El
estudio de los emblemas heráldicos den el arte medieval navarro:
objetivos, metodología y vías abiertas a estudios similares. |
Javier
Martínez de Aguirre |
En 1996 apareció la publicación
Emblemas heráldicos en el arte medieval navarro, fruto de
varios años de colaboración entre sus autores, Javier Martínez
de Aguirre y Faustino Menéndez Pidal. Se trata de una experiencia de investigación
pionera que sirve muy bien para ejemplificar las posibilidades que brinda
el estudio de los emblemas heráldicos a todos los interesados por
nuestro pasado. De ahí que resulte adecuada su inclusión en
el Coloquio Internacional sobre "La heráldica como fórmula
para interpretar el paso del medievo a la modernidad (siglos XV y XVI).
Símbolos, semióticas e historia".
El estudio ofrece información de muy distintos géneros, desde
lo más objetivo, como pueda ser la asignación de cronología
a una obra o el conocimiento de su promotor, hasta lo más interpretativo:
razones y procedimientos de mecenazgo, filiaciones estilísticas,
historia de las mentalidades, etc.
En su origen está la constatación de la utilidad que tuvo
el análisis de los escudos existentes en grandes obras arquitectónicas
góticas navarras, como la catedral de Pamplona, Leire y Ujué,
en el curso de la tesis doctoral de J. Martínez de Aguirre que se
publicaría con el título Arte y Monarquía en Navarra
1328-1425 (Pamplona, 1986). Fue entonces cuando comenzó la colaboración
entre los autores, que pertenecían a áreas de investigación
histórica diferentes: más centrado en cuestiones heráldicas
F. Menéndez Pidal y más orientado hacia la historia del arte
medieval J. Martínez de Aguirre. Gran parte de lo que de positivo
pueda tener el estudio aquí comentado radica en la fructífera
colaboración entre ambos campos del saber.
Los objetivos iniciales eran ambiciosos: abordar todas las obras artísticas
medievales navarras en que figuraran emblemas heráldicos para extraer
lo que dicha presencia pudiera implicar. El ámbito geográfico
era abarcable y casi similar a lo que fue en los siglos bajomedievales el
reino navarro. El ámbito cronológico también: desde
la aparición de los emblemas heráldicos en el siglo XII hasta
la conquista del reino en 1512. Con el tiempo y la profundización
se vio que podíamos ir más allá: eran muchas las perspectivas
que se iban abriendo, tanto desde el punto de vista histórico-artístico
como desde el heráldico, no sólo en el campo de cada obra
en concreto, sino sobre todo a la hora de establecer análisis de
comportamiento a mayor escala.
Como decíamos, con la investigación se ha conseguido un mejor
conocimiento del arte medieval navarro en su faceta cronológica,
en lo referente a las filiaciones artísticas, en las cuestiones de
mecenazgo, en la interpretación de los programas iconográficos,
en la secuencia de los repertorios ornamentales, etc. No ha faltado incluso
el descubrimiento de alguna obra rehecha o quizás falsificada. Y
todo ello no en piezas sólo relevantes para especialistas, sino en
empeños de la calidad de las catedrales de Pamplona y Tudela, del
monasterio de Leire, del santuario de Ujué, etc., por no citar sino
obras de importancia europea.
Además se ha conseguido un corpus de los emblemas heráldicos
presentes en estas obras, que con las muestras sigilográficas, los
armoriales y las referencias escritas constituyen el bloque de lo que hoy
podemos saber acerca de los emblemas heráldicos en tiempos medievales.
Y se ha avanzado de manera considerable en lo que respecta al uso que tuvieron
dichos emblemas en las sociedades pretéritas.
Un tercer logro consiste en haber ensayado y establecido una metodología
de trabajo para este tipo de producciones hasta ahora nunca abordado a la
escala como aquí se hace. Destaca en este sentido la importancia
que tiene el establecimiento de tipologías de objetos y espacios
en que aparezcan emblemas heráldicos.
Los números son claros: más de cuatrocientas entradas de catálogo,
casi cincuenta localidades donde se ubican obras estudiadas, todo tipo de
producciones en todos los géneros artísticos, a cargo de todos
los grupos de población con recursos suficientes, desde el rey hasta
comunidades muy limitadas. Todo ello concentrado en una publicación
de casi quinientas páginas, dotada de todas las ayudas que hemos
creído convenientes: ilustraciones de conjunto y detalle, gráficos,
diversos índices, etc.
Aunque los objetivos se han cumplido con creces, la labor nunca estará
agotada. Ahora es el momento de extender este tipo de estudios a otros ámbitos
geográficos o cronológicos, por ejemplo al País Vasco,
donde resultaría perfectamente factible. Y, por otra parte, también
hay que incorporar algunas obras navarras que hemos conocido una vez terminada
la publicación, casi todas ellas localizadas a raíz de las
correspondientes restauraciones.
Javier Martínez de Aguirre,
profesor de la Universidad Rovira i Virgili (Tarragona) |
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