Las premuras del proceso pacificador vasco
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Traducción al español del original en euskera
Aintzane Ezenarro

Han transcurrido más de cuatro meses desde que ETA decretara el alto al fuego, y en el comunicado publicado estos días ha manifestado la voluntad de continuar el mismo camino. Es un gran paso hacia adelante y una agradable noticia para todos. La situación sobrevenida, además de haber aportado una esperanza sin precedentes a la sociedad vasca, ha abierto nuevos campos de cara al futuro. Sin embargo, todos sabemos que el alto al fuego no significa la paz. Si el deseo por una verdadera y duradera paz es verdadero, de ahora en adelante el proceso pacificador vasco debe trabajarse y culminarse.

Esta sociedad que durante tantos años ha vivido y padecido una violenta confrontación tiene derecho al proceso pacificador, derecho del que más premura tiene esta sociedad precisamente cuando se ha cumplido recientemente el 50 aniversario de los Derechos Humanos. Y costará lo suyo, porque no vendrá por sí solo. Este trabajo corresponde en su mayor parte a los políticos, puesto que son quienes tienen la responsabilidad de poner en marcha el proceso pacificador vasco y lograr un nuevo acuerdo sobre la soberanía y la convivencia, para superar la falta de conformidad actual. Pero, además, el establecimiento de una verdadera paz duradera en nuestro país, deberá producirse mediante un cambio sustancial en la mentalidad y cultura de todos los niveles sociales.

1. Nuevo acuerdo político

Lo primero que corresponde realizar a los políticos es formar una agenda de pasos unificada. Un nuevo acuerdo nacional requiere la determinación de un camino claro, y alguien debería hacerse cargo de enderezar la desorientación actual, encauzando el proceso de paz en el camino correcto. La prioridad de los políticos es, pues, fijar un esquema unificado para el proceso de paz.

Por el momento no se ha apreciado nada así, tan sólo ha habido unas ideas aisladas e incompletas. Algunos ven el proceso como "paz a cambio de generosidad", llegando a un inaceptable "regateo" con los presos. Ocultan el conflicto político que subyace y olvidan la división existente en los valores básicos en esta sociedad. En el otro extremo se percibe la tentación de arrinconar el proceso pacificador y saltar al proceso soberano.

Pero el modelo más democrático, claro y efectivo para el proceso pacificador es el del "diálogo, acuerdo y consulta popular", que se basa en examinar lo que se encuentra tras nuestros intereses y actitudes, y acordar los mínimos para el futuro. Sin tragedias, sin límites y sin imposiciones.

Por eso mismo, lo más razonable sería formar cuanto antes una mesa entre todos los partidos que se hallen representados en las instituciones y que la misma empezara a trabajar lo más rápidamente posible. Y es que ahora, en esta nueva era en que no hay violencia de ETA, tenemos la inigualable ocasión de analizar el conflicto político en toda su profundidad y complejidad. Transcurridos veinte años desde la transición, es evidente que el conflicto vasco necesita una nueva solución. No porque hubo la violencia de ETA, sino porque en Navarra y en la CAV no tenemos el nivel consensual que las sociedades normalizadas deben tener.

Una vez habiéndose constituido la mesa, la finalidad del proceso pacificador es lograr entre todos un nuevo acuerdo que resuelva este conflicto; dicho de otro modo, elaborar un "Stormont vasco". Son varios los motivos para argumentar la necesidad del nuevo acuerdo, pero entre ellos destacaría los siguientes:

(1) En primer lugar, debemos aprovechar esta inmejorable ocasión para no dejar fuera a nadie, ni política, ni geográfica, ni socialmente.

(2) En segundo lugar, aun cuando los conflictos son necesarios en la vida (porque provocan el cambio y posibilitan el progreso), deben tener, al igual que las novelas, un principio, un desarrollo y un desenlace. Si el conflicto abierto llega a ser perpetuo, pierde todo su potencial beneficioso. Y es que lo que nos ayuda a madurar personal, social y políticamente, es la capacidad de solucionar los conflictos de un modo positivo. En Euskal Herria llevamos demasiado tiempo en el conflicto abierto, viviendo una situación que ni avanza ni retrocede, y esta dinámica hay que superarla.

(3) Por lo expuesto se deduce que resulta necesario llegar a un punto de inflexión, para poder presentar el acontecimiento del acuerdo a la sociedad (y en especial a los jóvenes y a las nuevas generaciones) como indicador definitivo del comienzo de una nueva época.

(4) Este punto de inflexión, a su vez, debe hacernos recordar que en adelante hemos de vivir sin enemigos (en el sentido bélico de la palabra). Tenemos que aprender a vivir con la nueva idea de que nuestro enemigo no es más que nuestro adversario político. Hasta ahora hemos pensado que nuestro enemigo merecía lo peor: muerte, tortura, cárcel, etc. Para superar esta creencia y originar un proceso conciliador, debe producirse la escenificación del acuerdo de todos.

