Fue hace ya unos
dieciocho o veinte años, probablemente hacia el final de mi primer
año de licenciatura, cuando hablé por primera vez con Manuel
Agud en la enésima sede del Seminario Urquijo de la Diputación
Foral de Gipuzkoa, en torno a la lingüistica y la filología,
principalmente sobre lingüistica histórica vasca. Desde luego,
yo era todo oídos: no es fácil decir la emoción que
supuso para mí, que a la sazón no tenía sino un pequeño
diccionario en prensa en ASJU -publicación inesperada de un
trabajo complementario de clase- el conocer a Don Manuel. Un par de años
antes había pasado un verano entero en la segunda planta (por aquel
entonces de investigadores...) de la Biblioteca de la Plaza Gipuzkoa- sólo
y a mis anchas (creo que vi una vez a Akesolo y otra a Irigaray)- fichando
las obras de Etxeberri de Ziburu y curioseando en los tesoros de Urquijo;
al término, la directora Milagros Bidegain me había regalado
precisamente el Dictionarium Linguae Cantabricae que en 1958 habían
preparado Koldo Mitxelena y Don Manuel; al cabo de los años, tengo
la impresión de que alguna influencia ha tenido en mi actividad.
Desde entonces, a medida que mi relación
con el Seminario y con su Anuario iba aumentando, el trato mantenido
con Don Manuel ha resultado sumamente enriquecedor para mí: a pesar
de que ha habido quien pensaba que la lingïstica histórica era
una antigualla obsoleta (¡ qué dirán ahora!), quien
tuvo como colegas a Lafon, Irizar, Tovar, Corominas, Bouda...podía,
además de suscitar interés por el trabajo de estos, dar detalles
que ayudaran a esclarecer determinados aspectos (no sólo académicos)
del mismo.
Por otra parte, Don Manuel, que desde 1953
en adelante, desde los mismos inicios del Seminario, ha trabajado en el
mismo todos los días, silenciosamente y sin descansos, y sin cobrar
un real, se convirtió en un modelo ético para más de
uno de nosotros, principiantes que veíamos más extendidas
otras inclinaciones como la lexicografía, la gramatología,
la salvación de la lengua o la industria cultural que la afición
por la filología.
Don Manuel Agud ha producido en casi medio
siglo otros trabajos, más personales si se quiere, sobre la toponimia,
antroponimia, la historia y -sobre todo- los préstamos latinos; no
obstante, su campo favorito, aquel que motivará que su nombre permanezca
muchos años entre nosotros es otro. Este hombre del "antiguo
régimen" (a no confundir con el Régimen Anterior) ya
se había hecho cargo de reunir, clasificar, organizar y examinar
todo lo que sobre la procedencia de las palabras vascas se había
escrito aquí o allá, por éste o por aquél, por
una u otra razón, no sólo hace doce años cuando nos
dejó (algo antes que Koldo Mitxelena) su compañero de tarea
Antonio Tovar, sino muchas décadas antes; se trata, precisamente,
de Materiales para un Diccionario Etimológico de la Lengua Vasca,
que desde 1988 hasta ahora ha llegado a publicarse hasta la letra O- en
varios tomos y que finalizará su ya larga andadura de redacción
y publicación en los próximos años, con la ayuda de
Dios y de gentes más cercanas, incluida la de jóvenes especialistas
de las nuevas generaciones. En gran medida le deberemos a él, no
sólo como euskaldunes o como vascófilos, sino también
como vascólogos el no tener que continuar haciendo y deshaciendo
como parece que fuera nuestro sino en este campo en el futuro. A un miembro
del Seminario Urquijo, incluso al mísmo Urquijo, puede que tal honor
parezca suficiente pago al empeño de toda una vida.
Joseba A. Lakarra, miembro del Seminario de Filología
Vasca "Julio de Urquijo" |