Un teatro sin autores
David Barbero
Existe la impresión de que el teatro en Euskadi está entrando en una etapa más próspera que la existente en las últimas décadas. Esta impresión subjetiva está siendo confirmada por las cifras.
Estas cifras dicen que cada vez se representa más teatro en los escenarios vascos. Hay obras producidas aquí que adquieren éxito en el exterior. Incluso desde fuera se dice tener envidia sobre el movimiento teatral existente en las localidades y capitales vascas.
Los comentaristas más prudentes reconocen también estos buenos indicios. Los pesimistas a lo sumo, se permiten advertir que, en el teatro, los buenos tiempos no suelen durar mucho. Los más prácticos insisten que lo más importante es colocar bases sólidas para que el desarrollo no se trunque al menor viento que entre por la puerta.
En este panorama, hay a mi juicio, un aspecto digno de ser tenido en cuenta. Este resurgir del teatro se está haciendo casi sin la participación de los escritores dedicados a la creación de textos teatrales. Esta ausencia de los autores no es exclusiva del teatro vasco. Es compartida por el panorama del teatro español, y en lo que se conoce, tampoco está lejana del horizonte internacional.
Si, por ejemplo, una persona tiene la curiosidad de analizar la cartelera de los teatros de una ciudad grande, como puede ser Madrid, le será difícil encontrar nombres de autores vivos que escriben textos teatrales en el estado español.
De los muchos escritores que integran la asociación de Autores de Teatro, muy pocos son los que logran que sus textos se mantengan en las carteleras. Casi todos consideran un gran éxito conseguir una mera lectura pública de lo que ha escrito para ser encarnado por actores sobre un escenario.
La mayoría de las obras que se escribían corresponden a adaptaciones de textos clásicos, novelas o composiciones colectivas salidas de los procesos de ensayos en las diferentes compañías o grupos.
Esta misma ausencia de los autores se puede encontrar en las actuaciones de la administración. Tomemos como ejemplo lo que sucede con el gobierno vasco. En las normas que rigen la concesión de subvenciones para montajes o producciones o giras teatrales, se especifica que esas ayudas sólo podrán concederse a compañías vascas, formadas por empresarios, directores y actores de aquí. Sobre los autores de las obras que optan a las ayudas, no se pone esa misma exigencia. Incluso si se propone la adaptación de un clásico, de una novela o una obra de un autor de fuera, se tiene muchas más posibilidades de conseguir la subvención, ya que se considera un proyecto de más entidad.
En la valoración de este hecho, existen opiniones diversas. Lógicamente las más críticas corresponden a los propios autores, que se sienten excluidos de un proceso en el que desean participar y ven rechazado un trabajo en el que han puesto mucho esfuerzo.
Pero también hay quien dice que no se pierde mucho con excluir a los autores. Otros consideran beneficioso el hecho de que sean los directores de los auténticos autores de todo el espectáculo teatral. Argumentan que eso mismo sucede en el cine, donde el guionista es un elemento secundario y absolutamente superditado a la autoría del director.
Un análisis sobre la decadencia del teatro señalaba, hace algún tiempo, que la disminución en la influencia social del teatro coincide con el descenso en la consideración de los autores. Cuando los directores se han apropiado en exclusiva del mango de la sartén teatral, es posible que el arte escénico haya mejorado como espectáculo, que guste más y que divierta de un modo más eficaz. Pero apartir de ese momento, el teatro ha dejado de transmitir ideas e incidir en las polémicas y preocupaciones de la sociedad. Quienes han deseado contradecir esta opinión, sólo han tenido que atribuírsela a un autor teatral para descalificarla.
Dentro del colectivo de autores de teatro, también existen posiciones diferentes ante ese hecho. Unos reconocen la existencia de esa exclusión. Otros la atribuyen a circunstancias muy pasajeras. Tampoco faltan los que auguran el próximo fin de todo el teatro y todos los oficios escénicos tras la desaparición de los autores.
Existen, sin embargo, autores teatrales que han propuesto la conveniencia de realizar la autocrítica sobre su actuación, sobre el papel desarrollado hasta ahora, sobre la falta de adaptación a los nuevos tiempos y sobre su automarginación, en muchos casos, dentro de torres de marfil de vanidad y falsa superioridad.
Esta propuesta de autocrítica incluye también el análisis de fórmulas nuevas que lleven a los autores de teatro a recuperar el lugar perdido y la reincorporación a un trabajo común con los otros oficios teatrales. Se trataría de aprovechar precisamente, esta bonanza en el panorama general del teatro para lograr esa integración.
Pero si los momentos de bonanza son cortos en el mundo del teatro, urge aprovechar el tiempo para lograrlo.

David Barbero, periodista
 


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