La Sociedad Cultural Elhuyar
lleva años dedicándose a la divulgación de la
ciencia en euskara. En más de una ocasión nos
hemos dicho unos a otros que nos hemos formado
caminando. Echando una amplia mirada hacia
atrás, enseguida me doy cuenta de que la
práctica, además de haber servido para
aprender, ha permitido que el ámbito de la
divulgación en euskara se haya extendido y
enriquecido. Claro que el mérito no es
únicamente nuestro, como tampoco la totalidad de
las lagunas con que el lector puede encontrarse
se deben a nosotros. ¿Quién hubiera dicho hace,
por ejemplo, 25 años, cuando la revista Elhuyar
vio la luz por vez primera, que en pocos años
(¿qué son 25 años en la historia de un país?)
la divulgación científica en euskara fuera a
extenderse en la radio, la televisión y en los
medios de comunicación escritos? Tendríamos que
preguntárselo a los impulsores de entonces,
desde luego. Yo he llegado más tarde al carro de
la divulgación de la mano de Elhuyar, y, a
petición de los amigos de Eusko Ikaskuntza, voy
a echar ante ustedes un vistazo al trabajo
realizado durante estos años. Teniendo en todo
momento presente lo enunciado en el titular: es
el escarmiento el que nos ha instruído; el
euskara se ha capacitado gracias a la
experiencia, y también quienes queremos valernos
de él en el trabajo diario. La Cultura Universal
Nuestra sociedad
está cada vez más tecnificada. La ciencia y la
tecnología son, para cualquier cosa y
dondequiera que estemos, componentes básicos de
nuestro modo de vida cotidiano. Muchas veces, la
mayoría de ellas, nos valemos de los medios que
la ciencia y la técnica ponen a nuestra
disposición sin apenas darnos cuenta,
considerándolos casi siempre natos, naturales. Y
es que esta sociedad de fin de siglo es una
sociedad que ha crecido, se ha estructurado y
quiere afianzarse de la mano del desarrollo
tecnológico. La cultura científica es más
parte de la Cultura Universal que nunca, aun
cuando algunos decidan planificar sus programas
de estudio dándole la espalda. ¡Paradojas de la
vida! Estamos más supeditados al desarrollo que
nunca, pero la separación existente entre la
sociedad y la clase científica es igualmente
mayor que nunca. ¡Esperemos que no seamos
capaces de crear la nueva "casta" de
los dirigentes! Para la población, la ciencia
muestra casi ininterrumpidamente las dos caras de
la misma moneda: el desarrollo científico puede
ser o Dios o el diablo, según los
acontecimientos del momento o de la conveniencia.
Sería más comprensible si así fuera, pero qué
le vamos a hacer; la ciencia y la técnica no son
la varita mágica que nos vaya a organizar
nuestro moderno modo de vida. De todos modos, el
hecho de saber que la ciencia que endiosamos
puede servir para hacer diabluras, nos da una
clara lección: la ciencia "per se" no
es buena o mala; lo perjudicial o beneficioso,
con tal de serlo, será el uso que los humanos
hagamos de ella.
Pensemos que todo
esto es una reflexión realizada sobre papel (o
ciber-papel); no obstante, opino que es objeto de
una larga discusión. En una democracia que va
más allá de las formas, los ciudadanos
deberíamos tener una participación directa en
temas básicos, y uno de ellos es, a mi parecer,
la política de la ciencia.
En los últimos
dos siglos, las sociedades avanzadas hemos
conocido un desarrollo científico-técnico sin
precedentes. Hoy en día esa expansión sigue
siendo increíblemente rápida; estamos
presenciando nuevos descubrimientos, nuevas
aplicaciones y, en general, perspectivas que
hasta hace muy poco resultaban impensables. Como
bien se puede apreciar, el fin último del
desarrollo científico es y debe ser el
ciudadano, porque todos estos logros se dirigen a
él. Pero la ausencia de una información
adecuada acentúa la separación entre la
comunidad científica y la sociedad.
Esta situación
nos demuestra con claridad que las estructuras de
comunicación son defectuosas. Así que no es de
extrañar observar en la sociedad posturas que
parecen ser contrapuestas; en lo que respecta al
desarrollo tecnológico y científico, por un
lado pensamos que es el culpable de todos los
males de nuestra sociedad, y por otro, se infunde
una convicción que puede ser tan perjudicial
como la anterior, es decir, la de considerarlo
solución milagrosa de todos nuestros problemas.
Entre las tendencias en torno a la ciencia y la
tecnología están asimismo presentes la falta
absoluta de interés, la desconfianza y opiniones
ligeras sin ningún fundamento. Y, además, a
todo esto se le debe añadir la falta de
credibilidad que provoca el no tener una
información adecuada, correcta y comprobable.
Desgraciadamente, hay muchos ejemplos que
demuestran todo lo dicho.
La sociedad exige
una información correcta, porque tiene que estar
al corriente de lo que está financiando: su
valor, sus aplicaciones, las nuevas oportunidades
que crea, los problemas sociales que puede
solucionar y también, evidentemente, los nuevos
problemas que puede suscitar. La difusión de la
cultura científica no sólo responde a la
demanda de la sociedad; esa información responde
igualmente a la necesidad del desarrollo, porque
la sociedad sensibilizada con las necesidades de
la ciencia estará deseosa de promover novedosas
acometidas.
Los medios de
comunicación de masa ante la ciencia
Los medios de
comunicación influyen directamente a millones de
ciudadanos; tienen una capacidad cada vez mayor;
además, la facultad de transmitir la
información se ha ido multiplicando en estos
años. Los medios de comunicación deberían
impulsar la cultura científica en su integridad,
pero no es ésa la actitud principal que con
carácter general se percibe hoy en día.
Exceptuando unos casos, la información
científica continuada apenas tiene lugar en los
medios de comunicación de nuestro alrededor;
además, esas manifestaciones no se miden más
que por el impacto y la vistosidad, y, claro,
normalmente esos criterios no coinciden con las
necesidades de los productores de ciencia.
Además, los
contenidos que se tratan en esas presentaciones
no suelen ser los más adecuados. No se dan a
conocer noticias más que de gran impacto
momentáneo, espectaculares, polémicas y con
frecuencia negativas. Salta a la vista que estas
noticias casi no tienen absolutamente nada que
ver con la dimensión real del desarrollo
científico-técnico.
Y a pesar de
todo, ¡caminamos!
En Elhuyar, tal
como hemos manifestado al principio, llevamos
años trabajando en todo esto y, precisamente
éste, la revista Elhuyar. Zientzia eta
Teknika ("Elhuyar. Ciencia y
Técnica") cumplirá 25. La revista es
nuestro signo, pues un buen número de proyectos
que son ya realidad palpable han sido
desarrollados gracias a ella. Hacia el año 1992
creamos el servicio ZETIAZ, un servicio
informativo para la divulgación de la ciencia.
Elhuyar produce y dirige Norteko Ferrokarrilla
("El Ferrocarril del Norte") todas las
semanas en Euskadi Irratia. Y desde enero
producimos el programa Teknopolis/Tecnópolis
para la primera y segunda cadena de ETB. En torno
a estos aspectos, la red de colaboradores que
desea divulgar la ciencia del País Vasco y
extenderla se está aumentando y ampliando.
He tratado de
mostrar el contexto. Siendo consciente de que se
trata de un ámbito cuya importancia irá en
aumento, se puede afirmar sin lugar a dudas que a
quienes trabajamos en la divulgación de la
ciencia nos queda mucho por hacer. Tendremos que
seguir acumulando escarmientos.
Pili Kaltzada,
periodista científica |