Pablo Antoñana, escritor
"Vivimos en una tierra que es más bien una finca particular"
Marta Guruziaga

Pablo Antoñana no cree en verdades "enteras y de una pieza". Las rotundas fes le son tan ajenas como natural le resulta practicar sistemáticamente el ejercicio intelectual de la duda. Su literatura es todo menos complaciente. Nacido en la cama, cuarto y casa donde vivió y murió Navarro Villoslada, sus novelas, relatos y columnas, ubicadas lejos del vertiginoso cosmopolitismo urbano, le han convertido en una de las firmas más representativas de la narrativa contemporánea. Este escritor que nos reconcilia con la madre tierra y con la naturaleza, reconoce que no le es posible librarse de la sombra negra que desde la Guerra Civil le acompaña.

-Como Faulkner con su imaginario condado de Yoknapatawpha, Antoñana es el padre creador de un universo literario centrado en el diminuto país de su invención, la República de Ioar. ¿Cómo describirías este "trozo merindano" a un internauta cualquiera de la otra punta del globo?
El odio, el amor, la tristeza, la fraternidad... son sentimientos instalados en el ser humano. Yo hablo de lo que conozco y el corazón de ese hombre que conozco y del que hablo es, con sus diferencias culturales, el mismo aquí, en un cantón chino o en una isla de Japón. Al final, como se ve en Benet, en Tolstoi o en Landero, para ser universal hay que ser local, y este pequeño país, como el de Faulkner o el de Baroja -la República del Bidasoa, "sin curas, moscas ni carabineros"-, tiene un sentido universal.

-Junto a virtudes como la capacidad para ser hospitalarios, respetuosos de sus mayores y de sus seres queridos, o para ser dignos en la derrota, hay quien ha constatado entre los habitantes de Ioar un punto de escepticismo y descreimiento. Se les ha atribuído también un talento desmesurado para el sarcasmo. Como personaje de ese mundo, ¿lo consideras una suerte o una desgracia? En tu caso, ¿compensa ser un "ciudadano disidente"?
Ese aire un poco escéptico, distraído, socarrón no es sino una defensa del aldeano que está acosado por la naturaleza, por la prepotencia de los amos... A mí la palabra compensar no me gusta, porque uno está determinado a ser disidente, mientras que otro, por motivos psicosomáticos, sociales, o por lo que sea, está llamado a ser obediente, disciplinado. Y, claro, es una desgracia ser un hombre que mira alrededor con ojos inquisitivos, de aproximarse a la verdad -sólo aproximarse, pues la verdad no es encontrable-, de separar la paja del trigo, porque la sociedad es un cerco. Lo establecido no es cuestionable. La gente no quiere problemas, no quiere dudar de nada, cuando resulta que la duda ha sido siempre el motor de la ciencia y de la historia. Si el hombre no hubiera dudado estaríamos todavía en las cavernas o en la esclavitud. Cómo va a compensar, si para mí es un drama ver alrededor una especie de rebaño que se deja llevar; ver que se impone lo que yo llamo la triple P: hay un amo que tiene el "Poder"; el poder utiliza a un "Pastor" que lleva el rebaño; y el pastor se sirve de un "Perro" para llevar a las reses.

-Tu habla, rica, precisa, clara, exacta y pulcra está, dicen, en vías de extinción. ¿Lo crees así?
Hasta en los pueblos se habla ya como habla la televisión. Es una pena y son las capas superiores -políticos, periodistas- las que están desfigurando la palabra. Están inventando una jerga. Los políticos tienden a ser oscuros. Son oscuros porque no saben lo que dicen o porque no tienen nada que decir y entonces envuelven su falta de conceptos con palabrejas que no entienden ni ellos.

-¿Hay algún escritor joven con el que te sientas especialmente identificado?
La verdad es que no veo todo lo que va saliendo, porque ni siquiera tendría tiempo para leer lo que tengo pendiente. Hay gente que escribe bien, pero eso no significa que vayan a llegar a hacer lo que yo llamo literatura de verdad. Porque literatura no es escribir correctamente. Suele pasar, además, que encuentras gente que apunta, pero que no sabes luego por qué derroteros irá. Hablando del panorama más cercano, eso me ocurrió en su día con Ramón Irigoyen. A mí me gustaba el Irigoyen de los comienzos, cuando hacía poesía. Pero, luego siguió por otro camino... Yo también dejé la poesía y ahora lo siento. La dejé casi cuando empecé a escribir. Me inspira mucho respeto. La poesía exige mucha precisión. La imagen está concentrada en muy pocas palabras, pero, además, lo que hace falta es que exista esa imagen. Poesía no es cualquier cosa, como tampoco es arte abstracto todo lo que se ve por ahí. A más de uno yo le diría, mira, haz esta prueba: no coloques las palabras en verso libre; ponlo todo seguido, todo seguido... y verás que churro te ha salido.

