta encontrar, un tratamiento informativo en profundidad de este conflicto
bélico? En los periódicos. Pero no nos engañemos. Pese
a la cantidad de noticias que publican día a día, pese a los
alardes infográficos, en muchas ocasiones más cercanos al
cómic que al rigor, no han explicado o no han dedicado espacios exclusivos
a informar sobre el origen de la problemática balcánica, sobre
las causas que han llevado a que albaneses, albanokosovares, serbios, bosnios,
montenegrinos, macedonios y vaya usted a saber cuántos grupos étnicos
o raciales más, no se soporten e, incluso, deseen eliminarse los
unos a los otros.
Aquí reside la mayor paradoja. Cuando
rozamos ya la llegada del XXI, del tercer milenio, cuando hemos asistido
a lo largo del siglo actual a una auténtica revolución de
la comunicación, nos encontramos con que el medio más antiguo
-no anticuado- da ejemplo informativo a sus dos hermanos menores (radio
y televisión), que, sin embargo, son los que más se han servido,
más han aprovechado los avances tecnológicos, las telecomunicaciones.
¿Querer y no poder? o ¿poder y no querer? De nuevo, vaya usted
a saber. Los ciudadanos continúan siendo agentes pasivos, ajenos
al proceso informativo, meros receptores de noticias, tragones universales
de información, imposible de asimilar.
Sería injusto, por último, olvidar
al último medio aparecido, al que soporta estas líneas, a
la compleja red de Internet. Desconozco lo que puede llegar a dar de sí
aunque me da en la nariz que sus posibilidades son ilimitadas y que acarreará
más de un problema por el desorden, por la falta de regulación
existente y, sobre todo, por los intereses de controlar la red. Lo que sí
es cierto es que, como soporte, aglutina a los tres medios clásicos.
Una página web permite disponer de textos, sonido e imagen, y ésta
pueda ser, incluso, animada. Es decir, Internet se constituye en una radiotelevisión-periódico
muy diversa y completa. Un abanico inmenso de información a la carta,
a gusto del consumidor. Algunas voces especializadas ya han augurado que
significará el final de muchos medios, que acabará dando la
puntilla a la prensa escrita y a muchas cadenas de radio y televisión.
Sin embargo, mucho tiene que llover para que esto suceda ya que Internet
tiene que resolver un gran problema, la mundialización normalizada
de su uso. La red está ahí pero quienes la utilizan son una
minoría, y menos son todavía los que saber usarla. Estamos
ante la nueva navegación del milenio, pero faltan tripulaciones y
capitanías. Internet, hoy en día, se erige en la mejor muestra
de que este mundo, de que el planeta se mueve a dos, tres, cuatro...o veintisiete
velocidades, las que quieran, y, como lógica consecuencia, unos avanzan
más que otros.
De cualquier modo, aunque la red se instale
en todos los rincones, en todos los hogares, como si de un electrodoméstico
más se tratase, será imposible que llegue a sustituir al periódico,
porque el tacto desempeña también su papel, porque no es lo
mismo contemplar la fría pantalla de un ordenador que disfrutar pasando
páginas de papel periódico, después de la comida en
una cómoda butaca, mientras se saborea el martini en una terraza
o en el cuarto de baño mientras... una práctica bastante extendida
y asentada, según las voces que se oyen en cualquier lugar.
De momento, y regresando al presente, lo realmente
importante es que Los Balcanes dejen definitivamente de arder. Lo demás,
si tiene que llegar, llegará.
Koldo Larrea, Jefe de la sección de
Opinión y de Suplementos de El Periódico de Alava. |