(5) Por último, no debemos olvidar a quienes han llevado la carga más pesada de este conflicto. La insensatez de su sufrimiento se vería multiplicada y al mismo tiempo intensificada la frustración colectiva si el conflicto permaneciera en el mismo estado, si no se produjera un proceso conciliador.

2. El proceso pacificador y la revolución cultural

Mientras tanto, es decir, desde la constitución de la mesa partidista hasta la consecución de un acuerdo entre todos, el camino a seguir debe ser el del proceso pacificador. Pero para que nuestro país, testigo de una historia tan conflictiva y dolorosa, pueda avanzar en el proceso pacificador, necesita algo más que el diálogo y el acuerdo entre los representantes políticos; precisa una pequeña revolución de mentalidad y cultura para que pueda ser desarrollada y culminada en todos los niveles de la sociedad.

Como mencionaba, el punto de inflexión o, en otras palabras, la escenificación del acuerdo entre las élites, es indispensable para aprender a vivir sin enemigos en cualquier ámbito social. Sin embargo, el acuerdo superior no basta. Y es aquí donde tiene lugar la labor tanto de la sociedad como de los promotores sociales, provocando e impulsando cambios de actitud en todos los niveles. No debemos olvidar que el proceso conciliador reside también en el interior de cada uno de nosotros y en las posturas y conductas que adoptamos en nuestra vida cotidiana. Una de las tareas más importantes que nos concierne individualmente es la defensa de esta revolución de mentalidad y cultura, necesaria para garantizar una paz duradera.

Para poder acometer la nueva era del proceso de paz es imprescindible crear un contexto favorable. El hecho de que hasta este momento hayan dominado la inercia para el enfrentamiento y la polarización, no ha facilitado mucho el llegar a alcanzar el clima necesario para impulsar elementos positivos. Desde la perspectiva de Elkarri, en esta nueva era deben tener prioridad los elementos constructivos; lo más provechoso es impulsarlos, porque pensamos que actuando en base a estos criterios en todos los niveles y ámbitos, se obtendrán fructíferos resultados.

Cuando hablamos de lo constructivo, nos referimos por una parte a la necesidad de actuar con la mentalidad de facilitar las cosas. En cualquier ámbito y nivel, adquiriendo el compromiso tanto como personas (de hacer todo lo posible por favorecer la pacificación), como hacia el exterior (de defender, proclamar e incitar todo lo que vaya a facilitar el camino hacia la paz).

Por otra parte, para poder empezar a enfocar la solución del problema, es indispensable abandonar las dinámicas de enfrentamiento e interiorizar la intención de actuar colectivamente, ya que sólo así podremos solucionar el problema que las dos partes tenemos. Es fundamental impulsar las experiencias de colaboración en todos los ámbitos y campos sociales, tanto en los niveles básicos como en las altos. Conviene obtener la colaboración más amplia y extraordinaria posible. No obstante, la finalidad del trabajo colectivo no debe entenderse como un movimiento táctico, es decir, como un movimiento destinado a que cada uno adquiera ventaja. Aunque nos cueste cambiar el modo de pensar, a la hora de plantearnos el proceso de colaboración para la paz debemos tener este otro propósito: que las ventajas serán para todos los que participen en él. Para poder garantizar una paz duradera, se debe llegar a un acuerdo en el que todas las partes sean y se sientan victoriosas.

Finalmente, no olvidemos que tenemos que poner en marcha un proceso que no discrimine a nadie en ningún nivel social, de modo que todos deben tener cabida en la colaboración. Este aspecto nos parece especialmente destacable, puesto que el reconocimiento y la aceptación de la pluralidad de nuestro país será esencial para progresar en el camino de la paz.

En la realización de un verdadero proceso pacificador, el cambio de actitud y de pensamiento reviste tanta importancia como un nuevo acuerdo político. A los políticos se les debe pedir que actúen cuanto antes, y mientras tanto la sociedad debe estar alerta en todo momento, para ayudar a superar los posibles obstáculos que se encuentren en el camino. Pero, además de todo lo enunciado, no olvidemos que a cada uno de nosotros, en lugar de estar mirando a lo que hagan los demás, nos concierne algo, pensando dónde y qué podemos aportar a esta revolución.

 qué es un

 proceso de paz

 

 
 

 procedimientos democráticos  contenidos-soluciones integradores  actitudes constructivas

  • diálogo
  • acuerdo
  • consulta social

  • que aborden las razones de fondo: soberanía, territorialidad ...

  • que profundicen en la democracian y en los derechos

  • que mejoren los acuerdos sobre nuestra convivencia

  • facilitar
  • cooperar
  • no excluir

 

 
 

 acuerdo socio-político de paz

 Esta imagen representa el sentido general de un proceso de paz; ofrece un panorama completo de la citada revolución de pensamiento y cultura. Como bien puede observarse, en un proceso de estas características los actos dinamizadores de los políticos no bastan, sino que se requiere la participación de la sociedad

Aintzane Ezenarro, miembro del Taller Nacional Permanente de Elkarri.


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