-En el casco viejo pamplonés y con José María Jimeno Jurío y Jorge Cortés Izal como compañeros de fatigas -y risas- has dedicado no pocas tardes al aprendizaje de la Lingua Navarrorum. Junto a ellos y a otras personas ilustres se te pudo ver respaldando la campaña "Bai Euskarari", apoyada por miles de navarros el pasado mes de diciembre. Escasas semanas después, asistimos a la dimisión del Consejo del Euskara. ¿Qué se puede hacer ante este panorama?
No lo sé. Soy muy pesimista. Testimonialmente uno puede estar en la brecha, por el euskara. Pero al final está en manos de los políticos y el político es una persona que lee poco, y que habla mucho y mal. El partido es como una secta religiosa con su Papa o jefe del partido, con unos cardenales que se reunen en el cónclave o ejecutiva, y unos obispos o dirigentes locales. El votante es el fiel cristiano; igual que se comulga por Pascua Florida, en esto que llaman democracia se vota cada cuatro años. Así, poco podemos hacer. Los políticos de aquí, aunque saben que el euskara es riqueza, porque lo saben, claro que lo saben, reciben unas consignas de Madrid y no pueden plantearse otra cosa. El desacuerdo con la cúpula no cabe en el sistema. Si disientes estás excomulgado. Como bien dijo alguno, "el que se mueve no sale en la foto".

-En alguno de tus libros te preguntas para qué sirve el escritor. Y el periodista, ¿para qué sirve, si es que sirve para algo? Tal y como hoy se practica, ¿te merece respeto la profesión periodística?
Sirve para mentir, para manipular. El periodista está a sueldo y la empresa periodística no tiene nada que ver con la libertad de expresión. El periodismo no es información sino formación y cada medio es un púlpito. No es que al lector se le dé lo que pide, sino que a través del periódico, se le suministra lo que el suministrador apetece. Algunos profesionales pueden gozar de cierta libertad, por tener una fama ya adquirida. Te hablaría de Gabriel Albiac, Javier Ortiz, Manuel Ferrer, Raúl del Pozo, Umbral... Eduardo Haro Teglen es un hombre de duda y de disidencia. Estos tienen un sitio aunque sus ideas puedan no ser coincidentes con las del empresario. Pero ya ves que son muy pocos y en todos los casos, la independencia es relativa; a mí me gusta mucho una frase de Bergamín: "Como no soy objeto no soy objetivo, como soy sujeto soy subjetivo".

-La tuya es una firma habitual entre los columnistas de prensa...
Yo rehuyo la política. Sólo así puedo ir por libre.

-Dice Bernardo Atxaga que el oficio literario, además de cansar más, es "más salvaje y más peligroso" que otras muchos. ¿Qué nos dirías a los aprendices de escritores para animarnos un poco?
Es verdad que la vocación de escribir es una enfermedad incurable, una especie de neurastenia. Por otra parte, uno se encuentra solo. Pero es que cuanta más soledad padece el escritor, mejor escribe. El poder magnifica a los que le sirven pero si a uno el poder le mima, quizá escribirá peor, porque el dinero lo empuerca todo. El verdadero motor de la literatura ha sido siempre el pensamiento rebelde. De todas formas, yo creo que los tiempos proclives a la libertad ya han pasado. Hubo una época en la que el obrero, la mujer, los intelectuales..., después de haber estado acogotados por el pensamiento único de la Iglesia -el pensamiento único no es un invento de ahora-, vislumbraban la esperanza de llegar a una sociedad en la que efectivamente la libertad fuese real. Este periodo, en el caso de España, por ejemplo, culminó con la Segunda República, porque, ante lo vertiginoso de los acontecimientos, la reacción de la oligarquía, la iglesia, el ejército, rompió el proceso. Rompieron el proceso y roto está. Y ahora es difícil de recuperar, porque hemos llegado otra vez al pensamiento único. Prima el economicismo. Antes el castigo era tener que trabajar -"ganarás el pan con el sudor de tu frente"- y ahora es no tener trabajo. Dickens denunciaba la explotación infantil y reivindicaba los derechos negados. Ahora nos encontramos en la misma situación, con la diferencia de que no hay novelistas como él para reclamar nada. Se da por supuesto que si uno no trabaja es porque no quiere o que si no tiene éxito es porque no vale.

-Teniendo en cuenta que el de escribir es un camino que suele elegirse voluntariamente, ¿qué te ha aportado para haber sido tan fiel a él?
He tenido no sé si la buena o mala suerte de estar metido en un pueblo, con paz y sosiego, quizá demasiado, para escribir como he querido. Pero eso fue también un perjuicio, por no haberme podido promocionar. La soledad es dura y aquí también hay que sufrirla porque vivimos en una tierra que es más bien una finca particular. Esta es tierra de restricción de pensamiento. Aquí más que en ningún otro sitio puede hablarse de pensamiento único.

-En el homenaje que Eusko Ikaskuntza le tributó en San Gregorio Ostiense, Javier Eder dijo que a Pablo Antoñana se le hurtó durante largo tiempo el reconocimiento que merecía. Se recordó también en aquella ocasión que la novela "Cuerda rota", finalista del Premio Nadal, permaneció inédita hasta no hace mucho. Fue precisamente aquel año del homenaje cuando pareció despertarse la conciencia institucional sobre el valor de tu obra y se te vinieron a acumular las ceremonias y los protocolos, el Premio Príncipe de Viana de la Cultura... ¿Te ha cambiado en algo el haber salido del
ostracismo oficial?

A mí lo que de verdad me cambió fue que un grupo de jóvenes sacasen mi novela "Pequeña crónica". Entre ellos estaba Txema Aranaz, que luego se hizo editor. Eso sí que fue algo importante. Ese reconocimiento ha hecho que, al menos en los últimos años de mi vida, esté tranquilo y satisfecho.

-Algunos escritores de éxito se lamentan del peso que añade la presión y el poder de las grandes editoriales, de la crítica... ¿Tienen motivos para quejarse o puede uno mantenerse voluntariamente al margen de ese mundo si quiere vivir de la escritura?
Ahora está el agente literario, que te lleva y te trae, el editor, el distribuidor, el crítico... El escritor es un personaje a sueldo. Se le da un adelanto y luego se le presiona. Si uno quiere vivir de la escritura vivirá mal.

-¿Qué libro no deberíamos dejar de leer?
Yo nunca aconsejaría un sólo libro. Yo aconsejaría leer todo lo que se pueda.

-Dijo Torrente Ballester que los historiadores "mienten con documentos" y los novelistas "con la imaginación". Para quienes no tuvimos que vivir la Guerra, ¿qué nos recomiendas, un libro de historia o una novela?
Las dos cosas. A mí me han estremecido especialmente los libros sobre la represión, que cuentan los hechos desde el prisma del vencido.

-¿Qué te traes entre manos?
Sólo puedo decirte que si no escribo estoy inquieto. Por otro lado, un escritor es también un gran lector. A mí me gusta leer de todo. Lo mismo me da que sea bueno o malo. Siempre he sido un hombre curioso y sigo siéndolo. Te diré también que eso tan redicho de "la inspiración no existe", eso es una verdad como un templo. A andar se aprende andando y a escribir escribiendo. La confirmación práctica de que uno se "hace" te la da la lectura de las cosas que escribiste hace veinte años. Hace poco quemé en el huerto una pila de papeles viejos. Me daban mucha vergüenza.




PABLO ANTOÑANA (Viana, 1927)

*BIBLIOGRAFIA*

  • El aguilucho herido. Cuento. Madrid. Revista "Domingo", 1948.
  • El Capitán Cassou. Novela. Segundo premio de novela corta en el concurso "Acento",Madrid, 1959. Publicada con otras narraciones bajo el título "La vieja dama y otros desvaríos", Pamplona, Gobierno de Navarra, 1993.
  • No estamos solos. Premio "Sésamo" de novela corta 1961, Madrid, A.U.L.A., 1963. Pamplona, Pamiela, 1993.
  • El tiempo no está con nosotros. Premio de Cuento "Ciudad de San Sebastián", 1961.
  • La cuerda rota. Novela finalista del Premio Nadal 1962. Pamplona, Pamiela, 1995.
  • El sumario. Barcelona, Plaza y Janés, 1964. Pamplona, Pamiela, 1984.
  • Pequeña Crónica. Premio "Ciudad de San Sebastián" de novela corta, 1973. San Sebastián, revista "Kurpil", 1975. Pamplona, Pamiela, 1984.
  • Joelle, mi amiga. Premio "Ciudad de Tudela" de cuentos, 1976.
  • Relato cruento. Primer premio de novela corta en castellano "Navarra 77", CAMP, 1977.Pamplona, 1978. Pamplona, Pamiela, 1996.
  • Botín y fuego y otros relatos. Editorial ZYX, 1979. Pamplona, Pamiela, 1985.
  • Patrañas y otros extravíos. Pamplona, Pamiela, 1985.
  • Noticias de la Segunda Guerra Carlista. Pamplona, Gobierno de Navarra, 1990. Colección "Panorama", nº. 16.
  • La vieja dama y otros desvaríos. Pamplona, Gobierno de Navarra, 1993.
  • Memoria, divagación, periodismo. Pamplona, Pamiela, 1996.


Fotografías: Marta Guruziaga y ARGIA.


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